Desde el fondo del foso (de la orquesta)

Por Pedro Perucca

Pedro Perucca vio La suerte de la fea, un unipersonal que es una joya de la cartelera teatral porteña, que además de contar su dramática historia abre interesantes puertas al debate sobre la belleza hegemónica y la mirada de lxs otrxs. Se sabe que un texto de Mauricio Kartun siempre es garantía de calidad, pero aquí se potencia con el increíble despliegue de Luciana Dulitzky en escena. 

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El pasado 19 de febrero volvió a la cartelera porteña La suerte de la fea, un tremendo unipersonal de Luciana Dulitzky con dirección de Paula Ransenberg sobre un texto del gran Mauricio Kartun. Una historia sencilla y dramática sobre las formas en que las particulares percepciones de belleza de una época pueden condicionar no sólo las posibilidades de trabajo y de “éxito” sino incluso la propia autopercepción y valoración. Un drama que, más allá de su escenario concreto de una “orquesta de señoritas” de los años 20, resuena con absoluta potencia en numerosos debates actuales.

Lxs “fexs” tienen la culpa de todo, ya se sabe. Los monstruos de los cuentos, además de malos son feos; el “hombre más feo del mundo”, según plantea Nietzche en su Así habló Zaratustra, incluso es el responsable de matar a Dios por no poder soportar su mirada constante y siempre piadosa respecto de su fealdad, etc. Los progenitores quieren y asisten más a sus hijxs “lindxs” (lo dice la ciencia, algún estudio de la Universidad de Michigan que circuló en estos días por las redes) y lxs “fexs” tienen en promedio salarios más bajos (otro estudio, esta vez de la Universidad de Connecticut). Sólo puede gustarte lo feo si sos un monstruo, por eso las brujas de Macbeth dicen en el primer acto que “Lo bello es feo y lo feo es bello”. Muy cada tanto hay algún “patito feo”, que después de ser bullineado se transforma en cisne y humilla a sus agresores con su nueva belleza, pero su triunfo se basa en un milagroso y traicionero cambio de bando.

Virginie Despentes arranca su Teoría King Kong con la siguiente trompada: “Escribo desde la fealdad y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las malcogidas, las incogibles, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica. Y empiezo por aquí para que las cosas queden claras, no me disculpo de nada ni vengo a quejarme. (…) Seguramente yo no escribiría lo que escribo si fuera guapa, tan guapa como para cambiar la actitud de todos los hombres con los que me cruzo. Yo hablo como proletaria de la femineidad”. Y agrega: “Pero siempre hemos existido. Aunque nunca se habla de nosotras en las novelas de hombres, que sólo imaginan mujeres con las que querrían acostarse. Siempre hemos existido pero nunca hemos hablado. Incluso hoy que las mujeres publican muchas novelas, raramente encontramos personajes femeninos cuyo aspecto físico sea desagradable o mediocre, incapaces de amar a los hombres o de ser amadas”.

Si la afirmación es válida para la literatura, imaginemos su vigencia para el cine o el teatro. Unos años después de que Kartun presentara el monólogo que luego sería La suerte de la fea en Madrid, el tema tuvo uno de sus abordajes más brutales y divertidos en Crimen ferpecto (2004), de Alex de la Iglesia, en el que el pretencioso vendedor de tienda y aspirante a yuppie le enrostra a su compañera de trabajo: “Eres fea, Lourdes, muy fea. Tú no tienes la culpa, yo tampoco. Es este mundo en el que vivimos el que me hace odiarte. ¿Me entiendes? Las revistas, la televisión… No es algo que piense solo yo, lo pensamos todos. ¿Cuándo has visto tú alguien como tú presentando un concurso de esos de la tele? ¿Cuándo has visto una fea montada en un Ferrari? ¿O besando un ciclista?”. Aquí también habrá un crimen y una venganza que intentará cobrarse años de maltratos y humillaciones. Y a nadie sorprenderá que en el cine la cuestión del protagonista “feo” haya sido abordado mayoritariamente en versión femenina. Más allá de las malformaciones o monstruosidades evidentes (El jorobado de Notre Dame, El fantasma de la ópera, La bella y a bestia), en versión masculina tal vez sólo destaque aquél solitario y narigón Cyrano de Bergerac que logra enamorar a su prima Roxane con las cartas que escribe con la firma del lindo Christian de Neuvilette.

 

Ahora que sí la ven

Luciana Dulitzky, egresada de la carrera Formación del actor de la Escuela De Arte Dramático, estudió con Laura Yusem, Lorenzo Quinteros, Ricardo Bartis, Juan Carlos Gene, Verónica Oddó, Alejandro Catalán y Raquel Sokolowicz, entre otros próceres. También hizo un seminario de dramaturgia con el propio Kartun. Y como actriz tiene una larga lista de participaciones en cine, teatro y televisión. También dirigió a Paula Ransenberg en Solo lo frágil, invirtiendo los roles que hoy ocupan en La suerte de la fea.

Dice el programa: “A comienzos del siglo 20 eran frecuentes en Buenos Aires los bares con atracciones. Un público mayormente masculino que bebía en los reservados escuchando –pero sobre todo mirando– a aquellas singulares Orquestas de señoritas. Mujeres jóvenes y atractivas con ropas sensuales que se movían a la cadencia de su propia música. Exponían allí, en pequeños escenarios como vidrieras su gracia y belleza, pero no tocaban en realidad, hacían sólo el remedo, pura mímica sensual de ejecución. Las intérpretes auténticas, músicas con talento y solvencia, pero sin la edad o los atributos de belleza necesarios, tocaban escondidas tras los telones o en el foso, ejecutando cada uno de esos instrumentos que ellas, las figurantas, las hermosas, simulaban tocar. Esta es la historia de una de esas feas. Y de su suerte”.

Claro que la “fealdad”, siempre señalada y remarcada por lxs otrxs incluso hasta el punto en que se transforma en autopercibida, nunca es absoluta y puede revertirse totalmente a fuerza de actitud. A contárselo a Barbra Streisand, Liza Minelli y otra miríada de divas tan imperfectas como irresistibles. Pero la protagonista de La suerte de la fea no logró superar la mirada clasificatoria de otrxs (incluyendo a su madre) que la definieron como fea. Así, ella hoy se presenta como una persona “para ser escuchada y no vista”. Por eso, primero se dedicó a pulir y matizar su voz, hasta lograr un perfecto acento “de linda” y luego a dominar un instrumento tan desagradecido como la viola, con el que en algún momento logrará hechizar al público.

Para lograr salir del foso de la orquesta de una vez por todas e instalarse en el escenario, nuestra “fea” tiene que abrirse paso en ese mundillo regido por hombres a fuerza de talento o de violencia. O de una combinación de ambas. Al fin, podemos verla apoderándose del espacio escénico (con toda esa increíble sabiduría del cuerpo de la que sabe dotarla Dulitzky) literalmente sobre el cadáver de su explotador, evocando, cada vez más borracha, la trágica historia que la llevó a ese punto, su encuentro con la “figuranta” perfecta que supo dotar a sus interpretaciones musicales de una corporalidad plena de mohines que arrasó con el público masculino.

La “fea” envidia y desprecia a su doble “para ver”, pero en el monólogo precioso que se va desenvolviendo también podemos adivinar una sabiduría extraña en el cuerpo de esa “linda” que sólo conocemos por el relato de nuestra “fea”. Más allá de su pretensión de adornar cada nota con un gesto, lo cierto es que son sus movimientos simulados sobre el puente sin trastes de la viola de estudio los que inspiran a la verdadera compositora (que fracasa lamentablemente cuando intenta volcar esa música que hace estremecerse hasta el orgasmo a los hombres, y a ella misma, sin las contorsiones de su amada y odiada musa figuranta). Es una pelotuda, sí, pero también una parte insustituible de la alquimia. El misterio de la creación. Con ella no basta y no se puede sin ella.

El impresionante despliegue de Dulitzky se monta no sólo sobre un texto brillante, en el que Kartun marca la lengua de una forma que sus lectores ya pueden identificar a las pocas oraciones, sino que también se apoya en el sutil acompañamiento musical en vivo de Federico Berthet (también autor de esas piezas), que suma magia a cada escena. Y todas las decisiones dramatúrgicas tomadas por Paula Ransenberg está bien y contribuyen con la mayor simpleza y eficacia a enfocar y potenciar la maravilla que está desenvolviéndose en el escenario.

 

La suerte de obra

Sabemos que cualquier obra de Mauricio Kartun es garantía de calidad, de textos inteligentes y gratamente desacartonados. Esto no vale solo para aquellas obras en las que además se pone al frente como director (aunque con la extraordinaria modestia que lo caracteriza elija autodefinirse como “un autor que dirige”, ya que sólo lleva a escena sus propios textos), sino incluso para cualquiera de sus obras, alguna de las siempre está disponible en la cartelera teatral, gracias a distintos elencos de todo el país (y no sólo) que saben elegir. Si encuentran versiones de Sacco y Vanzetti, La Madonnita, Chau Misterix, El partener o cualquier otra, aprovechen y no se la pierdan. Los siempre brillantes textos de Kartun se sobreponen incluso a puestas masomenos y fulguran desde allí.

Respecto de La suerte de la fea, en distintas entrevistas Kartun contó un poco de su génesis: “La escribí medio de urgencia, hace más de una década y media, para una convocatoria internacional, un ciclo de unipersonales en España. La había imaginado alguna vez como obra de gran formato. Tenía mucho acopio, mucho imaginario desplegado sobre ese universo, y en el entrevero la condensé, la esencialicé. El experimento era riesgoso pero salió bien”.

Efectivamente, la obra fue premiada y el texto publicado. Escrito poco después de La Madonnita, “parasita algo de su universo”, según reconoce el propio autor en una entrevista, sobre todo “esos sombríos cafés de hombres solos, la imagen de la mujer como proyección inasible para ellos, ese malentendido trágico de aquel modelo femenino que impone represivo el canon macho”. Aquí Kartun se mete con otro de los valores de ambas obras que, aunque inevitablemente desde el punto de vista de un varón, logran plantear con profundidad y complejidad la tragedia de “la de la mujer que no puede ser de acuerdo a su propia imagen, porque para amar o ser amada debe aceptar la imagen ajena impuesta, la normalizada por lo masculino, la careta”. Pese a ser textos de hace más de diez años, problematizan con sustento el tema de la belleza hegemónica, la dependencia de la mirada ajena y muchos otros debates “de género” que fueron cobrando más actualidad en los años siguientes.

Sin atribuirse ninguna “conjetura premonitoria”, Kartun se cuida también de definir a su obra como “feminista”: “Trato de sentarme siempre en una silla corrida un cacho de la mesa de los ismos; te obliga a comer con protocolos de corrección. Aborrezco el dedito levantado en cualquier dirección. Pero es interesante esto de haberla escrito hace tanto y leer ahora las críticas que le encuentran esas resonancias tan actuales, en un contexto tan diferente”.

Aún con este texto tan premiado y potente en las manos, el autor no le encontraba la vuelta para llevarlo a escena, hasta que no hace tanto se dejó convencer por Ransenberg y Dulitzky para que les permita hacerse cargo, algo a lo que nunca había accedido antes. Con una llamada telefónica, Dulitzky abrió la puerta que hoy podamos disfrutar de la obra, disparándole a boca de jarro al autor: “Soy la mejor actriz que podrás encontrar nunca para ese texto. Nadie te lo entenderá como yo”. En una reciente entrevista radial, Kartun reconoció que prefiere dirigir sus obras porque le parece que otros directores no logran que los cuerpos de sus actores “entiendan” los textos, pero que cuando vio el ensayo que le mostraron Luciana y Paula para convencerlo, se dio cuenta de que ambas, pero particularmente la actriz en escena, tenían razón: habían entendido todo. Cualquiera que pase por Timbre 4 a ver La suerte de la fea podrá suscribir al pie.

 

Ficha técnico artística
Dramaturgia: Mauricio Kartun
Actúan: Luciana Dulitzky
Intérpretes: Federico Berthet
Peinados: Granado
Diseño de vestuario: Alejandro Mateo
Diseño de escenografía: Alejandro Mateo
Diseño de luces: Fernanda Balcells
Realización de escenografia: Los Escudero
Redes Sociales: @marte.ar
Realización de vestuario: Lucina Tropini
Música: Federico Berthet
Fotografía: Sofía Montecchiari, Ale Ojeda
Diseño gráfico: Zkysky
Asistencia de dirección: Gabriel Urbani
Dirección: Paula Ransenberg

Timbre 4
México 3554 / Boedo 640 – CABA
Web: http://www.timbre4.com
Entrada: $ 2.500,00
Domingo – 18:00 hs – Hasta el 26/03/2023
Sábado – 22:30 hs – Del 01/04/2023 al 29/04/2023