Pelusa, un bondi maradoniano a punto de lanzarse a la aventura
Por Jorge Hardmeier – Fotos de @boidofotos.ph
Con el Mundial de fútbol cada vez más cercano, el primero en muchas décadas que se jugará sin la presencia totémica de Diego Maradona, Jorge Hardmeier sigue compartiendo con Sonámbula bellos homenajes al mejor jugador de la historia. Esta vez entrevistó a una familia hermosamente delirante que tuneó un colectivo Mercedes Benz 61 y piensa llegar con él a Nápoles para tender otro puente de fanatismo entre nuestro país y la ciudad italiana donde el nombre de Diego sigue siendo una contraseña que abre todas las puertas.
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“Si yo fuera Maradona viviría como él
mil cohetes, mil amigos, lo que venga a mil por cien”
(“La vida tómbola”; Manu Chao)
Vamos con Jorge Boido, el fotógrafo que incansablemente registra murales de la figura ya legendaria de Diego Armando Maradona, hacia Mercedes, provincia de Buenos Aires. Nos acercamos, según indica el GPS con su voz neutra, a la casa familiar de Lucas y Estefanía, conocida, en la ciudad, como La China. Ciertas coincidencias son asombrosas: viven en la calle 10 de Mercedes. Así lo habrá querido D10S. Rápidamente divisamos el colectivo con las imágenes del futbolista más grande de la historia estampadas en su carrocería. Hay perros reposando en la vereda.
Nos reciben la pareja y sus hijxs: Blanca, Oro y Azul. No es necesario aclarar de qué club son hinchas Lucas y La China. Mientras caminamos en derredor del Mercedes Benz modelo 1961 –es casi imposible no asociar: un año después del nacimiento de ese niño al que, ya al nacer, apodaron Pelusa-, ella me indica quiénes hicieron los dibujos y pinturas que representan a Diego sobre la chapa del ómnibus: “Jorge Blanco pintó la parte más sentimental y el baúl con el santuario”: un retrato en blanco y negro de un Pelusa sonriente, las Islas Malvinas, un detalle que representa al Estadio Azteca, Diego en el balcón de la Casa Rosada y La mano de Dios se estampan sobre ese costado del colectivo. “Y otro chico, Facu Polo que es de acá, de la zona, pintó lo que llamamos la parte pasional”: Diego con la camiseta de Boca, con la del Nápoli y besando la Copa del Mundo como capitán de la Selección Argentina en ese Mundial de México 86. “Cuando nos decidimos a hacer esto, Lucas preguntó por todos lados. Y llegó este chico que trabaja para la Municipalidad pintando plazas. Hace fileteado. Nunca había hecho algo así, tan grande. Esto está hecho a cuadrícula y a mano. Están los que proyectan. Después está El Piojo, que hace fileteado, un amigo del barrio de La Boca. Y está el agradecimiento, en la puerta, a Diego, en tres idiomas. Es una locura”.
También se lee, en uno de los costados del vehículo: “Argentina–Nápoles”, en un enunciado que indica un deseo y el destino final para el recorrido: la tumultuosa ciudad del sur de Italia en la cual el pibe de Fiorito se convirtió en leyenda y santo patrono. “Es difícil de ponerlo en palabras. Esto fue una charla loca, un día a la tarde, en esta casa. Teníamos un negocio de ropa. Fuimos a una quinta que tenemos. Nos habían regalado el libro Yo soy el Diego, y ahí empezamos a charlar. Nos queríamos ir a vivir a otro lado y empecé a buscar un colectivo y aparece, todo pintado de gris, Pelusa. Y el dueño me manda fotos de afuera, de adentro, del motor, todo eso. Esto fue hace un año y pico. Me encanta, le digo. Y llega esto. Es Diego. Mirá la patente”. Observo: 810 es la parte numérica de la patente. Nuevamente, imposible no asociar. Prosigue La China: “Estaba en Azul, fuimos, hicimos los trescientos kilómetros, conocimos al tipo, Lucas no sabía manejar, o sea, tiene registro pero no tenía para colectivos, la cosa es que arrancamos y lo cambiamos por nuestro auto. Así llego Pelusa”.
Cuando subimos al ómnibus ella acota: “esta es nuestra casa”. El interior es hermoso, un verdadero hogar. Mesas rebatibles, un sillón, camas, una cocina muy bien equipada, heladera y, hacia el fondo del vehículo, después de un baño con todas las comodidades, el cuarto de la pareja. “Esta es una casa, acá vamos a vivir”. La China me indica que, al rebatir ciertos elementos estructurales, estos se hacen cama para que duerma Azul. En lo que sería el sillón dormirá Blanca, la mayor. Hay un equipo de audio, alacenas, un calefón perfectamente instalado. Sobre el techo del colectivo están dispuestos dos paneles solares de 310 watts cada uno. “Cuando fuimos a La Boca dormimos acá, nos levantamos y no entendíamos nada”. Sobre cada ventana del Mercedes Benz hay una cortina black out para un buen dormir sin la incidencia de la luz solar. Una hija de La China, de un anterior matrimonio, no será de la partida: “Siempre fueron libres. Se queda acá con su papá”. Oro revolotea en torno a su madre, quien indica que todo lo que forma parte del ómnibus Pelusa por el mundo es original, desde el cuentakilómetros hasta los pedales. Mercedes Benz 1961. Dieguito era en ese entonces un bebé de un año en la República de Fiorito.
“Alquilamos la casa, vendimos la tienda de ropa, alquilamos la quinta por días y nos vamos”. ¿Primera parada? “Rosario. Dependemos mucho de las cubiertas. Vendimos el negocio y, si bien no nos falta nada, pasamos a anotar los gastos en un cuaderno. Disfrutamos mucho este cambio”. Todxs los hijxs de La China tienen nombre de colores: “sin querer queriendo. Violeta, la más grande se llama así porque al papá le gustaba ese nombre, Blanca porque es por el nombre de una persona muy querida, Azul Amarelha, sí, fue con mayor intención y después llegó el más chiquito y bueno, jaja, ya que tanto nos jodían, fue Oro”. Allí están Azul y Oro. “Oro Índigo. El índigo es una mezcla entre el azul y el violeta”. Agrega: “siempre quisimos que afuera este micro sea algo y adentro otra cosa: un hogar. Y nos pasa eso, tal vez la gente se vuelve loca mirando al colectivo de afuera y nosotros estamos en nuestra casa”.
En la parte posterior del vehículo hay una escalera vertical. La China me insta a subir. Mi vértigo me juega en contra pero lo hago: detrás de los paneles solares hay una suerte de terraza equipada, como solado, con una suerte de césped sintético, “como en las nuevas canchitas de Boca”. En el techo de Pelusa, hay una bicicleta ya debidamente asegurada para emprender el recorrido. Los vecinos pasan, saludan, tocan bocina. ¿Y después de Rosario? “Supongo que Posadas, Misiones”, interviene Lucas. “Y arrancamos para arriba. Ruta directa”. Ella no quiere nada de peligros ni precipicios.
Lucas reflexiona: “Diego trasciende todo y todavía no tenemos dimensión de lo que genera porque vos, a todo lugar que vayas, te encontrás con maradoneanos. Uno lo quiere, habla de él con amigos. Pero eso pasa en todo el mundo. La cantidad de cosas que le han dedicado, y si no mirá esto” y señala ese Mercedes con imágenes del más grande. ¿Cuál es el plus de Maradona frente a otros jugadores extraordinarios? “La esencia”, arranca Lucas, “y como argentino y al salir él de tan abajo, siempre fue tras su objetivo, persiguió sus sueños y después hay que bancarse ser Maradona. Y rapidísimo en todos lados, con quien esté. Con Putin, con jeques… siempre fue él”.
La decisión de armar Pelusa, el bondi, y de comenzar a recorrer las rutas según Lucas: “Un proceso largo, me dicen que estoy loco, yo digo que está loca La China porque me dijo que sí. Siempre en uno está la fantasía del viaje, la travesía y cuando me dijo que sí, cuando estamos bien acá… los sueños así son. Yo hace un año y medio iba a la cancha a ver todos los partidos, iba a ver a Boca a todos lados y cuando surgió esto dejé de ir a la cancha. Toda la plata era para Pelusa. Todo estaba concentrado en esto, toda nuestra energía”. ¿Después de este sueño que estás por concretar, cual sigue? “En cada lugar que podamos entrar con Pelusa, será un nuevo sueño cumplido. Nápoles es el gran objetivo, es como la esencia del sueño. La gente ve a Pelu y sonríe. El Azteca, obvio, la cancha de Dorados, La Plata, Rosario por la cancha de Ñuls y por la Iglesia Maradoneana, son lugares en donde queremos estar y después, donde se pueda. Diego trasmite felicidad. Si vamos a Brasil, llevamos un trapo de Pelusa. Diego quiere que lo recordemos con alegría. Que vos estés acá por Diego me da felicidad. Estamos hablando por Diego vos y yo, corta, es así”.
Pasa un camión y hacen sonar repetidas veces la bocina al ver el micro con las imágenes de Maradona. Hablamos sobre el avión dedicado a Diego, el Tango D10S. “Esto es más peroncho”, me sugiere Lucas. “Dieguito se merece todo esto”. Suena cumbia desde el interior del micro. Lucas me conduce al santuario, ubicado en la parte posterior del Mercedes e ilustrado con pinturas de Blanco: “Esta es una parte tipo santuario –el rostro de un Diego hermoso, una suerte de maletero donde Lucas y La China guardan todos los objetos que la gente regala para obsequiarlos al llegar a Nápoles– donde hay posters, revistas, chapas con dibujos de Diego, fotos, la bandera de la Terraza de D10S que nos mandaron desde Sevilla, para que la llevemos en este viaje. Esto es para Nápoles”. ¿Y cómo se toman este viaje lxs hijxs? “Chochos, son espejos de nosotros, crianza a pleno hace un año, Azul que tiene cuatro nos pregunta: ¿Cuánto falta para el viaje? Lo van a disfrutar un montón, lo sé. Son muy sociables. Va a ser una experiencia maravillosa”.
Nos retiramos en el auto de Boido. Diego no solo es el mejor futbolista de la historia y una leyenda. Genera lazos. ¿La posible fecha de partida del Pelusa bondi hacia su aventura internacional? El 10 del 10, como no podía ser de otra manera.