Juan Mascaró: «El reclamo por la salida de Puenzo se había vuelto casi unánime en el sector»
Entrevista de Pedro Perucca
A una semana de la brutal represión policial contra cineastas, trabajadorxs del sector, integrantes de asociaciones y estudiantes de cine, desde Sonámbula dialogamos con Juan Mascaró, presidente de Documentalistas Argentinos (Doca), para analizar el largo proceso de cuestionamientos a la gestión del hoy ex presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) Luis Puenzo, desplazado de su cargo por decreto presidencial el pasado martes.
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Luis Puenzo, que en 1986 se alzó con el Oscar a mejor película en lengua no inglesa por La historia oficial, también había sido parte, junto al fallecido Fernando “Pino” Solanas, de la redacción de la Ley de Cine que en 1994 estableció la autarquía del Incaa y sus mecanismos de financiamiento (un impuesto del 10% sobre las entradas de cine, el 10% del precio de venta de DVDs u otras formas de “videogramas grabados” y el 25% de la recaudación del Ente Nacional de Comunicaciones, a partir de un impuesto a la facturación de los canales de TV y servicios de cable por el uso del espacio radioeléctrico). Estos antecedentes esperanzaron a distintos sectores de la comunidad cinematográfica cuando en diciembre de 2019 el Presidente Alberto Fernández lo pusiera al frente del Instituto que había contribuido a fundar. Dura sería la decepción, cuando al frente del organismo no sólo dio continuidad a las políticas del macrismo para el sector sino que en algunos aspectos llegó a profundizarlas. Uno de los cuestionamientos más recurrentes pasaba por su decisión de dejar correr sin reacción alguna la inminente caducidad del fondo de fomento, aprobada por el Gobierno de Cambiemos con la ley 27.432, que entre otras reformas tributarias fijó como fecha de vencimiento para la forma de financiamiento actual del Incaa el 31 de diciembre de este año, momento a partir del cual los actuales fondos que permiten el apoyo a la producción de cine nacional pasarían a ser administrados discrecionalmente por el Tesoro Nacional (una decisión que además afecta al Instituto Nacional del Teatro, el Instituto Nacional de la Música y las bibliotecas populares, que también se quedarían sin financiamiento).
En ese contexto de cuestionamiento casi unánime de las organizaciones de cineastas, productores, técnicos y otros protagonistas del sector, Puenzo giró a Presidencia de forma inconsulta un borrador de proyecto que profundizaba el vaciamiento del Instituto, lo que colmó la paciencia del sector, que convocó a la gran movilización de hace una semana. Tras la represión y el escándalo subsiguiente, el titular del Ministerio de Cultura Tristán Bauer anticipó “cambios” en el Incaa y al día siguiente el director de La Peste fue desplazado de su cargo por decreto presidencial 183/2002, quedando temporalmente al frente del organismo su vice, Nicolás Battle. La salida de Puenzo es, sin dudas, una decisión importante, pero todavía hay severos problemas de fondos que una nueva gestión debe solucionar con urgencia.
Para reflexionar sobre estos problemas, dialogamos con el documentalista Juan Mascaró, director de películas como Bazán Frías, elogio del crimen (2018) o Escuela bomba (2019), un documental sobre la la explosiónen la Escuela N°49 de Moreno, que en 2018 le costó la vida a la vicedirectora Sandra Calamano y al auxiliar Rubén Rodríguez,
-¿Cuáles son los problemas más graves que sufre en la actualidad el cine nacional, especialmente el sector documental en el que te desempeñás?
-El cine documental reproduce en chiquito los problemas del cine independiente en general, pero en algunos aspectos de forma potenciada. En los últimos años el problema de la producción de alguna manera se fue enfrentando a partir de la existencia de la vía digital y de una forma de producir flexible (eso hubo que pelearlo todas las veces, porque siempre el Instituto, como ente burocrático, tiende a querer incorporar la administración del pago de cuotas de las películas y demás cuestiones a un formato medio industrial). Pero las películas de vía digital fueron pensadas para ser de diseño flexible, presentadas por personas físicas en lugar de empresas, con equipos reducidos, a veces con una realización que excede los plazos que plantea el Incaa… Todo eso cuesta encajarlo, pero de alguna forma, medio trabado, fue marchando. Lo que falta es repartirlo mejor a nivel nacional, informando y dando acceso a estas vías de fomento, un trabajo que nosotros muchas veces hemos intentado como asociaciones mientras que el Incaa, que es quien tiene la estructura para hacerlo, nunca intentó seriamente. Es decir, territorializar y federalizar el fomento. Y eso es algo que está pendiente. Además siempre está lo del atraso de los montos de los subsidios, que fueron actualizados hace poco después de un retraso de más de dos años en que el dinero era muy escaso para hacer nuestras películas.
Todas esas son dificultades de la producción del cine documental, pero son chiquitas al lado del gran problema del sector, que tiene que ver con la exhibición, porque hoy está prácticamente expulsado de las salas en tanto no hay reglamentación que apoye el estreno de películas documentales en las salas, por lo que muchas películas no puedan estrenarse, otras se estrenan en horarios de mierda, siempre en un rincón, en pocas salas, sin una circulación por los distintos Espacios Incaa más allá del Gaumont, etcétera. Y la gestión de Puenzo profundizó ese problema de siempre, confirmándose como un tipo al que no le interesa el documental y menos le parece que sea para las salas. El de la exhibición es un problema transversal del cine, para todos los formatos y géneros, empezando por el tema de la cuota de pantalla para el cine nacional que no se le exige a las salas privadas y siguiendo por el abandono de los Espacios Incaa, que en muchas provincias fueron sido desguazados durante el macrismo. Y Puenzo continuó con esa línea.
Pero, más allá del estreno en sala, esta línea de fomento prevé que los documentales también sean exhibidos en la televisión y ese es otro aspecto muy abandonado por parte del Incaa, aunque ahí juega una estructura más amplia que el Instituto, que tiene que ver con los medios públicos, que deberían ser un circuito de circulación permanente de los documentales, algo que no está pasando. El Incaa debiera tener una política más activa al respecto, generando convenios y tomando en sus manos la difusión de esas películas. Aunque haya alguna reglamentación que lo garantice, si no hay voluntad política es todo letra muerta. Hay que hacer respetar la cuota de pantalla, con un 30% de cine nacional, haciendo respetar lo que dice la ley, aplicando multas importantes o llevando adelante cierre de salas si no se cumple. Además haría falta una cuota de pantalla para las plataformas, algo que aún no existe. Y todos los circuitos públicos, la televisión, las universidades, canales provinciales en todo el país. Eso aseguraría no sólo que las películas se vean, que es lo más importante, sino un ingreso a los realizadores por los derechos de televisación, que están contemplados.
-En una entrevista que tuvimos en abril del año pasado denunciabas que, a más de un año de hacerse cargo del Incaa, la gestión de Puenzo no había propuesto un nuevo Plan de Fomento para el sector, que es la herramienta base del organismo para la distribución de fondos.
-Ese es un problema central, porque la resolución de muchos problemas del sector pasa por la creación de un plan de fomento más equitativo y distributivo, que ponga su centro en las escalas de producción pequeñas y medianas, algo que hoy no se cumple, destinando el grueso del dinero a películas de medianas para arriba, algunas industriales se llevan bastante plata del fondo de fomento. No es que esas películas no deban existir, sino que el fomento no está centralmente pensado para eso. Es una cuestión muy básica que la ayuda estatal se debe dirigir primero a quien más la necesita, algo que no se cumple en el caso del cine. Un nuevo plan de fomento debería trazar vías equitativas a nivel nacional, poniendo también en el centro la equidad de género, garantizando que las mujeres filmen en igual proporción con políticas de discriminación positiva. Lo mismo con las provincias, para romper una dinámica actual en la que el 90% del cine se está haciendo en la Ciudad de Buenos Aires, ni siquiera en el conurbano. Ahí hay algo que dar vuelta. Por supuesto que eso implica no sólo una política pública que se enfrente a intereses de productoras que tienen medio amontonada hoy la producción en la Ciudad. Esto es histórico, pero se puede revertir con el diseño de políticas que apunten a tratar de emparejar. Hay formas de hacerlo.
Juan Mascaró: «La gestión de Puenzo en el INCAA no busca resolver los problemas ni pagar sus deudas»
-Y la gestión de Puenzo parece que no sólo no revirtió la herencia del desastre que dejó el macrismo en el sector sino que en algunos aspectos incluso quiso ir más allá…
-En líneas generales todo lo que había sido la concentración y la reducción del fomento al cine durante el período neoliberal de Macri, cuando se tocó fondo, se continuó con Puenzo. Y en algunas cosas hasta se profundizó en lugar de revertirse, como esperaba el sector con más expectativas en el Gobierno. En ese sentido, siempre estaba en el horizonte la memoria de los años 2010, 11 o 12 en adelante, con todo lo que implicó la Ley de Medios, la Televisión Digital Argentina (TDA) y todo eso, un momento en el que en el campo documental se filmó y se trabajó mucho, poniendo una vara alta que después hizo que se sintiera más más cuando todo eso cayó. Después fue todo para atrás y Puenzo lo empeoró.
A eso hay que sumarle algunas características personales del viejo, que es un tipo muy autosuficiente, que todo el tiempo está desplegando sus laureles de cineasta internacional consagrado, lo que le sirve muy poco para entender la realidad del cine y mucho más para mirarte por arriba del hombro. Siempre fue muy difícil hablar con él, llegar a acuerdos, torcerle alguna decisión que fuera en contra de los intereses del sector. Las características personales complicaron aún más los lineamientos políticos generales.
-Pero la crítica del sector, que en los últimos meses llegó a ser unánime, iba mucho más allá de esos aspectos de personalidad que marcas.
-Más en general, en su gestión hubo un funcionamiento muy antidemocrático. Fue un tipo que le dio muy poca pelota a las gerencias internas (algunas gestiones habían tenido un diálogo con los gerentes para consultar, para que desde la Gerencia de fomento se asesore un poco, etc) y a los órganos de cogobierno. La ley de cine plantea una división de poderes en el Incaa, como si Puenzo y Batlle estuvieran en el Ejecutivo, con una Asamblea Federal conformada por representantes de todas las provincias (en general son los secretarios de Cultura y sus asesores), que serían como el Congreso, y un órgano que se llama Consejo Asesor, que es el que integramos otro compañero y yo por Directores, que tiene representación de los técnicos, de los actores y de las regiones del país. En general Puenzo degradó la participación de todos esos lugares, no convocándolos o, cuando convocaba, requiriendo de un tire y afloje para que aceptara las decisiones de esos cuerpos que podían llegar a criticarle una medida o a hacerle propuestas. Eso también funcionó mal y fue una de las razones del desastre.
Masivo repudio a la censura del Incaa al documental sobre la explosión de la escuela 49 de Moreno
-Pero en los días anteriores a la movilización, además del conflicto en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc, dependiente Incaa), hubo otra iniciativa de Puenzo que terminó de sellar el repudio generalizado…
-Él escamoteó y envió para la firma del Presidente de la Nación un borrador de decreto que tenía cosas muy tremendas. Por un lado, el Incaa no se comprometía a cumplir con la Ley de Cine en cuanto a poner la mitad de lo que hay en el Fondo de Fomento cada año como subsidio a la producción de películas nacionales, planteando que era “hasta el 50%”, una reformulación por la que podría haber usado mucho menos y quedar dentro de la ley igual. Eso era muy grave, porque directamente vaciaba el fomento para hacer menos películas. Y el otro punto muy polémico de ese decreto son los famosos topes que se ponían para el reintegro de distintos rubros de las películas (técnicos, de director, honorarios del productor y así), entonces haciendo esa cuenta el Incaa no te terminaba bancando la película completa ni el 70%, como solía ser hasta ahora, sino menos de un 40% del costo. Eso hacía que sólo pudiesen sobrevivir productoras que tienen asegurada la financiación por fuera. Era una soga al cuello para el cine más pequeño, para los que no tenemos esa espalda financiera ni otros aportes que no sean los del Instituto y los propios, que ponemos como aporte voluntario de trabajo. Eso era directamente un corte al cine independiente que rebalsó el vaso, generando la protesta del lunes pasado, donde directamente fuimos con la consigna de que se fuera Puenzo. Igual nosotros ya lo veníamos planteando desde hace casi un año, pero ahí tuvo un consenso mayoritario, casi unánime, en toda la comunidad del cine.
Y en esa protesta confluyeron varias cosas. Por un lado la situación de la Enerc, que viene mal, con una gestión muy cuestionada del rector actual Carlos Abbate Además, hubo una situación medio autoritaria cuando quiso desplazar a la directora académica y saltó toda la escuela a defenderla, con pibes y docentes que entraron en huelga. Todos esos sectores se plegaron al reclamo del lunes pasado. Había muchos estudiantes y, de hecho, la mayoría de los detenidos lo son. Y después todo esto que te cuento, que ya venía mal y se terminó de pudrir con el borrador de decreto que impulsó Puenzo, evitando todos los órganos de cogobierno donde hubiera debido compartir la información y buscar consenso.
-Contanos más sobre la represión tan brutal como injustificada que llevó adelante la Policía de la Ciudad contra la protesta pacífica frente al Incaa del lunes pasado.
-Fue realmente sorprendente. Primero porque ya estábamos terminando la actividad, no es que vino la policía cuando quisimos cortar sino que ya llevábamos dos o tres horas de corte. Y estábamos en un impasse entre una primera parte de la movilización donde estuvieron los discursos de las asociaciones de cine y una segunda parte, que era la de los pibes del Enerc, que iban a hacer una clase pública a la que nosotros nos estábamos quedando. En ese momento apareció la cana, empezó a barrer con todo y se nos vino encima. No había nadie a cargo del operativo, cosa que a muchxs que venimos participando de otras movilizaciones nos llamó la atención, no había con quien negociar. Primero pensamos que querían que dejemos un carril libre, cosa que hicimos, pero siguieron queriendo sacarnos. Y con mucha provocación, con los policías pateando a la gente… Y ahí fue que dos o tres pibes reaccionaron y lo cazaron de los pelos. En algunos casos ni siquiera eran quienes habían reaccionado, pero los metieron en los patrulleros y los detuvieron.
No tenemos una lectura clara de lo que pasó. Obviamente era la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Alguien especuló que era una movida de Larreta para que esto tomara estado público, porque a pesar de que había mucha gente sin la represión esto no hubiera tomado el estado público que tomó. El hecho de que nos cagaran a palos nos hizo aparecer en todos lados. Pero son todas elucubraciones y no tenemos más que la intuición de saber cómo se tiran los muertos unos a otros en esta política, en particular en este contexto de tensión entre Ciudad y Nación.