Edgardo Scott: “Un escritor es, ante todo, una ética en relación con la escritura”

Por Jorge Hardmeier

Jorge Hardmeier entrevistó para Sonámbula a Edgardo Scott para hablar de la reciente edición de Escritor profesional, uno de los libros de ensayo «más incorrecto, ácido y honesto de los últimos años».

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Escritor profesional de Edgardo Scott, publicado en este 2023 por Ediciones Godot, tal vez sea el  libro de ensayos más incorrecto, ácido y honesto de los últimos años. El autor es oriundo de Lanús y ya sabemos que algo inexplicable sobrevuela la zona, cuna de joyas surgidas del barro. Un club de enemigxs de Scott se debe estar formando por estos días a partir de este libro, en el que aborda temas tales como la profesionalización del escritor/a, la falta de lecturas de autores/as, las temáticas políticamente correctas que aborda la literatura actual y las ansias de visibilidad. Scott ya publicó los libros de cuentos Los refugios, Casette virgen y Por qué escuchamos a Stewie Wonder, entre otros, y las novelas El exceso y Luto.

Toda literatura es política

Edgardo se refiere a las motivaciones que lo condujeron a escribir su ensayo: “En principio eso que siempre estaba en la conversación de sobremesa, en la conversación de pasillo, en el off de record, cuando ves todos los posteos y gestos que va tomando el campo literario ya desde hace varios años. Lo que escribo nace de un contexto político. Empiezo a escribir después de haber hecho el grupo Alejandría, que empezó con un tema de lecturas. Eso fue hace veinte años, en 2005. Empecé a escribir como en el fogón. Empecé a tocar mis canciones en ese fogón donde otros estaban tocando sus temas. Hay algo que, para mí, desde el inicio, estuvo muy ligado al elemento político. A la mayoría de los escritores de mi generación los conozco a todos, tengo el archivo de todos. Los conozco personalmente: tengo el contacto o  frecuenté lugares y lecturas con ellos. Sé lo que publicaban, sé lo que leían, sé lo que comentaban, sé cómo se vestían”. Scott lanza una carcajada. “Había que dejar un testimonio de todo eso. Me parece que el libro tiene ese valor documental.  Yo no voy a escribir un libro más como este. Ya está. Es un documento en ese sentido, un ‘Mirá, te cuento más o  menos cuales son las variables políticas en el campo literario en los últimos quince años». Otro que venga dentro de diez, quince años o los que sean, se hará cargo del cambio de estas variables. Sería hermoso que aparezca un libro que también marque la cancha. Por eso algunos pusieron a mi libro en paralelo con Literatura de izquierda, de Damián Tabarosky. En el 2004, Damián hacía un resumen de lo que estaba pasando en el campo literario de esos años y te la tiraba en la cara y creo que Escritor profesional funciona un poco así. Resumo, por supuesto desde mi perspectiva, lo que pasó en los últimos años y la tiro, después que hagan de eso lo que quieran”.

Uno de los capítulos de Escritor profesional aborda esa corrección política tan presente en la literatura argentina actual. El absoluto manto de lo bienpensante: “Forma parte de algo más ideológico, si se quiere. Es como si esta profesionalización que por un lado tiene un interés político económico, se reviste de un imaginario ideológico. Entonces ese escritor que por un lado escribe menos y lee menos, se vuelve como un activista o militante de tal o cual ideología. Que, por otra parte, vaya casualidad, es la que pone en los contenidos de lo que escribe. Está muy atento y es muy enérgico en vivar tal o cual ideología o manifestarla, lo que, en general, tiene que ver con asumir una posición no crítica sino representativa de las que hoy son consumidas. Y lo que consumimos hoy es ideología. Eso está muy a la orden del día. Esa cuestión ligada a lo políticamente correcto es parte de esa ideologización, digamos, del campo literario. Y digamos cuales ideologías: el feminismo, el veganismo, la ecología”.

Esta ideologización de la escritura genera un fantasma: la autocensura. La obra en función de ciertas temáticas abrazadas por el mercado. Al respecto, Scott enfatiza: “Ahí es donde funciona esa autocensura, porque me parece que lo políticamente correcto es el eufemismo de lo que, en realidad, sería una autocensura: mejor esto no lo digo, no me meto. Pasó, por ejemplo, con Carolina Sanín, hace unos meses: derivó en que a esta escritora colombiana la cancelaran de Almadía, que era su editorial, por su posición ideológica, en este caso hacia lxs trans. Y resulta que un montón de escritoras salieron a manifestarse por esa supuesta censura que sufrió Carolina Sanín, entre ellas Mariana Enriquez y otras más y, a partir de eso, lxs trans empezaron a pegarles a las que defendían a Carolina Sanín. Ahí está un poco la cuestión: todo se juega un poco más en esa visibilidad ligada a la ideología que en la construcción literaria, la novedad literaria, en el lenguaje de la literatura, en las posibilidades de la literatura”.

Historia de la (no) lectura

Edgardo Scott detectó y manifiesta en su libro un tema preocupante: los escritores y las escritoras actuales no leen. No poseen una cartografía de lecturas. Sus preocupaciones transitan otros ámbitos como, por ejemplo, las redes sociales. Al respecto plantea: “Hay escritores que trabajan con sus lecturas o escriben sus lecturas. Hay otros a los que les conocemos menos la biblioteca. En el caso de Escritor profesional trato de situar algo que ocurre en los últimos años. En nuestro país, desde el dos mil y pico para acá, aparece esta ‘profesionalización’ del escritor, en el marco de la que adopta una serie de rasgos. Y uno de ellos es que no le interesa tanto la lectura. Lo que leen es lo que necesitan para estar al tanto. Es un lector político. Un lector, digo en el libro, accionario. Su mayor atributo es la visibilidad.  No es un escritor, es un productor de contenido cultural en el marco de la literatura. Y un productor tiene que estar al tanto de qué es lo que se está moviendo para poder hacer lo suyo. Es bien comercial, digamos. Vos vendés tal producto y tenés que estar al tanto de lo que hace la competencia. Para saber en qué mejorar, en qué bajás el precio, en qué ajustar. Esa es la utilidad. Prevalece, muchas veces, ese rasgo y no otros en los que, por ejemplo, las lecturas de un escritor eran parte de su lenguaje. La lectura como riego de la planta, la nutrición principal de su lenguaje. Un lector que iba modulando su estilo en base a esas lecturas, que iba modificando y ampliando su pensamiento en base a esas lecturas. Y esas lecturas iban afectando su lenguaje. Eso es lo que pasaba –y pasa– cuando la literatura está en el centro de la cuestión. Pero me parece que la literatura dejó de estar en el centro de la cuestión en esta profesionalización del escritor. Y que, por ende, a esos escritores, lo que suele pasarles es que cada vez escriben menos y, a la vez, cada vez leen menos. Algunos necesitamos escribir algo sobre lo que leemos, intervenir sobre eso. En cambio, en el caso del escritor profesional, eso está absolutamente desactivado”.

Además, observa Scott en Escritor profesional, en particular los escritores no leen poesía: “Es que la poesía terminó transformándose en un género del que los escritores de narrativa no tienen por qué saber, como pasó con el teatro. Lo que está pasando con la poesía, me parece, es lo que ya pasó con el teatro. Si tomás los años sesenta y de ahí para atrás la relación entre teatro y literatura era realmente intrínseca. Había un montón de autores que también escribían teatro. Arlt, Beckett, Sartre, Camus, Joyce. Todo autor de novelas podía también escribir dramaturgia. Lo que pasó es que ese género se se fue de la literatura para generar una cierta autonomía. Hoy lxs poetas son parte de un gueto que no comercia con los escritores de narrativa, mientras que lxs narradores son otro gueto, otra industria.  Yo soy escritor de prosa o ensayo y, por lo tanto, no tengo que estar al tanto de lo que están escribiendo los poetas de mi generación.  Y los narradores están cada vez más ceñidos a la novela. Solo escriben novelas y listo. Ahí es donde se pierde por completo el hecho poético en el sentido de esa emoción que busca una forma personal y se escribe a partir de eso que es muy distinto a escribir a partir de una agenda, temas que están sobre la mesa».

¿Pero entonces, si no leen, a qué se dedican los escritores y las escritoras profesionales, qué están haciendo? Scott es categórico: “Están tuiteando o participando de mesas o eventos o siendo jurados de no sé qué o siendo entrevistados para hablar de no sé qué. Habría que rastrear las entrevistas y ver cuánto están hablando los escritores de literatura y cuánto de la realidad». Luego amplía: «Doy un ejemplo: Dolores Reyes escribe Cometierra que es sobre el tema de los femicidios. Ahora, es una novela, no es Operación Masacre. Es una ficción. Siempre, cuando leemos, hay una operación metafórica, una operación de desplazamiento, sino Moby Dick sería la historia de la caza de la ballena blanca. Y Madame Bovary la historia de una mujer insatisfecha en su matrimonio. Pero resulta que son mucho más que eso. Cuando Dolores Reyes tiene que hablar de su literatura, en todo caso tiene que dar cuenta de su literatura y termina hablando de femicidios. Ahí es donde me parece que está el problema, ahí es donde me parece que hay una escisión. A ver; llevamos a la radio o a la televisión a alguien experto en femicidios, que tiene los datos, que es un profesional en el tema, pero en este caso es una escritora. La literatura estetiza un contenido que antes era periodístico».

«Supuestamente escribimos mejor y podemos inventar personajes  y hacerlos dialogar, novelizamos eso, pero en realidad no es muy diferente a lo que podría ser una buena nota periodística. Ahí es donde la literatura queda subordinada, sumisa, al discurso de una agenda mediática. Si algo tiene la literatura es que es como un antidiscurso donde el texto literario puede subsumir todos los discursos y se puede meter ahí lo que se quiera, sociología, filosofía, autoayuda… Es como el discurso que se hace con todos los discursos, ¿no? Pero precería que hoy el lenguaje de los escritores tiene que estar absolutamente subordinado a una realidad donde lo que predomina es, en verdad, el discurso de los medios. El discurso fuerte, el discurso amo, es el discurso de los medios incluyendo, claro, a las redes sociales. Y la literatura quedaría como una suerte de reproductora estetizada de ese discurso”, desarrolla Scott.

Y, en relación con lo poético, remata: “Por un lado, la poesía es una cuestión técnica, un género con sus particularidades. Pero, por otro lado, uno puede decir que todo hecho artístico tiene un corazón poético. Ese hecho poético es un poco el que impulsa al escritor a escribir, al que toca la guitarra a componer un tema, al que canta a cantar una melodía. Un escritor es, ante todo, una ética en relación con la escritura, una ética en relación a la palabra, una ética en relación al lenguaje”.

El violento oficio de escribir

En Escritor profesional, previamente al texto, se presenta un dibujo con la figura de Rodolfo Walsh, parte de la estética de Ediciones Godot. El autor considera: “Walsh me parece, justamente, la antítesis del escritor profesional.  Walsh sí se tomaba muy en serio el elemento político de la literatura. Además su literatura se había modificado y había renacido en la política ahí donde a él lo toca de una manera pregnante, digamos. Eso había hecho que dejara de escribir cuentos policiales, los primeros que escribe. El primer Walsh es un epígono del Grupo Sur, podríamos decir. Una formación absolutamente clásica, matizada, claro, con elementos de la novela negra, si se quiere. Pero si uno lee esos primeros cuentos, Variaciones en rojo, ahí hay cuentos que también ya tienen las insistencias que después aparecen en la obra de Walsh como, por ejemplo, la injusticia. La injusticia es un tema en la obra de Walsh. Hace literatura con eso. Pero me parece que después Walsh problematizó mucho la relación entre política y literatura, hasta el punto de postular, en una entrevista que le hacen a los comienzos de los setentas, que la novela se va a ir yendo y que lo que va a surgir es un arte documental, anticipando una suerte de sustitución de la ficción por lo documental. Eso en el cine se ha visto mucho más. En los últimos treinta o cuarenta años lo documental es muy importante”.

Y luego del dibujo el texto de Edgardo Scott, un texto polémico, tal vez irritante, un texto que interpela. “En ese sentido, algo que yo estoy sintiendo con el libro, aunque tal vez es muy reciente, es que hay cierto vacío crítico, hay cierto silencio, que yo creo que es porque  no cae tan bien que me ocupe de todo esto. Te diría que Escritor profesional no solo pienso que va a caer mal, sino que está cayendo mal. Ojo, lejos de mi victimizarme.  Tengo amigos que me escribieron y me apoyaron y les encanta que haya salido este libro. Algunos lo discuten pero lo valoran. Hay un montón de gente que sé que leyó el libro y se enganchó con los temas pero también sé que hay un grupo de gente que está haciendo silencio de radio. Se necesitaba a alguien que moviera el árbol”, concluye.