¿Hay teatro en cuarentena?

Por Leonardo Baldo

Leo Baldo entrevistó para Sonámbula a los amigos Roberto Mauri (actor, dramaturgo y director) y Zoilo Garcés (actor, director, productor y gestor cultural) con quienes charla sobre la diversidad teatral en todo el país, el presente del teatro en el marco de la epidemia de coronavirus y el futuro que lo espera en la pospandemia.

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Roberto Mauri y Zoilo Garcés aman el teatro. Ambos son directores, guionistas y actores. Garcés, quien lleva más recorrido delante y detrás de bastidores, también es productor. Roberto y Zoilo son amigos, pero no se conocieron gracias al arte milenario sino en un recital que luego los llevó a compartir la misma pasión. Trabajan juntos y forman parte de un mismo grupo de amigos llamado «Güemes» que también opera como musa para la creación cuando ambos toman distancia para adoptar el rol de lectores de lo cotidiano.

Pantalla de por medio charlamos sobre diferentes cuestiones. Ambos repasaron parte de sus carreras y de la llegada a la ciudad que más dinero deja cuando se trata de una obra. Los dos son del interior (uno de Río Cuarto y el otro de Chillar) y han presentado sus creaciones en el Microteatro de CABA, entre otras salas. Como no se puede escapar al embate de la realidad, también intercambiamos sobre la encrucijada del momento: el presente del teatro en época de pandemia y su futuro. Sobre dejar detrás del telón todo afuera conocido, sobre la anulación que la cuarentena produjo en ese mismo espacio físico para muchas personas pero también sobre la necesidad de seguir sublimando desde el género ¿Nuevas experiencias? Si bien la virtualidad ofrece alternativas también, como decía Walter Benjamin, se pierde ese “aura”: la autenticidad de cada salida a escena. Precisamente, el “aquí” y “ahora” que responde a lo irrepetible. Los amigos y colegas, en el final de esta nota, responden y se preguntan sobre los cambios que la pandemia marcar para este arte que no sabe de repeticiones. Porque no es cine, no es canción, no es un libro: es teatro.

-Los dos son dramaturgos, los dos son actores y los dos son amigos. Ahí voy, ¿se conocieron en el ámbito del teatro o por fuera de él?

Zoilo: -Yo no sé si es que Roberto me conocía, pero yo a él no. Lo conocí en Tandil, en el 2008, antes de ir a un recital del Indio Solari, por Nacho, un amigo que tenemos en común en nuestro grupo llamado Güemes, que se gestó cuando armamos un equipo de fútbol para competir en torneos amateur en CABA. Nacho siempre me decía, ‘tenés que conocer a mi amigo el cordobés que estudia con Julio Chavez’.

Roberto: -Yo tampoco lo conocía del teatro y Nacho también me hablaba de él. Pegamos buena onda en ese viaje a Tandil para ver al Indio y ahí charlamos. Después fuimos a Junín a ver al mismo artista y de entrada nos pusimos a conversar. Coincidíamos en todos los gustos sobre cuestiones del teatro.

-Ustedes trabajaron juntos en el teatro en varias obras, ¿cuáles fueron los roles que adoptaron?

Zoilo: -La primera vez, que para mí fue la más interesante en relación al proceso de trabajo, fue en Amor Cliché. Ahí laburé como productor y Roberto la escribió y dirigió. Luego hicimos dos en el Microteatro de CABA.

Roberto: -Exactamente así. Amor Cliché fue mi primera obra, porque yo empecé muy tarde en el teatro, y fue fundamental tener al lado a alguien que conociera el circuito como Zoilo, que ya era actor y productor, y me ayudó mucho para todas las cuestiones indispensables para poner una obra en escena. Asustaba ese paso previo y Zoilo estaba ahí. Luego, como él decía, también fue asistente de dirección en La Cosa Más Bella. Después hicimos Ojos que no ven, que fue presentada el año pasado en Microteatro, donde me hice cargo de la dirección.

Lo novedoso

-¿Qué es lo que propone el Microteatro?

Zoilo: -Se trata de un formato nuevo. El teatro en Argentina y básicamente en Buenos Aires, tiene tres formas de producción: el teatro oficial, que es el que produce el Estado; el teatro comercial que es el que va de la mano de los empresarios que ponen un capital; y el teatro independiente, en el cual se trabaja desde la autogestión, aunque la independencia es relativa porque muchas veces depende de los fondos públicos. Microteatro es una nueva propuesta, tanto en su estructura como la forma financiera, pero por sobre todo por cómo se exhibe. Podría estar encasillado en el teatro independiente por la manera en la que se redistribuye el dinero entre los participantes, pero lo interesante es que su modalidad es de seis salas. En una entran 15 o 20 personas y se dan obras en simultaneo a lo largo de unas cuatro o cinco horas. Hay obras que se repiten hasta cinco veces durante el mismo día. Para la lógica del teatro independiente es donde se gana más plata dentro del marco cooperativo. Tiene una buena rentabilidad para el grupo que hace la obra.

-En el Microteatro, más allá de que el formato es novedoso, ¿ven algún resabio de lo que fue el Parakultural en la vuelta a la democracia?

Roberto: -Es muy reciente y novedoso. No tiene mucho que ver con aquel teatro que se hacía cuando se salió de la dictadura, porque el origen de esto es un prostíbulo en Madrid. Así surgió. Un espacio chiquito en el que un día comenzaron a hacerse obras con este sistema que luego se replicó en diferentes lugares del mundo, incluyendo Buenos Aires, ya con un enfoque más comercial y no tan precario. Inclusive ahora mismo, en Madrid dejó de tener esa mirada precaria de lugar chiquito y pasó a montarse como lugar comercial en el que las personas puedan comer y tomar algo. Se trata de un lugar que consigue un público propio, ¿qué quiere decir esto? A las personas que hacemos teatro independiente siempre nos cuesta todo y terminamos pidiéndole a conocidos y amigos que nos den una mano, pero en Microteatro la cosa cambia porque ya hay un público que consume ese tipo de obras. Ahí los artistas podemos ganar unos pesos más que en el ámbito independiente. Pero, volviendo, se trata de un formato novedoso con unos tres o cuatro años en nuestro país y unos años más en el resto del mundo.

Del interior a CABA

-Los dos viven hace muchos años en Buenos Aires donde, dicen, “atiende Dios”. ¿Cómo llegan a Capital Federal y al teatro?

Zoilo: -Yo soy de Chillar, provincia de Buenos Aires. A los 18 terminé el colegio y me fui a estudiar a Tandil. Ahí terminé una licenciatura en relaciones internacionales, pero el teatro ya me gustaba. Cuando estaba en segundo año de la carrera me anoté en un taller teatral y descubrí que habitar ese espacio se había vuelto cada vez más importante. De a poco se iba convirtiendo en un universo que me encantaba, por lo libre y lo lúdico que se podía ser en ese espacio. Hice varios años ese taller hasta venirme a Capital. Más allá de conseguir otro tipo de trabajo, la idea era poder seguir formándome como actor. Y lo seguí haciendo.  Seguí entrenando, ensayando. Acá me curtí mucho con Roxana Randón y después pasé por muchos docentes más. El último fue Lisandro Rodríguez. A cada docente le agradezco, pero no pienso en ponerle moño a eso, porque uno siempre quiere seguir formándose. Por lo menos pude empezar a trabajar como actor. Y, en paralelo, medio a los tumbos, comencé a hacerme cargo de la producción. Me gusta estar en la cocina del teatro: pensando cómo conseguir los fondos y cómo administrarlos. Es un trabajo bastante intenso, pero lo amo. Ahora estoy haciendo la tesis para terminar un posgrado en gestión cultural. Aprovecho la cuarentena para eso. Por suerte hoy se me abrieron muchas puertas como productor, cosa que agradezco, aunque también trato de equilibrar para que este laburo no me coma el de actor, porque es lo que yo disfruto por sobre todas las cosas. Primero actor y luego productor.

Roberto: -Bueno, yo soy de Río Cuarto, Córdoba. Me vine hace muchos años a Buenos Aires para estudiar periodismo deportivo. Me recibí e hice algunas cosas en ese ámbito. En Río Cuarto nunca había hecho teatro, nada. Yo empecé a hacer teatro hace diez años, aunque reconozco que desde chico tenía la intención de estudiar teatro en algún momento. Lo fui postergando, no sé bien por qué, hasta que hace diez años comencé a estudiar con Julio Chávez. Ahí estuve cinco años, con tres años con él como profesor. Desde el primer día, como dice Zoilo, me sentí muy a gusto. Yo esperaba que llegaran los lunes para encontrarme en ese espacio. En ese momento notaba que tenía facilidad y me estimulaba con eso, y bueno, me enamoré del teatro desde que empecé. Luego terminé e hice varios cursos de dramaturgia, actué en algunas obras y, transitando uno de estos cursos se me dio por escribir y nació mi ópera prima, Amor Cliché, que también dirigí. Luego escribí algunas obras más, pero, básicamente ese es mi camino en el teatro.

El teatro en todo el país

– ¿Creen que el teatro solo funciona comercialmente en Bs As? ¿Qué pasa en los pueblos? Porque Chivilcoy, por ejemplo, es la capital bonaerense del teatro ¿El teatro es realmente federal? Porque a veces da la impresión de que el “buen teatro” solo funciona en CABA.

Roberto: -Zoilo te puede comentar más en detalle porque ha recorrido el país y ha ido a muchos festivales, pero yo creo que no es que funciona solamente en Buenos Aires. Acá se puede ganar más dinero y se puede tener más resonancia, pero creo que en cada pueblo del país el teatro está vivo. Y no es necesario que tenga una repercusión nacional. Seguramente Zoilo conoce casos en donde funciona muy bien. Inclusive con obras de gran nivel como las que se hacen en Capital Federal.

Zoilo: Yo siento que hay algo injusto en relación a lo que pasa en los pueblos con el teatro. Está claro que lo que pasa en Buenos Aires no pasa en ningún otro lugar en cuanto a cantidad de actores y actrices, salas de teatro independiente, salas de teatro comercial, propuestas al aire libre, obras de clown, de improvisación, teatro clásico, festivales de todo tipo. Cuando viene alguien de Londres o de San Pablo o de Madrid te dicen que no pueden creer la diversidad y cantidad de teatro que hay en esta ciudad. Por eso a veces se cree que en el interior no hay teatro. Pero yo, que vengo de Tandil, esperaba los sábados o domingos para ver alguna obra independiente en el Teatro La Fábrica. Me iba sólo y daba con unas obras increíbles. Lo mismo pasa si vas a La Plata, Mendoza, Bahía Blanca, Rosario. Rosario es un semillero enorme. He ido al festival de Rafaela, en el medio de Santa Fe, y está re bueno. Es verdad que en Buenos Aires hay mucha más diversidad de propuestas y es más cosmopolita, pero hay mucho teatro en el interior. Hay lugares muy chicos a los que es difícil tener acceso, pero hay.

En la pandemia

-En estos 4 meses de cuarentena, ¿cómo hacen para arreglárselas con este arte que tiene que ver con la proximidad de los cuerpos, tanto en escena como en el público? ¿Qué están haciendo?

Roberto: Hay teatro online, pero me cuesta consumirlo. Vi alguna obra. Vi obras poco convencionales. Vi El hombre sin Sombra, un musical que se da en el Cervantes, para público infantil, que es maravillosa. Pero me cuesta mucho ver el teatro independiente o comercial online.

-Claro, el teatro necesita de ese aquí y ahora y no entra en el término de industria cultural acuñado por los teóricos de Frankfurt. Sin eso, ¿no es teatro? ¿Cómo se puede pensar el teatro para que no se junten los cuerpos?

Roberto: -A mí me cuesta mucho el teatro online, pero está muy bien para personas que necesitan del algún ingreso. Lo comprendo perfectamente. Inclusive he colaborado en un par de obras. También es una manera para que algunos artistas sean vistos en todo el país. Obviamente que no es lo mismo, porque como vos bien decías, si hay algo que intrínsecamente tiene el teatro es el cuerpo y el vivo, pero no deja de ser algo bueno para que muchas personas de todo el país se acerquen a diferentes expresiones del teatro. Por otra parte, no se cómo puede ser el teatro ahora sin ese cuerpo presente.

Zoilo: -Nosotros, artistas de teatro pensamos que la obra se constituye cuando uno está en el mismo espacio. No solo durante la función, sino en el durante: encuentros, ensayos, armado de escenografías, vestuario, en el momento de dar sala, con la persona que pasa con el caramelo. Hay todo un ecosistema propio. Y eso se pierde, es difícil recuperarlo de manera online. También traté de ver algunas obras. Hace poco vi La Tortuga, una obra de Marcelo Allasino que es para streaming, donde la actriz pone una cámara. Me pareció interesante como experiencia. De todos modos, es muy difícil competir con las series que desde lo visual están muy bien hechas. El teatro no entra en la categoría de Industria Cultural porque no puede ser reproducido. No es como una canción que se pasa varias veces o un libro que puede ser fotocopiado. El teatro es una sola vez. Es irrepetible. Lo mismo pasa con la danza y la música en vivo. Más allá de eso, me resulta muy difícil pensar el teatro en este contexto. Siento que estamos ante una gran pausa y que si el teatro vuelve se va a convertir en otra cosa. Yo trabajo mucho con Francisco Lumerman, que es un director y dramaturgo a quien quiero mucho, que ahora está dirigiendo Muerde. Me llamó para sumarme a ese proyecto que se va estrenar vía streaming, con Alfonso, un actor que estará actuando desde su casa en Lima, Perú. Vamos a hacer difusión en Perú y demás lugares para estar saliendo los viernes a la noche. Es una experiencia nueva. Solo sé que la obra es hermosa, que me encanta. También es un experimento. No hay que tener miedo a probar y a fracasar, como dice siempre mi amigo Ariel, que es peluquero. Creo que es un campo muy nuevo y que estamos todas y todos probando y viendo qué pasa en el hacer. Fue todo muy de golpe. Pensábamos que a esta altura ya íbamos a estar de vuelta en las salas.

-¿Todo teatro es político?

Zoilo: -Todo teatro es político. Incluso aquel que no lo asume.

Roberto: -Sí, como dice Zoilo, todo teatro es político. Todo hecho artístico es político en sí mismo. Y creo que el teatro lo es más que otras artes. Me gusta ver el teatro político cuando trata temas políticos en sí mismo, más allá de que todo teatro es político, como decíamos.

Zoilo: -Recuerdo una obra polaca que vi en el FIBA en el 2013, que contaba un poco la historia contemporánea del país a través de una banda que tocaba temas punk. Un resumen desde los campesinos hasta el polaco moderno, con una visión muy europea del este. Todavía me acuerdo la canción que cantaba la chica, una voz increíble. Yo no sé hasta dónde es político, pero lo que si sé es que esa obra estaba cargada de política desde el primer al último minuto. Fue increíble. Luego trabajé en una obra que se hizo en Andamio 90, una versión de Ricardo III en la que había trece actores y actrices y todxs en algún momento eran Ricardo. Era una obra muy política, en la que se hablaba mucho de poder. El otro día pensaba “cómo me gustaría ser Ricardo”, porque es un personaje tremendo, inescrupuloso. Es Shakespeare poniéndonos frente a los organismos de poder que operan a diario.

Roberto: Una cosa que puede servir para la persona que lee esta nota, es que en el Teatro Cervantes, en su canal de Youtube, está ofreciendo desde que comenzó la pandemia una serie de charlas gratuitas con directores, actores, escenógrafos, productores. Gente muy experimentada. Las charlas son muy piolas para profundizar sobre el tema y la calidad de sonido e imagen es genial.

Amistad

-La última: alguien me dijo que están escribiendo juntos una obra llamada: Güemes. ¿Es así?

Zoilo: Conversamos un poco para hacer algo entre los dos. Rober escribió algo, pero no lo continuamos. Si hay como un deseo, pero nunca se habló en concreto de que Güemes tenga que ver con eso.

Roberto: De todas maneras, el Güemes es un grupo de amigos muy grande y siempre en las obras hay algo de ahí. Porque estamos impregnado de lo que nos decimos como amigos y yo he sacado muchas cosas de ese lugar para la escritura. No hay por ahora la idea de hacer una obra específica del Güemes, pero…

Zoilo: Es el humor que nos gusta y compartimos con amigos. El Güemes ayuda mucho a escribir.