A tres años de la partida de Mark Hollis, profeta del post-rock

Por Néstor Darío Figueiras

Néstor Darío Figueiras reconstruye para Sonámbula el particularísimo recorrido musical de Mark Hollis, líder del grupo británico Talk Talk, una banda con una interesante evolución desde sus inicios más mainstream hasta discos que inauguraron el post-rock y sirvieron como inspiración decisiva para grupos de la talla de Radiohead, Stereolab o Mogwai.

Este 25 de febrero se cumplieron tres años de la muerte de Mark David Hollis, el multi-instrumentista, cantante y compositor que fundó el grupo británico Talk Talk, en 1981. (¿Quién no se acuerda del hitazo ochentero “It´s my life?”). Tenía 64 años y hasta hoy no se sabe cuál fue la causa de su deceso. “Ha muerto después de una breve enfermedad de la que nunca se recuperó”, explicó de forma poco convincente su manager, Keith Aspen. Su partida nos sacudió a todos los amantes del rock inglés, especialmente a los fans de las variantes innovadoras del rock-pop de comienzos de los ochenta. Hollis se destacó como uno de los más innovadores, aunque el fruto de esa creatividad disruptiva suele ser un aspecto desconocido de su carrera. Él y los miembros de Talk Talk fueron mucho más que unos one-hit wonder (como puede hacernos creer el éxito radial de “It´s my life”). Hollis fue un músico inconformista, reacio a usar fórmulas, una tendencia que creció en él de tal forma que se puede decir que los últimos discos de la banda son prácticamente inclasificables. Esta búsqueda hizo que su obra se convirtiera en la inspiración de ciertas corrientes del avant-garde y el rock experimental que todavía siguen vigentes, mutando en una inercia estimulante, como el post-rock.
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Hollis nació en Londres el 4 de enero de 1955. Fue hermano menor de Ed Hollis, productor, disc jockey y manager de bandas. Dejó la universidad en 1975 -estudiaba Psicología- y decidió iniciarse en el mundo de la música, formando su primera agrupación: The Reaction. Con esta banda grabó un demo para Island Records, que incluyó una canción de su autoría, pero luego de editar su primer single The Reaction se disolvió.

La máxima popular que dice que no hay mal que por bien no venga podría aplicarse en esta historia ya que gracias a la ruptura de The Reaction, Hollis conoció, por medio de su hermano, al bajista Paul Webb, al tecladista Simon Brenner y al baterista Lee Harris. Y a ese encuentro le debemos el surgimiento de Talk Talk.

El flamante grupo publicó su álbum debut en 1982, The Party’s Over, que presenta un sonido emparentado con bandas del new romantic y el synth wave, el mainstream del momento (encabezado por Duran Duran). A pesar de que este primer disco buscó puntos de conexión con otras bandas que se habían formado a mediados de los setentas, como The Human League y Ultravox, su sonido no pudo escapar de la dirección que EMI le impuso a la banda en sus inicios. Pero más adelante, Hollis daría rienda suelta a las ideas que todo el tiempo surgían del reprocesamiento de sus influencias, repertorio nutrido que incluía a Otis Redding, el grupo alemán de krautrock Can, John Coltrane, Miles Davis, Burt Bacharach y muchos otros.

Gracias a estos influjos, fue gestando un estilo en el que se conjugaban la improvisación (que él definió como “la ética jazzística”, o el verdadero espíritu del jazz, una música que amaba) y el empleo de texturas sonoras del synth wave y el ambient pop. Semejante elaboración nunca hubiera encajado en el enfoque de Colin Thurston, el primer productor de la banda, quien también producía a Duran Duran. Pero después del primer álbum, apareció en escena una figura que valió para los Talk Talk lo mismo que George Martin o Geoff Emerick para los Beatles: el productor Tim Friese-Greene, una especie de piedra angular en el sincretismo que Hollis diseñó. Friese-Greene impulsó el vuelo creativo de la banda a tal punto que no sería exagerado decir que él fue el quinto miembro de Talk Talk.

Las siguientes producciones de la banda fueron fruto de la sociedad entre Friese-Greene y Hollis. It’s my Life (1984) obtuvo éxito inmediato con hits como el que da nombre a la producción, “Dum Dum Girl” o “Such a Shame”, pero no terminó de colmar las expectativas de Hollis, puesto que en esta grabación se usaron más sintetizadores de lo que hubiera deseado, “por motivos económicos”, dijo. The Colour of Spring (1986) contiene texturas más orgánicas e incluye algunos sonidos étnicos que lo acercan al híbrido con la world music, fusión que probaban otros artistas contemporáneos, como Peter Gabriel en So, editado ese mismo año. The Colour of Spring también supone un primer ensayo del minimalismo que vendría después, el cual asoma en las melodías simples e improvisadas y los arreglos despojados, ejecutados por guitarras acústicas, trompetas y armónicas. Incluso, en más de una canción, se reemplaza el acompañamiento de batería por patterns hechos con instrumentos de percusión.

Usando la libertad que EMI concedió a la banda gracias al suceso comercial de los tres primeros álbumes (o abusando de ella), Hollis decidió grabar el cuarto en una iglesia abandonada de Suffolk. En ese sitio nació Spirit of Eden (1988), disco que fue una bisagra en la trayectoria de Talk Talk. ¿Por qué? Porque estamos hablando del disco que se considera como la primera obra de post-rock de la historia, siendo inspiración decisiva para algunos grupos que habían nacido poco antes de su lanzamiento, como Radiohead (formado en 1985) y otros que surgirían algunos años después, incluyendo a Stereolab y Mogwai.

No es novedad que las creaciones originales que asumen riesgos suelen ser rechazadas por las compañías discográficas, que sólo atienden al termómetro de las ventas. Spirit of Eden no fue la excepción a esta regla. Aun cuando recibió alabanzas de la crítica especializada, el público esperaba la misma fórmula del sencillo It´s my Life y no las largas y atmosféricas improvisaciones conjuradas en un templo ruinoso. El fracaso comercial significó la ruptura entre la banda y el sello, que se demandaron mutuamente. Talk Talk terminó ganando el juicio.

Después de ese desgastante proceso, la agrupación no volvió a grabar hasta el año 1991, cuando firmó contrato con Polydor y publicó “Laughing Stock”, con el que redobló la apuesta, ya que el último disco de estudio de la troupe de Hollis resultó más experimental que su antecesor. La grabación de este disco duró un año entero y contó con dieciocho músicos sesionistas a los que Hollis les pidió improvisar. A todas luces parece que Hollis trató de hacer una continuación de Spirit of Eden. De hecho, hasta las portadas de ambas grabaciones son semejantes. (Es un ejercicio maravilloso contemplar y comparar las ilustraciones que el artista James Marsh hizo para las portadas de cada álbum de los Talk Talk, que merecen un capítulo aparte).

Que Laughing Stock sea secuela de Spirit of Eden debe entenderse como el empecinamiento de un artista que se mostraba intransigente respecto de sus ideas. Hollis siempre estuvo dispuesto a jugarse por sus convicciones hasta el final, con una valentía que escasea cada vez más en la estandarizada industria de la música. La mayoría de los críticos considera que ambos álbumes son obras maestras.

Talk Talk se disolvió después del lanzamiento de su quinta producción y pasaron siete años antes de que Hollis volviera a pisar un estudio. En 1998 grabó Mark Hollis, su primer disco solista, de veta intimista. Luego colaboró con varios artistas, como Unkle, Anja Garbarek y Phil Brown, hasta que finalmente se retiró de la música.

Hay dos aspectos de la obra de Hollis que me fascinan. Primero: como productor, soy un enamorado de la precisa filigrana sonora que él sabía forjar, capa tras capa, tanto en la etapa comercial como en la experimental. Segundo -y tal vez más importante-: admiro la forma en la que él estuvo atento solo a su faro interior, consagrado a sus ideas hasta el final de manera inspiradora. Sin lugar a dudas, Mark Hollis será siempre el profeta del post-rock; un pionero que, aunque infravalorado, permanece firmemente erguido en el podio de los grandes creadores.