Galatea en el cabaret
Por Pedro Perucca
A pocas semanas de su estreno, Pedro Perucca vio «Cabecita de papel maché», la divertidísima nueva otra que dirige Claudio Martínez Bel en torno al improbable triángulo amoroso entre un titiritero, su mujer y la muñeca que lo acompaña en sus truchas presentaciones en los más diversos antros. Una novedad imperdible de la cartelera teatral porteña.
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Hace un par de semanas se estrenó en el Teatro Becket una nueva obra dirigida por el gran Claudio Martínez Bel, que después de irse al siglo XIX con Olvidate del matadero vuelve al mundillo del varieté de los años 50 con una divertidísima puesta en torno a un triángulo amoroso cuyos vértices están conformados por un titiritero/ventrílocuo, su esposa y una muñeca que lo acompaña en los shows y acaba convirtiéndose en la tercera en discordia.
El mito de Pigmalión, que ha tenido numerosas versiones a lo largo de los siglos, siendo una de las más famosas la recogida por Ovidio en Las metamorfosis, cuenta la historia de un rey de Chipre que al no encontrar una mujer a la altura de su deseo para convertirla en su reina termina dedicándose a la escultura para crear a su pareja ideal. Así nace Galatea, que encarnaba la perfección para su creador, a quien la diosa Afrodita, conmovida por la pasión del artista enamorado de su obra, recompensa con el don de la vida. Según Ovidio, tras convertir en humana a su creación, la diosa le dice a soberano escultor: “Mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal”.
En la obra escrita por Gabriela Romeo (actriz, dramaturga, directora, guionista y docente formada con Helena Tritek), la trama clásica se complica con la introducción de otro polo de tensión. Aquí nuestro modesto Pigmalión es Tony, un artista de variedades en decadencia que hace ya algunos años decidió construir a su mujer ideal en forma de títere, con el que recorre cabarets y antros diversos para montar unos sets cómicos (cuando las cosas salen más o menos bien) que ayuden a parar la olla. Luli, la hermosa muñeca rubia de la que está evidentemente enamorado, nace como engendro frankensteiniano de trapo y lentejuelas que conjuga lo mejor de cada mujer que conoció en su vida.
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Cuando le da voz a Luli, Tony (el inmenso Román Lamas, actor y titiritero egresado del Taller-Escuela “Ariel Bufano” del Teatro San Martín, además de fundador del mítico Periférico de Objetos y colaborador de Hugo Midón) no reconoce como propia a su voz y escucha las intervenciones de Luli como si fueran el producto de una voluntad ajena. Podríamos abordar este temita tanto desde el inconsciente freudiano como desde la alienación marxista pero el tiempo es tirano.
Dotar de fluidez al desdoblamiento escénico del que somos testigos, logrando que veamos como viva e independiente a una muñeca con la que se interactúa en diálogos y secuencias corporales aceleradas, requiere de un trabajo inmenso. En una entrevista Lamas cuenta: “Para la puesta en escena además de la actuación, se tomó como premisa la figura del doble: es la que se utiliza en la relación tradicional del ventriloquista y el títere sumado a los dos personajes interpretados por humanos. La interpretación mediante la disociación tiene un trabajo técnico particular. El actor-titiritero deberá mantener parte de su presencia en el personaje que encarna, interactuando con el otro personaje humano (Dora) así como ceder otro tanto al títere que anima. Debe lograr un equilibrio de presencias sin que ninguna opaque a la otra para que la lectura sea clara”. Nada sencillo. Y el actor y titiritero lo logra con creces. Su impresionante maestría con el cuerpo y la voz dotan a Luli de una presencia escénica indiscutible.
El tercer polo (o segundo, en términos de aparición história) es Dora, la sufrida y (en principio) apocada esposa del cómico desde hace años. La adorable Dora de Mara Mantelli (actriz, docente de educación inicial y profesora de acrobacia) es quien banca la vida en común gracias a un muy humilde negocio de venta de empanadas caseras, el verdadero puntal de la vida hogareña, la roca que aguanta en silencio. Pero sufre, se siente desplazada del amor de su marido por esa muñeca entrometida que no sólo no siente el paso los años sino que parece conocer a Tony mejor que ella, que lo comprende y alienta sin reproches. La interpretación de Mantelli es exquisita, en un registro sutil capaz de contar enteras historias de angustia o de dar muestras de la transformación que va a atravesar durante la obra con un mínimo gesto o movimiento de ojos. Hermosa, brillante.
Cuenta Lamas en una entrevista que llegó al texto luego de una convocatoria de Romeo durante la pandemia, que al final no lo vio para el proyecto original pero le pasó lo que luego concluiría en Cabecita de papel mache: “Con Mara, que es mi compañera, empezamos a leerlo y era maravilloso. La historia está muy bien contada. El protagonista es una especie de titiritero ventrílocuo, medio trucho, que quiere ganarse la vida en teatros de varieté. Es muy poco talentoso. Él vive con su mujer que, para subsistir, hace empanadas”. Allí se le ocurrió que, “por el nivel de comicidad y absurdo que debe manejarse en escena”, el director de una puesta no podía ser otro que el gran Claudio Martínez Bel.
Martínez Bel, que además de su reconocida faceta de actor y maestro de clowns tiene experiencias juveniles con el mundo de los títeres, terminó de definir el perfil de esta obra imperdible, eligiendo llevarla al mundo del varieté de mediados del siglo pasado, rescatando el pintoresco mundo de los ventrílocuos que eran números habituales en cabarets o boites y que con los legendarios Chasman y Chirolita llegaron a la televisión: “Eso con los años se fue perdiendo. En este trabajo lo reemplazamos por un titiritero que manipula una muñeca. Quise llevar la historia hacia la década del 50 por que el tipo es un ‘busca’ de varieté. Él quiso ser mago y no le salió, quiso ser contador de chistes, no le salió y encontró una variante y por lo menos con esto lo contratan en los cabarets. No le va bien pero zafa. Lo que pasa es que está enamorado de su muñeca. En su matrimonio la títere es una tercera en discordia. Su mujer le reclama atención y él le dice: ‘yo estoy acá con mi creación’”.
Además de la dirección general de la obra, Martínez Bel suma roles en la realización y diseño de una escenografía tan simple como proteica y evocadora: una especie de picadero, de pista de circo de antaño donde se desarrolla la historia de este triángulo amoroso en tono de comedia blanca. Aquí también pueden encontrarse sintonías con los mundos que ama y recupera del olvido el inmenso Mauricio Kartun (a las órdenes de quien Martínez Bel protagonizó durante sucesivas temporadas la obligatoria Terrenal).
Pero esta historia, que así planteada podría ser sólo la de un triángulo amoroso con un cierre más o menos feliz, más o menos tradicional, se dispara hacia el infinito gracias a un muy inteligente (y siempre divertidísimo) texto de Romeo, que evita tanto el tono admonitorio sobre los problemas de la “objetualización” del otro u otra como la tentación de una resolución en clave clásica y familiarista. Esos problemas están presentes (junto con los del modelo de pareja, el miedo a la soledad, las exigencias de la vida cotidiana, el precio de la vocación artística y muchos otros), pero el desarrollo de los conflictos sorprende a cada momento. Tal vez el personaje de Tony sea el que menos se desarrolla, apenas mostrando su previsible vulnerabilidad y miedo al abandono, pero el de Dora es una fiesta de matices que pasan de la tristeza, la sumisión o los celos a la sororidad, la rebeldía y la autoafirmación. Y siempre desde un amor absolutamente generoso que le permite encontrarse a sí misma y reconstruir una relación con su pareja desde el juego que éste propone. Al fin y al cabo, tal vez de eso se trate la vida, de encontrar gente que quiera jugar al mismo juego que nosotrxs, de crecer juntxs, divertirnos y tratar de que dure. Y algunas pocas veces Afrodita nos da el OK.
Ficha técnico-artística
Autoría: Gabriela Romeo
Actúan: Román Lamas, Mara Mantelli
Vestuario: Silvia Cortés
Diseño de escenografía: Claudio Martínez Bel
Realización de escenografía: Román Lamas, Claudio Martínez Bel
Realización de títeres: Román Lamas
Diseño de Iluminación: José Binetti
Fotografía: Paco Fernández
Diseño gráfico: Paco Fernández
Asistencia de dirección: Mirna Cabrera
Producción ejecutiva: Adriana Yasky
Dirección de títeres: Mirna Cabrera, Claudio Martinez Bel
Dirección general: Claudio Martinez Bel
Duración: 60 minutos
Beckett Teatro
Guardia Vieja 3556 (CABA)
Teléfonos: 4867- 5185
Web: http://teatrobeckett.com/
Jueves 21:00 hs
Hasta el 04/05/2023