Continuum económico-sexual en una canción de La Joaqui

Por Ana Ojeda

La cumbia «Traidora», de La Joaqui, se propone como una suerte de «Se dice de mí» del Siglo XXI, con la sexualidad desembozada y festiva que caracteriza a todas sus letras y videos, el tema plantea una crítica explícita y sin pelos en la lengua al intercambio que patriarcado le propone a las mujeres. 

.

 

Tiene La Joaqui una cumbia (“Traidora”) en la que entremedio de mucho culo, teta, navegación en lancha y motoneta de agua por el Tigre bajo el sol, sostiene “a la escena me la cogí pero ahora le hago el amor”, verso que permite trasuntar bajada de línea respecto de su sexualidad desembozada, festiva, evidente en todas sus letras y videos. En efecto, la alegría con que exhibe el ogt es un poco demasiado, parecería, para una industria que gusta de cuerpificar a las mujeres, siempre y cuando la estratagema no las habilite como sujetas de deseo.

En el bofe “Ella baila sola”, de lanzamiento apenas posterior, se escenifica un diálogo entre dos hombres –Peso Pluma y Eslabon (sic) Armado– que se comentan y consultan la atracción que les genera una desconocida con esteatopigia vestida de rojo, en medio de una fiesta de disfraces con estética El gran Gatsby. Rápidamente aclaran –dios, patria y familia, ante todo– “voy a conquistar a tu familia y en unos días vas a ser mía”, evidenciando que la sirena es objeto en un intercambio patriarcal entre varones, a lo que se agrega el ridículo contraste entre el orto descomunal de la damisela enmascarada que se ve en el video mientras los cantantes se turnan para entonar “me agarro pegadito de su mano […] su cuerpo era perfecto, su cinturita como modelo; sus ojos desde el principio me enamoraron” (!). Resulta evidente la dificultad de estos jóvenes de frac para poner palabras en su deseo, hacerse cargo de lo que un chapón (para citar a la estupenda Ptazeta en la BZRP #45) les genera en una cosmovisión que separa drásticamente dos universos: putas vs. puras.

En una galaxia far far away, La Joaqui arranca reponiendo lo que la sociedad piensa de ella: “Dicen que soy traidora, una zorra que usa a los hombres y los enamora” haciendo gala de piel y tatuajes, de un orto salvaje, sin espacio para la metáfora boba de la fiestita: en palabras de la antropóloga italiana Paola Tabet, “el recurso femenino esencial –la riqueza o ‘tierra’ de una mujer– es su sexo” (en Los dedos cortados, 2022, p. 59). “La estructura general de la división del trabajo y, con ella, el acceso desigual a los recursos, tiene la consecuencia de que las mujeres dependan de su trabajo sexual y que el sexo sea considerado su capital, su tierra o mercancía a intercambiar, tanto en las relaciones maritales y reproductivas como en las relaciones no maritales […] Las transacción económica atañe las relacione entre hombres y mujeres de manera global” (61-62). “No soy un vato que tiene varo [plata] pero hablando del corazón te cumplo todo”, argumenta Peso Pluma, a quien se ve más entusiasmado ranchando con los músicos de la banda que junto a la estatuaria mujer vestida de rojo. Una concesiva absurda: a Joaqui jamás se le ocurriría. Porque, tal como demuestra Tabet en su libro, brillante, en contextos patriarcales el intercambio entre hombres y mujeres se reduce a sexo a cambio de proteínas. En ese desacompasamiento inicial en el que cazadores imponen una sexualidad reducida, controlada, a las mujeres que quieran acceder al producto de sus expediciones (todas) se funda la diferencia fundamental del régimen patriarcal. Porque expropiar a las mujeres de su sexualidad significa apropiarse, en un mismo movimiento, de todo lo que esas mujeres (re)producen: la vida.

Heredera directa de “Se dice de mí”, en la que Tita Merello comenta que “a más de un gil dejé de a pie”, a pesar de la fealdad que la sociedad le endilga, La Joaqui dedica su “Traidora” a ese mismo gil: “que te hacés el ofendido y no dormís más conmigo”. Feas, traidoras, zorras, dueñas de un atractivo (capital) que se paga con dinero: porque “existe un abanico de variaciones, un continuum que va desde las relaciones maritales hasta las relaciones de prostitución definidas bajo contrato y precio explícito” (62). “Que viva lo simple, la humildad lo es todo”, dice La Joaqui, corriendo la veladura de cualquier metáfora y dejando al desnudo las características del intercambio que patriarcado propone para las mujeres, más allá de las particularidades culturales.