La campana de la división: «Después del 2001 las coordenadas del rock cambiaron»
Por Marcelo Simonetti
Marcelo Simonetti entrevistó a tres autores de ensayos que integran el libro recientemente editado «La campana de la división. Escribir sobre las ruinas del rock argentino», compilado y prologado por Emiliano Scaricaciottoli. Carla Daniela Benisz, Daniel Talio y Nancy Gregof reflexionaron con Sonámbula sobre las transformaciones que implicaron para la cultura rockera el 2001 y la catástrofe de Cromagnon.
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Cuando me enteré de la idea de Emiliano Scaricaciottoli de problematizar el rock argentino junto a varixs compañerxs del ambiente, proponiendo el 2001 y Cromagnon como corte, enseguida me dieron ganas de conocer la iniciativa, porque fui y soy parte de la cultura rock de éste país. O, como afirma el libro colectivo en que culminó el proyecto, de sus ruinas. La Campana de la división ahonda en una lectura materialista de la cultura juvenil de masas, afirmando que los hitos mencionados golpearon al rock argentino hasta dejarlo en ruinas.
La campana de la división. Escribir sobre las ruinas del rock argentino es la primera producción del Seminario Permanente de Estudios sobre Rock Argentino Contemporáneo (SPERAC).
El prólogo de Emiliano, que también fue el compilador del libro, es tan demoledor como interesantes las propuestas y lecturas del resto de los textos. Carla Daniela Benisz, Daniel Talio y Nancy Gregof se prestaron amablemene a responder algunas preguntas para Sonámbula.
-¿Donde te encontró el post Cromagnon y la destrucción de los circuitos alternativos de la música juvenil a manos del Estado?
Carla: -Me encontró de este lado de la cortina de hierro de la General Paz, lado conurbano, que -tras Cromañón- tuvo una etapa de patio trasero para ciertas bandas por la limitación de espacios en CABA pero también de patio trasero -acá sí, sin metáfora- del empresariado lumpen de bares y boliches. Mi primera interpretación sobre la experiencia Cromañón fue bastante personal, como consumidora de recitales y habitué a ciertos circuitos under, alternativos, pero también a algunos marginales y lúmpenes. Cromañón me puso de cara ante la fragilidad de esas experiencias, ante el peligro que resultaba la romantización de esa cultura rocker del reviente, pero no simplemente por decisión adolescente de desconocer el peligro, sino porque era un negocio. Con el tiempo pude politizar la experiencia Cromañón. En ese sentido, creo que el 2001 y Cromañón abren una parábola que prosigue en el ballotage 2015 (tras Cromañón el macrismo se convierte en fuerza política de gobierno), por ejemplo. Y actualmente, ante la limitación de la experiencia que significa la pandemia, creo que esa parábola se sigue dibujando. Pero volviendo a La Campana…, creo que colaborar en el volumen me ayudó a terminar de cerrar una lectura política de esa división. Aunque para el libro me incliné hacia cierta apertura que generaban algunas artistas, antes que por la cerrazón de la experiencia.
Nancy: -Me encontró en plena juventud, con limitaciones en los espacios a los que iba a ver bandas «independientes» o lo que podríamos llamar «under», que fueron clausurados o directamente cerraron. Al mismo tiempo, la lectura de «tragedia de clase» -clase baja, marginal, trabajadora- de los medios hegemónicos respecto de los circuitos musicales más independientes también me impactó bastante, porque la idea de «reviente» y «exceso» acrítico en el rock, que termina en tragedia, alimentó la idea de irresponsabilidad de clase, responsabilidad de vida de quienes murieron allí, más allá de sus organizadores y del Gobierno de la Ciudad.
Daniel: -El post Cromagnon me encontró bastante alejado del circuito rockero de la época, por razones personales. Me retrotrajo a otros años en donde la precariedad era la norma y me hizo revisar la cultura del aguante. Me refiero a esa idea de que “peor es mejor”, o sea, que cuanto más incómodo o arriesgado, más vale la presencia de uno en ese lugar. Creo que ya dejamos atrás esa idea, salvo en algunos casos puntuales
-Después del 2001 ¿el resto de la cultura pagó el mismo precio que el rock o éste se llevó la peor parte?
Carla: -Creo que la que se llevó la peor parte fue la parte “alternativa” del rock. Porque también proliferaron festivales que vendían seguridad. Y así como la inseguridad fue un negocio para ampliar el margen de ganancia, la seguridad también lo fue, cotizándose como un bien precioso. De hecho, me acuerdo de una letra de Las Manos de Filippi sobre “el bolichero Telerman, con su boliche y gobernando”, que hablaba de esa contradicción. Los empresarios se rescataron. Y de hecho, podemos ver cómo ciertos recitales de rock mainstream, con empresas y productoras detrás, siguieron siendo inseguros y dejaron sus muertos en el camino.
Nancy: -Me parece que luego del 2001 las coordenadas del rock cambiaron. En principio, porque la crisis del 2001 dejó como saldo una sociedad que venía atravesando una realidad política, económica y social crítica. La desocupación, las políticas de vaciamiento estatal, el quiebre de la representatividad política y la explosión del individualismo capitalista generó otras lecturas de la realidad, así como otros accesos a sus otras formas, de las cuales el rock nutrió sus poéticas. La fragmentación del sujeto social y la ficción de la democracia burguesa creo que son claves y no sólo tocan al rock en su poiesis, sino al arte en general.
Daniel: -Creo que el rock fue el gran perjudicado. Pero ¿podía ser de otra manera?. El mundo underground tuvo que reacomodarse, sin embargo, otros circuitos, por la lógica de su desarrollo pudieron acomodarse de mejor manera; digo, el teatro under tuvo que hacer ajustes, pero ¿quién hace un pogo en una obra de teatro? A lo sumo, se revisaron algunas cuestiones en la música electrónica, pero no fue decisivo. En el caso del rock, pagaron, como siempre, las bandas y los lugares con menos posibilidades.
-La fusión de estilos que trajo una mayor apertura en la música joven del siglo XXI, ¿trajo también desideologización?
Carla: -No sé si desideologización implica despolitización porque, por ejemplo, la frivolidad también puede ser ideología. De hecho, lo es. Pero si te referís a despolitización, creo que, en algunos aspectos, se aplanaron sentidos hacia la frivolidad; mientras que, por otro lado, se fue hacia cierto consignismo, que también aplana un poco los sentidos, los vuelve obvios porque se hacen mensaje. De todos modos, no tengo esa lectura de que la fusión de estilos puede traer desideologización, me parece que, en todo caso, es un proceso histórico que va más allá de si son estilos fusionados o jóvenes o no. Puede hacer contenido contestatario en el trap, así como conciliación individualista en (lo que queda de) el rock.
Nancy: -Todo lenguaje es ideológico. Toda estética es política, toda política es estética. La fusión de estilos trajo hibridaciones que, como siempre, rompen las «cajas», los «géneros», las clasificaciones funcionales a la sistematización, comercialización y clasificación de productos y producciones culturales. Y, además, las fusiones de estilos no son, por así decirlo, rasgos distintivos del siglo XXI. La caída de los grandes referentes, así como las categorizaciones blindadas a las transformaciones, tal vez sí.
Daniel: -No creo que haya traído desideologización. Entiendo que cambió la manera de expresarse. Lo que caen son los grandes discursos, más aún, el panfleto. Al caer también las grandes bandas, los gurús encumbrados ceden el lugar y ahora hay que hacerse cargo, y eso trae diseminación. Creo que en la fusión de estilos hay una enorme riqueza por otros medios. Apareció también un discurso desacartonado, casi twittero, que fue muy valioso en su momento. Hay un refinamiento que a veces es difícil de asimilar, pero estoy seguro de que el oído atento capta eso que se quiere decir. La escucha también se ha puesto más exquisita y ya no acepta cierta tosquedad.
-Campana de la división sugiere corte, borrón y cuenta nueva. ¿Hay hilos de continuidad? ¿Donde?
Carla: A nosotros nos interesó marcar hilos de continuidad, linajes, aunque sobre ellos también operen ciertas fugas. La fuga se dispara desde algún lado. Algunos compañeros, por los ejes que trabajaban o por su propio abanico musical, tejieron muy bien esos hilos, creo. En mi caso, como yo trabajé con artistas mujeres que –de alguna forma- ponían esa subjetividad (ese cuerpo) en primer plano y lo articulé con la ampliación del movimiento de mujeres, creo que hay más corte y quebrada que continuidad. Aunque sí jugué un poco con continuidades no tan obvias como con el disco Amor entre mujeres de Dalila. Pero reconozco que eso fue una provocación.
Nancy: Sí, la continuidad está en los restos, que son algo así como el compost sobre el que se escribe y reescriben nuevas poéticas, narrativas, historias. Me gusta pensar en la música como un palimpsesto infinito. El continuum es escuchable en las mixturas de sonoridades, así como también en las propuestas temáticas y discursivas que dialogan en las letras.
Daniel: Sin dudas hay hilos de continuidad en el rock. De las ruinas, los escombros, se reconstruye algo otro, pero con materiales que aún se reconocen en una tradición. Entiendo que El Kuelgue es, en algún sentido, heredero de La Portuaria; o el solista rosarino Barfeye puede ubicarse en la línea de Fito Paez. Y más aún, al escuchar a los nuevos exponentes del rock (y sus aledaños), se percibe un enorme respeto a las figuras mitológicas; WOS es un ejemplo de ello en relación a Los Redondos. Las declaraciones de Trueno sobre “somos el nuevo rock” van en esa misma línea, la idea de pertenecer a un linaje que ve como glorioso. Insisto, no tengo dudas de que hay una continuidad, quizás desenfocada o descascarada, pero ahí está la habilidad del oyente para poder encontrarla.
-¿Tuvieron que ir a buscar a esas y esos artistas sobre los que escriben o es lo que escuchan habitualmente?
Carla: -Algunas, creo que sobre las más desarrollé, son las que escucho o escuché con frecuencia en algún momento. Otras fueron propuestas por Emiliano Scaricaciottoli, el compilador del volumen, cuando me convocó y me presentó el proyecto que él ya tenía armando. Ahí un gran hallazgo para mí fue Chocolate Remix, quien, además de su propuesta musical, que puede gustar o no (a mí me encanta su juego con el reguetón), me parece muy lúcida en sus posicionamientos. De todos modos, sí fue un ejercicio de escucha que me llevó a ir religando a las artistas hasta que quede una “constelación” y también hubo un ejercicio de discusión con los otros escritores del volumen que me ayudó a darle forma. Quiero destacar que el libro es el resultado no de cinco escrituras compiladas, sino de un año de reuniones y discusión entre todos.
Nancy: -Sobre las poéticas con las que trabajé: algunas de ellas fueron parte de mi vida desde siempre, como es el caso de Divididos y Pez. Otras, como Eruca Sativa y La Naranja, vinieron a mí luego del trabajo con el grupo de investigación, en donde el eje de la valvularidad fue un primer disparador para una selección inicial. Luego, tras la escucha de discografías y el trabajo con los corpus poéticos, propuse el entrecruzamiento entre las cuatro.
Daniel: -A El Kuelgue ya lo conocía, lo había ido a ver algunas veces en lugares pequeños. Pasó el tiempo, llegó la propuesta del trabajo y me pareció que era la banda ideal para pensar la ciudad macrista. Creo que la banda tiene algo tan propio, desde lo musical y desde lo letrístico, que me parecía importante abordarla. Además, es tan porteña que para mí cumple todas las condiciones para ser seleccionada. A Acorazado lo tenía en el radar y a Asspera también. Reconozco que mi escucha y mi emoción en lo que tiene que ver con la música rock pasa por otro lado, pero me entusiasma la idea de incorporar otras músicas a las listas de reproducción. Quizás, más adelante, me meta con algo que me interpela en lo más hondo: las líricas del Indio y Skay como solistas, eso sería poner lo más profundo de mí mismo a la parrilla.
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La campana de la división (2021), Clara Beter Ediciones
Además de la introducción, Emiliano Scaricaciottoli aporta el ensayo «Onanismo y Catupecu Machu». Clara Benisz escribe «Sensualidad y Sara Hebe», Daniel Talio «Urbanidad y El Kuelgue», Nancy Gregof «Valvularidad y Divididos» y Daniel Gaguine «Trovadorismo y Lisandro Aristimuño».