Humberto Bas: fundador de una mística paraguaya

 

Por Paz Solís Durigo

Paz Solís Durigo propone un análisis de la última nouvelle del escritor paraguayo Humberto Bas, Gil Wolf, editada en 2019, que «brilla por la erudición de su autor» mientras que, en un gesto borgiano, para escribir, reescribe, plagia e imagina fuentes, «profanando» la tradición literaria argentina en lugar de la paraguaya, entablando así una «discusión en torno a lo nacional».

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Como Borges en Argentina, Augusto Roa Bastos ocupa un lugar central para la literatura paraguaya. Pero, ¿qué sucede con ella una vez que Roa ya no está?, ¿cuál es su rol en este país que se desarrolla a través de procesos tan particulares a nivel lingüístico y literario? Hoy, ¿hay lugar para los escritores paraguayos allí?, ¿puede encontrarse un nuevo movimiento artístico?

Frente al fin del único modelo reconocido nacional e internacionalmente -el roabastiano-, en Paraguay la ficción se renueva y se constituye como tal. Aunque no tan conocidas a nivel continental, surgen algunas propuestas posibles que responden al problema de la Nación y la ficción (de la lengua, la cultura y la identidad). Desde la nouvelle Gil Wolf, editada en 2019 por AIK -su propia editorial radicada en el Sur de Argentina-, Humberto Bas nos trae novedad. Una respuesta a estas preguntas que derrocha erudición. Y, a su vez, una tan irónica que la hace única.

La nouvelle Gil Wolf (2019), de Humberto Bas, paraguayo residente en Argentina, nos permite adentrarnos en la línea vinculada a la exterritorialidad de los escritores paraguayos en busca de trascendencia. Una muy actual. Que brilla por la erudición de su autor. Que resalta por su ironía maestra para sortear estos asuntos.

Bas entabla una discusión en torno a lo nacional que genera un desplazamiento. Detrás de aquella puesta en primer plano (la profanación del archivo literario argentino), hay otra implícita. En un gesto provocador, el paraguayo que escribe desde acá, no puede discutir con una tradición aún en formación (la de su país). Saquea, entonces, la de aquel al que migra (la nuestra).

 

Contexto paraguayo actual

En 2011, la editorial argentina Santiago Arcos propone una nueva literatura paraguaya en Los chongos de Roa Bastos. Los escritores aquí reunidos discuten con su antecesor -Roa-. Al igual que él, experimentan con las lenguas propias de este país bilingüe -español y guaraní-. Pero, en una búsqueda de trascendencia explícitamente diferente a la de su figura.

Para armar esta red de nuevos escritores, la editorial incluye algunos que escriben desde Paraguay -Cristino Bogado, Javier Viveros- y otros que lo hacen desde migrancias o movimientos fronterizos asociados a este país -como Douglas Diegues y Damián Cabrera-. O, Montserrat Álvarez. No oriunda de Latinoamérica. De origen español, aunque residente en nuestro país vecino. Esta selección deja fuera escritores nacidos en nuestra tierra que se reivindican de esa nación. Mario Castells, hijo de paraguayos, se especializa en esta literatura con la que otros discuten.

Otras compilaciones latinoamericanas también tratan de dar cuenta de este problema. La Editorial Nacional de la República Dominicana en Paraguái ñe’ë (2017), o la editorial paraguaya Arandurã en Mar fantasma (2018), reúnen algunos cuentos contemporáneos. Incluyen escritores que viven (o vivían) en Paraguay -como Mónica Bustos o Raquel Saguier- pero también ejemplos que personifican la cultura del exilio paraguaya iniciada por Roa. Migran a nuestro país y proponen nuevas respuestas. Diferentes a la discusión explícita con su antecesor. Es el caso de Ever Román. O del escritor que nos convoca, Humberto Bas.

 

De la profanación de Roa a la profanación de Borges: Gil Wolf

Aunque, en primer plano, Gil Wolf profana nuestro archivo nacional, debemos buscar también las huellas de lo no dicho en el discurso. Los restos de la polémica detrás. El problema de la literatura paraguaya y sus escritores post Roa. Se trata de aquello que plantea Saer en El concepto de ficción (1997): en la ficción, lo esencial no puede ser dicho.

Desde una lúdica propia, Bas imita. Hace como si fuera argentino -aunque no-. Como si él también perteneciese a nuestra tradición literaria. Se coloca detrás: en nuestra línea nacional de toma de distancia o acercamiento en relación a nuestro padre literario. No Roa -como otros escritores paraguayos-. El movimiento es otro: Borges.

En un gesto borgiano, para escribir, reescribe. Plagia. Imagina fuentes.

Dobles: imita la imitación.

En uno fogwilliano, parodia. Propone anagramas. Trasviste personajes. Sexualiza.

Con la intervención de Gil Wolf en territorio argentino, este escritor introduce el concepto de “textos parásitos”: textos cerrados sobre el universo literario. No obstante, ésta es una apuesta paródica. En este contexto, no pueden separarse nunca del problema nacional.

En su gesto transgresor, Humberto imita. Realiza una reescritura de los 2000 de la previa ochentista de uno de los cuentos más famosos de Borges. Su apuesta plagia el modo de enunciación de Fogwill. Como él, recurre al anagrama[1].

Gil Wolf es anagrama de Fogwill, el argentino que escribe “Help a él” y que, al hacerlo, reescribe “El Aleph”. La reescritura aparece intervenida bajo este mismo recurso: “Help a él” figura como “Phela Le”. Y aporta así, un juego de sexualización significante en el que encontramos el tono fogwilliano. Que, a su vez, se duplica en el nombre -fellatio- y en su denominación -Wolf: lobo en inglés-.

 

La novela está narrada en primera persona del singular. Su narrador y protagonista es escritor y profesor de Gramática de una Universidad porteña. Recientemente viudo. Quien explicita que quiere parodiar la parodia de Fogwill a Borges. Y también recrear -imitar- el sexo a lo Fogwill, hacer como si fuera él. Para ello, se acuesta con Pía, una alumna que dice haberlo hecho previamente con este escritor.

En su diálogo con la obra borgiana, la novela recupera las figuras del doble y del aleph. Se estructura sobre una serie de duplicaciones que se llevan al infinito.

Si el narrador plantea que en “Phela Le”, que “los escenarios sufren una serie de revelado fotográfico, la angustia (de “El Aleph”) se vuelve alegría y así”, en un accionar lúdico, toma esa palabra y revela su procedimiento de reduplicación: “Haría la parodia de la parodia, que a su vez se podía parodiar; un proceso de hermético diálogo entre un texto con otro texto y otro texto que dejaría afuera a quienes fueran ajenos a cualquiera de esos textos”.

Así, se instala dentro de este círculo literario argentino: Borges-Fogwill-Bas.

Desde la misma técnica, la escritura equipara a las esposas fallecidas amadas por los protagonistas de las tres ficciones:

“Beatriz Viterbo de perfil, en colores; Beatriz con antifaz, en los carnavales de 1921, la primera comunión de Beatriz” (Borges, 1945)

“Vera en un campo vecino a la comunidad, saltando la tranquera sin permiso para buscar hongos entre la bosta de los toritos del plantel (…) Vera en el Morro (…) Vera en el living y su cabeza entre las piernas” (Fogwill, 1985)

“Una y otra vez la imagen de Adelina tendida en la cama; Adelina recién bañada; Adelina en salida de baño” (Bas, 2019).

 

El libro profana nuestro archivo literario nacional constantemente. Lo organiza y desorganiza una y otra vez. En otros momentos, toma a Borges, saca momentáneamente a Fogwill y coloca en su lugar a Macedonio. Crecen las duplicaciones. A esta línea, se suma su Elena. Y, en este gesto, hermana a Bas también con este nuevo escritor.

 

Volvamos a Fogwill. Como se dice más arriba, la imitación es doble: trabaja con su modelo de escritura y con su modelo sexual. Como en “Help a él”, es el sexo el que abre ese punto en donde confluyen todos los puntos -el aleph borgiano-. Y desde allí, se viaja en el tiempo y en el espacio. Vinculado a esto, se inauguran otras tradiciones para entroncar a la ficción en las que el escritor y el protagonista quieren estar: ya no argentina, sino cubana. Gil Wolf está dedicada a “la abundosa presencia de José Lezama Lima”. No es él quien aparece como personaje. Pero sí otro participante del grupo Orígenes: Lorenzo García Vega. Y lo hace también como doble sexual del protagonista. Así como él se acuesta con una alumna que lo hace antes con Fogwill, Lorenzo busca hacer lo mismo con la esposa de Borges. Porque, para ambos, poseer a la mujer antes poseída por el escritor es acceder al secreto y al origen de todas sus fábulas:

Dice Bas: “¿y si ese punto ubicado en ese lugar que estaría por habitar momentáneamente es del que hablaba el maestro JLB en su famoso texto?”

De todos modos, el autor toma precauciones. Conoce e imita la tradición de copia y plagio iniciada por Borges. Pero huye lúdicamente de los problemas judiciales en torno a las reescrituras literarias de su obra. Disfraza y trasviste a sus personajes: “la mismísima Señora AmadoKodamA, recientemente viuda de mi admirado J.L.B. (escribo las iniciales por seguridad jurídica)”.

Juega desde el comienzo. El saqueo y robo aparece desde la tapa del libro -de su propia editorial: AIK- donde ka misma replica la estética de la famosa editorial española que lleva el nombre del procedimiento inicial de su novela: “Anagrama”.

 

Pero no olvidemos que detrás de este esquema desarrollado en primer plano están las huellas del eje central: la cuestión paraguaya. Veamos dos ejemplos.

En un guiño al lector, como Humberto, un extranjero en Buenos Aires, hace como si fuese argentino. No se accede a esto de modo directo. El intermediario siempre es el aleph. Desde allí, el protagonista ve un japonés disfrazado de compadrito que canta un clásico nacional y el narrador repite. Plagia.

Hay otra una inversión central. Todo es juego. Ya no es Bas, paraguayo que saquea la tradición argentina. Ahora es una argentina que pervierte la paraguaya. En este punto, la novela pone en primer plano su problema de exportación y parodia la dificultad de su interpretación foránea. En este caso no literaria sino musical. AmadoKodamA canta el clásico de este país: Recuerdos de Ypacaraí. Pregunta si pronuncia bien el guaraní cuando lo hace solo en español. Y pide perdón por su desconocimiento en cuestiones musicales autóctonas cuando canta una guarania -criolla-. También enaltece a esta lengua entre las indígenas por un valor externo: es la más parecida al francés, por su acentuación aguda natural. En una duplicación de provocaciones, se liga irónicamente esta lengua a otra tradición.

 

La situación particular de Paraguay permite analizar el fin de un modelo -el roabastiano- y el nacimiento de una nueva literatura. Una entroncada como respuesta en el problema de la Nación y la ficción de este país. En su caso particular, frente a la falta de reconocimiento internacional y de una tradición que está en proceso, la exterritorialidad de Humberto Bas lo habilita a inventar una lúdica, a crear una mística paraguaya propia: la profanación irreverente de una tradición ajena -armarla y desarmarla-.

“Tengo la revelación silenciosa de que el lugar, más que el origen, es de paso. El origen siempre está en otro lado”, dice. Bas desdobla en dos su gesto de profanación. Por un lado, se alinea como sucesor de la tradición que saquea. Se coloca inmediatamente detrás de un modelo irreverente. No el paraguayo de “los chongos de Roa Bastos”, provocando literariamente a su antecesor: Roa. Sino el argentino de Fogwill parodiando al suyo: Borges. Pero, Gil Wolf no trata solamente de pervertir burlonamente una tradición o un archivo. No es una mera copia. Este gesto arrastra un problema nacional de fondo. Por el otro, anclado en el modelo irreverente que elige, Bas roba la gran concesión insolente que nos otorga Borges a los argentinos. Aquella por la que convierte al universo entero en nuestro patrimonio literario[2]. Plagia de allí esta consigna y se la asigna a las ficciones paraguayas abriendo para ellas un nuevo camino. Justamente, esta es la apuesta de su última nouvelle: crear una tradición propia. No se concentra, exclusivamente, en lo paraguayo para ser paraguayo. Tal vez, en esto consista hablar de sí mismos.

Gil Wolf es una propuesta nueva: lo “paraguayo-universal”-. Erudita, lúcida y lúdica. No es cualquier nouvelle. Con ella, Humberto Bas nos coloca ante una fundación. Como plantea su propio protagonista: «Me siento fundando una mística…, inaugurando algo que entronca con la tradición maldita” .

 

[1] Procedimiento que consiste en crear una palabra a partir de la reordenación de las letras de otra palabra.

[2] En “El escritor argentino y la tradición” (Conferencia de Borges de 1951)