La música del azar. Entrevista a Ricardo Ragendorfer

Por Jorge Hardmeier

Desde Sonámbula entrevistamos a Ricardo Ragendorfer, probablemente el mejor periodista de investigación del país. Hablamos sobre su más reciente libro, que tiene como protagonista a la ministra de Seguridad, pero también acerca de cómo elige los proyectos, la forma en que los datos necesitan completarse con aromas o colores y el lugar que le corresponde a la traición en la historia argentina.

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Feriado del lunes 14 de octubre de 2019. Es un día no laborable -el 12 de octubre fue sábado pero se decretó uno de esos hibridos feriados puente- que recuerda aquello que alguna vez se conmemoraba como Descubrimiento de América, cuando en realidad se trató de una conquista, una dominación y un exterminio. A 527 años de distancia, el proceso continúa, amparado por seres como Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad del macrismo, objeto de estudio de Patricia. De la lucha armada a la Seguridad, libro editado por Planeta. Minutos antes de las once de la mañana me siento a una mesa del Bar Caracol, en Bolívar y Humberto 1°, pleno barrio de San Telmo, y espero la llegada de Ricardo Ragendorfer, autor de ese libro y de otros imprescindibles, como La Bonaerense o Los doblados.

Ese oscuro objeto del deseo

Pedimos la primera ronda de café. El comienzo de una investigación es la elección del objeto de estudio y los motivos de dicha elección pueden ser variados, por lo que arrancamos charlando de cómo llega “Patán” Ragendorfer a ese objeto inicial. Dice que Los doblados -una investigación sobre la figura de El Oso, Rafael de Jesús Ranier, un soplón enquistado en el PRT-ERP, a quien se le atribuyen la entrega de medio centenar de militantes, las cincuenta y tres bajas del ataque al cuartel de Monte Chingolo y un largo etcétera- fue producto de “una casualidad”. Escuché en alguna redacción, si mal no recuerdo en la de TXT, que estaban buscando que escriban algo sobre eso los de Sudamericana. Entonces llamé a uno de los gerentes de entonces, Pablo Avelluto (sonrisa irónica a lo Patán) y arreglé con ellos. Era un tema que a mí me interesaba, era uno de los temas malditos de ese período, un tema que todavía no se había tocado. Poco antes yo había leído un libro maravilloso, El ejército de las sombras, de Joseph Kessel, sobre el cual también se hizo una película, que trataba un tema similar dentro de la Resistencia Francesa. Siempre me interesó el tema de la traición que, por otra parte, atraviesa la historia de la Humanidad como un fantasma apenas disimulado. Y me pareció interesante explotar esa figura dentro de los setentas en la Argentina.

Los doblados es un importante trabajo de investigación, con el agregado de estar narrado con una prosa exquisita. Recuerda Ragendorfer: Poco antes había entrevistado a un milico, el responsable de la red de infiltrados dentro del ERP en la época inmediatamente anterior a la Dictadura Militar, entre los cuales estaba El Oso Ranier. Me estoy refiriendo al Mayor (Carlos Antonio) Españadero, que ahora está preso por delitos de lesa humanidad. Y publiqué una nota sobre el tipo en Caras y Caretas que se llamaba, creo, “El exterminador de la subversión¨. Esa nota fue el germen del libro, a nivel estructural. Le terminé haciendo como quince entrevistas al tipo hasta que empezó a desconfiar de mí y se borró, desapareció del mapa. Así como en 1997 aquel artículo con Carlos Dutil en la revista Noticias, “Maldita Policía”, fue el germen de La Bonaerense, de algún modo esa nota fue el germen de Los doblados.

La metáfora del queso gruyere

Una característica de los libros de Ragendorfer, además de la labor investigativa, detectivesca, es también la constante presencia de diálogos y situaciones en muchos casos íntimos. La forma de narrar esas situaciones es una de las firmas de Patán. Antes de abordar el tema, por lo bajo, Ricardo me dice que el mozo se parece a Pichetto y sonríe, irónico. El secreto de escribir una ficción es hacerle creer al lector que lo que está leyendo sucedió realmente. Y el secreto de escribir una no-ficción, como Los Doblados o el libro sobre Bullrich, es hacerle creer al lector que está leyendo una novela. Pero, a diferencia de la escritura de una ficción, la técnica de escribir una no-ficción, es tener que laburar con cosas que realmente sucedieron. Podés decir, por ejemplo, que Fulano se tomó un whisky en un momento en el que tal vez no se tomó nada, pero no podés decir que Fulano se tomó un whisky cuando Fulano es abstemio, ¿no?  

Ragendorfer ejemplifica con un caso chileno: En Los doblados tengo que situar a un personaje, un tipo del MIR, Movimiento Izquierdista Revolucionario, que era ingeniero y trabajaba en una planta industrial de la empresa Lever. El tipo está en su casa en el momento del golpe de Pinochet y yo tengo que describir esa situación, pero sucede que él ya estaba muerto y yo no tenía a nadie que hubiera compartido ese momento. Entonces ¿cómo hago? Empiezo a buscar su casa en un mapa de Santiago. La escena más importante del golpe del 11 de septiembre de 1973 es el bombardeo de La Moneda, ¿verdad? Entonces digo: El Palacio de La Moneda queda acá (Ragendorfer recrea la situación territorial utilizando tazas de café, cucharitas y lapiceras). ¿Dónde queda Industrias Lever? En el barrio Carrascal, al sur de Santiago. ¿Y de dónde partieron los aviones que bombardearon La Moneda? De una base aeronáutica de Viña del Mar o de Valparaíso, no recuerdo, que está más al sur. O sea que tal vez el tipo vio que la cuadrilla de aviones pasaba sobre su casa mientras las radios informaban de los sucesos y minutos antes Allende pronunciaba su famoso discurso. El sonido ya lo tenía, pero ¿qué veía el tipo? Los aviones. Así voy armando una composición de lugar. Por otro lado, todos los diálogos que surgen en mis libros son fruto de los testimonios de los protagonistas. Por ejemplo, para Los doblados entrevisté tres veces al represor Bergés. En una de esas lo tuve dos horas al tipo para que me describiera cómo era por dentro el edifico del Batallón 601 de Viamonte y Callao. Necesitaba saber el color de las paredes, cómo eran las voces de los personajes, cómo hablaba el Coronel Riveiro. Más que los hechos en sí, que uno los conoce, me interesan los detalles de color. Esto es útil también por el cariz de los personajes que tuve que entrevistar para Los doblados, en su mayoría milicos, tipos que si los encarás de un modo inquisitivo se te cierran y niegan todo: No tuve nada que ver, no me lo pudieron comprobar… Es otra cosa si vos les decís: ¿Y qué tal era Fulano? Los tipos cuando se sienten cómodos, hablan. Y demuestran quienes son aunque hablen del clima. Yo veo reportajes, los pocos reportajes que hay a represores, en los cuales los periodistas empiezan a discutir con los tipos, a refutarlos, a decirles que secuestrar gente es muy feo, cosas por el estilo. Pero discutir con esos tipos es como discutir de astronomía con alguien que piensa que la luna es un pedazo de queso gruyere. No tiene ninguna utilidad.

Dios está en los detalles

Salimos a la puerta del bar a fumar un cigarrillo. Poca gente en las calles, típico mediodía de feriado. La pericia en las entrevistas de Ricardo Ragendorfer puede visualizarse en el ciclo “Mujeres de lesa humanidad”, publicado en el portal El cohete a la luna. La primera de esas entrevistas es a la viuda del general  Giachino, un héroe mediático de la Guerra de Malvinas al momento de los hechos, el primer caído en combate.

Ya en el interior del bar pedimos una segunda ronda de café y Patán indica: Era un reverendo hijo de puta. A mí me interesaba saber cómo el tipo la había enamorado y me cuenta que la enamoró bailando un tema de Julio Iglesias, cuando él volvía del servicio le hacía un caminito de pétalos y lo esperaba en la cama desnuda, una gorda que estaba fuerte en esa época. Boludeces por el estilo. Pero, en un momento dado, ella cuenta algo, sin que yo le pregunte: Qué se siente al tener relaciones amorosas con un tipo que viene de picanear mujeres embarazadas. En un momento dado ella me cuenta que un día llega el tipo desencajado, llorando y le dice: No me preguntes por qué lloro, mamita. Resultaba clarísimo que el tipo acababa de cometer alguna aberración que superaba el límite de su falta de escrúpulos, por llamarlo de alguna manera, y eso, al menos, había causado cierto alicaimiento de su ánimo. Pero esas cosas surgen solamente en el ámbito de una conversación distendida. Determinados detalles. La casa de la mina, en Mar del Plata, es alucinante. No se volvió a casar, creo que la última relación sexual que tuvo fue con Giachino. Y ante la posibilidad de que le pasara algo él le decía: ¡Mierda que te vas a ir con otro, mierda que te vas a ir con otro! Una bestia con garras.

Al tipo le gustaban los muebles de estilo medieval. Entonces ella conserva esos muebles con los cuales vivió con él, acompañados por un escudo cruzado por dos espadas y un casco medieval. Esos muebles imponentes en un departamentito de techo bajo, algo absolutamente incongruente. Y me llamó la atención otro detalle: Al entrar al departamento había un living con un espejo que enfrentaba a un pasillo que desembocaba en lo que era el cuarto de las nenas, que ya son grandes. Ella me contaba que la decoración no había cambiado desde entonces y que sentada en la cocina podría controlar la habitación de sus dos hijas por el espejo. Habían instalado un puesto de guardia en la cocina de su casa, una cosa bien milica. Me van llamando la atención esas cosas. Generalmente, los periodistas que hacen investigación se ponen a escribir en base a esa investigación. En mi trabajo, en cambio, una vez concluida la fase de investigación de los hechos y circunstancias específicas del tema que laburo, me tengo que poner a investigar cómo son los colores, las calles y las voces.

Patito feo

En rondas de amigxs, al hablar sobre los libros de Patán, siempre utilizo la misma frase: Es un tremendo investigador que además escribe como Chandler. Mientras Pichetto nos sirve el tercer café, hablamos sobre cómo decide la estructura narrativa de sus libros. Son dispositivos propios del thriller. Luego, la cronología de la investigación y la cronología de los hechos no tiene que ver con la cronología de la exposición, vos vas administrando la sucesión de los hechos, digamos, para que cause determinado impacto…

Ahora sí nos internamos en el último libro de Ragendorfer, “Patricia. De la lucha armada a la seguridad”: Arranco con el accidente de los gendarmes y tengo que saltar a la infancia. Mi idea era arrancar con un hecho actual, interrumpirlo ahí, y que me dé pie para hacer un flashback que me regrese desde el final del libro a ese hecho actual. Me llamó mucho la atención el accidente aéreo que ella presencia en Camet cuanto tenía dos años y medio. Y me pareció que había que atar: tengo la muerte de los cuarenta y tres gendarmes y de ahí salto a la caída del avión. Ahí arranco.

Un dato que descubrí con la lectura del libro es el de un ancestro de Bullrich que participó de la Campaña del Desierto, vendiendo ciertos terrenos de esa misma Patagonia donde ella sigue reprimiendo a sus pueblos originarios. Patán detalla: El primer Bullrich es un mercenario alemán capturado por las tropas de las Provincias Unidas del Rio de la Plata en la Batalla de Ituzaingó. Y se casa con una mina cuyo padre, un guerrero español, había sido fusilado en 1812 por participar en el levantamiento de Martín de Alzaga contra el Primer Triunvirato, o sea, lo manda a fusilar Juan Martin de Pueyrredón. Paradójicamente, Juan Martin de Pueyrredón se casa, años después, con una mina de trece años a cuyo padre también lo había fusilado. Ciento cincuenta años antes de que un Bullrich y una Pueyrredón generen o, mejor dicho, degeneren en Patricia Bullrich, esas familias se andaban fusilando entre sí; eso me pareció muy loco. Y una de las cosas que me asombraron fue descubrir que en el secuestro de Jorge Born comandado por Rodolfo Galimberti –en ese entonces pareja de la hermana de Patricia Bullrich–  ella hace un laburito de inteligencia. Ahí mueren dos personas: el chofer, que trata de manotear un chumbo y recibe una ráfaga de ametralladora (posiblemente disparada por Galimberti), y un acompañante, un tipo que estaba sentado adelante, que según el plan previo no tenía que estar ahí, ya que en el coche solamente tenían que estar el chofer y Jorge Born. Como todo plan es una lucha denodada contra el azar donde el azar siempre se impone, además de esos dos estaba el hermano, que generalmente iba a las oficinas de Bunge&Born, desde Acasusso en otro automóvil, y también este hombre. ¿Quién era ese hombre? Un gerente de Molinos Rio de la Plata, que es parte del holding, que se llamaba Alberto Bosch. Cuarenta y cinco años después del hecho descubro que este Alberto Bosch era el tío de Patricia. ¡Mataron al tío Alberto! Yo encontré por Internet unos árboles genealógicos que son bárbaros. Y así armé ese capítulo. Era un Luro, primo hermano de la madre.

Tengo curiosidad por saber si la decisión de hacer un libro sobre la Ministra de Seguridad fue propia o nace de un encargo: Me lo propuso la editorial. Estaba haciendo otro libro sobre un tema mucho más complicado  de investigar, que ahora retomé, cuando me llama Juan José Becerra, el escritor, y me dice: Hablé con Nacho Iraola y queremos que hagas un libro sobre la Bullrich. Al principio no me entusiasmó porque no me tentaba dedicarle unos meses de mi vida a esa mujer. Pero me empezó a interesar porque escribir sobre ella me permitió, en realidad, escribir sobre cuarenta y cinco años de historia argentina… Me pareció interesante porque descubrí que hasta un estúpido tiene una vida única e irrepetible que, contextualizada en un marco histórico, puede resultar interesante y porque, además, me permití escribir sobre el aspecto más extremo del régimen macrista, que es su política de seguridad, algo sobre lo que yo venía escribiendo, periodísticamente, desde el inicio.

Nos saludamos en la puerta del Bar Caracol. Ragendorfer tiene cierta justificada prisa: su hijo de once años lo está esperando para ver la segunda parte de la saga El Padrino.