La manada ataca en el rock: Pez y la cultura de la violación

Por Marcelo Acevedo

Partiendo de Teoría King Kong, de Virginie Despentes, Marcelo Acevedo aborda los recientes casos de denuncias de violaciones en el rock nacional y denuncia su vínculo profundo con el escándalo español de «la manada». “Ni ‘grupo roto’ ni ‘individuos con una gran falta de valores’: las ‘manadas’ no están conformadas por personas aisladas, no son raras excepciones en nuestra sociedad, son actores sociales más habituales  de lo que algunos quisieran reconocer. Ningún misógino es una isla”.

 

Hace unas semanas Franco Salvador, baterista de la banda Pez, fue denunciado por abuso sexual a través del blog Ya no nos callamos más, un sitio desde donde se busca visibilizar la violencia machista y darle difusión a denuncias de todo tipo de abuso. Quienes administran el blog recomiendan utilizar el anonimato, tanto en las alertas como en los testimonios, con el objetivo de evitar la revictimización, las amenazas y el escarnio digital al que son sometidas las victimas una vez conocida su identidad.

El testimonio de la denunciante de Salvador no fue anónimo sino publicado con identidad reservada, es decir que quienes administran el blog están al tanto su identidad pero no la dan a conocer. Para muchas personas esto fue motivo de dudas, rechazo e incluso indignación. ¿Por qué no hizo la denuncia policial? ¿Por qué no da su nombre? ¿Por qué no muestra la cara? ¿Cómo va a actuar la justicia si faltan estos datos? Sin embargo, que los datos de la víctima no sean dados a conocer no invalida de ningún modo una denuncia que no es penal sino social, como advierte el manifiesto de Ya no nos callamos más: “No somos el sistema judicial, elegimos creer como postura política ante el terrorismo sexual, generar prevención entre nosotres y herramientas de autodefensa que rompan con la cultura de la violación y todos sus mecanismos de manipulación eligiendo salir del lugar de víctimas y expresarnos cuando, como y donde fuera”, algo así como una versión extendida de la frase de apoyo a la víctima de la manada ante la nefasta sentencia de la justicia española, cuando el hashtag  #YoSíTeCreoHermana se volvió viral, y la realidad de una justicia parcial y patriarcal -en España, Argentina, o cualquier país- volvió a quedar expuesta con este caso.

El terrorismo sexual de la manada

En la madrugada del 7 de julio de 2016, durante la tradicional fiesta española de San Fermín, un grupo de cinco andaluces llevaron a una chica hasta un portal y acto seguido la violaron. No contentos con abusar en grupo de la joven madrileña de 18 años, también se burlaron de ella, filmaron la violación e incluso grabaron audios que luego difundirían en diferentes grupos de WhatsApp para deleite de sus amigos. Posteriormente se descubrieron nuevos audios de WhatsApp del mismo grupo donde se relataban otras historias de abuso a mujeres, con un modus operandi similar en todos los casos: abordar a una chica sola, drogarla -en caso de que fuera necesario-, y violarla de forma grupal para luego festejar sus “hazañas” de machos violadores.

Homo homini lupus, escribió Thomas Hobbes en Del ciudadano (1642), reapropiándose de la frase del romano Plauto: “El hombre es el lobo del hombre”. El grupo de violadores de los sanfermines se consideraba cazadores de mujeres, lobos, y por ello se autodenominaba “la manada”. El ser humano es el lobo del ser humano, y el macho es el lobo de la mujer.

En la columna de un periódico español ultracátolico y conservador, un psicólogo repasa  lo que él denomina “la psicología de la manada”. En su nota los define como “un grupo roto, sin fundamentos morales, muy destruido”. Habla de individuos “con una gran falta de valores”  y asegura que son “la consecuencia de una cierta parte de los jóvenes perdidos, desorientados, sonámbulos de criterios, que producen pena, bochorno e irritación”. Por lo visto la culpa es de todo y de todos, menos del machismo, una palabra que parece no existir en el vocabulario de este hombre al que se le pasó por alto que una sociedad patriarcal que exuda misoginia por todos sus poros es el caldo de cultivo ideal para la creación crianza de estos hijos sanos del patriarcado.

La historia de la joven madrileña violada por la manada es muy similar al caso reciente de otra mujer de 28 años que fue golpeada y violada por una patota -que los mass media, ni lerdos ni perezosos, bautizaron como “la manada chilena”- de hinchas de fútbol en un parque ubicado las inmediaciones del Estadio Nacional de Santiago.

El tercer caso incluido en esta nota es análogo a los de España y Chile -y a otros miles de casos que no fueron ni serán tapa de los diarios- aunque no fue elegido de forma azarosa, sino más bien por su aporte fundamental al momento de construir una teoría sobre feminismo: se trata de la violación sufrida por Virginie Despentes en julio de 1986, hecho narrado en su fundamental Teoría King Kong, libro publicado en 2006 que parece haber sido escrito en estos días, un ensayo que nos interpela como sociedad patriarcal, misógina y violenta contra las mujeres. Tan actual resultan sus palabras que el último capítulo del libro incluye un párrafo que hace alusión de forma metafórica a una “manada” que se ocupa de poner a las mujeres en su lugar: “En la literatura femenina, los ejemplos de confrontación o de hostilidad contra los hombres son rarísimos. Censurados. (…) toda una historia de escritoras que juegan a mantener un perfil bajo, a dar la razón a los hombres, a disculparse por escribir repitiendo cuanto les aman, les respetan, les adoran y que, sobre todo, no quieren –pese a lo que escriben-echarlo todo por la borda. Todos sabemos que, en caso contrario, la manada se ocupará cuidadosamente de darnos nuestro merecido.”

El juego de las coincidencias continúa en otro capítulo titulado “Imposible violar a una mujer tan viciosa”, donde Despentes narra la forma en la que fue violada a los 17 años junto a una amiga, por una pequeña “manada” conformada por tres jóvenes machos armados con una escopeta, en un bosque de la capital francesa.

“Nos obstinamos en hacer como si la violación fuera algo extraordinario y periférico, fuera de la sexualidad, evitable. Como si concerniera tan solo a unos poco, agresores y víctimas, como si constituyera una situación excepcional, que no dice nada del resto. Cuando, por el contrario, está en el centro, en el corazón, en la base de nuestra sexualidad”, dice Despentes que, si hacemos un ejercicio mental lúdico, parece contestarle desde el pasado -en un ida y vuelta ficticio- a ese psicólogo que habla de “un grupo roto” e “individuos con falta de valores”, mientras realiza piruetas dialécticas varias antes que reconocer que se trata de una caterva de hijos sanos del patriarcado, y que estas violaciones grupales son más comunes de los que nos quieren hacer creer.

Continua Despentes: “Rito de sacrificio central, está omnipresente en el arte; desde la antigüedad su representación en los textos, la escultura, la pintura es una constante a través de los siglos. En los jardines de Paris y en los museos, vemos representaciones de hombres forzando a mujeres. En Las metamorfosis de Ovidio parece que los dioses pasan el tiempo queriendo tirarse a mujeres que no están de acuerdo, consiguiendo lo que quieren por la fuerza. Fácil, para los que son dioses. Y cuando se quedan embarazadas, encima las mujeres de los dioses se vengan de ellas. La condición femenina, su alfabeto. Siempre culpables de lo que nos hacen. Criaturas a las que se responsabiliza del deseo que ellas suscitan”.

Entonces, ni “grupo roto” ni “individuos con una gran falta de valores”: las “manadas” no están conformadas por personas aisladas, no son raras excepciones en nuestra sociedad, son actores sociales más habituales  de lo que algunos quisieran reconocer. Ningún misógino es una isla.

Cargar las culpas sobre lo que él llama “una sociedad hipersexualizada” y por encima de todo a la pornografía (Despentes: “A menudo se dice que el porno aumenta el número de violaciones. Hipócrita y absurdo. Como si la agresión sexual fuera una invención reciente, que tuvo que ser introducida en las mentes a través de las películas”) y el alcohol es, como mínimo, elegir el camino más simple para evitar confrontar con su propio machismo. Una frase que circula en diferentes redes sociales refuta de forma simple y efectiva las ideas de este psicólogo sobre las borracheras como detonante de las conductas sexuales agresivas: “Las mujeres se emborrachan y son violadas, los hombres se emborrachan y violan mujeres. El problema no es el alcohol, es el patriarcado”.

La cuenta es simple ¿Cuántas manadas de mujeres andan sueltas por ahí violando hombres?

Justicia patriarcal, condena parcial

A pesar de que la fiscalía pidió que se los condene por agresión sexual -delito que conlleva una pena superior a los 20 años de prisión-, los miembros de la manada finalmente fueron castigados por el delito de abuso sexual. La diferencia fundamental radica en que en España se considera abuso sexual al acceso al cuerpo de otra persona sin su consentimiento pero sin violencia física, en cambio la agresión sexual involucra acceso al cuerpo de otra persona sin consentimiento pero con violencia, lo que incluye la violación, entre otras agresiones sexuales.

¿Qué dijo Ricardo González, el magistrado que emitió un voto discrepante en la sentencia que condena a los miembros de la manada a tan solo 9 años de prisión por el delito de abuso sexual? Que en las filmaciones de los acusados no ve más que cinco varones y una mujer llevando a cabo lo que denominó como “actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo”, que la joven mostraba un semblante de “innegable expresión relajada, sin asomo de rigidez o tensión”, y que por tanto le resulta imposible afirmar que lo que se ve en el video sea una agresión sexual violenta o que la mujer actúe bajo la influencia de una intimidación que “por más que se pretenda por las acusaciones, no se manifiesta en modo alguno, como también que se encuentre en un estado de shock de tal intensidad que la tenga paralizada o sometida».

Y ahí viene Despentes nuevamente desde el pasado para contestarle a este magistrado: “Tres con un fusil contra dos chicas a las que han pegado hasta hacerlas sangrar: no es una violación. La prueba: si verdaderamente hubiéramos querido que no nos violaran, habríamos preferido morir, o habríamos conseguido matarlos. Porque en la violación siempre es necesario probar que no estábamos reamente de acuerdo. La culpabilidad está sometida a una atracción moral no enunciada, que hace que todo recaiga siempre del lado de aquella a la que se la meten más que del lado del que la mete.”

Jauría de un solo perro

En una entrevista con el diario El país, Ricardo Arjona expresó, a propósito del tema de los abusos sexuales, que “una persona que no lo declara a tiempo, con todo el trauma, con toda la psicología que se menciona, se hace un poco cómplice de lo que el tipo sigue haciendo durante el tiempo que no se habló”. Y, por si fuera poco, agregó: “Si una mujer fue maltratada y lo denuncia 20 años después es muy tarde. Debería existir una obligación de denunciar el maltrato inmediatamente, no 10 años después. Y esto es una cuestión bastante personal, porque todo lo demás es una especulación. El que no denuncia, permite”.

Arjona propone así su particular dialéctica del amo y el esclavo hegeliana, y asegura: “Yo tengo una hija que es actriz. A mí me gustaría que mi hija, al primer intento de un tipo de proponerle una situación así, tuviera las facultades para pegarle una trompada”.

Volvamos a la Teoría King Kong  y veamos cómo, desde el 2006, Despentes le responde directamente a las ideas machistas del 2018. En su relato sobre la terrible violación sufrida, Despentes cuenta que llevaba una navaja en el bolsillo de la campera pero nunca pensó en utilizarla, en cambio lo único que atinó a pensar fue “sobre todo que no la encuentren, que no decidan jugar con ella”. La autora asegura que no estaba enojada con ella misma por no haberse animado a matar a alguno de los violadores, sino más bien estaba furiosa  “contra una sociedad que me ha educado sin enseñarme nunca a golpear a un hombre si me abre las piernas a la fuerza, mientras que esa misma sociedad me ha inculcado la idea de que la violación es un crimen horrible del que no debería reponerme. Sobre todo, me da rabia que frente a tres hombres, una escopeta y atrapadas en un bosque del que no podíamos escapar corriendo, hoy todavía me sienta culpable de no haber tenido el coraje de defendernos con una pequeña navaja”.

“Si ella no reacciona, se hace cómplice de la cosa y no lo tolero”, insiste Arjona, pero Despentes, siempre filosa y certera, tiene las ideas más claras y una respuesta acorde: “Los hombres, francamente, ignoran hasta qué punto el dispositivo de castración de las chicas es imparable, hasta qué punto todo está escrupulosamente organizado para garantizar que ellos triunfen sin arriesgar demasiado cuando atacan a mujeres” (…) “Y de todos modos ¿cómo es posible que haya sobrevivido sin ser una puta rematada? Una mujer que respeta su dignidad habría preferido que la mataran. Mi supervivencia, en sí misma, es una prueba que habla contra mí”.

En internet puede encontrarse la transcripción de la declaración de la joven violada por la manada. Allí pueden leerse estas preguntas de parte juez:

-A lo largo del procedimiento ha salido que usted luego de los hechos se marchó de vacaciones. 

-Me fui de vacaciones con mi amigo y su familia, y a mi pueblo. Estuve una semana en la playa con la madre de mi amigo, que es psicóloga, y me dijo que me podía venir muy bien. Decidí irme con ellos porque era una cosa que siempre lo he hecho y no quería cambiarla por un simple hecho.

-¿Colgaba en las redes sociales fotos si estaba de fiesta o con amigos? 

-No iba a colgar fotos llorando. Mi normalidad era colgar fotos de fiesta y seguí haciendo eso. Había muchos conocidos que sabían que había ido a los Sanfermines y por eso puse también una foto con mi amigo. Quería evitar que se me relacionara con esto, yo nunca dije que era esa chica.

-¿Qué le aconsejan los psicólogos? 

-Que no me quedara en casa, que siguiera adelante e hiciera mi vida normal y que esto no me la cortara. Necesitaba ayuda psicológica y esa vida normal fue lo que intenté.

“Porque es necesario quedar traumatizada después de una violación, hay una serie de marcas visibles que deben ser respetadas: tener miedo a los hombres, a la noche, a la autonomía, que no te guste el sexo ni las bromas”, escribe Despentes con ironía, a propósito de esa idea que tiene una parte de la sociedad sobre la vida que deben llevar las mujeres que han sido violadas. “Posviolación, la única actitud que se tolera es volver la violencia contra una misma. Engordar 20 kilos, por ejemplo. Salir del mercado sexual, porque has sido dañada, sustraerte voluntariamente al deseo. En Francia no se mata a las mujeres violadas, pero se espera que sean ellas mismas las que tengan la decencia de señalarse como mercancía deteriorada, contaminada.”

Según el medio de comunicación que se consulte, se especula que la manada podría salir en libertad en octubre de este año o, a lo sumo, en 2020 gracias al fallo que los declaró culpables solo de abuso sexual. La misma manada que se mofó de su víctima mientras la violaba. Los mismos tipos que aseguran en audios de WhatsApp que “en verdad follarnos a una buena gorda entre los cinco en San Fermín sería apoteósico. Prefiero follarnos a una gorda entre cinco que a un pepino de tía ya solo”, los que definen a uno de sus miembros como un cabrón súper asqueroso, un enfermo. La misma manada a la que se le descubrieron otros audios de WhatsApp datados algunos meses antes de violación de San Fermín, donde hablan de “follarse a la bella durmiente” -en referencia a una mujer drogada-, mencionan la burundanga (droga que anula la voluntad) y se ríen de un posible nuevo caso “Marta del castillo”, una joven desaparecida -y posiblemente asesinada por un hombre- en Sevilla, en el año 2009, cuyo cuerpo sigue desaparecido.

El pez por la boca muere

Luego de la denuncia en el blog Ya no nos callamos más, los integrantes de Pez decidieron cancelar la fecha más cercana y hacer silencio durante al menos 48 horas. Su siguiente movimiento fue colgar un mensaje en la fanpage de El amparo bar -lugar donde iban a tocar- diciendo que “A partir de la acusación publicada en un blog acerca de un hecho que supuestamente ocurrió en nuestra Gira Patagónica 2017, les queremos decir: que desconocemos por completo el hecho citado”. Algunos días después compartieron un frío comunicado en su propia fanpage: “Sobre el hecho de abuso y violencia relatado en la publicación sólo corresponde decir, de forma pública, que no existió. Tampoco hubo relación sexual, ni consentida ni no consentida: no hubo relación sexual”.

¿Por qué la banda asegura que no existió abuso ni violencia pero acto seguido hablan de “relación sexual no consentida”? ¿Qué acaso ellos, que dicen tener claro lo que es un abuso sexual, no saben que las relaciones sexuales no consentidas no existen y en realidad se llaman violaciones?

Una vez más, Virginie Despentes nos da la respuesta desde su Teoría King Kong: “Porque los hombres siguen haciendo lo que las mujeres han aprendido a hacer durante siglos: llamarlo de otro modo, adornarlo, sobre todo no llamarlo nunca por su nombre, no utilizar nunca la palabra para describir lo que han hecho. Se ‘han pasado un poco’, ella estaba ‘un poco borracha’, o bien era una ninfómana que hacía como si no quisiera; pero si ha ocurrido es que, en realidad, la chica consentía. Que haga falta pegarla, amenazarla, agarrarla entre varios para obligarla, y que llore antes, después y durante, eso no cambia nada; en la mayoría de los caso, el violador se las arregla con su conciencia: no ha sido una violación, era una puta que no se asume y a la que él ha sabido convencer.”

Mientras tanto, una nueva denuncia de abuso sexual se sumaba a la anterior y esta vez involucraba también a su líder, Ariel Minimal.

El 9 de mayo en una entrevista para la revista Rolling Stone, los miembros de la banda modificaron su discurso y reconocieron haber estado con chicas en habitaciones de hotel, pero según ellos no advirtieron ningún tipo de señal de rechazo ni de malestar. “No decimos que miente. Decimos: ‘no hubo abuso’. Somos conscientes de qué es un abuso y qué no lo es”, asegura Fósforo García. Ariel Minimal acota: “Entiendo que ahora puedan cambiar de opinión, pero eso no me convierte en abusador. No es retroactivo”, y Franco Salvador especula: “Creemos que [la denunciante] no recuerda. Que no lo está haciendo por maldad”. (“Los hombres saben mejor que nosotras lo que nosotros podemos decir de nosotras mismas. Las mujeres, si quieren sobrevivir, tienen que aprender a entender las ordenes”; Despentes dixit).

Los Pez pasaron de desconocer el hecho a negar la existencia de las relaciones sexuales (“ni consentidas ni no consentidas”), para finalmente reconocer que esas relaciones sexuales existieron pero, como dijo Minimal en la misma nota: “Lo que pasó es algo del ámbito privado de la gente, y siempre fue consentido y entre adultos”.

Habrá quienes le crean a un grupo de rockeros que cambia su discurso y va recuperando la memoria según le convenga a sus intereses más bien oscuros y entienda que un par -por ahora- de chicas aburridas, o despechadas, o vaya uno a saber qué, inventaron una historia de violación que implica a sus ídolos musicales.

Y habrá quienes se inclinen por gritar ¡Yo sí te creo, hermana! para seguir combatir el terrorismo sexual. Ojalá se multipliquen las voces de los/las segundos/as. Ojalá seamos cada vez más.

 

“Cuando el mundo capitalista se viene abajo y no puede abastecer las necesidades de los hombres, cuando no hay trabajo ni dignidad en el trabajo, en medio de exigencias económicas crueles y absurdas, de vejaciones administrativas, de humillaciones burocráticas, de la seguridad de que nos engañan cada vez que compramos algo, se nos toma de nuevo como las únicas responsables. Lo que les hace sentirse infelices es nuestra liberación. No es culpa del sistema político, sino de la emancipación de las mujeres”.

 «Buena suerte, chicas», en Teoría King Kong. Virginie Despentes