Juan Pablo Fernández: «Nunca quise que el rock fuese un vicio que hay que dejar»

Por Marcelo Simonetti

Con la excusa del «Pequeño homenaje» que se le realizará este domingo a la Pequeña Orquesta Reincidentes, Sonámbula entrevistó a Juan Pablo Fernández. Un repaso por un extenso y rico recorrido musical que va desde la Pequeña Orquesta hasta Acorazado Potemkin, abordando también temas como la inspiración para sus letras, sus lecturas, los artistas que admira y los debates sobre el compromiso político del músico.

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Juan Pablo Fernández es, hace casi una década, parte de Acorazado Potemkin, banda que llegó para ocupar un espacio en la escena del rock que no tenía dueño. Han editado tres discos redondos, llenos de imágenes bien porteñas, y vienen cosechando una popularidad siempre en alza dentro del boca a boca, las redes y los circuitos de las bandas intermedias del under. Un techo difícil de romper, porque el crossover que proponen de rock indie, psicodelia, post punk y otros ritmos no es precisamente de masas.

Escuché hablar de Juan Pablo por un cassette que me pasaron, antes de llegar a la mitad de la década del noventa. Éramos pibes. Todavía Reincidentes no era una Pequeña Orquesta. Empecé a ir a La Luna a verlos tocar con Credo (banda que integraba su hermano Mariano, luego voz y guitarra de Me Darás Mil Hijos). Nos sentábamos en el piso y nos mirábamos para ver cuántos éramos, si demasiado pocos o no. Nos sentíamos parte de un espacio de resistencia cultural en el medio de la avalancha de rock barrial. Recuerdo que vendían vino en vaso de plástico, pero llevábamos el cartón en la mochila.

Luego, con el cambio de formación, cambiaron el nombre a Pequeña Orquesta Reincidentes agregando instrumentos y colores a su música. También se prestaban la pluma para escribir, cada quien con su perfil, los mejores versos que parieron estas tierras. El mestizaje de arrabalero dark hizo punta con ellos y cavó un surco que perdura y que varias bandas riegan aún hoy como militantes de una personalidad sin igual, tierna y desangelada. Aquellos fueron también mis años felices, como decía el título del segundo disco: Nuestros Años Felices. Felices para ellos y nosotros.

Los años pasaron y ya hace diez que la Pequeña Orquesta dejó de existir. Pero entonces, cuando Juan Pablo Fernández salía al escenario con sus primeros compañeros y con el mismo traje que yo usaba para ir al laburo todas mis taras, mis miedos y mis dolores -los más universales y los más privados- encontraban retrato en su pluma y en su voz. Cuando sale hoy, con sus compañeros de Acorazado Potemkin, volvemos a sentirlo. Las obsesiones son las de antes. Los dolores. La rabia. Pero llevan la voz y la mirada de alguien que ya ha batallado un buen tiempo con los ojos abiertos.

Poco antes del «Pequeño Homenaje» que se le realizará este domingo a la Pequeña Orquesta, Juan Pablo me recibe en su casa y, entre mates y facturas, se asoma un tipo cálido que hace que todo fluya espontáneamente.

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-¿Escuchás música? ¿Qué escuchás? ¿Comprás discos?

-Sí, pago los menos de 100 pesos mensuales que sale Spotify y escucho mucha música. ¿Por qué no pagar por algo que es barato y está bueno? Más allá de que a nosotros los músicos nos toque una parte mínima de lo que paga el que escucha, me parece una buena herramienta.

Estoy escuchando mucho Tinariwen, una banda tuareg argelina que crece a partir del camino trazado por Ali Farka y que termina siendo como un blues muy de guitarras con partes instrumentales, corales y cantadas. Por momentos parece religioso. En vivo los conocí porque viajamos en micro juntos con ellos cuando nos llevaron a tocar a los Reincidentes a un festival de músicas del mundo en Falun, Suecia. Los seguí escuchando y después se hicieron famosos, telonearon a los Stones, giraron con ellos y sacaron unos discos fantásticos.

Escucho mucha música de Max Richter, que es nacido alemán pero vive en Inglaterra. Es un músico que se hizo conocido por el Vivaldi Recomposed. Recompuso Las cuatro estaciones, lo dividió en partes y lo recompuso. Un amigo, Nico Pichersky, me lo regaló y a partir de ahí lo empecé a seguir. Si graba para la Deutsche Grammofon es música clásica, pero es un pibe joven que tiene una cabeza increíble y una progresión de acordes y riffs que por momentos no te digo que es rockera, y tampoco es de la música popular, pero hay algo en esa repetición que se le dice minimalista en algunos casos. Hace música para películas y series, y hay un punto en que lo escuchás y decís: éste es Richter.

Escucho Keith Jarrett, un disco que se llama Río. Y ahora que volvió Nick Cave volví a escuchar todos los discos de Cave, sobre todo los últimos dos. Me pasó algo raro con el recital de Nick Cave, leyendo tu nota, o escuchando a otra gente y viendo todas las emociones surgidas de ahí, me pasó que dije “que banda distinta que armó”. Después volví a escuchar el disco Live Seeds y dije: “No, esto es realmente otra cosa”. Por momentos me gusta más lo de ahora y por momentos más lo de antes. Hay una desprolijidad y una crudeza en lo anterior que ahora no está. Pero hay algo de los vacíos de ahora que es muy bueno. Se extraña al pianista, que no tiene reemplazo y se nota. Cuando el violín hace esos arreglos tipo que imitan a un teclado o a una cuerda machacando se me queda corto de arreglos pero evidentemente algo funciona en la banda en vivo que es muy apasionado. Estoy escuchando mucho eso. Grupos de acá escucho Los Espíritus o Prietto. A Prietto lo sigo siempre. Algunas cosas me gustan más que otras pero siempre le presto atención a lo que hace. Valle de Muñecas me gusta bastante.

También sigo volviendo a esa época de mi adolescencia. Sumo, los primeros discos de Los Redondos, Don Cornelio (aunque me gustaba más en vivo), Siouxsie, The Mission, Killing Joke. Dead Can Dance fue una gran influencia para los Reincidentes. Lo escuchábamos mucho. Desde otro lado tenían las mismas búsquedas que teníamos nosotros. Mezclar la música popular con el rock de distintos países. Neubauten. Pero siempre vuelvo a Talking Heads, R.E.M., The Clash, esa mezcla de pop y post punk. Había siempre un hermano mayor que uno. El negro Garat se iba a Londres y traía los discos y escuchábamos Yes, Génesis, todas esas cosas. Después pasamos al post punk y al punk. Sigo escuchando un poco de todo y empecé a disfrutar más de ir a buscar obras completas. Ahora estoy escuchando otra vez todo Bowie y Roxy Music. Mucho Brian Ferry. Yo tenía 14 años y escuchaba Radio Rock & Pop todo el tiempo. También estaba el programa de Badía. Gloria Guerrero hablaba del disco de King Crimson “Beat”, me acuerdo.

Y ahora entre Spotify y que me compré una bandeja buena de vinilos volví a escuchar música y no escapo al snobismo de los vinilos. Gasto una luca y media, pongo la cabeza, no escapo a eso. Sí te digo con honestidad que los vinilos es la forma que más me gusta de escuchar discos. No te lo digo desde el lugar “Ay, el sonido más cálido contra lo Hi Fi de lo digital”. Me encantaría pero no me da la oreja para eso.

-Taty era músico, como Mariano, tu primo Guille y vos. ¿Vienen de una familia de músicos?

-No sé que pasó. Guille es por mi lado materno. Y el Taty y Mariano son hermanos míos por el lado paterno. Mi viejo tocaba la guitarra, y evidentemente había una sensibilidad común. Fuimos las primeras generaciones de músicos. Cuando éramos chicos teníamos como una veneración por los artistas y el mundo de las artes y había ganas de ser artistas, de componer. Viniendo de la dictadura y de gente de clase media, profesional, era una familia con mucho miedo al mundo del arte, por eso del salario, de la plata, que vamos a perderlo todo. Sin embargo uno aprende a vivir con eso y con el tiempo se pueden trascender esos miedos de los padres y compartir con ellos. En la casa de mi madre más música clásica y folklore, Cafrune, tango. En la casa de mi viejo Beatles, música brasilera, Vinicius, Toquinho, Buarque. Raimundo Fagner, del norte de Brasil, para mí ha sido una influencia para cantar. Una ronquera especial. Cuando yo tenía 10, 12 años mi mamá me llevó al recital de Mercedes Sosa en el Opera (donde grabó un disco en vivo) y para mí fue algo casi iniciático. Del lado de mi viejo era escuchar los Beatles, los compilados en vinilo, el rojo y el azul, y sabérselos de memoria hasta los rayones. Mi viejo tenía el costado bohemio de juntarse a tocar con los amigos. Él y Cristina, la mamá de Mariano y Santiago. Por el lado de mi papá postizo también Anzoategui, Cuarteto Zupay, todo María Elena Walsh y, de tango, Angel Vargas, Floreal Ruiz, Gardel y Troilo.

-A pesar de que las letras de Acorazado están lleno de urbanidad, como lo estaban las de P.O.R., hay imágenes características de pueblos del interior a lo largo de toda tu discografía, ¿Viviste ahí?

-Vivir no viví. No sé qué decirte. Toda mi familia es de Rosario. Por el acento, una vez escribí “El Rosarino” porque no lo soy pero alguien una vez me llamó el rosarino. Nunca fui rosarino. Pero cuando éramos más chicos mi mamá nos mandaba a Rosario el 6 de Diciembre y nos volvíamos el 15 de Marzo. Y no era estar en Rosario, que es una ciudad muy grande, sino en el pueblo, afuera de Rosario. No tengo ese dolor de pueblo de Puma Thurman. No tengo esa oscuridad. Eso sí lo vivo como turista. Lo urbano va a estar siempre porque no me imagino una poesía que no incluya la ciudad en la que vivís, que no incluya el espacio público como parte de lo que vos querés retratar. Aparece siempre aparece lo urbano porque no me imagino que no aparezca.

Pero bueno, viajé y viajo mucho. Siempre fui muy curioso y he hecho viajes largos. En auto o en bondi, he recorrido bastante el sur, llegué hasta Tucumán, Salta. La Mesopotamia también, Córdoba bastante. De ahí uno va ligando y liando. Así te enganchás con la gente, con la arquitectura, con los paisajes y algunas cosas sirven para las letras y otras no.

Algo que me quedaba por decir es una cita mal hecha a una de las poetas que más me gusta, Paula Jiménez España, para mí una de las mejores poetas argentinas, que dice que no prefiere una poesía de la contemplación. Siempre está la naturaleza, pero siempre en relación a quien la está mirando, que le da sentido. Tomás para un poema algo que querés eternizar, para construir ese instante de eternidad, como dice Diana Bellessi. Para Paula siempre tiene que ver con quién la estás mirando. Ahí tiene sentido.

-Nick Cave dijo que se levanta todas las mañanas temprano y se va a componer a su oficina como a cualquier trabajo y Leonard Cohen contó que tallaba los versos durante años (por algo le llamaban el obrero de la canción). En tu caso a veces la poesía se hace más lírica y otras veces comunicás desde el realismo sucio. ¿Escribís por necesidad o sos metódico, como marcando tarjeta en el trabajo? ¿La inspiración viene o la tenés que ir a buscar?

-¡La vamos a buscar! Nosotros trabajamos todo el tiempo. Yo no escribo así, yo trabajo muy distinto. Como cualquier persona, estoy atravesado por las actividades cotidianas. Por mi relación con la familia, el trabajo, el título o la posición social he tratado siempre de construir una vida en la cual el arte no sea un vicio que se vive después de hora. A veces me ha ido bien y a veces muy mal. Con Potemkin, como antes la Pequeña Orquesta, ensayamos lunes, miércoles y viernes de 10 a 13. O sea que yo desde hace treinta años ensayo de lunes a viernes de 10 a 13. Alguna vez tuvimos que ir de noche, pero alguna vez en un reportaje dijimos que el rock no era un vicio que uno debía dejar con la juventud sino algo que a veces, idealizándolo, te interpela.

Me parece que una las cosas lindas por las que nos acercamos al rock tenía que ver con poner arriba de la mesa ciertas hipocresías con las que no queríamos vivir más. Entonces me levanto, le hacemos el desayuno a los chicos, van a la escuela y así. Eso se ve, por ejemplo, en la letra de “Santo Tomé”. Era un tema del cual yo quería hablar y escribir. Fue una situación mezcla de ficción y realidad. Una noche de película de esas que no se terminan más. Se armó en un camping libre. La gente te dice “vas para allá, después para allá”, pero al llegar no había camping, era una zona contra la barranca, atrás del rancherío. Terminamos en un bar, a los chicos los llevé a dormir y después no sé cómo pasó la noche de luna y en el medio unos pibes punkitos nos cuidaron. Las cachaças que habíamos comprado en Misiones se las regalé. Y yo quería escribir sobre eso. No sabía bien qué. Barrancas enormes donde todo está plateado por la luna como dice el tango, y se ve hasta la orilla del frente. Camino mucho, rumio ideas y trabajo sobre las melodías, uso el grabador de voz, tarareo, y luego paso esas melodías a un arreglo de viola y después sí empiezo o poniéndole un nombre o pensando un tema para escribir.

-En una entrevista que le hice a Nacho Vegas le preguntaba si el disco que él presentaba en público no era viejo en su vida privada, si las canciones que interpretaba cada noche eran o no las que estaban en su cabeza, ya que los procesos desde la composición hasta la salida de un disco son largos. ¿Son a contramano del arte los tiempos que impone el capitalismo?

-Hay algo que capaz que tiene el costado trovador de Nacho Vegas, o de Leonard Cohen o de Nick Cave, que no tiene que ver con nosotros. Las canciones tienen un tiempo largo de laburo. Tampoco es que llego y digo: “Ayer estuve haciendo esto y toco ahora esta canción”. No es: “Me levanté sacado con la represión en Cresta Roja e hice ésta canción y la toco ahora acá”. No me pasa. Si me pasó en los últimos dos discos de Potemkin que la organización atentó un poco. Si el disco tiene que estar subido a la web y fabricado el 18 de noviembre tendría que estar masterizado y con el sitio web el 18 de octubre. Por lo cual tendría que tener el diseño de la tapa el 18 de septiembre. Entonces la semana que viene tenemos que ir a grabar y tener los temas listos. Bueno, así en “Labios de Río”, por ejemplo, el riff de viola lo traía desde Reincidentes sin que hubiera entrado nunca. La idea era la de un viaje en auto que hice volviendo desde Cataratas por la ruta de Santo Tomé y Yapeyú en 2012. Vas mezclando cosas de tu vida y escribís. Te puedo responder desde dos lugares distintos. Una es: creo que el disco acompañó un momento y termina siendo espontáneo a pesar de no ser una banda de fogón. Se labura muchísimo en ensayos, se corta, se agrega, se compara. Puede quedar mejor o peor pero nunca es inocente. Por otro lado, pasa que muchas ideas se templan y maduran con el tiempo. Lo dejás en un cajón y con el tiempo te parece que está bueno. Por algo lo abandonaste una vez, pero si lo podes sostener y te haces cargo, sale.

-¿Que músicos dejaste de escuchar con los años?

-No sé, me enojé cuando Patti Smith fue a ver a Bergoglio. Me enojé y estuve un rato así enojado. Pero un rato. Vi a Morrissey en el 2000 en el Luna Park y me fui muy enojado porque me pareció un show muy cerrado, muy de códigos. Pero todo lo contrario me pareció cuando lo vi en el 2012 en Rosario. Parecía un tipo reconciliado con su pasado. Tocó todo. Y transmitía eso. Cave me da la sensación de un tipo que está en paz con lo que hizo y lo que hace. Me pasó que ahora me gustan más las ideas de David Byrne que sus últimos discos solistas, que no me emocionan, me parecen muy cerebrales. Pero leo sus libros, se los doy a mis alumnos, sus diarios de bicicleta, sus reflexiones. Me impresiona mucho en el último libro la relación que hace entre la música electrónica y el rap y la parte más tribal de la música, cerrando un círculo. A Cerati lo fui a ver muchas veces. Iba a ver a Soda, Sumo y Don Cornelio. Fueron también iniciáticos. Sacarme de encima a los Abuelos y los Twist. Pero después los solistas de Cerati nunca me gustaron. Sin embargo, para la mayoría de la gente es mejor que Soda Stereo. Yo no puedo escucha Soda Stereo después de Canción Animal. Y Charly después de Parte de la Religión tampoco. No sé ni qué temas tiene.

Cuando me deja de interesar, no sigo. Lo suelto. U2 no escucho más desde Joshua Tree. Perdí el interés. Por Robert Smith no dejo de sentir una admiración muy profunda. A R.E.M. le compro todo. A Strummer le compraba todo. A Jones no. Tenía cierta fascinación por Beck y un día pude verlo junto con R.E.M. en la cancha de polo. Primero dije “¡Que bueno Beck!” pero cuando sale R.E.M. decís “¡Aaaaahhh, esto es una banda de rock!”. Y el ejemplo de Cave también. No había pantalla, no había luces, se apagó el sonido… y sin embargo el tipo te tiene en un puño durante tres horas y estás queriendo ver que hace y se pone en tribunero y te cagás de la risa. Yo el show de Cave lo vi en el campo. Estaba esa farsa que era la platea preferencial. Mi novia no conocía y yo quería que conozca, entonces la invité, le dije “acá vamos a estar más tranquilos”. Ella consigue ese asiento ahí en el borde y yo quedo parado en el asiento de ella y agarrado de la tribuna de arriba. Y vi todo el show como si fuera el jefe de la barra brava de Argentinos. Con él fue la única vez donde me volví a sentir público. Y realmente reconecté de una manera increíble. Hay discos que no me gustan, pero no importa.

Me arrepentí de no haber ido a ver a The Cure en el último show. Hay gente que uno la quiere siempre pero musicalmente ya no llega. Con Nick Cave nos hemos comido muchas gastadas, pero para mí es un tipo importante que ha sabido reinventarse todo el tiempo y es muy especial. Y con Robert Smith, de quien dicen que el octavo disco es uno de los mejores. El octavo, Disintegration. ¿Cómo llegas a hacer un octavo disco y que sea de los mejores? ¿Cómo puede ser que tengas tanta tela para cortar y sorprender? Los últimos dos de Nick Cave son realmente geniales. No son inocentes. Son discos que tienen una búsqueda.

-Recuerdo esos shows de P.O.R. donde salían como banda ambulante cantando “Telefónica, paren de robar”, había posiciones políticas, participación en el disco que sacó CORREPI por el asesinato de Mariano Ferreyra y en cualquier lugar donde haga falta apoyar una lucha de los trabajadores. El arte, como todo, es político. Pero ¿se juzga políticamente? ¿O el arte y el artista, son asuntos separados?

-¿A vos te parece que hay un hecho estético o ético en llevarle un Nesquik a uno de mis hijos y un matecocido al otro, a las siete de la mañana? Eso es ser persona y punto. Yo descreo un poco. Me gustaría que a pesar de que yo no me tome en serio, tomen en serio mi trabajo. Yo como artista te hago un chiste y, aún a riesgo de ser poco marketinero, prefiero no subirme a ciertas cosas. Pero sí quiero que me tomen en serio. Si no te gustó tal cosa, sabé que se armó de tal manera. Y si quiero que me pongan el volumen más fuerte de la voz en el monitoreo no es que soy un narcisista que se quiere escuchar a sí mismo, sino que necesito tener ese espacio para interpretar esa canción, para lo que hace falta que el sonido sea más o menos bueno, por lo que tengo que llegar en buenas condiciones y tener una cerveza fría y una porción de pizza caliente. ¿Eso me define como artista? ¿Define una ética? Porque puede ser que haga todo lo que decimos y después produzca una música chota, podés ser un tipo muy solidario y hacer una música pedorra. No soy mejor músico o mejor poeta por participar de proyectos sociales o políticos. A veces discutimos entre nosotros: “¿Vamos a llegar tan temprano? No va a haber nadie”. Pero llegamos temprano y tratamos de terminar temprano.

Hay gente que me ha dicho: “Para mí la vida y el arte son lo mismo”. Y yo trato encarecidamente de que no lo sean, de no perder nunca la perspectiva de a qué colegio van mis hijos, de si los llevo temprano o si me gusta la directora, si están los boletines, si hay que inscribirlo, si hay que llevarlo al hospital. Sólo hago lo que hay que hacer. Con las historias de amor lo mismo. Después capaz escribo algo o alguien me dice “Ah, ya vas a escribir algo sobre esto” o “por favor, escribí algo sobre esto”. Pero después es otra cosa. Mi vida no es una película ni querría que lo fuera.

Respecto de lo político, admiro mucho a eso que siente el militante, el dolor, el compromiso físico. Yo me puedo enganchar con lo contario, con una historia de una agachada o una miseria. Yo no voy a hacer un arte de consignas. Sin embargo, creo haber encontrado puntos de contacto con ese espíritu amateur en el sentido de amor del militante que necesita para convocar a aquel que no lo es para apoyar su causa. Y ahí entramos los artistas. Entonces, el artista trabaja con la evocación, los sentimientos, los recuerdos, el entusiasmo. Todas esas cosas el militante no las puede verbalizar porque está en la consigna. Muchas veces nos ha pasado que te dan la guita del taxi de vuelta y vos te vas y el chabón se queda en la toma de fábrica. O, como en una fábrica de pastas que estaba tomada, te viene a ver gente que no conoce ni a Potemkin ni al rock. Y de repente sos uno que tiene una guitarra en la mano y el tipo te dice: “¿Usted toca la guitarra? Toque para nosotros. Estamos acá, en una ronda”. Y ahí te sirve haber aprendido a ser persona y haber madrugado para llevar a los chicos a la escuela.

-Con los años, ¿sentimos más o sigue siendo como cuando éramos pibes?

-Lo lógico sería que te diga como la letra del tango: uno no puede amar sin presentir. Por la edad. Yo cumplí 50 años. Pero te diría que se siente igual, y en algunas cosas se siente más. Lo que pasa es que muchas cosas a ésta edad empiezan a aparecer como en el extracto de tomate o el cacao 90%. Empiezan a ser mucho más intensas, las que hemos aprendido y para bien, de la vida. Una frase de Camus dice “Cuanta energía se gasta en ser normal”. Entonces, llevalo a los esfuerzos cotidianos, al laburo, y con el tiempo cuando no te volvés un tipo conservador, frustrado por la valentía de los demás, cuando uno si no es valiente puede honrar al laburo que hacen los valientes y acompañarlo y seguirlo sin frustrarse, empezás a separar la paja del trigo y decir “Acá hay una historia de amor y se va todo a la mierda”.

Bueno, yo perdí a un hermano. Y a veces siento que escribo mucho más sencillo. Casi como una crítica te lo digo. Pero me pasan cosas muy intensas. Capaz con esa forma más simple de escribir puedo compartir cuestiones muy fuertes. Después el tiempo dirá cuando aparezcan instantes de una vida más estable. Todavía hay emociones muy frescas. Te diría que se siente igual o quizás más porque sacás la paja del trigo y agarrás lo que vale la pena. Ya no le tengo miedo al ridículo ni tengo que demostrar nada. Algunas cosas de los 50 años son lindas. Vos me venís a hacer un reportaje, te interesa lo que yo digo. A otra gente le pasa con mis canciones. Y cuando éramos más pibes estaban todas esas discusiones. Que si querés ser famoso, vivir de la música, tener discos… Y de repente tenés 50, hiciste un montón de cosas y está el recorrido. Entonces puedo sentarme y decir: “Bueno, yo ya no voy a ser un super maestro de ceremonias, ni tengo el histrionismo. No soy el Bahiano”. Yo puedo decir que esa música no me gusta, pero lo vi a Bahiano en Cosquín y tenía a la gente como loca. Entonces uno asume que esto no lo puede hacer, pero esto sí. Y puedo decir que ésta canción Nick Cave no la podría haber escrito. Porque no conoce ni tal río de Santa Fe ni tal pueblo de Córdoba ni se levanta a las 7 conmigo.

-¿Leés mucho? ¿A quienes?

-Poco, menos que lo que escucho música. Lo último que leí es a Mario Castells. Me encanta como escribe. Realmente me gusta. Leo bastante poesía por los talleres que doy. Sonia Scarabelli, Claudia Prado, Paula Jiménez. Lo bueno que tiene la poesía es que uno puede ser joven hasta los 40. Hasta los 40 es poesía joven. Luego están los poetas normales, de edad normal, que seríamos nosotros (risas). Mariano Blatt, Daniel Durán, Diana Bellessi, Susana Villalba. Lo que más leo es poesía para el taller. Doy taller de letras y música. Selva Almada me encanta.

-En el 2001 salió un libro con algunos textos tuyos y de Julián Ferreyra… ¿A futuro te planteás la posibilidad de explorar más ese camino?

-Sí. Como decía una amiga, en un momento uno tiene que hacerse fuerte en algo. Entonces yo sentía que no le podía pedir a las letras de las canciones que también fueran poemas y narraciones. En un momento traté de empezar a escribir más sencillo, más simple y más cantable. Más esclavo de la melodía. Pero después empecé a darme cuenta cuando algo era material para un poema y cuando era una letra. Pero yo me siento un letrista y no un poeta. Sobre todo por el recorrido de las personas que te nombré. Gente que realmente trabaja distinto. Admiro mucho esa forma y entonces me da pudor. Pero tengo un material, una serie, que en algún momento será libro. No es letra. Y hasta ya encontré una forma de tener un tono propio. Lo que sí me pasa es que algunas ideas terminan siendo o parte de un poema o parte de una letra.

-El domingo Ahijuna Records presenta un disco homenaje a P.O.R. que reúne a muchas bandas que de algún modo están conectadas con tu anterior banda. A medida que P.O.R. se desarrollaba, ¿vos sabías la historia que escribías?

-Ojalá fuera así. Cuando escuchaba “Fulano está influenciado por Nick Cave, o Tom Waits”, nosotros no copiábamos eso. Pero hay un momento en que encontrás la forma de resolver el trabajo, como decía en ese libro Piglia. Había unos ejercicios y el tipo decía como sería un cuento con el primer párrafo por Kafka o por tal otro autor. Y trataba de encontrar ese orden como si hubiera una forma de resolver las cosas propia de cada estilo. Lo que creo que en un momento entendimos es cómo se terminaban de resolver algunas formas en las canciones de Cave, de Waits. Y después yo siempre me sentí deudor en una línea donde se mezclaban el rock y la música popular. Creo que hay algo de eso en Arco Iris, en Moris, en Miguel Cantilo. Después en Los Visitantes, en La Portuaria, en Santaolalla siempre (por eso el disco de Divididos que él produce es muy parecido a las formas más rockeras de Arco Iris y a la vez hay cruces entre lo que hacían en ese momento Moris o Manal). Cuando lo vi por primera vez a Palo cantar dije “ahí está, acá hay algo”.

Esto es lo que yo no encuentro en algunos formatos pop. Hay algo que yo tengo y algo que no quiero perder. No quiero renunciar a una forma más tanguera de cantar. Yo nombro mucho a Miguel Cantilo, que hacía de esa mezcla algo valioso, como Moris o Javier Martínez. En el medio estaban Don Cornelio y La Portuaria. La Pequeña Orquesta capaz que terminó de resolver una forma de componer canciones desde un lugar nuevo, que incluía armonías que no eran de género. Nosotros no hacíamos nunca una milonga, nunca un vals o un fox trot, pero siempre había temas que tenían eso. Le escapábamos al género deliberadamente. Tenía que tener una vuelta de tuerca para que sea nuestro. En ese sentido capaz que la Pequeña Orquesta ayudó a abrir, junto con Visitantes, Portuaria y Don Cornelio, una puerta para decir “la música de acá es una mezcla de todo esto”. Y además éticamente para decir que el tango también es rock, que el rock tiene cosas de otras músicas e ir contra las fronteras de tribu.

-¿Sabés que sigue en 2019 para Acorazado?

Vamos a hacer un disco nuevo. O sea, que todo lo que hablamos acá corre: debe ser un disco urgente, hermoso, político, comprensivo, personal, porque va a haber que hacerlo en un rato. Nos habíamos propuesto no tardar tanto entre un disco y otro, así que vamos a grabarlo seguramente entre abril y junio. También cumplimos 10 años, el 9 de Febrero. Así que vamos a hacer un show entre marzo o abril. Después tenemos un show en el Salón Pueyrredón el 11 de Enero.

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Homenaje colectivo a Pequeña orquesta Reincidentes: Éste domingo 23 de diciembre en Hasta Trilce, Maza 177, desde las 20, Ahijuna Records presenta “Un Pequeño Homenaje” a la Pequeña Orquesta Reincidentes. Estarán La Lija, Fandango, Juntacadáveres, El Violinista del Amor, Malayunta, Il Parco Del Mostro, Perro, Orquesta Volátil, Angry Zeta, Orquesta Espantapájaros y Felices Pastores.