Cuatro adioses para Palo Pandolfo

Por Marcelo Simonetti, Juan Pablo Fernández, Alejandro Guyot y Santiado Pedroncini

Cuatro doloridos textos de despedida al músico y poeta Roberto «Palo» Pandolfo. Comparten sus recuerdos, valoraciones y emociones ante el sorpresivo fallecimiento confirmado este 22 de  Marcelo Simonetti, columnista de Sonámbula; Juan Pablo Fernández, músico y compositor, ex Pequeña Orquesta Reincidentes, actualmente Acorazado Potemkin y solista; Alejandro Guyot, músico, ex 34 Puñaladas, actualmente Buenos Aires Bombay y solista; y Santiago Pedroncini, músico, compositor de bandas de sonido de numerosas películas, ex Pequeña Orquesta Reincidentes, Malyevados y Bichos, actualmente miembro de El Viento.

.

Todo el amor en una cajita de cristal – Marcelo Simonetti

Es verdad eso de que la muerte de los amigos ayuda a la propia muerte. Te vas aclimatando. Cuanto más solo te vas quedando, cuanto más se van, menos cuesta irse.

Palo Pandolfo no era mi amigo. Ni siquiera éramos conocidos y no tengo mucho para decir de su persona. Pero sí cumplió un papel fundamental en la historia de mi vida. De mi adolescencia y de parte de mi juventud. La música y la literatura son las dos cosas que me han salvado de la muerte. Así que si lo conocí personalmente o no, no importa.

Cantó en dos de las bandas más hermosas de éste país. Me introdujo al tango. Y al gusto por el rock tangueado. No llegué a ver a Don Cornelio porque era chico. Sí vi a Los Visitantes desde el 92 hasta el 97, ininterrumpidamente. Después menos, en tugurios de mala muerte (los mejores shows) y en teatros grandes y espacios abiertos para una multitud.

Su estela supo brillar en lo más alto de su época sin necesidad de ubicarse bajo el paraguas de los «Godfathers» del rock nacional (tal vez cómo sólo Luca pudo hacerlo en ese momento) y manteniendo las mieles del mainstream a la distancia. Un disco fino que los impulsó a las grandes ligas, y uno rabioso, sucio e inmortal que los hizo estallar por el aire. Porque claro, como él mismo dijo alguna vez, «el objetivo de Don Cornelio era morirse». Atrás de Don Cornelio e inspirados por ellos, decenas de bandas inundaron los sótanos porteños como una «segunda ola del post punk» argento, entre las que se puede mencionarse «Peligrosos Gorriones», la «Pequeña Orquesta Reincidentes» y «Ángela Tullida».

Tras la disolución de DonCo, en la década del noventa arrancó con Los Visitantes y otra vez hizo equilibrio entre la poesía y el rock. Entre lo culto y lo popular. Entre el under y la masividad. Y otra vez fue pionero, ésta vez de la fusión de estilos y el crossover generacional, primereando también a lo que luego se denominó como «Nuevo Rock Argentino».

La muerte siguió siendo un tema que atravesó toda su obra. Recuerdo haberlo visto en el programa de Tinelli en 1992 cantando «Playas Oscuras», un relato poético y celebratorio del suicidio, con todo el estudio bailando como si fuera carnaval. Desde mi bunker adolescente ese show fue más parecido una bomba de trotyl para que la estupidez vuele por el aire. Empecé a seguirlo febrilmente: Cemento, Casa Suiza, Arlequines, Die Schule, Unione E Benevolenza, Cemento. Salud Universal y Espiritango funcionaron como un faro para bandadas de jóvenes ávidos de una expresión distinta a la del reviente en sí mismo y a la de los productos prefabricados de la época, La pluma de Pandolfo, bordeando poesía de alto nivel y derrochando personalidad y desenfado, ofrecía abiertos una alternativa de nuevas experimentaciones.

Los tugurios se hacían cada vez más grandes, Cemento se abarrotaba. La presentación de Espiritango se hizo en el Teatro Astros en agosto del 95 y la banda hizo subir a Ernesto Baffa al escenario con su bandoneón y Palo cantó «Sur». Puro tango entonces, para cerrar la noche, sin adornos rockeros. La sensación de tantas caras conocidas de años ahí adelante de todo en un teatro repleto era la de satisfacción. Desde el público, siempre que la banda da un paso se siente que lo damos juntos.

Los lugares donde empezó a tocar después se hicieron más lindos, menos «antros», aunque de vez en cuando volvían a Cemento, Dr. Jeckyll, Prix D’Ami, La Trastienda, y los lugares abiertos en parques y festivales. Se acentuó el lado festivo de la banda, llegó la multinacional MCA y la producción de Afo Verde y sentí que no podía seguirlo hasta ahí. Una de las últimas veces que fui a verlo fue en su primera aventura solista en 1997, en Sarajevo, que era un bar decadente y hermoso de San Telmo. Uno de sus dueños era Eduardo Nocera, con quien luego compartió escenario en «Los Verbonautas», el grupo de acción poética que enfrentó desde el arte a los fríos brillos neoliberales del menemismo. Ahí también emocionaban el recientemente fallecido Gabo Ferro, Vicente Luy y Karina Cohen. El lugar estaba atestado de gente y cuando le tocó a Pandolfo vimos que estaba muy mal. Se sentó en un rincón del escenario improvisado con la guitarra, y arrancó. Ese estar mal, a veces era malo para el show, y a veces era bueno. Esa noche fue bueno. Incluso contó chistes en varias partes de un set larguísimo. Todavía me acuerdo de uno: «¿Qué es una pelota roja en un rincón? Un bebé chupando una gillette»

En esos años lo encontré dos veces como público. Las dos veces, cerveza de litro en mano con algún amigo, intercambiando saludos con quienes lo saludaban pero siempre atentos a lo que sonaba arriba. La primera vez fue en un local del partido donde yo militaba, viendo a Eppurse Muove, una banda independiente, y la segunda gritando con nosotros cada una de las canciones de La Polla Records en Stadium.

Con el siglo nuevo la vida y el arte de Palo fueron para un lado y mi vida y mi avidez para otro. Pero hace unos pocos años volvió a sorprenderme con Transformación, su disco del macrismo, por llamarlo de algún modo, una entrega lleno de rabia, poesía urbana y melancolía.

Y volví a verlo en vivo en el Xirgú, en Niceto y, por última vez, en La Plata, con los hermosos Acorazado Potemkin. Y volví a acordarme del desconcierto que me producía cada vez. Es que con Palo arriba del escenario no sabías si reírte o llorar. O si reírte para no llorar. De rabia, felicidad, de tristeza y melancolía.

Yo había guardado mi amor en una cajita de cristal desde mi adolescencia y juventud temprana. Lo seguí sacando hasta hoy cada vez que me ponía a escuchar sus discos. Fue un gran compañero de soledades compartidas con otros amigos y amigas que todavía tengo cerca. Las canciones más tristes y las más lúcidas de Palo siguieron sonando adentro mío incluso cuando dejé de verlo, como los mejores aromas e imágenes, los mejores sonidos de nos iluminaron cuando éramos chicos y que siempre queremos ir a buscar. Y que me van a acompañar hasta el día que me toque.

El más talentoso de nuestra generación – Juan Pablo Fernández

Prix d ami de calle Ciudad de la Paz, primera vez que veía a Don Cornelio, salió Palo con una máscara y cambió mi vida para siempre. Después la vida me regaló compartir escenarios con él como en la plata, bajarme y volver a ser público gritando tazas de té chinoooooo, como cuando tenía veintipico y no le pude decir gracias.

Se va el más talentoso de nuestra generación, junto a Gabo Ferro, los dos, los mas talentosos. Gracias Palo. También, cuando murió mi hermano Santiago*, Palo dijo unas palabras hermosas, dijo que Buenos Aires era un poco más hipócrita sin él. Ahora nos toca a nosotros decir lo mismo, chau Palo, todo es más hipócrita sin vos.

(*Santiago Fernández, quien perdió la vida en enero de 2017, fue guitarrista de Daniel Melingo, de Me Darás Mil Hijos, La Quimera Del Tango y también de Palo Pandolfo).

 

Palo Bonito – Alejandro Guyot

Para mí Palo fue un faro indiscutible emergido desde los sótanos mismos de la ciudad. Heredamos de él la vocación de permitirnos poder pensar al rock nacional y al post-punk como una suerte de «tangonuevo» incipiente, de atrevernos a pensar la música popular argenta más en su amplio espectro y no compartimentada en bateas estancas.

Palo supo unir las aguas de las que todxs nosotrxs fuimos a beber.

 

Un distinto – Santiago Pedroncini

La primera vez, una noche de fines de los 80 en Prix D’ami, fue como una patada que nos abrió la cabeza y nos decía que del punk se podía salir para cualquier lado.

Después, con Los Visitantes nos confirmó que iba a tomar de distintos géneros sólo, y todo, lo que necesitara para hacer sus canciones. Y que era un distinto.

Y disfrutamos sus canciones y sus shows gritando como locos…

La última patada fue en el medio del pecho una tarde soleada de invierno.

Un instante de no entender nada, después mirarnos y las lágrimas que caen incontenibles…

Y los mensajes incrédulos de los amigos…

Y querer, y buscar, más compañía y encontrar en las redes nuestros muros inundados de Palo. Fotos de Palo, videos de Palo, versos de Palo, recuerdos con Palo, dolores (nuestros)…

Y agradecimiento.

Y las ganas que nos quedan de abrazarnos todxs y seguir cantándole «Palo Palo Palo Palo bonito Palo eh…»