Importante boicot al Festival de Sydney en apoyo a la causa palestina

Por Pedro Perucca

El clásico Festival de Sydney se encuentra en curso, pero la nueva dirección del mismo se encontró con un importante boicot de artistas, bandas y elencos en solidaridad con el pueblo palestino, después de haber firmado un convenio de patrocinio con la Embajada de Israel de la ciudad de Canberra, que aportó 20 mil dólares para la presentación de un evento, lo que fue cuestionado como un intento más de lavar la cara del genocidio sionista con aportes a diversos eventos culturales en Occidente.

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Cerca de 30 artistas, bandas y elencos decidieron boicotear la presentación 2022 del histórico Festival de Sydney, que se encuentra en curso desde este 6 de enero, denunciando el patrocinio de la Embajada de Israel para uno de los eventos. Para numerosos artistas resulta intolerable la hipocresía israelí de apoyo a las bellas artes en occidente mientras en Palestina se está llevando adelante una constante política de apartheid y violación de los derechos humanos de la ciudadanía palestina.

El festival de Sydney -que se lleva adelante durante tres semanas de enero desde el año 1977 presentando cerca de 100 eventos en distintos teatros y parques de la ciudad-, estrenó directora para su edición 2022, pero el debut de Olivia Ansell fue polémico ya que aceptó un patrocinio de 20 mil dólares de la Embajada de Israel en Canberra, en apoyo a la producción “Decadance” de la Sydney Dance Company, una obra creada por el coreógrafo israelí Ohad Naharin y la Batsheva Dance Company de Tel Aviv. En el sitio web del Festival, la embajada figura como un “socio estrella” por su patrocinio. Durante el estreno de la obra se realizaron protestas frente al teatro, con una importante concurrencia.

Según un comunicado publicado el 22 de diciembre por el Movimiento de Justicia Palestina de Sydney, el acuerdo de patrocinio se firmó en mayo de 2021, mientras las fuerzas armadas israelíes lanzaban una serie de brutales ataques aéreos sobre Gaza, que culminaron en la muerte de decenas de civiles, incluyendo niñxs. En el texto, que llamaba al boicot, se explicaba que “al asociarse con Israel, el festival de Sydney contribuirá a la normalización de un estado de apartheid”. Los organizadores del boicot agradecieron la importante recepción y apoyo de la comunidad cultural australiana, que se sumó a la protesta.

Entre quienes se negaron a participar del festival se cuentan la conductora radial y televisiva australiana Yumi Stynes, los comediante Nazeem Hussain y Tom Walker, el artista visual libanés Khaled Sabsabi, la artivista queer Betty Grumble, el fotógrafo y performer Gerwyn Davis, la banda de Melbourne Karate Boogaloo, la cantante y compositora Hope D y muchos otros. El conductor televisivo y comediante australiano Tom Ballard escribió: “Me encanta el Festival y me encanta contar chistes, pero defender los derechos humanos y oponerme al sistema de apartheid es más importante”. Desde su cuenta de Twitter, también el músico Marcus Whale explicó sus razones para bajarse del evento: “Para aclarar, sí, estoy boicoteando el Festival de Sydney 2022. La Embajada de Israel, un patrocinador estrella del Sydfest 2022, colabora con instituciones culturales occidentales para pintar a Israel como una democracia liberal por un lado mientras impone una ocupación brutal y el apartheid por el otro. No más”.

Otros eventos programados en el festival decidieron sostener sus presentaciones en Sydney, pero desvinculándose formalmente del evento oficial, como la compañía de danza Marrugeku (inspirada en las tradiciones de los pueblos originarios del país) y una instalación de la obra Return to Sender de la artista visual del pueblo wiradjuri Karla Dickens. El elenco de la aclamada obra Seven Methods of Killing Kylie Jenner ratificó que se retiran “en solidaridad con la causa palestina” y los derechos de todos los pueblos indígenas a la “soberanía y liberación”, definiendo a Israel como “otro colonia de colonos opresiva”.

La performance musical Black Brass (con los músicos Mararo Wangai y Mahamudo Selimane, producida por el teatro Belvoir), decidió mantener sus presentaciones pero sin recibir el financiamiento del Festival. En un comunicado público explicaron que la obra fue hecha “por y con muchas comunidades africanas en Perth”, confiando en que “en el corazón del proceso estaba el compromiso con la seguridad cultural que da a los artistas la libertad de trabajar sin miedo ni compromiso”. Luego añaden: “En reconocimiento al hecho de que la comunidad ahora está dividida y los artistas palestinos no pueden participar en el Festival de Sydney de este año con la misma seguridad cultural que fue tan esencial para la realización de Black Brass, elegimos no aceptar ningún apoyo financiero directo del Festival”.

El martes 4 de enero la junta del festival de Sydney emitió una declaración sosteniendo las presentaciones de la obra financiada por Israel: “Pasamos un tiempo con varios grupos que tienen inquietudes sobre esta financiación y agradecimos la oportunidad de colaborar con ellos. Todos los acuerdos de financiación para el Festival actual, incluido Decadance, se cumplirán y las actuaciones continuarán”. Sin embargo, ratifican su “respeto por el derecho de todos los grupos a protestar y plantear inquietudes” y anticipan sus intenciones de “revisar sus prácticas en relación con el financiamiento de gobiernos extranjeros o partes relacionadas”.

Por otra parte, cerca de 100 artistas firmaron una carta contra el llamado al boicot, impulsada por la organización de la industria del entretenimiento con sede en Estados Unidos Creative Community for Peace (CCFP) planteando que “el arte nunca debe subordinarse a la política” y que la denuncia del financiamiento israelí “hace que el festival deje de ser una oportunidad para la unidad y se convierta en un arma de división”. “Creemos que el movimiento de boicot cultural es una afrenta tanto para los palestinos como para los israelíes que trabajan para promover la paz a través del compromiso, el intercambio y el reconocimiento mutuo”, añade.

CCFP se define como un colectivo en el que “miembros destacados de la industria del entretenimiento” y artistas “se han unido para promover las artes como un puente hacia la paz, contrarrestar el antisemitismo dentro de la industria del entretenimiento y galvanizar el apoyo contra el boicot cultural a Israel”, esforzándose por “equilibrar el discurso sobre el conflicto israelí/palestino y alentar a los artistas a viajar a la región para experimentarlo por sí mismos”. En una petición permanente contra el boicot definen a Israel como un “país vibrante con una población diversa”, además de “la única democracia real en el Medio Oriente, que permite a todos sus ciudadanos, independientemente de su origen étnico, género o religión, la oportunidad de participar en la gestión del gobierno”, aclarando que “esto incluye miembros árabes en su parlamento y jueces árabes que se sientan en la Corte Suprema”. Continuando con los lugares comunes del sionismo, concluyen: “Deseamos una resolución pacífica del complicado conflicto palestino/israelí y creemos que los eventos culturales pueden ser parte de la solución”.

Pero el intento de respuesta al boicot contra el Festival de Sydney parece haber entusiamado a más empresarios que artistas. De las 120 firmas, la absoluta mayoría son de presidentes, ejecutivos y CEOs de empresas del show bussines como Warner Record, Virgin Music, Capitol Records, Saban Capital Group, Paramount Pictures, Blue Note, Atlantic Records,  Glassnote Records, Columbia Records, entre otros. Entre los pocos artistas firmantes se destacan el líder trumpista de KISS Gene Simmons, la voz de Disturbed David Draiman, el actor Eric Balfour, la rockera australiana Deborah Conway, la cineasta Nancy Spielberg y el director de cine australiano Stephan Elliott.

Más allá de las importantes repercusiones mediáticas del boicot y de los tan previsibles como intencionados intentos de respuesta, la importante presión sobre el Festival de Sydney logró una revisión de políticas a futuro, aunque no se logró suspender el evento. Las manifestaciones del mundo cultural contra la criminal de apartheid y limpieza étnica del sionismo israelí contra el pueblo palestino se vienen multiplicando en los últimos tiempos, demostrando la potencia de iniciativas internacionales como la del movimiento Boicot, desinversiones, sanciones (BDS).

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