El aire medio – Poemas de Lucio L. Madariaga

 

La poesía de Lucio Madariaga es capaz de moverse en tiempo y espacio con la certeza de quien encuentra en cada célula de la palabra el sonido que emite el dolor de estar viva. El acto de lectura promueve un giro en vertical: el movimiento que acompaña el recorrido de estos poemas es el crecimiento de la voz en sentido vegetal, hacia una sensibilidad que desborda toda especie. La corporeidad se diversifica al desgranarse verso a verso, la pericia sutil de un cuerpo se multiplica por empatía con el medio y viaja en el tiempo para habitar un recuerdo que habilite la comprensión del presente.

Cuenta Madariaga que el balcón de su casa es su pequeño pedazo de litoral: leerlo es descubrir el modo de esta verdad con que habita el espacio en que esté, porque cualquier paisaje es un llamado filosófico-poético al encuentro con la forma viva. En ese tránsito profundo, las palabras vienen a potenciar los sentidos y a restar las sobras de la experiencia. La conciencia del poema es hábil en la lectura de esas sobras, que son la escritura que deja la historia.

Lucio Madariaga nació en Buenos Aires el 15 de agosto de 1985. Fue uno de los ganadores del Concurso Binacional ArBol (Argentina-Bolivia) 2014 organizado por el Ministerio de Cultura de Argentina y por el Gobierno Autónomo Municipal de Cochabamba, Bolivia. Publicó Materia oscura (La Pulga Renga, 2015). Seleccionó y prologó El hueco de un relámpago (El suri porfiado, 2014), antología poética de Élida Manselli, y No soy ni la sombra de un crítico (Ediciones Espacio Hudson, 2016), antología de ensayos y crónicas de Francisco Madariaga. Los poemas que presentamos aquí pertenecen a su próximo libro El aire medio.

 Curaduría y notas: Lali Destéfanis

 


pericia

sobre un hilo tan delgado
como el brote
que recién asoma
transparente su ras de alegoría
vino del viento
de otro jardín de otras manos solitarias
y aprovechó el grumo de la tierra removida
su núcleo de lo no comido
así se espiga
el mero yuyo oxigena para abajo
yo es un niño ahora
y en los ojos morados de un paisano
pude leer el sistema para soportar
el peso de las cosas
hay que desobedecer ese consejo
que te invita
-no mires para abajo
te podés caer-
en el territorio arbitrario del espanto
busco entender
lo que se quiere

  

presente

los lobos solitarios en el borde
como sustancias con el único propósito
de ceder a la gravedad
las redes arriba son un atajo
o una trampa del ahora
uno se cuelga para soltar
como en el amor

así en la conexión
me desconecto
veo al actor al derivado de mí
vivo en el efecto de correrme
de saber que hay un costado oculto
para practicar tiro en ciertas ocasiones

lo verde es un refugio
es suspensión del tiempo
empezar a estar
en precipicio

necesito destruir y volver a construir
el refugio
para abandonarlo en paz

y en ese resultado de polvo
inalcanzable
que me contiene
sin vacío en el vacío
sin silencio en el silencio
trazo una línea
y la cruzo

 

todo lo roto tiene algo suelto

llueve y veo un bloque sobre marx
todo el frío en primavera todo el frío en los huesos
todo el frío que avanza a escala mundial
el recuerdo de esa remera de manchas y agujeros
de los quince
que tiró mi madre
temo convertirme en un nihilista
o en un crítico especializado de lo efímero
así nos doblan mientras se pudren
pero qué nos dice hoy seamos sinceros
el ellos el nosotros la otredad
a dónde estamos a dónde somos
yo solo sé que le voy a
salir al frío y poner de pie a los jazmines
a proteger a maría del diluvio
a emocionarme
a veces
lloro cuando pienso en la actualidad
yo acompañado sé que
me consuela la imagen
que todo lo roto
tiene algo suelto

 

qué te pasa

cuando miro a los ojos
y busco una respuesta
a la carne
ideo el hueso

me ataca un suave nerviosismo
como cuando perdés el sendero
en la montaña
y sos mantra

veo piel hueso carne desprovista
lo esquivo y transparente
me libero
miro a los ojos porque hace bien

y no me importa qué saben los ojos

 

flora

qué sería sin la flora que aliviana la catarsis
la flora que me abre los ojos frente al determinante
y me inyecta en la espesura del secreto

soy la violencia del eucaliptus en esta fiesta de los dioses
que ha sido tragada por la fiesta de los pocos
el aguijón que cae a la tierra con su adn a la vista
y se pierde entre las hojas
demasiado grueso para ser el bastón del caminante, sólo puedo arder
como el madero madre del panadero

a veces siento que entre ficciones se pisan cola
y todo círculo pareciera un deterioro que no para
de anunciarnos una vaga meta
una cerrazón que avanza tupida cuando la flora
raída mansalva madreselva

mientras tanto en Chernobyl, algo despunta:
de las cenizas de mi especie
también avanza su réplica
como premonición
y veda

 

malacara del fondo del estero 

viene se acerca la mancha, allá lejos
no tanto como para no divisarse caballo
lo suficiente para no distinguir su sexo
viene levantando el polvo a su paso
parece guiar una tormenta de arena
la superstición la intemperie se alza
en la mancha
y no temo
viene caballo solo con un ritmo ligero
podría ser el mismo fuego el primigenio
o un espejismo balanceándose en el límite
del agua
lucero que viene lucero que atraviesa el campo frenético
detrás de mí se han alineado los pájaros
las perras han dejado el hambre a un costado
y en el aire se saborea la amargura
de la flora sagrada
de mi continente
parpadeo una sola vez y la mancha gateada
se ha frenado en mis ojos
unimos abismos, entrelazamos pestañas
está tan cerca que no puedo distinguir
el sexo
pero su religión
es más antigua que cualquier historia
que cualquier quietud