Crónica del #8M: Cuando nos juntamos

Por Dolores Reyes
Dolores Reyes comparte un relato emocionado de la marcha del 8M, de su participación en esa inmensa ola feminista en la que abrevan torrentes diversos, coloridos y no binarios, para protestar contra femicidios y transcidios, contra la resistencia del Estado a aplicar la ILE, la feminización de la pobreza y muchas otras violencias cotidianas.
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Yo paré. Con mi hijx, salimos de casa a las 14. Unos días antes del 8M me llamaron para preguntarme si quería colaborar integrando el grupo de autocuidado. Por eso llego antes y me voy última. Las mujeres nos cuidamos entre nosotras y, también, marchamos por cada una de nosotras, por las que están, por las que no pudieron venir, por las buscadas, por las que cayeron en redes de trata, por las que fueron violentadas o muertas por sus parejas. Cada una, por todas, atraviesa la ciudad desde un centro del poder político hasta otro.
Más que un día, el 8M es una semana enorme de organización, encuentro y lucha. Mucha energía puesta en la previa de organización de colectivas y columnas. Es hermoso, fortalece y también es agotador, porque se combina con todas nuestras actividades cotidianas, trabajos, crianzas, la enorme bola de tareas que desarrollamos a diario en un comienzo de año signado por los ajustes y la incertidumbre económica.
En medio de amenazas de descuentos y comentarios desaforturtunados por chats de papis, vecinxs y compañerxs de laburo, yo paré para que podamos, con hije, salir de casa y llegar a tiempo. Para que nuestra ausencia, se sienta. Ambas salimos de casa en un comienzo de camino extremadamente solitario. En los barrios, la mayoría de las mujeres no se reivindica feminista. Algunas me dicen cosas como: «Estoy de acuerdo con la lucha contra la violencia de género» o «Estoy de acuerdo con reclamar que haya Esi». Todavía muchas no se animan a sumarse porque aún siente que eso implica algún tipo de rebelión contra su familia y no quieren o no pueden ponerse a pensar demasiado en eso. En muchas de esas casas el decide y plantearse marchar con otras mujeres las pone en un lugar incómodo. Muchos hombres deciden hoy en día cosas tan pequeñas como si las autoriza a ir a comerse un panqueque con dulce de leche con las amigas. En el club donde juega al fútbol mi hijo, entre placas y placas de rosas bordó, Gaturros y figuras de madres sosteniendo criaturas que dicen “Feliz día de la mujer”, un pelotudo escribió: «No hagan quilombo chicas, nada de marchas». Nadie contestó. Yo tampoco. Cuando termine de escribir voy a subir la crónica al chat de papis y mamis de fútbol.
Caminamos. En nuestra ropa domina el verde, como en la cara, los labios, el pelo, la purpurina y los pañuelos. La gente que cruzamos nos mira en silencio. Las cuadras hasta la estación son eso: muchas miradas y silencio total. Pero en la estación del tren la cosa cambia. Hay el triple de gente de la habitual, en su mayoría mujeres y algunos adolescentes con parches de arcoiris en las mochilas. Los pelos de colores de los pibitos de 13 o 14 años me emocionan. Hay que ser valiente a esa edad para colgar el mandato de los botines y decir, por medio de unicornios y esmaltes de uñas: Yo soy.
Ya estamos ya en terreno amigue. Recién ahora puedo aflojar cierta tensión. Subimos al tren para llegar, después, a un subte colapsado. En el camino de poco más de una hora fuimos dejando de ser dos para convertirnos en un aluvión enorme de brillos, luces y arcoíris.
Avenida de Mayo
Dentro del verde omnipresente de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, atrás de las lentejuelas y contorsiones de una colectiva hermosa de murgueras (con una amiga vamos a decir, maliciosas, que las padecemos cuando nos ensayan en la esquina pero que hoy son lo más del mundo), vienen las colectivas de Cultura.

Las remeras de Actrices Argentinas, los nombres brillantes de las escritoras de NP Literatura, las colectivas de Autoras y Guionistas, el Frente Audiovisual feminista, la Unión de escritores y escritoras, las Músicas unidas que avanzan con sus instrumentos en alto, las trabajadoras del Cervantes, las Poetas por el Aborto Legal y sobre todo, la divertidísima trenza de 20 metros de las artistas de NP Visuales, muestran la diversidad enorme de trabajos que realizamos las mujeres en el ámbito cultural. Se canta, entre todes y a todo lo que den las voces: “¡Si nosotras paramos se para el mundo!”
La primera de nuestras huelgas: Lisístrata
La primera huelga de mujeres en una obra es Lisístrata, que representa una huelga de mujeres de pueblos en guerra que aliadas para poner fin a la guerra entre estados, en el siglo V antes de Cristo. La etimología de Lisístrata significa “la que disuelve ejércitos” ¿Cómo puede una mujer sola disolver un ejército?
“Lisístrata: -Lampito, todas las mujeres toquen esta copa, y repitan después de mí: no tendré ninguna relación con mi esposo o mi amante.
Cleónica: -No tendré ninguna relación con mi esposo o mi amante.
Lisístrata: -Aunque venga a mí en condiciones lamentables.
Cleónica: -Aunque venga a mí en condiciones lamentables. (¡Oh Lisístrata, esto me está matando!)”
Allí las mujeres organizaron y llevaron a cabo una huelga doméstica de abstención sexual hasta llegar a tomar la Acrópolis, lugar del poder público, mientras que los guerreros, con “la ingle inflamada” deben cuidar de lo doméstico y a la hora de guerrear, sus erecciones (es una comedia) los vuelven torpes y les imposibilitan el combate. Debilitados, los hombres finalizan la guerra y la posición de las mujeres triunfa.
Nosotrås, igual que las atenienses y espartanas de Lisístrata, cada vez somos más.
Colibríes
Avanzamos hacia 9 de julio con una lentitud y alegría enormes. Por la derecha se ve venir a una colectiva de chicas trans. Las miro llegar, solo un par tendrán mi edad y el resto, chicas muy muy jóvenes. Alza cada una una letra para formar NI UNA TRANS MENOS con los brazos en alto. Miro a las mayores, pienso en Lohana Berkins, en Diana Sacayán y también en mí, de pequeña, viendo llorar a Mariela en el noticiero de Canal 9. Mariela Muñoz era una mujer trans, una de las primeras que conocí en mi vida. Criaba chiquitos guachos, los alimentaba con amor, los llevaba a la escuela. Se los quisieron sacar y Mariela lloró lágrimas de mamá sin sus cachorros. Miro a una chica que tiene un shortcito negro y medias de red, es tan hermosa que corta el aliento. Ella me mira también unos segundos y está tan contenta. Pienso, le deseo con esto tan limitado como la voluntad, una vida tan feliz y larga como esta columna a las que la colectiva trans ingresa y se suma.
¿Qué busca matar adentro suyo un macho al violentar a una chica trans? Para matarla además con ensañamiento y crueldad extrema. ¿De qué te recibís, matando? ¿No querés, vos también, liberarte de eso?
Una trenza verde
Las artistas de NP Visuales hicieron una trenza verde. Mide 20 metros y pesa un montón. Una vez más la clave es la unión: Maniobrarla de a una, o entre un par de compañeras, es muy difícil. Pero en grupa la trenza se convierte en la reina de la fiesta: Serpentea sobre nuestras cabezas, es marco de cientos de sonrisas y fotos, punto de referencia para las que todavía van llegando. Con mi hije, por momentos, nos agarramos de su cola para no quedar atrás cuando el avance hacia la Plaza se vuelve vertiginoso. Durante 4 horas, nuestro mundo de encuentros, consignas y cantos transcurre en torno a esa trenza.

Mujeres, trans, lesbianas, travestis y no binaries van llegando hacia la casa de gobierno. Se prenden bengalas verdes y violetas. Las chicas, como si se liberaran por unos minutos de patriarcado atroz que heredamos desde el origen de los tiempos, corren con una alegría enloquecida. Mi hije filma, yo me emociono. Las pibas entran a la Plaza envueltas en un humo violeta, verde y hermoso.
La ola feminista es un mar en el que abrevan torrentes diversos, una construcción conjunta para problemáticas que tienen una fuente común y que padecemos todes. Femicidios y transcidios incrementan número y violencia, agresiones sexuales en modalidad manada, agresiones sexuales a niñas, negación del Estado y de grupos religiosos para aplicar la ILE, disminución de la paga en los trabajos, feminización de la pobreza. Estamos todavía muy lejos de la igualdad, pero que pese a este escenario logremos levantarnos juntas, felices y en lucha es un logro enorme que nos potencia.
Son las nueve y media. La batería del celu se gastó y no tengo reloj, así que el tiempo del final me lo indica, más que nada, el dolor en el cuerpo. Hoy es tiempo de irse. Mañana será momento de pensar, de escribir, de proyectar intervenciones, de reunirme con mi colectiva a hacer balances, de preparar el camino a estas gloriosas feminidades de cara a el Encuentro Nacional de Mujeres, que este año se llevará adelante en La Plata, el corazón de poder político de mi provincia que se verá sacudido por la enorme ola feminista se mueve por estas tierras.
¡Salud, compañeres! ¡Lo vamos a hacer caer!