Hospedar una genealogía femenina

 

Por Alejandro Méndez

El poeta y docente Alejandro Méndez leyó Brilla, sombra, el más reciente poemario de María Ragonese (publicado por Índigo Editoras), donde la representación verbal expande sus límites para albergar la transformación. Según explica, en el oxímoron del título se encuentra la clave poética del libro, porque «no hay abono más fértil que la materia en descomposición, nada posibilita más el brillo que la sombra pródiga vuelta poesía». 

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La escritura de María Ragonese, parafraseando a Adélia Prado, nos permite encontrar granos de salvación, no escondidos, pero sí desperdigados en la orografía de sus poemas. Devenimos en el mismo acto escaladores, lectores, entusiastas zahoríes sin entrenamiento.

No es necesario cavar profundo ni proveerse de sofisticados aparatos teóricos. Cada verso se abre ritualmente en un diálogo interespecies sin jerarquía alguna.

Una comunidad que hospeda una genealogía femenina, hija de la tierra y de la violencia; consciente de su linaje animal y vegetal. Las cosas, los sueños, quien habla en el poema y lo imaginado están en un pie de igualdad. Todos comparten el estatuto de lo viviente, de lo real.

Veneno para hormigas, valeriana para las sombras, el ruido del mar, lobos amansados, agujas de pino en frascos de cristal, los huesos de mamá, una muñeca negra. Cada cosa esplende, cura o espanta como continuación del poema por otros medios.

La representación verbal expande sus límites para albergar la transformación. Máxima aspiración de la escritura poética que no se contenta con trucos y refucilos retóricos.

En el oxímoron del título: Brilla, sombra está la clave. No hay abono más fértil que la materia en descomposición, nada posibilita más el brillo que la sombra pródiga vuelta poesía.

Funciona como el amor cortés de los trovadores provenzales, en el que la propia mesura les impedía pronunciar el nombre de la amada; por eso lo sustituían por un seudónimo poético o senhal. Una suerte de amuleto.

En el libro de Ragonese la senhal no está para describirnos o contarnos o explicarnos las cosas, sino que está ahí para situarnos entre las cosas (pura presencia), tal como Meschonnic pensaba a la poesía.

¿En qué es el poema radicalmente diferente del relato, de la descripción? Estos nombran. Estos permanecen en el signo. Y el poema no es signo.

Es decir que la senhal que invoca este bello libro no está para deslumbrarnos, sino para reconocernos, como en el pelo blanquísimo del padre, ese pelo que no brilla como la nieve.

 

Seis poemas del libro:

1.

El aroma crece durante la noche

en verano me despierto para cumplir

con mis rituales, sentada

en el borde de la pileta

sumerjo los pies y pruebo la temperatura,

verde en los ojos

reflejos en el agua deben ser

dios.

 

Elijo flores tiernas y aromadas, me las como

tienen un vestigio

algo oscuro.

 

No pregunto.

 

Cómo podría dañarme algo que huele

tan dulce,

tan dulce que hasta el aire se perfora.

 

2.

Dicen que el canto de los benteveos

trae anuncios o presagios

pero el que vimos

después de pasar al lado de un zorro

muerto en la ruta

no dijo nada

parado en la copa de un árbol

pechito amarillo

bicho lindo contra el cielo

~

Los pájaros se dedican

al vuelo

a contemplar

también arman nidos

de mecanismos perfectos

con ramitas y barro

preparan el suelo el aire

para los cortejos del amor

y el cuidado de sus pichones.

~

Para quienes no son pájaros

las cosas de los pájaros

no siempre significan tanto.

 

3.

Hombres y mujeres

amansaron lobos

hasta convertirlos en sus perros.

Les acariciaron el lomo, durmieron

con ojos cerrados, juntos

en las cuevas.

 

Mi mamá intentó domesticar

al hombre que tenía al lado

para dormir en una casa que eligió

pero nunca quiso.

 

4.

Después los hombres asustaron a los lobos

que olían a perros

a gatos

y a besos inofensivos.

 

 

5.

Mientras se enderezaba en la camilla

mi papá dijo yo no me puedo morir

y pronunció su nombre.

 

Su pelo era muy blanco

y no brillaba como la nieve.

 

6.

En la naturaleza

todo es transformación.

Para nosotras hay muerte

dentro de una bolsa

sin oxígeno

en el campo.

 

Lugares con plantas aún nativas

zarza sin descanso.

 

Cuando vi a mi amiga muerta

el sol puso en mi boca

una joya de dolor.

 

 

 

María Ragonese (Buenos Aires, 1985). Es editora, cofundadora de Agua viva y coordina talleres de escritura. Autora de Brilla, sombra (Índigo Editoras, 2021), también forma parte de las antologías Flotar y Jardín (Camalote, 2020 y 2021), y Diarios de encierro (Índigo Editoras, 2020). Estudió Artes en la Universidad de Buenos Aires y se formó en talleres de escritura, fotografía y artes plásticas.