El mar de Borges
Por Mercedes Alonso
En el día en que se cumplen 35 años del fallecimiento de Jorge Luis Borges, Mercedes Alonso reflexiona sobre la relación del máximo escritor argentino del Siglo XX con el género de aventuras y, en particular, con el ámbito marítimo, un tema muy ausente en la literatura argentina. «En realidad, las aventuras marítimas están en el primero y en el último, en un cuento de cada uno: “La viuda Ching pirata”, de Historia universal de la infamia, y “El informe de Brodie”, del libro del mismo nombre que publica treinta y cinco años después».
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El mar es la “pampa de los ingleses”, dice Borges en un ensayo sobre la gauchesca. Es una forma más, propia, del lugar común de que el mar es un desierto o el desierto es un mar (según cuál se esté mirando). También, claro, de que la pampa es un desierto. Pero es, además, una versión del asunto del doble linaje de Borges que inventó o descubrió -que es lo mismo- Ricardo Piglia. Según él, todo lo que escribió Borges podría repartirse entre esas dos posibilidades: lo que tiene que ver con sus antepasados familiares (maternos) en los textos dedicados a la pampa, los barrios apartados, los compadritos y sus duelos, lo que él llamaba “el culto al coraje”, y lo que toma de los libros, que son sus otros ancestros que recibe por línea paterna.
La “pampa de los ingleses” estaría de los dos lados: el mar de los libros y de los antepasados ingleses y la pampa de los héroes familiares argentinos son un solo territorio o dos territorios en espejo. Es el mar de “La promisión en altamar”, un poema de Luna de enfrente (1925), su segundo libro, la imagen del encuentro en que el territorio de la patria aparece “lacio como un yuyal” desde el mar que lo trae de esa Europa universal que va a seguir leyendo.
Visto así, el mar entra sin problemas en la serie erudita de lo que entendemos que es Borges, ese compuesto de sus textos y las lecturas anteriores que forman nuestra idea de los clásicos.
Pero el mar es también lo que le falta a la literatura argentina; lo que no se ve ni aunque esté ahí. Como espacio concreto, falta de Borges como en general los cuerpos y los sentidos. El mar es un objeto literario. Sin pampa, sin punto de comparación, es por donde navegan Odiseo, Selkirk y los vikings (nunca vikingos) en los poemas. De nuevo, los libros. Pero a través de ellos, el mar entra en Borges como un tipo de relato: la pampa de los ingleses es donde transcurre la literatura del mar que es como su gauchesca, el culto al coraje en el agua, una forma de la aventura.
A Borges lo imaginamos adentro de la biblioteca. A lo sumo, le atribuimos hechos bélicos tomados de la historia familiar de la patria -referidos más que narrados- y duelos de cuchilleros, que son hazañas menores. ¿Qué pasa si lo leemos como escritor de aventuras? En el prólogo que escribe para La invención de Morel, que el mérito de Adolfo Bioy Casares consiste en haber trasladado “a nuestras tierras y a nuestro idioma un género nuevo” al que llama “imaginación razonada” después de referirse a la novela como aventura, policial, fantástico (“pero no sobrenatural”).
La reivindicación de los géneros que hace Borges es conocida, pero entre todos los que menciona, las aventuras siempre quedaron un poco afuera. O mejor: escondidas atrás de los otros, adentro de la isla, amparadas por millas y millas de mar. Ahí también está él desde el primero hasta el último de sus libros de cuentos. Una exageración. En realidad, las aventuras marítimas están en el primero y en el último, en un cuento de cada uno: “La viuda Ching pirata”, de Historia universal de la infamia (1935), y “El informe de Brodie”, del libro del mismo nombre que publica treinta y cinco años después.
Los libros marcan momentos definitorios. Con el primero, Borges se instala en la ficción apropiándose de temas extranjeros después de la poesía con entonación y temas criollos que había publicado en sus tres primeros libros de los 20. Es el fundamento del ensayo “El escritor argentino y la tradición”, en el que propone el derecho de la literatura argentina a ocuparse de todos los temas, a no condenarse a la representación de lo que parece propio de una identidad local. Ahí lanza esa frase que algunos se obstinan en contradecir como si en eso se fuera la cosa: en el Corán no hay camellos. No importa si en verdad los hay, no hubiera hecho falta que estuvieran como no hace falta que la literatura argentina vaya al campo. La literatura y la realidad son más que eso.
La viuda Ching viene de un reservorio de tradiciones extranjeras. En el prólogo de la primera edición, Borges dice que todo el libro deriva de Stevenson, Chesterton y los filmes de von Sternberg, aunque también de la biografía de Evaristo Carriego que había publicado en 1930. El cuento empieza como un artículo de enciclopedia, con el inventario de las corsarias de la historia. Se dice por ahí que los temas y núcleos narrativos de este libro de Borges son producto del saqueo a la Enciclopedia Británica. Puede ser, pero la forma enciclopédica también está en el origen de las novelas de piratas: la Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas, un libro de 1724 que apareció bajo el nombre de Charles Johnson pero que se atribuye a Daniel Defoe. Borges ejerce su derecho a todo eso con la viuda Ching que es, además, china. “Trece años de metódica aventura” que, sin embargo, falta del único episodio en el que se detiene el cuento: la viuda se enfrenta con su escuadra a las fuerzas del Imperio. La batalla en el río Si-Kiang nunca comienza, vemos un desfile de dragones en el cielo que son presagios que demoran la acción después de las aldeas arrasadas que solo se enumeran al pasar ¿Es esto un relato de aventuras?
El otro libro, en la década del 70, es un cierre y un balance de todo lo anterior. Una curiosidad. El único cuento acriollado de Historia universal de la infamia, “Hombre de la esquina rosada”, tiene su réplica en El informe de Brodie. “Historia de Rosendo Juárez” es la otra cara de la misma historia. Borges supo del spin off y el reboot antes que nosotros y usó sus principios en la mayoría de los cuentos de este libro.
“El informe de Brodie” es una variación sobre temas y textos de la tradición aventurera: se presenta como la transcripción de un manuscrito encontrado, describe, con pretensiones antropológicas dignas del colonialismo europeo, todo eso que se ubica siempre afuera: el atraso, la antropofagia, los salvajes. En este caso, a los Mlch que Brodie, como también corresponde al tipo de viajero que es, decide rebautizar Yahoos “para que mis lectores no olviden su naturaleza bestial”. El nombre es el mismo que reciben los humanos que consideramos normales en la última isla que visita Gulliver en sus viajes, esa sátira que terminamos leyendo como aventura.
Brodie, sin embargo, no viaja (y dudo de su sentido del humor). La narración, de nuevo, se pone en pausa: el cuento describe las costumbres de los yahoos, su organización social y política. Brodie no es un aventurero sino un misionero. Sin embargo, algo termina por pasar, aunque Brodie y el cuento lo escondan. “Mis aventuras en la selva no importan”, se excusa, pudoroso, Brodie, y Borges, en el Prólogo del libro, se hace el serio: “Mis cuentos son realistas”.
Pero, ¿qué son el realismo y la aventura? Formas en que las cosas pasan en los libros. Piratas y exploradores son personajes característicos de la gauchesca de los ingleses que Borges incorpora a sus formas lectoras de escribir. La viuda Ching viene de las enciclopedias (las dos tan británicas como los piratas en general y la ficción que nos los hizo familiares); el manuscrito de Brodie fue hallado en un ejemplar de las Mil y una noches en la traducción de Edward William Lane, dice al principio de cuento, que continúa con las pruebas, todas eruditas, que permitirían atribuírselo.
La aventura solo pasa por los libros o se camufla adentro de ellos, como cuando se esconde un libro atrás de las tapas de otro para leer lo que está fuera de lugar. Las aventuras de la viuda Ching y de Brodie están amparadas por millas de mar, como las de Morel, y por los libros. Son coartadas gracias a las que algo, siempre, finalmente, pasa.