Imágenes de una peregrinación a Tierra Santa

Por Jorge Hardmeier – Fotos: @boidofotos.ph

Jorge Hardmeier comparte con Sonámbula la crónica de un recorrido por Villa Fiorito, barrio natal de Diego Armando Maradona. Una visita a la tierra del mito, donde todos tienen algo que decir del ídolo. Palábras e imágenes de un barrio que llevar orgulloso la diez pintada en el corazón.

 

Con un par de lienzos crotos, esperando por el bondi de Forito a Paternal
Las pisadas, las rabonas, son los chiches que los viejos no te podían regalar
Y en la villa se juntaban los pendejos para verte gambetear.
La Guardia Hereje, “Para verte gambetear”

Corazón de Fiorito. En cierta calle sorprende un mural con la imagen de Maradona. Es el lugar de encuentro de algunos cartoneros. Tienen piletas donde mojar el cartón para que eso redunde en una mejor recaudación. Es una zona del barrio que denominan La Cava. Niños y niñas corretean. Cerca de esta zona Diego jugaba de pibe: estaban Estrella Roja y los potreros conocidos como Las Siete Canchitas que luego, debido a las construcciones, se fueron achicando. Estrella Roja ahora es Estrella Unidos pero para la gente del barrio sigue llamándose Estrella Roja. Muchos murales de Diego son creación de la gente de NN Arte Mural. Con apoyo municipal se hicieron quinientos metros de murales en un complejo habitacional. El Pelusa nació en Lanús pero Fiorito pertenece a Lomas de Zamora. Hay zonas que en la época del Diego niño eran un descampado. Las vías y Estación Fiorito están cerca.

Aún permanece en pie la casa de la familia Maradona: Azamor 523. En 1976 Argentinos Juniors compró una casa para El Pibe de Oro y su familia en la calle Lascano al dos mil doscientos,  barrio de La Paternal. Entonces Doña Tota le ofreció la casa de Fiorito a una amiga. El grupo Voluntarios de Argentinos Juniors está llevando a cabo diversas tareas para la preservación de la casa de Fiorito. Un grupo de sobrevivientes de la tragedia de Cromagnon está plantando árboles en la zona: oxígeno para los pibes y pibas del barrio, ese que a ellxs les faltó esa noche macabra. Hay diversos grupos de muralistas que intervienen en el barrio, uno es NN y hay otro conformado por chicas que tienen un centro de reunión que indica un fuerte apoyo a las Madres de Plaza de Mayo. En la fachada se ve, en una pintada, a Hebe de Bonafini junto a Diego. Muchos murales recordando a pibes víctimas del gatillo fácil. La intervención conocida como los 500 metros es obra de Muro Sur. Hay retratos en las paredes de Hernán Coronel de Mala Fama, Gilda, Charly, Frida Kalho, El Chavo del Ocho, Cerati. Y por supuesto un Diego. Las calles son muy angostas

Dentro de las instalaciones  de Estrella Unidos está pintado un Diego realizado por Jorge Gionco. Estamos cerca de las vías. “Nosotros -comenta Tati, referente del club- teníamos una olla popular y Diego se enteró de esa situación. Nos comenta alguien que Diego le quiere dar una mano a Fiorito y arreglamos. El tema era conseguir una camiseta autografiada y él la dona para ayudar. Fue una bendición. Seguimos con la olla y Diego informa que van a llegar cosas. Llegaron tres camionetas de la Cruz Roja. La idea era compartirlo con otras instituciones. Hubo un video de solidaridad. La camiseta la donó para nosotros y después hizo Diez de Diez que era repetir esa acción en otros lugares. Lo hizo en Moreno, en Entre Ríos y en otros sitios que aplicaron la misma mecánica. La idea era hacer alguna actividad para el cumpleaños sesenta de Diego, pero era plena pandemia. Cuando falleció Diego nos desubicó a todos. El día de la muerte se logró hacer un mural que estuvo a cargo de El Bondi Cultural. Los mismos que hicieron un mural cercano a Puente Alsina que tiene una figura de Diego y una de sus frases: Cruzar Puente Alsina era como ir a Manhattan. Son del Darwin, una sociedad de fomento y club, trabajan mucho con los chicos. Tratan de sacarlos de la esquina y generarles inquietudes. Cuesta, pero la reman”.

Fiorito limita con Villa Caraza, partido de Lanús. Cierto clima y espíritu los hermana.

“Diego, de muy pibe, jugaba en Estrella Roja, un club del barrio. El nombre está tomado del club Estrella Roja de Belgrado, en la actual Serbia, un equipo de la Europa del Este, cuando aún existía el comunismo, era el equipo del ejército. En esa época en Argentina conocías a este equipo, conocías al Inter, al Real Madrid, la Juventus y Estrella Roja. Era el equipo de aquel momento”, cuenta.

Esto fue en la década del sesenta, cuando el comunismo poseía un fuerte anclaje en la clase trabajadora. Las sociedades de fomento eran, justamente, en esa época, una fachada en el barrio para las reuniones políticas. Tati cuenta que su padre, luego de la dictadura, transformó al Estrella Roja en Estrellas Unidas. Pero nunca dejó de ser Estrella Roja. Prosigue Tati: “Se planificó el barrio y hubo un programa de tierras llamado Arraigo por el que alguna gente consiguió las tierras, y uno era mi viejo, con un comodato a cien años. Y las Siete Canchitas ya no están, comenzaban en Plumerillo y terminaban en Hornos, ahora hay casas. Eran potreros. Es la zona de la división con Lanús”.

«Después se cambiaron los colores. El celeste y blanco es por la cuestión del país, pero la estrella roja sigue figurando. Acá no había manzanas, sino una casa acá, otra allá, baldíos, lagunas. Esto era un pantanal. Mi tío era de la generación del Diego, iban a una escuela acá que se llama Remedios de Escalada. Una primaria, cerca de la vía, la única de Fiorito. Y mi viejo me contaba que a casa de Doña Sara iba un pibito de rulos que se ponía a patear contra la pared de nuestra casa. Después salía por el fondo y se juntaban unos pibitos -Agüero, Panza, todos muy conocidos acá en el barrio- a patear en el baldío», sigue rememorando.

«Acá cerca había una empresa que se llamaba Tritumol, una fábrica en la que se hacía sebo. Atrás de la casa de Diego pasaba un arroyo, que ahora está entubado bajo una calle. En ese arroyo, bastante pronunciado, se construían esos puentes de madera y Don Diego cruzaba por ahí para ir a trabajar. Y Doña Tota, con sus seis hijos, todos cachorros, se iba para lo de Doña Sara. El barrio nunca dejó de ser de tierra, popular. Fiorito, Bunge, Caraza, Villa Diamante, toda la franja del Riachuelo es igual. Cuando su hijo jugaba en el equipo de Estrella, Don Diego lo acompañaba a todos lados». Tati sigue recordando en silencio.

Pelusa y Don Diego tomaban el 28 en la Ribera. O iban hasta Olazábal, en Caraza, para tomar el 9 a Pompeya.  En Hornos y Chivilcoy hay otro club que se llama Los Gauchitos. En 1997 Diego les armó una cancha y solventó la construcción de dos tribunas de cemento.

José López fue uno de los impulsores del club Estrella Roja, el equipo en el cual Diego jugaba aún ya estando en las inferiores de Argentinos Juniors.  Fue su primer director técnico. Francis Cornejo, conocido como el descubridor, condujo al Pelusa en sus primeros momentos en la Asociación Atlética Argentinos Juniors hasta su salto a primera división.

«Cuando llegué a Fiorito tenía ocho años y Estrella Roja no existía. Soy de Corrientes. Cuando tenía unos diez años se empezó a armar el equipo de Estrella Roja. Al que lo armó le decíamos Tronquero, un vecino del barrio. Don Diego y Doña Tota son como yo, de Corrientes. Acá había varios equipos. Aparte de Estrella estaba Chacabuco, que para mí fue el equipo más grande que hubo en Fiorito. Además de Chacabuco estaba Almafuerte, Los Blanquitos… Decidimos hacer un club, en realidad un equipo de barrio y no sabíamos qué nombre ponerle y en eso cae al país el Estrella Roja, de Yugoslavia. Habían venido a jugar un partido amistoso con Racing. Yo a Diego lo iba a despertar a la casa, era remolón”. José entrelaza memorias.

El apellido de José es Salazar, pero todos lo conocen como Estrella. En 1982 Maradona había sido transferido a Barcelona, luego de su paso por Boca. Pelusa era propietario de una quinta en Moreno. Y José cuenta: “Era un viernes, venía con mi bolso del trabajo. Cuando bajo del colectivo, estaba en la esquina el hombre que hacia conmigo el equipo de Estrella Roja, un hombre mayor. Estaba con el primo de Maradona, Beto. No tenía el mismo apellido pero todos lo conocían como Beto Maradona. Me dijo: ‘Diego quiere que lleve mañana a los muchachos a la quinta’. Había muchos que trabajaban los sábados, ¿pero vos te pensás que fueron a trabajar? Nosotros sabíamos a quién llevar. No voy a llevar a alguien que después allá le empiece a manguear esto y aquello. Cuando íbamos llegando Beto me dice «Mirá, ahí está la quinta del Diego, ya está el asador. Eran las nueve, nueve y media de la mañana. ¿Y sabés por qué estaban haciendo fuego ya? Porque era a leña. Él no estaba en la quinta, llegó a las diez, diez y media. Con Claudia. El que le cuidaba la quinta era el hermano de Beto que nos recibe, abre la quinta y el salón de juegos. Había pool, metegol, ping pong. Éramos unos veinte los que fuimos. Jugamos un partido y empatamos”.

José cuenta que el Diego abrazó a todos los muchachos del Estrella Roja y que en la mesa larga después les preguntó cómo andaban. Don Diego y la Tota estaban por ahí. “Viene, me hace así -José muestra la típica escena de alguien sentado y otro detrás, en este caso Maradona, haciéndole masajes en los hombros- y me dice: ‘¿Y, Josecito, cómo va?’ Como cinco minutos estuvo así. Después estuvimos hablando. Y a la tarde me dice: ‘José, vamos al fondo». Ahí tenía unas mesitas y trajo masas y whisky. Salimos de allá como a las siete y media de la tarde. Y llegamos a Fiorito. A Segurola y Habana fui cuatro o cinco veces, comíamos churrascos mano a mano”.

¿Qué pasó en Fiorito el día que murió Diego? En la casa natal de Azamor 523 se terminó haciendo un mural, para lo que hubo que negociar con Camba. “Yo -cuenta Tati- me crié con el hermano de Verónica Ojeda, ella era de acá, Diego no la conocía de antes pero conocería al padre y a la madre, que son Rufina y Carlos. Yo vivo hace veinte años en Lomas pero siempre paso. Un día estaba Verónica con Dieguito Fernando, que se llama así de segundo nombre por este hermano de Verónica que era mi amigo. Y la familia me dice ‘Vení, pasá» y ahí estaba Dieguito, que tendría unos tres años. Esa fue una etapa interesante de Diego, porque bajó un cambio. Entonces vivía en Ezeiza. De hecho, Ojeda sigue viviendo allá, en el barrio El Trébol».

Tati decide terminar la charla con una anécdota: «Alejandro ‘Gato’ Granados -intendente de Ezeiza en aquella época- lo invita a pescar a Maradona, que estaba peleado momentáneamente con Don Diego. Van todos en una lancha, mientras que padre e hijo se hablan mediante frases dichas por otros. Lo típico: ‘Decile si quiere un sanguche». «Decile que no’. Corrientes. Cuando estaban pescando, Diego pide el chamamé ‘Kilómetro Once’ y llaman a una radio para pedir la canción, diciendo que era a pedido de Diego. ‘¡Qué vas a estar con Maradona!’. No les creen hasta que les pasan a Diego, que pide la canción en persona. A partir de ahí ‘Kilómetro Once» sonó tres horas seguidas, en sus distintas versiones. Pero como mucha gente se enteró de que estaba Diego pescando, al final se tuvieron que ir porque había como veinte lanchas rodeándolo”.

Tita remata, sonriendo: “Y están los mitos de Fiorito: todos jugaron con Maradona, todos lo vimos en la cancha, todos presenciaron su debut en la primera de Argentinos Juniors contra Talleres de Córdoba”.

Villa Fiorito, la Nueva Belén.