Hoy el realismo está intervenido por fuerzas extrañas

Revista Sonámbula y Proyecto Synco continúan con este ciclo de entrevistas en las que se abordará el problema del realismo. ¿Qué mejor momento que esta irrealidad global para volver a un tópico tan recorrido de la discusión literaria y política? La idea será trabajar con un cuestionario más o menos fijo que permita a distintxs autorxs elaborar reflexiones sobre los mismos ejes. En esta segunda entrevista del ciclo nos conectamos con Claudia Aboaf y Félix Bruzzone para conversar sobre realismo, fantástico, monstruos, ciencia, generaciones y belleza.

.

Sonámbula / Synco: ¿Cómo pensarían la posición de sus trabajos o sus poéticas en relación con el realismo? Y dentro de esa misma pregunta: ¿Qué creen que puede aportar el realismo hoy a la literatura?

Félix: Creo que hay un recorrido como hereditario de cierto realismo en la literatura, que viene más bien del cine o de autores que están muy ligados al cine, como Martín Rejtman… Bueno, aunque Martín Rejtman no es necesariamente realista. Pero que vienen como de esa zona, de una especie de neorealismo, de nuevo cine argentino de los 90, que a mí en ese momento me interesaba mucho porque era como un idioma generacional que hacía falta para contar esa realidad bastante nueva. Y el realismo en esas circunstancias ayuda a conformar algo. Después discutiremos si realismo es también la cosa más referencial o casi puramente referencial. De ahí me parece que agarré bastante, más que nada en los primeros cuentos. Después, como todo en la vida, uno se va aburriendo. De todos modos, me parece que siempre tuve un germen no realista. Siempre hay un germen no realista en cualquier texto, en cualquier obra literaria que se precie de tal. Siempre está el germen de la destrucción de lo que uno está como copiando. Y como había algo que rompía con esas premisas de la referencialidad, empecé a profundizar en otras cosas que no estaban tan visibles en la realidad sino en el inconsciente o en lugares más opacos.

Claudia: Así como estás, Félix, refiriéndote un poco a tu realidad, a tu generación y a tu momento, al realismo contemporáneo que te influyó en tus primeros cuentos, tengo que decir que, si bien los ideales de los 60 y 70 le llegaron un poco más tardíamente a mi generación, tenía cantidad de amigos que me llevaban diez años, con los que interactuaba y me influyeron mucho. Entonces había como dos corrientes que se juntaban fuertemente en mi vida. Y ambas tenían que ver con lo colectivo y no con lo autoreferencial. Tanto la idea que yo tenía de irnos a vivir al campo (cosa que hice), a crear comunidades (cosa que intentamos) o hacer un mundo de cultivos orgánico (en todo fracasamos, hay que decirlo) como la de la lucha política, cuestión que en ese momento dividió las aguas, porque estábamos los hippies y los que ya pasaron de la lucha armada. Yo quedé del lado de la ilusión comunitaria, pero en ambas opciones estaba la idea de lo colectivo. Entonces desde que arranco con la literatura pienso siempre que el realismo me aporta fronteras de un imaginario donde todo sucede a un nivel más global, más ecotopías o distopías biopolíticas. Y de alguna manera se fue mezclando esa realidad contemporánea, pensando siempre en esos mundos posibles y en esos fracasos que tuvimos como generación. Y de ahí salí disparada hacia la astrología, o sea que empecé a meterle a la metafísica y a todo un campo semántico que tenía que ver con los astros. Esa conjunción de alguna manera fue creando mi trabajo.

Synco/ Sonámbula: Bien, se va la segunda. Igual Claudia ya estuvo anticipando cuestiones que vienen más adelante. De los imaginarios y poéticas que se están produciendo en la actualidad, ¿cuáles son las que les resultan más interesantes, cuáles no y por qué les parecen algunas poéticas más atractivas que otras?

Félix: Bueno, seguimos el mismo orden si te parece, Claudia. 

Claudia: Dale, mantengamos el orden.

Félix: Excelente, una comunidad ordenada siempre funciona mejor, si no preguntémosle a los alemanes, a quienes les está yendo muy bien en medio de la pandemia. A mí me interesa todo, aunque la verdad es que no tengo tanto conocimiento de lo que se está produciendo, que es bastante inabarcable, ¿no? Pero, volviendo un poco a los orígenes, había algo que sí me molestaba mucho en su momento, y me sigue molestando, una suerte de resistencia a la academia, a toda esa cosa críptica. Todas las estéticas que se vuelven poco legibles o crípticas nunca me terminaban de enganchar. Cuando leí El grado cero de la escritura dije: “Ah, ¿para qué voy a seguir estudiando si es esto lo que quiero en mi vida como lector, como escritor, como todo?” Esa ilusión después me empujó mucho. Así que si bien lo críptico y lo oscuro me interesa, me cuesta mucho más leerlo, sentarme a atravesarlo. Hace un tiempo escuchaba a Tamara Kamenszain en una mesa sobre las vanguardias en un festival de literatura en Tucumán (obviamente lo que voy a decir esté muy lejos de lo que dijo ella, pero más o menos esta es la idea que me quedó) que tiraba una de esas bombas que suele tirar preguntándose por qué no pensar que -habida cuenta de que ya no existen más las vanguardias, que quedaron más en una zona de las vanguardias históricas- ya fue, que para qué vamos seguir haciendo literatura. Por qué no pensar en esa ilusión de transparencia y creérnosla y listo. Obviamente va a aparecer retórica y literatura ahí y otras artes pero porqué no dejar de pensar tanto en eso, desprendernos de esas cosas y ser un poco más inconsciente. Me parece que es saludable pensarlo así. Y creo que como lector agradece bastante cuando las páginas pasan y ni se da cuenta de que las leyó. 

Claudia: Suscribo a lo que dice Félix, me parece que la lectura o la escritura es mejor lejos del autocontrol que sugería Flaubert (lo de meterse en el mar pero solo hasta el ombligo para poder tener un control de lo que se escribe y nunca perderlo). Me parece que esas son cosas que, por supuesto, ahora no importan. Y está bien que sea así. De todos modos, puede ser que en este tiempo me haya aumentado el interés por algunas de esas cuestiones, que básicamente tienen todo que ver con Caja negra. Editorial Caja Negra tiene un montón de propuestas de filósofos, escritores y pensadores que para mí son siempre interesantes. Pero claro que son tiempos distintos de lectura en relación a los de una ficción, una no siempre tiene la cabeza para estar leyendo ensayos. Pero igual se cruza, porque hay mucho ensayista y mucho filósofo que usan los recursos de la literatura y son muy llevaderos. Y también en este tiempo, en realidad desde 2018, donde la poesía también vino muy a la vanguardia, si es que existe alguna vanguardia…Olvidemos esa palabra, pero digamos que el feminismo y la poesía se potenciaron de una manera en que la declamación de las pibas poetas reventó los escenarios. Y creo que esta vuelta poética, junto con el ensayo y Caja Negra, está todo latiendo a la vez en algo que es más que interesante.

Synco/Sonámbula: Sí, la verdad es que están muy bien las cosas que viene editando Caja Negra últimamente porque empujan el discurso y el sentido. Pero volvemos, porque parece estás súper anticipatoria con las preguntas. En esta tercera nos ponemos más serixs con el tema del discurso positivista. Sabiendo que hay una relación entre el imaginario realista y el discurso positivista de la ciencia, les preguntamos cómo piensan ustedes la relación entre literatura y ciencia o, llegado el caso, con los saberes marginales como la astrología o el espiritismo. 

Félix: Creo que en este caso te toca a vos empezar, porque sos la especialista en “saberes marginales”.

Claudia: OK, me asumo como marginal. En realidad tengo que decir, porque no se puede decir una cosa sin la otra, que esa es la características de estos tiempos. Porque si inclinás la cosa hacia un lado, tenés el realismo de los nuevos gurúes que son los médicos (lo que sería el realismo absoluto, la ciencia positiva que nos va a salvar con alguna vacuna) y por otro lado están las teorías conspirativas, absolutamente delirantes. Y también están los saberes marginales como la meditación o la astrología, con toda la información que aporta. Por un lado está el discurso del médico acerca de que cuando aparezca la vacuna nos vamos a salvar, y esto es palabra santa y absoluta de la ciencia y el positivismo, y por otro quienes plantean que si meditamos todos juntos nos vamos a salvar o explican que “los tránsitos de Saturno-Plutón tuvieron esta misma conjunción en 1914, la Guerra, en el 47”. Entonces cómo podemos pensar el límite, la vida, la muerte y el cambio del orden mundial. Y sí, yo creo que ahí hay un saber marginal que opera, pero que está junto, interactuando todo el tiempo con el otro saber. A veces se arman disputas y en algunos casos parece que las ciencias marginales tuvieran más que aportar que los médicos. Ahora, en cuanto a mi trabajo particular, tengo que decir que uso muchísimo el campo semántico de la ciencia y el saber de la ciencia. Porque cuando se escriben distopías -y en particular ecotopías- se recurre muchísimo al saber científico. Si yo voy a hablar de los sedimentos en el agua tengo que investigar cuáles son esos sedimentos. Para dar una cierta veracidad al delirio que después vas a montar sobre eso, recurrís a la ciencia. Y ahora tenemos todo un nuevo campo semántico realista que estamos incorporando todxs (coronavirus, pandemia, etc.) que veremos cómo impacta.

Félix: Bueno, me parece que se podría decir a groso modo que los saberes marginales o paracientíficos, no sé cómo llamarlos, vienen más a romper con el realismo de la ciencia positivista más dura con otras metodologías y con otra ideología. Voy a tirar una hipótesis medio aventurera que se me acaba de ocurrir: Me parece que el discurso científico, positivista, que puede haber sobrevivido hasta el día de hoy en literatura se traduce no ya en realismo sino más en algunos géneros. Pienso en este tipo de novelas en las que se destruye el mundo, best sellers o ciencia ficción. Creo que la ciencia empezó a aportarle más a los géneros que a lo que fue quedando de la literatura más realista, más referencial. Creo incluso que la literatura realista o autorreferencial se fue apropiando de estos otros saberes que nos rodean más cotidianamente. Porque es verdad que el discurso científico quedó en una esfera medio difícil e inaccesible para muchísima gente. Creo que hay movimientos que desde el realismo y la ciencia positiva rompen con otro tipo de saberes, pero luego esos saberes vuelven a entrar en la literatura para conformar un  nuevo realismo donde la ciencia queda más relegada de lo literario y se reelabora como más codificada, incluso. Creo que la ciencia quedó mucho más codificada, mucho más esperable, mucho más mensurable, y entonces perdió efecto literario. Por eso quedó más en los géneros. Entonces para la literatura realista queda todo lo demás, una zona que todavía es de exploración, no tan cuantificable, no tan medible. No sé, me resultaría insoportable una novela sobre el coronavirus.

Synco/Sonámbula: En cualquier momento sale.

Félix: En términos médicos, científicos, con Pedro Cahn como héroe… No sé, me parecería tremendo. Pero sí podría ser con otro tipo de sujeto que esté en el margen de todo eso, un tipo que está en la cárcel de Devoto tratando de salir o escondiéndose para que no le agarre el coronavirus, recurriendo a otros saberes para sobrevivir. Hoy en la literatura me imagino más potentes ese tipo de cruces que el cruce con la ciencia. Pero es verdad que para ciertos géneros está buenísimo, como decía Claudia, para darle un basamento de veracidad a determinados delirios. Es para “usarla”.

Claudia: Hay otro realismo más intimista que vamos a ver, y mucho, que pasa por los diarios de la pandemia.

Félix: Los vas a ver vos, porque yo voy a tratar de quedarme sin leer nada de todo eso.

Claudia: Yo los voy a ver de lejos.

Synco/Sonámbula: Pero eso, Félix, ¿no tiene que ver un poco con lo que al inicio definías como algo que tiene que ver con las “escrituras del yo” o te malinterpreté? 

Félix: No, creo que se me malinterpretó. Yo cuando decía de la cuestión referencial no era una cuestión autoreferencial, sino la cuestión referencial en relación con lo que sucede, con la realidad social y política, no solo individual. También lo individual, ya sabemos por qué, porque cada sujeto tiene su historia, sus intervenciones en la vida social y política. A esa medida me refería.

Synco/Sonámbula: Bueno, un poco esto engancha con la pregunta cuatro, que de alguna manera Claudia anticipó. En los 60 o los 70 el debate sobre el realismo era uno que hoy tenemos que pensar en otro horizonte. ¿Qué diferencias les parece que hay entre pensar la literatura realista desde los debates de esas generaciones y el hacerlo en las generaciones a las que pertenecerían ustedes o, al menos, desde este siglo en el que están escribiendo?

Claudia: Hay un caso que me parece interesante, que es el de Doris Leasing. Ella en los 60 escribe El cuaderno dorado y gana el Premio Nobel. Ahí vos veías que sus preocupaciones tenían que ver con la izquierda marxista, con los intelectuales… Cuestiones absolutamente de la época. Básicamente escribía ensayo. Pero de repente hacia los 80 ella sale con un libro que se llama El hijo quinto, que me encanta, en el que hacia el final ves que algo se quiebra en esa escritura porque de pronto sugiere que ese quinto hijo podría ser de otro planeta, que es tan raro que tal vez podría haber otros como él en otro lugar. Y a partir de ahí empieza a escribir ciencia ficción. No muy buena, es cierto. Cronopus en Argos es de los 80, por ejemplo. Y después no para con la ciencia ficción. Entonces, ¿qué es lo que se quiebra ahí respecto de la problemática de los 60 o 70 en alguien como Doris Leasing para que empiece a pensar la ciencia ficción en los 80? Me encantaría tener este debate con ella, pero yo me la imagino empujando los límites con sus preguntas y su exploración hacia un punto donde en el que ya la literatura realista y los ensayos no le alcanzan. Y tiene que pasar una supuesta frontera de género hacia la ciencia ficción para seguir explorando.

Félix: No podría ser muy claro o específico en cuanto a los debates sobre el realismo en los distintos momentos históricos, pero me parece que hubo una especie de vuelta al realismo. En nuestra literatura hay un caso paradigmático en cuanto a este debate que es el de Rodolfo Walsh. Él solito en su propia obra traza ese arco, desde los cuentos policiales de cuarto cerrado y problemas de ajedrez al trabajo más periodístico de cronista y después ya más directamente al trabajo de inteligencia y militancia en organizaciones armadas. Me parece que ahí hay algo que muestra de qué manera se produjo ese cambio brutal de las vanguardias hacia un realismo más duro, que cuenta hechos de lo real, que ni siquiera los inventa sino que los cuenta. Y después no sé qué pasó. Después se murieron, a Walsh lo mataron. Después vino la derrota.

Synco/Sonámbula: En tu literatura vos traés la realidad, la autoreferecialidad… ¿pero la literatura debe hablar de la realidad, debe mostrar la realidad? ¿Cómo te sentís vos en cuanto a ese cuestionamiento?

Félix: Lo que entiendo es que después de esto, la literatura se sustrajo paulatinamente, convirtiéndose en distintas cosas, algunas bastante cercanas a lo real (como en el caso de la literatura testimonial) y otras cada vez más corridas de allí, hasta llegar al paroxismo de la hiperficción en los 90. Y después hubo como una vuelta. Los que venimos un poquito después de eso de alguna manera nos encontramos queriendo decir que todo eso era falso, que la literatura podía ser referencial y podía mostrar, que no necesitaba sustraerse a eso. Y fue lo que hicimos. Son como ciclos. Es como lo que le pasa a Doris Leasing, de quien hablaba recién Claudia, que se vuelve una escritora de ciencia ficción. A mí me encantaría escribir ciencia ficción. De hecho, tengo cosas de ciencia ficción.

Claudia: ¡Las chanchas, Félix! Yo te veo como Doris Leasing. Para mí sos Doris Félix. Porque vos también es como que tomás una realidad de la época que viviste y una cuestión política y personal y de pronto te vas al carajo. Quiero decir, saltás y casi que el lector tiene que preguntarse dónde estaba porque vos corrés ese límite y te vas a un mundo delirante y simbólico que me resulta muy interesante.

Félix: De nuevo, no lo hago sólo yo sino que lo hace un montón de gente que intenta sostener ese equilibrio entre algo que tiene cosas de la vida real, intentando que la vida real esté en la literatura con una literatura muy pegada a determinadas situaciones históricas, emociones y demás, pero que en el mismo movimiento te permite correrte un poco o mucho. Me parece que los matices están en eso, en cuánto te corriste de ahí. Creo que hoy el realismo está todo el tiempo intervenido por otras fuerzas, fuerzas extrañas, que a veces se traducen en obras imposibles para otras épocas, como la obra de Mariana Enriquez, que claramente tiene un perfil realista pero que de golpe se convierte en algo de género en tres minutos sin que te des cuenta. Y eso pasó a ser literatura argentina, algo que en otro tiempo era impensable.

Claudia: Pensando en estos cruces de límites, siento que hay una dificultad para no ver las fronteras. Estamos muy formateados para que la frontera exista, aunque sea algo absolutamente abstracto e irreal. Siempre estamos buscando esas fronteras, como en un ejercicio de clasificación, como si fuesen ordenadores necesarios, cuando en la literatura creo que no lo son tanto. Bueno, ahora con la pandemia un poco se está viendo lo irreal de las fronteras. Pero estaba pensando en estas contaminaciones o contagios, para seguir con términos relacionados con el coronavirus, en Borges y Xul Solar. Pienso en ellos porque es algo que abordo desde la astrología también. Cuando Borges conoce a Xul él todavía se quería desprender de la gauchesca, vuelve al realismo como una cuestión costumbrista de la literatura, pero estaba todavía súper atado al barrio, a los cuchilleros, a las calles… No había atravesado esa frontera que después aparentemente atraviesa. Algo que sucede de la mano de Xul. No sé si saben quién era Alistair Crowley, un personaje que fue muy popular en Inglaterra, que incluso está representado en la tapa de uno de los discos de Los Beatles. Era el ocultista inglés más importante entre principios del 1900 hasta los años 60, lo llamaban “La Bestia”. Xul va y realiza una serie de visiones que le pide Crowley, quien luego declara que Xul era el mejor visionario que había conocido. O sea, era realmente un médium. Bueno, ¿cómo te explicás esa relación de 24 años entre Borges y Xul? ¿Cómo se contaminan uno al otro? Bueno, Tlön es Xul. Claramente Xul es ese planeta y el genio que está por detrás de todos los saberes de ese planeta, donde incluso utilizan un sistema duocedimal que él había implementado. Y Borges se vuelve famoso o adquiere un reconocimiento muy importante a partir de «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», en 1940, en un despegue impresionante. Igual Borges siempre decía que no alcanzaba el estado de éxtasis que veía en su amigo o en Swedenborg, a quienes admiraba, lo que era como una frustración para él. Sin embargo, eso lo estimulaba para ser el Borges que después tenemos en la literatura. Esto como ejemplo de bordes y fronteras, continuando con lo de Mariana Enriquez que decía Félix.

Synco/Sonámbula: Está bueno. Pensaba en esta idea de las transiciones entre lo fantástico y lo realista de las que están hablando y, trayendo lo que decía Félix de Walsh, también en Oesterheld, en quien también hay un desplazamiento de lo fantástico hacia una cuestión más política. Bueno, son contemporáneos. Partiendo de esto, y sin ánimos de pedirles una predicción oracular, les preguntamos: ¿Hasta dónde les parece que la literatura puede ayudar a pensar este contexto de irrealidad en el que vivimos con la pandemia y cuando ya pasamos más de un mes de encierro?

Félix: Primero me parece que habría que modificar un poco la pregunta porque el contexto no me parece irreal sino bastante real. A nosotros se nos cruzan todas las fantasías distópicas porque vimos películas y leímos libros que refieren a ese tipo de situaciones. Ahí, por ejemplo, hay una punta acerca de la forma en que la literatura colabora para transitar todo esto. Imaginando, básicamente. Me parece que la literatura es una zona sana de nuestra cultura. En general no veo que sea algo en sí negativo, aunque puede serlo. Pero a priori creería que no. Y en una situación como esta me parece que despertaría un montón de cosas, pero no ahora sino en el futuro. Me parece que ahora escribir sobre la cuarentena y todo eso… No sé. Lo que sí me preocupa es qué fantasías les pueden surgir a las zonas no sanas de nuestra civilización a partir de lo que está sucediendo. Eso pensaba ayer. Así como existen todas estas teorías conspirativas sobre quién implantó el virus en dónde y con qué objetivos, me parece que, suponiendo que todo eso sea falso y que el virus realmente haya salido de un pangolín, en el futuro, habida cuenta de lo que está sucediendo y de cómo están reaccionando los poderes fácticos, tranquilamente podrían pensarse cosas. Y ahora ya sabemos que frente a una situación X un gobierno puede cerrar las fronteras, por ejemplo. Y no hay ningún problema y nadie lo discute. Ya sabemos también que un gobierno en dos minutos te puede sacar un decreto para que los ancianos no salgan de sus casas. Se van probando muchas cosas. La pandemia puede ser un campo de pruebas que termine mal, no sé si hoy sino tal vez de acá a diez años. Un campo de pruebas que, por otro lado, ya se viene usando con otras problemáticas sociales, quizás no tanto acá sino en Europa o en China. Así que no sé, la literatura siempre va a tener un espacio interesante para pensar todo esto, para seguir imaginando, para permitirnos imaginar cosas que no son exactamente las que nos están pasando, permitiéndonos estar un poquito mejor.

Claudia: Me parece que la literatura siempre puede ampliar los límites de lo que se puede decir en otros ámbitos. La literatura tiene mayor libertad y la ejerce. Por eso también estoy de acuerdo con Félix en que es un aspecto sano de nuestra existencia, porque permite esa libertad. En cuanto a lo que se está viendo, estaba pensando en lo que se escribió después o durante otras catástrofes, cosas que tienen que ver también con control y las dominaciones políticas. Y creo que esto seguramente va a contaminar de alguna manera mi literatura. En algún momento, no ya, porque no escribo los diarios de la pandemia. Pero a diferencia de la Segunda Guerra o del Holocausto, donde parecían estar más claros los malos y los buenos, o de la Dictadura donde se pudo juzgar y pensar en los malos y los buenos, más allá de que haya algún imbécil que lo cuestione… Lo pongo a propósito en una forma muy simple y binaria, en términos de malos y buenos. Pero ahora, según me parece a mí que vengo trabajando con ideas desde la ecología, el tema es que no hay un bueno o malo acá, más allá de que se intente construir un pensamiento binario con esto de las teorías conspirativas y los médicos positivistas que nos van a traer la solución, me parece que el tema es cómo nos introducimos nosotros en esta pandemia. Es decir, si somos espectadores de un bien y un mal y lo padecemos o si pensamos que esta pandemia es producto de nuestro propio movimiento, de algo que venimos haciendo paso a paso desde el pasado hacia el futuro, básicamente desde una mirada ecológica, social y política. Porque podemos ver a Trump y Bolsonaro como los malos, pero en realidad son como unos fantoches que creo que van a quedar en el pasado. No sé qué daño puedan hacer, pero son como unos fantoches que ni siquiera alcanzan a ocupar el rol del mal. Así que acá me parece que lo más incómodo va a ser cómo nos situamos como parte de un problema, lo que después se reflejará o no en la literatura. Si me preguntás cómo esta situación puede interactuar en el futuro con mi trabajo, bueno, no lo sé, por supuesto. Aunque soy astróloga no tengo esa clase de oráculos. Seguramente el oráculo dice que tiene que cambiar el orden mundial, el oráculo plantea que se terminó y que se tiene que caer todo lo que no se sostenga por sí mismo. ¿Y por sí mismo qué es? Que nadie dictamine desde afuera. ¿Qué será ese sí mismo? Si ese sí mismo no se incluye en este problema me parece que estamos en el horno y mantenemos la misma discusión adentro/afuera que nos trajo hasta acá, como si nosotros no fuéramos parte del planeta, como si no fuéramos el resultado de lo que nos está pasando. Bueno, la literatura verá si puede ampliar lo que se puede decir de esto.

Synco/Sonámbula: Me encanta la idea de Félix de la literatura como zona sana. Y creo que de lo que vos decís, Claudia, se desprende que probablemente haya nuevas formas de pensar la utopía, ¿no? Y recuperando lo que planteabas sobre Caja Negra pienso que ahí tenemos autores como Mark Fisher, que podría entrar en este debate sobre cómo pensar todo esto.

Claudia: Creo que va a reverdecer la utopía, porque es una necesidad humana.

Synco/Sonámbula: Bueno, tomando algo que surgió espontáneamente en la entrevista anterior de este ciclo, quisiéramos que nos recomienden alguna película o libro para pasar esta cuarentena. 

Félix: No me entusiasma tanto lo de recomendar porque sé que en esta situación nadie puede leer o ver alguna película. Igual acabo de ver una que se llama Pabellón 4, muy recomendable, que está liberada como buena parte de las cosas que hay por ahí dando vueltas.

Claudia: Yo estoy justo ahora casi terminando un libro que me mandaron de Barba de Abejas, una distopía de Eric Schierloh (que también es el director de la editorial), que se llama El desierto, con un final que remonta hacia la utopía. Me gustó mucho. No sé si ya está circulando, pero si no salió, ya va a salir.