Haikus gauchescos

Por Salvador Biedma, con ilustraciones de Eduardo Sobico

El escritor y periodista Salvador Biedma comparte con Sonámbula el hallazgo de una serie haikus criollos, atribuidos al gaucho Basho, un migrante japonés del siglo XIX con severos problemas de adaptación a nuestras pampas. Quince poemas bellamente ilustrados por Eduardo Sobico.

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Hace ya tiempo posteé en Facebook, como broma, unos supuestos haikus encontrados por un grupo de ingenieros del MIT. Empecé con un «haiku con puteada», llamado también por los investigadores «haiku de la banquina», y la cosa se fue expandiendo.

En un momento, estos especialistas del MIT encontraron, muy sorprendidos, varios poemas del gaucho Basho, inmigrante japonés que llegó a la pampa en el siglo XIX y no logró aquerenciarse. Extrañaba su tierra de origen, no hallaba los elementos naturales que suelen nombrarse en la tradición del haiku y tampoco comprendía bien algunas costumbres del campo argentino. Los ingenieros le dieron a este subgénero el nombre de «haiku criollo» o bien, más específicamente, «haiku gauchesco».

Durante esta situación de aislamiento obligatorio, apareció entre los recuerdos de Facebook un posteo sobre estos haikus y decidí compartirlo nuevamente. Ese mismo día, Eduardo Sobico me escribió. No lo conozco personalmente, pero es de las personas que me resultan familiares en el vecindario de Facebook; sabía bien que él suele hacer dibujos a partir de textos de otros y tenía muy presente su trabajo en este sentido.

Fue una alegría recibir su mensaje. Que ilustrara uno de los haikus resultó un regalo sorprendente e inesperado. Y después siguió dibujando, uno por uno, los demás haikus del posteo. Llegó un momento en que me dijo que se le estaban por terminar y hubo que convocar a los ingenieros del MIT para que siguieran buscando poemas. Por suerte, van encontrando algunos más casi todos los días.

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El monte Fuji
tan lejos de estas pampas,
pura llanura.

.Vuela la garza
y un pájaro autóctono
llamado hornero.

 

Ven las libélulas
que estoy cebando mate
con mi quimono.

Flores de ceibo
a falta de cerezos
quizá sirvan.

 

Una mulita
arruina cualquier haiku:
quiero volverme.

Los chinchulines
saltan a la parrilla,
vuela un ñandú.

Me dice un gaucho:
«Los ñandúes no vuelan,
bestia ignorante».

Ningún ciruelo
florece en estos pagos.
¿Para qué vine?

Vuela la taba
y en su vuelo define
las estaciones.

Tierra nipona,
te lloro amargado
en pulperías.

En el reverso
del término bonsái
crece el ombú.

El rancherío
supone tintorero
al japonés.

Hoja de té,
te meto de querusa
dentro del mate.

Yoko, mi china,
con su arte conceptual
paya vanguardia.

 

La bataraza
se creyó rana y salta
en el estanque.