Ever Román: «El humor desdibuja límites y abre el paisaje de la literatura»

Por Mario Castells

A cuento de la salida de su última novela, Resistencia, editada recientemente por Eduvim, Mario Castells entrevistó para Sonámbula a Ever Román, buscando compartir algunas claves autobiográficas, linguísticas y hasta geográficas que suman niveles de lectura a un texto que fue definido como una «celebración de la absurdidad». 

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-Contáme un poco la cocina de esta novela. Desde su cronotopo hasta algunos homenajes que leemos por ahí referidos. Resistencia te vuelve a acercar a tu propia historia.

-El libro salió de un diario que escribí en 2004 cuando fui por primera vez a Resistencia, Chaco. El diario lo perdí y solo me quedó una página. Intenté una reconstrucción diez años después, pero no recordaba mucho y terminó siendo una novela. Así que tiene algo de biografía (ir caminando de Asunción hasta Resistencia es algo que por ejemplo sí hice), pero la memoria tiende puentes y terminó hilado lo anecdótico personal a la historia de la literatura. Es por eso que muchas de las costuras, el entramado, se da con referencias a situaciones aparecidas en otros libros y hay un pastiche de citas: Elías Canetti, Alfred Döblin, Proust, Oscar Wilde, hasta está el burrito de Platero y yo.

-Eduvigis es un personaje medio Mersault, un indolente no muy consciente de sus actos y a veces una síntesis de Mercier y Camier, un fastidioso inmoral. Lo que sea, se nota que le tenés mucho cariño.

-Sí, le tengo cariño a Mersault y también a Roquentin, que más que modelos, son como primos de Eduvigis. Lo mismo Mercier y Camier. Quiero decir, no me interesé tanto por la cita culta, sino por utilizar cierto tipo de literatura como herramienta para hilar una trama; y como ves, la literatura del absurdo o literatura existencialista, como le digan, tiene preocupaciones distintas a la peripecia convencional, al argumento en el sentido clásico, sino que también toma referencias literarias para poner en juego sus propias preocupaciones: en Beckett, por ejemplo, la peripecia de la picaresca española, el dueto al estilo Sancho y el Quijote, algunos de sus personajes deambulan por paisajes no particularmente exóticos.

-Hablemos del Chaco. Me contaste muchas anécdotas de los personajes, casi arquetípicos, que habitan esas latitudes. Esa locura que me describiste está bien clara en los personajes de la novela.

-El Chaco es un territorio de fantasía, cuyos límites desdibujan las fronteras de 3 países: Argentina, Bolivia y Paraguay. Lo que se conoce como El Gran Chaco. Ese territorio es el que recorre Eduvigis. Es mi interés, hacer como un retrato, al menos fue como el tema que me propuse. Los juegos lúdicos en el planteamiento argumental, los juegos de palabras, etcétera, vinieron a partir de esta primera intención de hacer un retrato. De ahí es que me haya preocupado tanto por los paisajes. Hasta Eduvigis está en muchos momentos viendo y reflexionando sobre el paisaje y las gentes que va viendo.

-El humor es la pasta que amalgama el verosímil de todos tus textos. El humor siempre va unido a lo macabro. ¿Es un salvavidas para el lector? Hablemos del nihilismo y de las estrategias para no empedarnos tan pronto.

-Creo que el humor fue más bien, en este caso, un salvavidas para la narración. El humor desdibuja límites, abre posibilidades, abre el paisaje de la literatura. Supongo que también permite un modo singular del disfrute en la lectura. Así como describir un cierto Chaco, un Chaco personal, digamos, algo que también me interesó mucho, lo tengo muy presente del momento de la escritura, fue dar cuenta de ciertas ideas de lo que son las fronteras, del momento en que las fronteras mismas son el territorio, un territorio trans. Traté de poner en juego esta idea en casi todo: Eduvigis y El Soprano habitan el movimiento, el desplazamiento, no solo del paisaje sino de su identidad (emocional, sexual, intelectual, corporal), los quise poner en el intersticio, allí donde nada es totalmente esto ni aquello. De ahí creo que salió también lo del juego con los géneros, el estar entre dos o más géneros: la road novel, el montaje al estilo cinematográfico, la trama que avanza y retrocede, el narrador que no sabe algunas palabras o las dice mal y que se enrede con los tiempos verbales. Y el final, una especie de loop, no saber si llega o sale. Fue más o menos el estado de escritura, pero lo que salió me parece que fue mucho más modesto, como un acercamiento a mis intenciones iniciales.

-El Paraguay se difumina y cada vez está más presente en tu literatura y en la de la región. ¿Es que acontece acaso una paraguayización de la región? ¿Cómo ves eso?

-Paraguay es un ejemplo de territorio trans. Vive en una oscilación idiomática particular: el guaraní y el castellano crearon ese entreverado que es el jopará; pero también tiene un alto porcentaje de habla alemana y esa cosa macarrónica llamada plautdietsch; y ahora creo que en casi la mitad del país se habla portugués; y además las varias lenguas indígenas habladas cotidianamente: sanapaná, nivaclé, enxet, ayoreo, yshyr, etcétera. Lo mismo ocurre con sus fronteras: es parte de Brasil, de Argentina, de Bolivia; los paraguayos viven como en casa en ciudades extranjeras, hay de hecho ciudades extranjeras que son territorio paraguayo. Me parece que por tanto hacer un retrato de un país como Paraguay, si tomamos esa intención literaria, debe tener en cuenta estas particularidades y rever un poco las convenciones y el significado mismo de la literatura. Se ve además que es algo que está ocurriendo en todos los países ahora, con la globalización.

-¿Para quién escribís?

-Creo que lo disfruto mucho, es mi forma de compartir, dar regalos, en este caso libros.

 

(También recomendamos la reseña que también realizó Mario Castells sobre la novela)