Introducción a la vida no capitalista
Por Omar Acha
Compartimos el entusiasta prólogo de Omar Acha al libro El goce del capital. Crítica del valor y psicoanálisis, de Emiliano Exposto y Gabriel Rodríguez Varela, recientemente publicado por Ediciones Marat. Al mestizar el Anti-Edipo con la crítica del valor, los autores generan una «mutación conceptual» y «engendran un virus teórico», en una investigación que «concierne al conjunto de la experiencia matrizada por la dominación global y contradictoria del capital, tanto en el plano social objetivo como en el individual subjetivo».
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La edición norteamericana del primer volumen de Capitalismo y esquizofrenia de Gilles Deleuze y Félix Guattari, El anti-Edipo, incorpora un prefacio preparado por Michel Foucault. El breve texto introductorio de 1977 documenta un viraje teórico epocal. En su “Introducción a la vida no fascista”, Foucault redescribe el horizonte del libro de Guattari y Deleuze y lo conduce a la concepción anti-revolucionaria que es la contracara de su giro posterior al agotamiento de la fugaz primavera de 1968. Por cierto, Foucault no está solo en el adiós al cuestionamiento radical de la sociedad capitalista. El pensador de la Historia de la sexualidad participa de una torsión generacional de alcance global que recién ahora, tal vez, estemos deshabitando.
El ensayo de Deleuze “Post-scriptum sobre las sociedades de control” responde a la interpretación foucaultiana de El anti-Edipo. En la literatura especializada es conocido el esquema diseñado por Deleuze sobre el pasaje, legible en las obras foucaultianas maduras, de las sociedades de “soberanía” (siglos XVI a XVIII) a las de “disciplina” (siglo XIX y primera mitad del XX). Mas luego advienen, agrega Deleuze excediendo a Foucault, las sociedades de “control”. Suele reprocharse a esa elegante secuencia el ser demasiado universal y evolutiva. ¿Por qué habría de hallarse una segmentación de cortes tan estilizados, el reconocido traspié de Las palabras y las cosas? ¿Acaso en el abordaje genealógico de Foucault el monopolio de la violencia por parte del Estado no coexiste con los regímenes de incorporación “ilustrados” y la proliferación de diferencias en el “control”?
Con esa secuencia Deleuze regresa sobre la relectura foucaultiana de El anti-Edipo y restituye las dimensiones crítico-revolucionarias que en las inmediaciones del ’68 lo aproximaron al Guattari lector heterodoxo de Marx y Lacan. En efecto, al establecer el concepto de control, Deleuze muestra la inoperancia de un examen de la dominación contemporánea supeditado a la lucha democrática que constituye el norte del antifascismo. El fascismo fue el movimiento reaccionario que, ante la Revolución Rusa, deseó una modernidad disciplinaria. En cambio, El anti-Edipo y su continuación, Mil mesetas, anticipan las indicaciones de Fredric Jameson a propósito del postmodernismo como lógica espiritual (económica y cultural) de la sociedad capitalista avanzada.
De acuerdo con mi lectura, en El goce del capital Gabriel Rodríguez Varela y Emiliano Exposto interpretan que la vida no capitalista es bastante más que una consigna de liberación socio-económica, o una, por supuesto bienvenida, redistribución progresiva de una fracción de la ganancia burguesa. Avanzado el siglo XXI, ambos pensadores no son meros glosadores académicos de la tradición marxista o de la filosofía nietzscheana francesa. Al mestizar el Anti-Edipo con la crítica del valor, generan una mutación conceptual. Engendran un virus teórico. Su investigación concierne al conjunto de la experiencia matrizada por la dominación global y contradictoria del capital. Para decirlo en términos insuficientes pero efectivos, tanto en el plano social objetivo como en el individual subjetivo.
El goce del capital no despliega una teoría crítica del sujeto individual emancipado. Tampoco hilvana un examen de la realidad colectiva. Es una exploración de las razones que desentrañan en la aparente intimidad intransferible de nuestros deseos particulares la eficacia de una lógica social (la sombra terrible de Hegel atraviesa los cimientos de estos pliegos). Y, en consecuencia, que ningún proyecto político emancipatorio es consistente si se sustrae a examinar la lógica “dialéctica” que tanto el empirismo como el postestructuralismo descartan por sus propias premisas teóricas. Al rechazar la crítica dialéctica e inmanente de la totalidad lógico-material, las advertencias contra el “capitalismo” en los esquemas formalistas o postestructurales permanecen injustificadas. Son lamentaciones esencialmente morales aunque se pretendan políticas.
Todo este libro colosal elucida el misterio entretejido en una frase sorprendente por su luminosidad y concisión: “El valor es el sujeto inconsciente del deseo”. Los autores de El goce del capital multiplican sus razonamientos en el desarrollo de las premisas, primero, y de los corolarios, después, de la citada proposición.
Se podría objetar que Exposto y Rodríguez Varela han mancomunado entre sí un número elevado de textos y orientaciones teóricas (de Marx a Silvia Federici, de León Rozitchner a Paul B. Preciado). Así las cosas, la consistencia del argumento sería too good to be true. Se habrían mellado entonces los rebordes que interfieren el acoplamiento lógico entre escrituras heterogéneas. Tal reparo sería desacertado. Rodríguez Varela y Exposto no han producido un libro de historia intelectual. Si ese fuera el registro de su elaboración, sería sencillo imputar incontrovertibles divergencias conceptuales entre varios enfoques interconectados en las páginas de El goce del capital. Pero nos hallamos ante un ensayo de filosofía y teoría social. Sus autores convocan algunos conceptos, y a menudo aspectos singulares de conceptos, para generar una arquitectura lógico-crítica innovadora. ¿Dónde descansa la originalidad de este libro?
Exposto y Rodríguez Varela han desplegado un ambicioso y coherente dispositivo filosófico de reconstitución de una urdimbre conceptual interna entre el sistema discursivo marxista y el sistema discursivo psicoanalítico. Puesto que marxismos hubo y hay varios, así como hubo y hay distintos psicoanálisis, los autores se ven condenados a aplicar procedimientos de lectura iconoclasta de ambas tradiciones textuales. Rehúsan complacerse en la perezosa multiplicidad postmoderna que baraja fragmentos en permanente dispersión-conjunción. En lugar de una indolente “caja de herramientas”, nos sorprende una potente máquina teórica. El temperamento sistemático es aplicado por los autores de este libro en lecturas resueltas.
El goce del capital interviene en varios frentes intelectuales contemporáneos, de los que deseo destacar el siguiente diferendo entre dos programas de rearticulación de marxismo y psicoanálisis: 1) la perspectiva de una homología conceptual entre el plus-de-valor marxiano y el plus-de-goce lacaniano asociada a Slavoj Žižek y la Escuela de Liubliana; 2) el enfoque postmarxista de Ernesto Laclau en el cual ese vínculo –donde la función del marxismo es la de sus ruinas– deviene el eje de una teoría de la democracia radical excluyente de una impugnación orgánica de la sociedad capitalista.
Las “nuevas lecturas” marxistas y en especial la versión conocida como “crítica del valor” (Wertkritik) proveen un entendimiento de Marx capaz de carearse con las objeciones antitotalitarias de Laclau y sus discípulos. Por otra parte, desde el dispositivo del presente libro es notorio que el programa žižekiano carece, al recostarse sobre una relación homológica, de una justificación convincente de la concordancia entre marxismo y psicoanálisis. Respecto de la relación metafórica formulada por Žižek en El sublime objeto de la ideología, Rodríguez Varela y Exposto avanzan un paso conceptual decisivo al elaborar una teoría de las ambivalencias inconscientes abigarradas en la dominación capitalista.
Las páginas de este volumen razonan la insuficiencia de conjeturar una “vida no fascista” o incluso una “vida no neoliberal”. El dominio global del capital, y en modo alguno las ensoñaciones de minorías iluminadas, reclama una reflexión ecuménica. Los contextos de crisis climáticas, sanitarias y económicas tornan esa reflexión radicalizada, más que razonable, insoslayable.
La raíz material de tal radicalidad descansa en que, según mi lectura, la vigencia de la lucha de clases para Exposto y Rodríguez Varela no constituye una aseveración aventurada como en el izquierdismo abstracto de la Escuela de Liubliana. El concepto de “análisis militante de lo inconsciente” desmantela el esencialismo de un sujeto revolucionario inmediato y apuesta a un inconsciente rearticulable en la acción política, que a su vez es no-toda. Las consecuencias de ese enunciado son parcialmente desarrolladas en este libro y exigen una nueva investigación en la que, creo, el legado teórico-político de Antonio Gramsci ingresará en el horizonte conceptual de los investigadores de El goce del capital.
Una última observación. La erudición de Exposto y Rodríguez Varela excede a la bibliografía de cita forzosa en las geopolíticas y jerarquías del saber. En primer término porque, como indiqué, esos textos prestigiosos son ingredientes de una producción teórica original. En segundo término, porque el aparato bibliográfico no se nutre solo de los nombres rutilantes del Norte Global. Puede leerse en las referencias convocadas en este libro el entramado de una convergencia crítico-generacional. Esos nombres y sus textos asociados, que limitaciones de espacio me vedan mencionar, comienzan a perfilarlos como un movimiento colectivo –pleno de disensos y debates– en el que no se suprimen las singularidades. El hilo conductor de la mencionada convergencia reside en la intuición compartida del carácter “espiritual” del capital. Ese carácter involucra a su vez dos consecuencias. Por un lado, reconoce una matriz ideológica y material total donde el valor y lo inconsciente son aspectos de un sujeto universal dominante. Por otro lado, su dominio se despliega en una multiplicidad fenoménica verificada en las mercancías, en los sueños y fantasías, en la política y en el goce erótico.
De conjunto, en el referido contexto general se dan cita pensamientos renovados ante la urgencia de los desafíos actuales. Producir cultura en el intervalo entre divergencias y reciprocidades prefigura de algún modo la “vida no capitalista” que el dominio del mercado mundial como metabolismo social-espiritual constriñe cada vez más, sin pretenderlo, a pensar. El goce del capital dialoga, con su propio temperamento, en un coloquio de nuevos pensamientos radicales cuyas consecuencias son incalculables. Entiendo que Rodríguez Varela y Exposto han producido en ese contorno intelectual, un libro imprescindible.
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