A diez años del último gran golpe de timón de Nick Cave: Push the Sky Away

Por Marcelo Simonetti

Al cumplirse una década de Push The Sky Away, el último gran golpe de timón de Nick Cave, Marcelo Simonetti propone un recorrido y una disección de este disco bisagra, que luego se acompañó con el falso documental 20.000 días en la Tierra. Un trabajo donde los climas de tormenta se acumulan sin estallar nunca, tensionados por los loops y el arsenal del sintetizador de Warren Ellis.

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En 2003, un poco sorpresivamente y un poco por decantación, la mano derecha del Nick Cave abandonó el barco, después de uno de los discos más flojos de la banda. Fue un momento difícil porque Blixa Bargeld había sido cofundador de los Bad Seeds y artífice de la primera transformación de Cave, entre los Birthday Party y la de sus últimos 40 años.

Después del maravilloso doble Abattoir Blues/Lyre Of Orpheus en 2004 y hasta el 2013 el australiano mostró una cosecha escasa, teniendo en cuenta lo prolífico de su producción. Dos discos junto a la banda paralela Grinderman y uno con los Bad Seeds. En las tres entregas las cosas funcionaron, con éxito en Estados Unidos más que en el resto del mundo (lugar que había sido esquivo a lo largo de toda su vida), pero los discos se parecieron más a los de una banda de garage del montón que a los de un artista con la personalidad y la envergadura de quien estamos hablando. Ésto, sumado a que guionó dos películas y actuó en algunas, escribió una novela e hizo varias bandas de sonido junto a Warre Ellis, nos revela una búsqueda y una incomodidad que siempre estuvo en su adn, pero profundizada.

Tan extraña fue esa etapa, que en 2009 Mick Harvey dio un paso al costado. En los Bad Seeds los integrantes entran y salen todo el tiempo. El único que permaneció junto a Cave desde Birthday Party fue Harvey. Y no sólo como ejecutor, sino como compositor -junto a Blixa y Nick- y como arreglista principal.

El vínculo entre Ellis y Cave se estaba expandiendo y el proceso de composición ahora se daba en largas sesiones entre ambos. Mick quedó excluido de la parte que más le interesaba y, según sus declaraciones su viejo amigo “fue cruel con él” en el último año en el que estuvo en la banda. De Dig Lazarus Dig del 2008 y la gira que lo precedió, dijo que “muchas de las canciones que tocaba la banda en vivo eran versiones abreviadas y simplificadas de nuestras canciones favoritas, que era sólo una manera fácil de tocarlas en vivo. Y no estaban experimentando y trabajando duro para crear grandes piezas musicales. Fue como ponerse a darle a “Deanna” como salga ya que a todos les encantará de todos modos. No me gustaba esa actitud. Pensé que era muy pobre. Entiendo que es difícil hacer música sutil en estadios para cinco mil espectadores. Pero entonces a la mierda, no deberíamos tocar en estadios para cinco mil y hacerlo en lugares más pequeños donde la música se reproduzca correctamente. Y no empezar a hacer versiones de mierda de las canciones porque no puedes tomarte el trabajo y no vale la pena de todos modos. Para mí era la muerte, y lo que se supone que debía hacer era callarme”.

Más allá de lo discutible de esta valoración de los últimos años de la banda, lo cierto es que Dig Lazarus fue el disco más vendido hasta ese momento en territorio yanqui de toda la historia del grupo, que logró girar bien arriba en el cartel en una cantidad importante de festivales, como nunca antes, y que junto a los dos de Grinderman daban la imagen de que Cave se había movido de su lugar histórico hacia uno de rockero más convencional.

También es cierto es que desde la gira del 2009 hasta la presentación del disco que nos convoca, en 2013, hubo presentaciones sólo de Grinderman. Perder a las dos guitarras debió ser una crisis para los Bad Seeds. Cave se encontró ante la disyuntiva de llenar el agujero con algún otro guitarrista conformándose con lograr un híbrido entre su historia de búsqueda constante y el plan rockero convencional o dar el salto al vacío hacia territorios vírgenes.

No podemos saber cuándo empezó a trabajar la música, pero el cuaderno de anotaciones arranca el 04 de mayo de 2011. Y recién en diciembre de ese mismo año entra en La Fábrique, una mansión del siglo XIX del sur de Francia, a trabajar en el álbum.

¿Cómo resolvió entonces la ausencia de sus dos laderos históricos? En vez de disimular el vacío, decidió poner el acento en el mismo. Donde antes la guitarra resolvía todos los clímax, ahora no habría nada. Solo la tensión en aumento.

Para ello se valió de dos claves: cederle el timón a los loops de Warren que para Cave serían “los pequeños y temblorosos latidos del corazón de éste bebé fantasma en una incubadora que es Push The Sky Away”. El otro punto clave sería la vuelta del bajo Barry Adamson (otro miembro fundador que integró el grupo hasta Your Funeral My Trial en 1986) en algunos temas del disco y el mayor protagonismo de Martyn P Casey en el mismo instrumento en otros.

Si bien aparecen algunos vientos y hay batería y percusión e incluso hace su aparición como invitado el luego miembro permanente George Vjestica en guitarra de doce cuerdas, es el bajo y el arsenal minimalista de Warren Ellis quienes toman el control e inundan el disco. Hasta la voz de Nick se contagia del humor sombrío e intimidante. Donde antes estallaba como un torrente, ahora se queda callado, en puntas de pie al borde del precipicio. O en ocasiones, en vez del grito y los golpes de efecto, susurra en tono amargo y sombrío.

Y aquí vale la pena detenerse un momento. Porque muchos de los viejos fans que añoran la las etapas previas de la banda (especialmente la primera) achacan al multiinstrumentista el rumbo “anodino” tomado por Nick en los últimos discos. Creo que es falso. Warren es la guitarra furiosa en los dos discos de Grinderman. Por otro lado, también es el apuntado por Harvey como el responsable del sonido “fácil” y “efectista” de Dig Lazarus Dig. Cualquier que haya visto a la banda en vivo en los últimos diez años, o al menos la filmación de alguno de sus conciertos, se dará cuenta de que Ellis puede ser tanto el lento desangrarse de un cuerpo moribundo como la furia arrasadora de una tormenta del desierto.

Porque desde Boatman’s Call de 1997, y según lo atestiguan todos los miembros del grupo, es Nick quien ha sido cada vez más el que toma todas las decisiones.

Si miramos al pasado inmediato podemos encontrar apenas dos rastros de donde nace el este “bebé fantasma”. El primero son los jugueteos sonoros minimalistas de Ellis que adornaban la crudeza de Grinderman. El segundo es una porción de la temática del álbum: Grinderman es la banda de rock chatarra de un viejo verde con cara de loco y bigotes de macho asediador que al envejecer no tiene donde ponerla. Recordemos que su primer saludo al mundo fue el single “No Pussy Blues”. Una sátira del propio paso del tiempo, y quizás una confesión de cómo se estaba sintiendo. “La Muerte De Bunny Munro”, contemporánea a ésta etapa, es la novelización del mismo personaje. En Push The Sky Away, el personaje es contemporáneo del degenerado que mete miedo en Grinderman. Pero asume el paso del tiempo más amargamente. Se resigna a contemplar lo que ya no puede alcanzar.

Susie Bick, la esposa de Nick, es modelo. Ella se estaba cambiando de ropa en medio de una sesión de fotos en su dormitorio cuando la fotógrafa le pidió a Cave que abra el cortinado. Él lo hizo, y la luz pegó directo en el rostro su mujer que caminaba desnuda hacia ahí. Ella se tapó la cara instintivamente y esa imagen de tintes celestiales es la que fue a parar a la tapa del disco. Y está muy bien, ya que ella es, entre varios otros temas, uno de los centrales.

«We No Who U R» fue el primer single y también el tema que abre el disco. Si bien tiene su estribillo y algo que pueda sonar parecido a un “gancho”, también es verdad que es una apertura extraña, a tono con el resto del disco. Quizás musicalmente la tensión llega hasta ahí, nunca cruza el umbral de la opresión. Pero es la letra la que cumple un rol enigmático y amenazante, suavizado por el coro y por el juegueteo de Ellis que suena mucho más digerible que en el resto de la placa. El texto es críptico y dispara distintas posibilidades. Pero si nos atenemos a la manera en que está titulada y a algunas de las declaraciones del autor, lo más probable es que nos esté hablando de cómo nuestra opinión personal será arrollada por una inmensa mayoría, que a su vez estará formada por rumores, intrigas y versiones interesadas, y de cómo por más esfuerzos que hagamos para distinguirnos y evitar ese final, vamos todos de camino a la tumba. Y los Estados y las grandes corporaciones manejan éstos rumores que terminarán formando las grandes masas de opinión y corrientes de pensamiento a través de las herramientas que brindan Internet y las redes sociales. Y no hay lugar donde descansar o resguardarse de ello. Un comienzo bien tranquilo ¿o no?


Ya sabemos que la constante en el disco son los climas de tormenta que se acumula y está a punto de estallar y nunca lo hace, tensionada por los loops y el arsenal del sintetizador de Ellis y el bajo. La segunda constante, que le da aún más homogeneidad, es la persistencia de las historias alrededor de la casa donde vive el matrimonio que aparece en portada, y más aún Brighton, la ciudad de la costa inglesa donde están instalados.

Susie hace su entrada en los textos del disco en la segunda canción, que es una escena simple y quizás rutinaria de la pareja a la que su marido le adhiere belleza romántica, aunque también elementos de misterio y hasta de apocalipsis: la modelo atraviesa el jardín de su casa a zancadas con sus largas piernas, pasa por el túnel que le sigue, abre la puerta y llega a la playa. Él la mira desde la ventana y se saludan. Mientras, corren rumores de que fuera de la casa pasan cosas terribles. Pero adentro a él le alcanza con ese pequeño mundo. La música acompaña de manera lúgubre, en el tono del resto del álbum. Al servicio de la historia. Aparece una guitarra tenor frágil, pero la sensación es que en las pocas ocasiones que podemos encontrarla en el álbum es para que nos demos cuenta que no está en casi todo el disco.

Llegando a “Water’s Edge”, nos metemos en una historia donde aparecen las chicas jóvenes que llegan de Londres a la ciudad costera donde Nick vive. Vienen con sus auriculares blancos de IPods tan de moda en ese momento, y se quedan a la orilla del mar, moviéndole los culos a los chicos del pueblo que las observan y se esfuerzan por alcanzarlas, pero no pueden. Nick observa la escena con melancolía. Da la impresión de querer intervenir, pero sabe que se hace viejo. En sus cavilaciones, afirma que el ímpetu sexual se enfría con el paso del tiempo. El bajo inicia caóticamente la canción como si fuera a contarnos una tragedia, y se repite a lo largo del tema. El contraste con la tristeza circular del riff de violín es imponente.

Luego viene uno de los puntos más altos del disco, «Jubilee Street». Está dedicada a una prostituta que fue asesinada. La historia ficcionalizada de Bea nos habla de hombres públicamente apegados a las normas morales, pero que en privado visitan a Bea. Lo interesante es que el narrador es uno de los que va a verla, probablemente su asesino. Ella hace lo que puede para sobrevivir. Por ejemplo anotar detalles de sus clientes más importantes en un pequeño libro negro, que luego usará para extorsionar a sus visitadores. El texto deja en claro que no está hablando de personas comunes, sino de hombres que ocupan espacios de poder: políticos, empresarios, curas. Un poco más adelante la letra se pone más difícil de decodificar, disparando múltiples sentidos. Podemos estar hablando de un aborto, o de un embarazo de la víctima que el narrador lleva como una carga. De lo que seguro hablamos, es de la transformación. De cómo a partir de una crisis, podemos reinventarnos. La canción tiene una guitarra delicada presente de comienzo a fin, tocada por Ellis, que dialoga bellamente junto al violín, también de Warren claro. El piano también aparece más. La canción fue mutando en las versiones en vivo con el correr de las giras, con un desenlace cada vez más violento mientras Nick grita que está transformándose, está brillando, está volando.

Cuando estuve en Brighton, salí en busca de Jubilee Street, esperando encontrarme con una especie de zona roja a la que pudiera fotografiar o con una acumulación de bares de levante. Me sorprendió que fuese una calle tranquila de barrio. Más adelante el propio Cave reconoció que al escribir el texto revisó googlemaps para ver el nombre de la calle. Con el tiempo, pasó por el lugar y se dio cuenta de que la calle de la que había querido hablar estaba un par de cuadras más lejos.

Mirando en restrospectiva, puede ser el mismísimo Cave también el que estaba renaciendo en 2013, después de la salida de dos pilares históricos de la banda.

El disco entero es como una ensoñación. Nick acostumbra a hacer guiños que construyen un universo propio entre sus discos, sus novelas, sus películas. Pero aquí los lazos se tejen entre tema y tema. «We Real Cool» comienza con el mismo bajo burbujeante y amenazador que «Water’s Edge». Parecen ser dos canciones escritas en espejo. La guitarra sigue siendo frágil, sutil. Es el violín y los climas cinematográficos con un pianito acá y allá los que le dan forma a la canción. Es probable que sea Dios el que habla, o quizás un hombre en plena ruptura con su mujer, ya que mezcla trozos bíblicos con un reclamo conyugal. “¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano, y midió los cielos con su palmo, y tomó con medida el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza, y los collados con balanza?”, dice Isaías 40 en la Biblia, tratando de explicar que Dios es el dueño de todo y que no podemos podemos pedirle explicaciones por nuestro sufrimiento. “¿Quien te tomo las medidas desde los dedos de los pies hasta la parte superior de la cabeza? Si, tu sabes”, empieza la canción, casi calcada. Pero después su derrotero lo lleva a echarle en cara haber sido quien le proveyó de ropas y zapatos. Lo mismo hace con la referencia al buen pastor mezclada con ser el que alimentó a los hijos. En éste punto la voz de Cave es dura, cavernosa, llena de autoridad, y el drama que se respira en la canción es el de una tormenta a punto de desatarse. De pronto el nudo se desata y el mismo drama parece romper en lágrimas. La voz se quiebra y el texto dice qué Wikipedia es un buen lugar para no pensar, un buen truco para obtener información que podemos acumular, pero que en última instancia el dolor es el dolor, y va a quedarse para siempre. La canción se va apagando como si fuera a desangrarse hasta el final. El nombre del tema está sacado de un poema de 1959 de la poeta afroamericana Gwendolyn Brooks.

«Finishing Jubilee Street» es parte de la telaraña de Cave, y arranca con un lindo recurso literario para darle credibilidad al texto: nos cuenta que se durmió mientras estaba terminando de escribir «Jubilee Street» y que al despertar está convencido de ser pareja de una tal Mary Stanford, una mujer muy joven que lleva el mismo nombre que un bote salvavidas de la realeza que se hundió en 1928, ahogándose sus diecisiete tripulantes. La chica se esconde y él la busca. Y entra en el sueño y vuelve a salir y las dos cosas son lo mismo. El suave y repetitivo tono de la guitarra tenor refuerza el efecto de ensueño de la canción y también del disco.

Llegando al final, dos perlas que se convirtieron en efigies del cancionero del australiano. «Higgs Bossom Blues» es una monumental creación de cerca de ocho minutos, con un kilométrico texto lleno de sarcasmo, alucinaciones, obsesiones, imágenes bíblicas y debates históricos acerca de la búsqueda de la verdad (científica, religiosa o simplemente de la existencia superficial sin ningún incentivo mayor) y de cómo ninguna de éstas explicaciones o elecciones satisface a la humanidad o al protagonista. El hecho de que  en el relato vaya a en auto a Ginebra nos marca que inicialmente Nick se inclina más hacia la ciencia que hacia el resto de las posibilidades, ya que es en Ginebra donde se encuentra el famoso Gran Acelerador de Hadrones que descubriría la partícula del bosón de Higgs. El problema es que en el camino se encuentra con el diablo en un enfrentamiento a muerte con el mítico blusero Robert Johnson. Esta vez el guitarrista gana la partida. Luego se aloja en la habitación donde estaba Martin Luther King cuando fue asesinado, donde escucha a “alguien hablando en un lenguaje completamente nuevo”. A continuación  detalla la supuesta escena del crimen del dirigente político y religioso y la forma en que las empleadas del hotel la limpiaron para que pueda ser usado nuevamente. Más adelante aparecen las menciones a los mitos religiosos de distintas partes del mundo, que tampoco lo satisfacen. Duda de su propia existencia y de estar vivo: “¿Podés sentir el latido de mi corazón?”

La superficialidad de alcanzar la masividad tampoco parece ser el camino. Cave se ríe de la supuesta sensibilidad del personaje que hacía Miley Cirus, Hannah Montana, cuando se preocupaba por la pobreza en África y luego lloraba con los delfines. Entonces el relato gira hacia África y la manera en que el bando bueno, los anticolonialistas Mau Mau, se terminan cargando a los pigmeos, porque la historia del mundo está saturada de opresión y miseria. Incluso la llegada de los misioneros, que para la visión europeísta es civilizatoria, trae consigo enfermedades que devastarán a la población, haciendo solapada mención al SIDA. El sarcasmo es total, ya que dice que el misionero que llevó enfermedades, salva a los salvajes con su blues del bosón de Higgs. Mientras pide por favor que se haga el día, no se sabe si en su pesadilla nocturna o en los tiempos que corren, la verdadera Miley Cirus y no su personaje Hannah Montana se da la gran vida en su piscina de Toluca. Todo éste exceso, todo éste delirio filosófico es acompañado por una melodía que, por primera vez en el disco, está comandada de manera casi exclusiva por una guitarra que hace subir y bajar a la canción con las cavilaciones de Cave hasta un final que parece ser un lamento sin solución. Al fin y al cabo el bosón de Higgs que Cave iba a buscar en el auto no era la solución, sino solo un “blues”.

El tema final del disco es el que le da el nombre. Un himno a la persistencia y a hacer las cosas a tu modo, aunque sientas que llegaste a algún lugar y que no podes dar más de vos y más allá de lo que opinen acerca de cómo debés hacer las cosas. Y específicamente de cómo el rock, que es la materia en la que se mayormente se desenvuelve, no es solo un estilo de música sino algo inexplicable que se te adhiere y te acompaña toda o vida. La música es cinematográfica, llena de climas melancólicos, al tiempo que minimalista.

Al menos tres temas más temas más terminó la banda en los estudios del sur de Francia, pero quedaron afuera de la lista final del álbum. Dos se editaron como extra tracks en la edición deluxe, en un siete pulgadas cada uno. Una es una historia típica de Cave con un fondo de ruidos nacidos de la mente retorcida y el sintetizador de Ellis, y el otro es también bastante apocalíptico, con Nick masticando la suerte de sus mellizos por haber nacido ahí y ser hijos de su matrimonio y como en Grecia, chicos de la misma edad andan en ese mismo momento con máscaras de gas enfrentando a la policía (en 2012 hubo un fuerte ascenso de masas en ese país). La edición deluxe del disco se completa con un facsímil del cuaderno donde el australiano fue trabajando en las letras, una muestra de la obsesiva elaboración de los textos, con versos agregados, tachados, enmendados, letras que no fueron, etc. Una gloria.

El otro se mostró por primera vez en una versión hecha por Cave al piano en el estudio en la película que luego acompañaría al álbum: 20.000 días en La Tierra. Se trata de un falso documental donde aprovecha para tocar todos los tópicos que lo obsesionan y remarcar algunos aspectos de su vida y de su visión del arte y del mundo, afirmando que es, al estilo de Leonard Cohen, un obrero de la canción. Cada mañana se levanta con el llamado del despertador, se prepara, va a la oficina y, como cualquier trabajador, se pasa ocho horas diarias laburando textos o lo que sea que le toque. También intenta exorcizar los fantasmas de su padre, charla con Blixa Bargeld sobre su ida de la banda, nos confiesa su miedo a perder la memoria (ya que memoria es todo lo que somos, asegura) y nos da pistas sobre su método de composición mientras matiza muy bien todo el discurso con imágenes de la grabación del disco que nos convoca y de su gira de presentación en vivo. El filme se puede ver sin estar familiarizado con el disco, pero si ya lo hemos escuchado funciona como un fenomenal complemento.

Push The Sky Away tuvo muy buenas críticas y recibimiento del público, pero fue con el correr del tiempo que se transformó en favorito. A partir de él Nick Cave pudo reinventarse y dar rienda suelta a una nueva etapa compositiva y de trabajo con su actual mano derecha. Las letras dejaron de ser sus típicas narraciones y se transformaron en yuxtaposiciones de imágenes a veces crípticas que adornan al fin y al cabo la pequeña historia que aún sigue contando. Junto a Ellis ideó y compuso dos discos más de la banda (uno doble), uno de ambos como dúo y un sinfín de bandas de sonido y colaboraciones en los últimos años, siempre con la marca registrada que vio la luz en 2013. Push The Sky Away se volvió tan importante que fue otro renacer del universo caveano, tanto como en su momento lo fueron From Her To Eternity (1983), Henry’s Dream (1992) y Abattoir Blues/Lyre Of Orpheus en 2004.

Y fue a partir de ese disco que Cave vio aumentar exponencialmente su popularidad y, sin abandonar el status de artista de culto, reinventó su histórica perfomance “para la primera fila” para proyectarla a grandes auditorios.