Eugenia Zicavo: «Lo que más me interesa en la literatura actual está escrito por mujeres»
Entrevista: Juan Mattio // Fotos: Malena Q
Sonámbula entrevistó a Eugenia Zicavo, conductora de Libroteca y Bibliómanos, para pensar el cruce entre televisión, feminismo y literatura. El patriarcado en forma de canon literario y el uso de los medios masivos para compartir lecturas.
En las representaciones sociales la televisión aparece como lo otro o lo diferente del libro. Una más asociada a la cultura de masas, el otro más asociado a la alta cultura. Y vos te dedicás a cruzar ambos mundos. ¿Cómo funciona esa articulación?
La televisión es distinta del libro en el sentido de cómo se consume ese bien cultural. La televisión te propone unas opciones que vos vas cambiando con el zapping, pero también es cierto que hoy es casi un medio en desuso. Si me hacías esta pregunta hace diez años, creo que era otra mi respuesta. Los consumos culturales de televisión incluso están mucho más fragmentados y han cambiado mucho. Pero así como las series encontraron su lugar en la televisión el formato serie hizo que incluso mucho público cinematográfico se volcara a ese otro formato y es un formato que uno va a buscar y no es considerado alta cultura y son narraciones en algunos casos muy complejas. Las buenas series me generan el mismo entusiasmo que los buenos libros. Porque en definitiva uno no se siente “culto” a la hora de abrir un libro, está buscando una historia de ficción o está buscando un pensamiento alternativo. Es un consumo cultural que también tiene que ver con el divertimento. A mi me llama la atención que no se hable de lo divertido que es leer porque como lectora leo y la paso muy bien. Y eso es así desde chica. Por supuesto que tiene que ver con un arte, un arte que yo valoro como arte, pero no dista demasiado de cómo se consumen cosas mucho más masivas. El libro es un objeto masivo, la industria editorial es una industria muy viva a nivel mundial, se siguen vendiendo libros, se sigue leyendo mucho. Son insumos para grandes series, grandes películas.
También en el mundo de las representaciones sociales, el prejuicio dicta que en la televisión no hay pensamiento, no hay ideas, que es pura evasión, pero después uno puede encontrar cosas ahí que le daban la razón a esa representación y cosas que no. En cambio, la literatura tiene mucho prestigio social, pero eso a veces juega en contra de la lectura: “Borges es muy difícil entonces yo no lo leo”. El mismo prestigio social es lo que le quita la posibilidad de acceder a un montón de gente que lo pone en un lugar sagrado y se retira antes de intentar.
Martín Kohan en la primera temporada de Libroteca en una entrevista, dijo algo que me parece importante respecto a los niños lectores: a los padres no les gusta en realidad tener un hijo muy lector porque cuando ven que su niño está encerrado en el cuarto y pasa muchas horas solo, ahí empiezan las preguntas: ¿por qué no juega al futbol?, ¿por qué no sale con los chicos? Entonces hay como un doble mandato. A mí me parece una idea reveladora porque por un lado está el discurso social de que leer es bueno, la literatura y los niños, y sin embargo también el lector es alguien que durante un tiempo se retrae, está solo con ese libro. No es muy distinto a cuando ves una serie en serio y estas retraído, o las dos horas que le dedicas a una película cuando te sentás en el cine, no cambia tanto el uso de ese bien cultural en los modos de consumo. Y sin embargo este halo de prestigio funciona tal cual decías, aleja más que acerca y por eso el niño que es lector y se la pasa leyendo, se convierte en un problema y no funciona igual con el niño que pasa todo el día delante de la tele. Prueben que pasa si se pasa cinco horas leyendo: se enciende una alerta.
La tele tiene sus programas culturales, un formato muy codificado, pero tus programas no intentan ser una mesa redonda donde vamos a hablar de cosas serias, hay una aceptación y un juego con el formato televisivo para traerlo de este lado ¿de donde surgen las ideas?
Yo no tengo prejuicio con el formato televisivo. Pero con la irrupción de internet la cosa cambia, uno tiene que ir a buscar el contenido, incluso contenidos televisivos que están ahí. En la televisión hay algo que te propone el medio en sí mismo. Lo que decía McLuhan “el medio es el mensaje”, y yo leí mucha teoría de la comunicación y muy crítica sobre los usos de ese medio pero también me gusta mucho hacerlo y entiendo el poder enorme de la masividad. La idea de Libroteca surgió de un proyecto mío que le llevé al director del Canal de la ciudad hace cinco años. Le gustó y puso todos los recursos para que el programa sea un formato y siga como tal.
¿Cómo surge Bibliómanos?
Surge de la Televisión Pública, nos convocó Martin Teitelbaum, a Maximiliano Tomas y a mi para hacer un programa nuevo y para cambiar el formato de los programas sobre libros que se venía haciendo en la Televisión Pública. Y ahí llaman a la productora Mulata Films y trabajamos todos juntos en la creación de este formato que terminó siendo un juego, porque queríamos rescatar esta dimensión lúdica que tenemos los lectores en relación a la literatura. Con Maxi tenemos algunas ideas comunes y otras muy distintas sobre nuestros gustos literarios, como es temático jugamos con nuestras propias bibliotecas. Y la verdad es que fue muy bien recibido.
A mi me gusta mucho hacer televisión, me siento cómoda en ese medio, me gusta mucho lo que pasa con la comunidad del lector en redes sociales. Yo he hecho muchos amigos lectores que no conocía en esa comunidad. Gente con la que podemos tener algunos gustos comunes y entonces de la tele pasamos a twitter y en twitter se arma una conversación y en algún momento te das cuenta que seguimos hablando de libros toda la semana. Son como televidentes / amigos / club de lectores.
Si la tele tiende a ser expulsiva con ciertos contenidos, y la literatura es uno, aún más lo es con la política. Pero vos te posicionás en tus redes sociales, en tus intervenciones públicas, desde el feminismo. Y estamos viviendo un momento muy particular donde el feminismo está llegando a los programas de la tarde. ¿Cómo lo pensás siendo parte de la tele y como feminista, de este encuentro de una teoría política muy radical y un formato que suele ser bastante frívolo?
Me alegra mucho que el discurso feminista esté prendiendo en los medios, incluso con todas las negociaciones y degradaciones. Habría que decir “los” discursos feministas, porque hay muchos feminismos. Incluso muy encontrados en algunas de sus vertientes a lo largo de la historia. Pero que haya ciertos consensos y que el sentido común se pueda volver un poco más feminista creo que sería la cristalización de muchísimos años de luchas y de muchas mujeres que no llegaron a ver esta actualidad. Me parece genial que los grandes medios se hagan eco de ese discurso, que los propios varones y mujeres tengamos que ser más autoreflexivos en relación a las prácticas aprendidas, porque fuimos socializados en el patriarcado y es más posible que reproduzcamos la desigualdad incluso sin querer hacerlo. Que se hable del tema en el asado del domingo porque está en Rial y que tus amigos varones te empiecen a preguntar cosas desde otro lugar porque quieren, sin ponerle ese nombre, deconsturir un poco su masculinidad me parece muy bien.
Hay un machismo de los medios, en la televisión, que se ve muy claro desde hace un tiempo con muchísimas denuncias de abusos, acosos, violencias múltiples. Pero eso sucede, digamos, en el nivel de las celebridades. El ambiente literario tiene otras formas, por ahí más sofisticada o menos visible, pero también encubre formas de machismo. El canon de la literatura argentina es un canon casi construido en su totalidad por hombres, por ejemplo. ¿Cómo percibís esa diferencia?
En mi biblioteca puse juntas a todas las escritoras argentina contemporánea. Quería ver cuánto espacio ocupaban. Y me di cuenta que era un montón. Pero cuando uno piensa en escritores, y a mí me sigue pasando, está el sesgo, pensás en escritores varones, ese es el primer movimiento del cerebro: ir hacia ahí. Hay que tener control para que esto no pase. De las últimas cosas que he leído de literatura argentina las que más me interesan son mujeres. Dos sobre todo: Fernanda García Lao y Gabriela Cabezón Cámara. Yo no me pierdo un libro que saquen, me parece que cada una tiene una estética, una propuesta narrativa, una lengua, un tono hiperreconocible. ¿Las leo porque son mujeres? No, las leo porque son buenísimas y son mejores que el resto. Además, son mujeres.
El año pasado coordiné un ciclo de entrevistas en la Feria del libro. Y cuando hice el listado me pasó lo contrario, eran todas escritoras. Entonces pasé ese listado y me preguntaron si iba a ser un ciclo de escritoras. No, va a ser un ciclo de escritores, sólo que son todas minas.
Sin embargo, si uno revisa el canon del siglo XX argentino se encuentra con casi todos varones: Cortázar, Borges, Piglia, Saer, Walsh.
Hay un sesgo del propio campo, que no es de los periodistas culturales que no nos acordamos de las mujeres. Hay siglos donde casi no hay literatura femenina y hay una historia de la literatura que las deja afuera. El tema es que cuando irrumpen lo hacen con mucha fuerza y con mucho talento. Dorothy Parker, Virginia Woolf, gente enorme con nombre de mujer. Pero ese tipo de irrupciones empezaron tarde. Y es difícil empatar en el campo de la historia. Las mujeres eran analfabetas, no las dejaban estudiar, no podían ir a la universidad. Y de eso hace menos de 100 años.
Creo que hoy, además del interés que generan las escritoras que producen literaturas valiosas también me parece que hay un público que busca acercarse a la literatura escrita por mujeres.
Claro, porque el 70% de los lectores son lectoras. Si tuviéramos que usar un genérico sería lectoras. Somos mucho más las mujeres que leemos y que compramos libros en todas las encuestas de lectura. Y eso es a nivel mundial. Así que la industria del libro debería atender a eso.