378 por Spiro

Por Sergio Gramajo

Compartimos un capítulo del libro Talón Rajado, enviado especialmente para Sonámbula por el actor, escritor y docente Sergio Gramajo, una serie de fotografías conurbanas cargadas de poesía barrial que irradian desde el centro místico de Laferrere, con amistades infantiles, calles de tierra, potreros, el club Once corazones, vecinos picantes y colectivos Mercedes Benz 1114 de peligrosos recorridos.

 

La primera vez que viajé solo en bondi tenía diez años. En realidad viajé sin la compañía de algún adulto, pero solo no viajaba. Iba con mi amigo Alejandro Yuyero. “Yuyito”.

Su padre tenía, en la parte de atrás de su casa, un depósito de compra y venta en el cual yo solía vender botellas de sidra vacías en épocas navideñas. Yuyito de vez en cuando tenía que llevar a vender a depósitos más grandes en el centro de Lafe, alguna que otra cosa que el padre le encomendaba. La primera vez que lo acompañé cargamos entre los dos una arpillera que pesaría no menos de cincuenta kilos. Le pedimos al chofer del 180 que se depositó en la parada que nos lleve y el tipo aceptó sin demasiados resquemores.

Hicimos lo nuestro cerca de la estación de Lafe y volvimos de la misma forma al barrio sin mayores sobresaltos.

La operación se repitió varias veces y cuando no había encomiendas que realizar, nos subíamos a un bondi y pedíamos que nos lleven solo para despuntar el vicio. Los choferes de la 180 tenían una onda que no compartían los de la 86 o la 378, que siempre encontraban una excusa para no llevarnos.

Llegábamos a la estación, dábamos unas vueltas y volvíamos. Subir al bondi, mirar los asientos, resolver donde sentarse sin que nadie nos diga dónde, abrir la ventanilla, apoyar el codo contra el viento. Tocar el timbre cerca de la parada. A lo mejor la felicidad estuvo siempre tan cerca y no la vimos.

El trayecto del bondi desde el barrio hasta la estación es recto. El centro de la ciudad estaba separado de mi infancia por unas treinta cuadras. Esas cuadras, es evidente ahora, eran más extensas a mis diez años. Tenían otra dimensión. Las cuadras de la niñez son más largas que las de los adultos.

Por la estación pasaban ocho líneas de bondi diferentes. Nosotros podíamos tomarnos siete. Uno nos llevaba a la perdición. El “378 por Spiro” era el triángulo de las Bermudas. Spiro es una calle paralela a la ruta 21, que atraviesa todo el territorio de Laferrere. Nace casi pegada a la ruta, cerca de la estación, y se va abriendo a medida que avanza hacia los límites con González Catán en el barrio Independencia. Para nosotros era una expedición dantesca.

Tras cumplir once años, su abuela le regaló algunos pesos. Decidió que ya era prácticamente mayor de edad, así que se embarcó hacia la Estación para comprarse ropa. Esta vez Yuyito pagó el boleto, y tal vez de esta acción germina la catástrofe de esa tarde. Llegó y rumbeó para la feria. Se compró una camiseta de Boca, un poster y un cinturón. Todo lo que un flamante adulto necesita. La operación fue sencilla. Encaró para la parada de regreso. Se tomó el de “Spiro”.

Lo que sigue son solo datos y suposiciones con los que me fui documentando a lo largo de los años. La verdad es que nadie sabe con certeza qué fue de Yuyito después de que por un descuido de los que él no era capaz, se tomó el único bondi que no debía tomar para volver de la Estación.

Hay dos versiones recurrentes de lo que pasó con él esa tarde. La primera tiene que ver con una banda de trata de personas. Se había conocido años atrás una banda que según las noticias traficaba órganos de niños. Se trasladaban en una camioneta roja en la que capturaban a sus víctimas. “Los de la camioneta roja” se había convertido en la amenaza de padres y madres ante cualquier desplante de los hijos. Terminaron abusando tanto de esa herramienta que el mito de la camioneta roja terminó por tener menos peso que el del Hombre Gato. Esta versión de lo que sucedió con Yuyito cayó por el peso de los años que habían pasado entre la ola de secuestros y la tarde en que él desapareció.

La segunda versión tiene que ver con el propio 378 por Spiro: según su hermano Fernando, que caminó desde donde nace la calle Spiro hasta donde termina, en una excursión con unos amigos,  hablaron con gente que al parecer habitaba las casas de la zona, y estos le dijeron que ese recorrido de colectivo se había suspendido hacía por lo menos cincuenta años después de que un niño había muerto en un viaje, en un confuso incidente arriba del colectivo.

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Talón rajado, La máquina eterna, Haedo (2021).

El libro se presentará en la Biblioteca Municipal de Morón (Brown 763) el próximo 12 de agosto a las 20.

Sergio Gramajo nació en Laferrere el 11 de mayo de 1980. Es actor, narrador, poeta y profesor de literatura. Trabajó como ayudante de zapatero, limpiador de zanjas y patios, cortador de pasto, mandadero profesional, cargador de caca de gallina en camiones con doble acoplado, futbolista asalariado en campeonatos de la comunidad paraguaya de Laferrere, personal trainer, chef, repositor, niñero, asistente de dirección cinematográfica, profesor particular de latín y dibujo técnico, funcionario público, vendedor de hamburguesas vegetarianas, reparador de armas de fuego, ayudante de albañil, redactor de cartas de amor por encargo, consultor, cartonero, falsificador de documentos, portero de edificio, entre otras ocupaciones.
Es miembro fundador de Te Caigo en Cuero, el coso literario del oeste. Como actor forma parte del elenco de “Despejar la X”, obra teatral sobre VIH y estigma, con dirección de Patricia Sánchez, en cartel actualmente. Vive en San Antonio de Padua con su compañera Alejandra y su hijo Mateo, aguardando a la pronta llegada de Cala, su hija.