Por Marcelo Simonetti
Al cumplirse 32 de la salida del que muchxs consideran como el mejor disco de The Cure, Disintegration, Marcelo Simonetti recuerda la impresión inicial que le provocó y trata de indagar en los motivos por los que aquella indagación musical pudo tocar las fibras más íntimas de un adolescente de Ramos Mejía y qué magia sigue operando cada vez que vuelve a sonar. Otoño, hojas secas, viento tibio y nostalgias se apoderan de la duermevela de la Sonámbula.
.
A fines de 1989 recién pude tener mi casette de The Cure Disintegration como regalo de cumpleaños número 15. Había salido 7 meses antes y yo grababa los cortes que se difundían en la radio en una cinta virgen y leía sobre el disco en las revistas Pelo y Rock & Pop, pero todavía no lo había escuchado completo. A principios del siguiente año en los programas de videoclips de la tele comenzó a rotar «Pictures of You», último single que saldría del álbum. Yo no conocía la nieve, y en el video se veía como algo bello y melancólico junto al viento. La alegoría perfecta para la canción y el disco.
El disco era más denso y difícil que los dos o tres anteriores, algunos más ligeros y otros heterogéneos. Sin embargo, fue este disco el que les dio una llegada masiva. Lo celebraron los viejos darkies y lo abrazaron los habitúes de la música radial. Aún cuando sus cuatro singles tenían cierta densidad, al menos tres de ellos se hicieron inmensamente populares. Varios críticos lo consideraron el disco más importante de aquella década y mucha gente lo considera el mejor de su carrera, salvo los fans más radicales del post punk que sacan credenciales con discos de la banda de principios de la misma década. Tan icónico resultó ser que casi diez años después el personaje de South Park Kyle Broflovski despide a una caricatura de Robert Smith gritándole “Desintegración es el mejor disco de todos los tiempos”, después de que el cantante salvara a la ciudad derrotando a Bárbara Streisand.
Volviendo a mi propia historia, después de mucho remar logré, a comienzos del otoño, comprar en una feria americana un sobretodo negro que luego, a la luz del día, descubrí para mi desilusión que era azul oscuro. Durante todo lo que quedaba de 1990 anduve con el abrigo y el walkman escuchando Disintegration. Yo estudiaba inglés y la primera canción que me puse a traducir fue precisamente «Fotos de Vos». Entendía que el disco y la canción hablaban del fin de una relación y, a pesar de que yo era un nene que nunca había perdido a alguien (ya que solo había tenido una novia), me emocionaba hasta las lágrimas. Me paraba con el sobretodo en la estación de Ramos Mejía, mirando ir y venir los trenes, con las manos en los bolsillos. Sólo las movía para dar vuelta el cassette una y otra vez. También fue «Pictures Of You» el primer vinilo que compré, que aún conservo, a pesar de no tener donde escucharlo hasta que, 20 años después, tuve mi primera bandeja.
Con los años me pregunté por qué me tocaban tanto ese disco y ese tema en particular, ya que no había sufrido ninguna desazón amorosa aún. En algún momento supe estaba basado en un ensayo literario de Myra Poleo. Después entendí. Entre mis 14 y 15 años yo también me “separé” de mis padres, del dios cristiano y de los otros, de la literatura latinoamericanista de mi padre y de todas las expectativas que se depositaban en mí, para buscar las propias. Disintegration es un disco que Robert Smith escribe cuando va a pisar los 30 años, como un síntoma de crisis. Tal vez por so pude tomarlo como mío. Porque ese quiebre, esa desintegración de una etapa, era también la mía.
Como a todo el mundo, hay períodos donde algunos discos me gustan más y otros menos, incluso hoy no soy de escuchar The Cure asiduamente. Pero la densidad poética de esas letras, los colchones de teclados uno encima del otro, las guitarras laberínticas que se tejen en canciones largas e hipnóticas, el ritmo descorazonado pero dulce aún, hacen de Disintegration un disco al que su autor, ni antes ni después, ha podido ni siquiera arrimar.
Este 2 de mayo se cumplieron 32 años de su salida. Cada vez que vuelvo a escucharlo, me veo con aquél sobretodo parado en la estación de trenes, disfrutando del tímido viento otoñal. Y viceversa, cada vez que me pongo un sobretodo o veo volar las primeras hojas de los árboles, en mi cabeza empieza a sonar Disintegration, quizás los primeros acordes de «Pictures Of You».
Me sirve cuando estoy triste, porque le da el marco adecuado a mis cavilaciones. Y cuando estoy contento también me sirve, porque me hace preguntas. Me da un sopapo si es necesario. Pero todas las veces me hace verme parado en medio de un otoño invencible, con el sobretodo como escudo, entre lágrimas y sonrisas.