19F: El abortazo que fue calle, pañuelos y cuerpos
Por Dolores Reyes
Dolores Reyes participó del multitudinario acto de la Plaza de los Dos Congresos por el “Día de Acción Global por el acceso al Aborto Legal y Seguro”. Una crónica sonámbula desde el epicentro de la marea verde.
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Desde muy temprano había en el aire un olor a victoria. Esto se manifestaba en la frase “Puede ser el último pañuelazo”, que se repitió a lo largo de toda la jornada. De alguna manera, esa sensación nos fue obligando a hacer memoria, a recordar cómo fue que cada una llegó a esta lucha y cuándo nos encontramos con nuestro primer pañuelo verde, pero también a mirar al futuro para pensar qué vamos a hacer después de que la Ley se apruebe.
Comencé a militar por el Aborto Legal a los 14 años en un colegio secundario de La Matanza. No habíamos tenido Educación sexual Integral ni íbamos a tenerla. Como toda instrucción sobre el tema, nos habían pasado un video sobre el desarrollo sexual que formaba parte de una campaña publicitaria de toallitas femeninas. Después de separarnos a varones y mujeres, las chicas volvíamos al aula tratando de ocultar nuestro primer paquete de toallitas como si fuera algo bochornoso, como si hubiera vergüenza en un cuerpo que sangra y que tiene la posibilidad de gestar. Lo que me quedó súper claro fue que la sangre era sucia y debía ser ocultada. Nadie, ni amigxs ni familiares ni novios, debía ver nuestra sangre.
Del placer, de los peligros del embarazo y de la plaga del SIDA nos fuimos enterando como pudimos, entre películas que mostraban los cuerpos arrasados por el VIH y la falta total de instrucciones sobre el uso de preservativos. Lxs que nos sacudíamos el miedo para llegar de todas formas a los recitales, a las noches juntxs y al sexo, lo vivíamos con el miedo a los test: de embarazo o de VIH.
Todxs conocimos a decenas de infectados, todxs perdimos amigxs en las garras de esa peste. También todxs perdimos a alguna amiga en las garras del embarazo no deseado o del aborto clandestino. A las primeras las echaban de la casa o las castigaban y a veces las veíamos volver a la escuela con los ojos hinchados después de días de llorar. Las otras no volvían más, la sangre sucia que había que esconder se las había llevado.
En medio de esa vorágine discutíamos sobre los derechos estudiantiles, los desaparecidos, el servicio militar obligatorio que se acababa de cargar a Omar Carrasco, la Ley Federal de Educación que se nos venía encima, los anticonceptivos libres y el aborto legal. No teníamos pañuelos verdes, pero tratábamos de ganar a los nuevos a esa posición. Éramos minoría absoluta y me gusta saber que hoy, unos 25 años después, los pañuelos verdes se imponen masivamente en esas aulas que habité en los noventa. Que lxs chicxs se toman una y otra vez el Sarmiento para ir a las marchas y para que yo pueda verlas llegar en su vorágine de purpurina, belleza y abrazos.
El Aborto va a ser Ley y luchamos porque lo sea lo antes posible, ya que de eso depende la vida de muchas mujeres.
La Carpa 3
Tardo en llegar a la carpa 3 donde tengo que hacer una actividad junto a otras escritoras, me pierdo, busco la carpa del otro lado de la plaza como si fuera la única oportunidad. No pienso en el otro lado de esa plaza que el año pasado estuvo ridículamente dividida para darle lugar a las iglesias y a aquellos que aman tanto el aborto clandestino como el disciplinamiento de las mujeres. Camino en la multitud de mujeres con mi hija Reina, que tiene un strass en la frente y purpurina verde. Compramos pañuelos porque el mío ya da pena de tan gastado. Compramos pañuelos porque yo también empiezo a sentir que este año quizás sea de los últimos, que la Ley está afuera, en las calles y casi a punto de meterse adentro del Congreso.
Cuando llegamos a la carpa mis compañeras están abrazadas, sonríen. Hay manos amigas que me reciben, palabras que me acarician y por momentos abruman. “Leí tu libro, lo amé. Yo también soy de Matanza”. “¿Nos sacamos una foto?” “¿Me das una entrevista después?” “Este año vamos a leer Cometierra con los chicos de 4to”. Sonrío, contesto, avanzo como puedo. Llego con mis compañeras. También ellas son puro abrazo y emociones. Con la mayoría de ellas hemos venido dando una pelea sostenida por el Aborto legal a lo largo del 2018 y 2019 como miembros de NP Literatura. Estar acá, juntas, presionando una vez más para que el proyecto sea Ley, nos moviliza de manera profunda.
Esa mezcla de emociones y fuerza se pudo escuchar en las lecturas. La mesa de ficción atravesada por el relato del impacto que las decisiones en torno a embarazo, anticoncepción, maternidades y sus consecuencias fueron generando en nuestra militancia y en nuestra experiencia. Las escritoras no estamos al margen de estas problemáticas y, en consecuencia, hemos tenido que atravesar abortos, embarazos deseados y no, embarazos adolescentes, pérdidas… Cada una con las herramientas de entonces, lo que en un punto implica también que cada una las enfrentó mucho más sola.
De alguna manera, escuchándolas, sentí que si a mis 16 hubiera tenido a Claudia Piñeiro, Cecilia Szperling, Belén Lopez Peiró, Claudia Aboaf, Mariana Komiseroff, Gabi Cabezón Cámara, Luciana Di Mello, Lu de Leone, María Inés Krimmer, Gabriela Franco, Natalia Zito -mesa de narradoras de la carpa 3- y también a las compañeras que intervinieron desde la no ficción, como Flor Alacaraz, Diana Maffia, Ana Correa, Florencia Abatte, Claudia Laudano, Marisa Herrera, Lucila Szwarc, Claudia Soto, Andrea Lanzete y Carolina Francia, infinidad de cosas hubieran sido distintas. Pienso que nunca como ahora las miradas de género atraviesan nuestras prácticas, que la compañía real hace todo mucho más fácil para nosotras, que escribir y militar juntas salva vidas y las sostiene en la perspectiva política que a las mujeres se nos negó durante décadas. Y que esta calle abortera la construimos juntas.
Escenario principal y pañuelazo para todes con «Las Tesis»
El escenario central estuvo armado frente al Congreso y transitaron por él artistas, referentes de organizaciones y partidos políticos y figuras de la histórica Campaña Nacional por el Aborto Libre, Seguro y Gratuito que leyeron una declaración defendiendo el proyecto presentado ya ocho veces al Congreso de la Nación: “El proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo es el resultado del consenso de cientos de organizaciones feministas de mujeres y disidencias, junto a las organizaciones políticas, sociales, sindicales, artísticas, académicas, de derechos humanos, entre otras. El proyecto garantiza el derecho a la salud integral a mujeres, niñas, adolescentes, disidencias, en todo el territorio nacional. Caso contrario se perpetuará la discriminación territorial, por condición de clase, etnia y por identidad de género a más de la mitad de la población”.
En cada uno de los discursos se puede sentir también la desconfianza que genera el planteo del Poder Ejecutivo de presentar un proyecto propio. Queremos el proyecto presentado y defendido por la Campaña porque garantiza el derecho para todas las mujeres y cuerpos gestantes, en todos los sistemas de salud (públicos, privados y mixtos), incluyendo a las obras sociales en las que se atienden millones de mujeres trabajadoras y sus familias. Sin objetores de conciencia ni ningún tipo de restricción religiosa.
En ese marco, el pañuelazo que se produjo casi llegadas las 20 fue un enorme reclamo a la dirigencia política del país. Desanudarse el pañuelo, abrirlo, levantarlo extendido, gritar, llorar, reírse. La plaza del Congreso habló en miles y miles de pañuelos verdes abiertos por unas manos que vienen sosteniendo el pedido de libertad, gratuidad y seguridad para la práctica de la interrupción voluntaria del embarazo. Que sea Ley. Y que sea Ley pronto, porque mientras tanto nuestros cuerpos quedan a merced del lucro clandestino y de las mil formas de morir a las que la precariedad y la ilegalidad nos arrojan.
De las sacudidas y despiertas tierras chilenas llegan “Las Tesis” para brindar su apoyo hecho cuerpo y canción contra nuestros opresores. Nadie como ellas ha podido sintetizar tan bien cuál es el rol del Estado y cada uno de nuestros asoladores con la perfo “Un violador en tu camino”, que una y otra vez recorrió el mundo interpretada por cuerpos que esta vez no se exhibían para el consumo de la mirada machista.
Todas las queríamos ver, todas queríamos bailar con ellas porque logran revertir el cuerpo en arma. Para este pañuelazo las chicas adaptaron la letra y la estuvieron ensayando previamente junto a las que pudieron acercarse a practicar lo que luego sería ese tremendo cierre a toda emoción y potencia verde.
El patriarcado es un juez,
que nos juzga por nacer
y nuestro castigo
es la violencia que no ves.
El patriarcado es un juez,
que nos obliga a parir
y nuestro castigo
es la violencia que ya ves.
Es femicidio.
Maternidad como destino.
Es violación.
Es aborto clandestino.
Y la culpa no era mía,
ni dónde estaba, ni cómo vestía.
Y la culpa no era mía,
si me cuidaba, ni cómo vivía.
Y la culpa no era mía,
ni dónde estaba, ni cómo vestía.
Y la culpa no era mía,
si me cuidaba, ni cómo vivía.
El violador eras vos.
El opresor sos vos.
Es el Congreso,
adonde votan
el aborto
clandestino.