La nueva alfabetización

Por Rita Gonzalez Hesaynes

En tiempos de posverdad, fake news y operaciones mediáticas, Rita Gonzalez Hesaynes propone que la capacidad de leer segundos mensajes en el material textual que consumismos es una de las capacidades centrales para sobrevivir. Partiendo de una nota publicada por Clarin sobre Anil Baran, el ciudadano turco que terminó detenido después de las protestas en el Congreso, analiza  las  estrategias discursivas de la demonización. Cuidado, tus redes sociales pueden ser el punto de partida para la dilapidación virtual.

Si leer implica decodificar una serie de signos, generalmente visuales, comprendiendo su significado, ¿qué significa saber leer? En una época que se caracteriza por el bombardeo constante de mensajes e imágenes, al punto de la sobreestimulación, va mucho más allá de poder formar palabras y entender su sentido literal. También significa poder comprender las intenciones, los mensajes implícitos y hasta ciertos juegos de poder que atraviesan eso que leemos.

Es difícil aprender a leer. No es algo que enseñen en muchas escuelas. Es una habilidad que, a los aparatos del poder, no les conviene que se distribuya.

¿Y por qué? ¿Cuál sería el daño? En general, los textos cumplen varias funciones. Una de esas funciones es incitarnos a realizar o pensar alguna cosa. A veces esas cosas no están directamente relacionadas con el texto en cuestión. Si entendiéramos qué es todo lo que el emisor del mensaje quiere que hagamos o pensemos, muchas veces nos molestaría, o incluso surtiría mucho menos efecto. Por eso lo subliminal es siempre más efectivo.

Saber leer, en una sociedad atravesada por el fenómeno de la posverdad, implica volver explícita la mayor cantidad de mensajes subliminales posible, las ambigüedades y falsedades contenidos en el mensaje.

Personalmente, todo el tiempo intento aprender a leer mejor. Es un camino de nunca acabar, pero es un camino importante. Hoy me encontré, por ejemplo, con esta nota. Tiene varias aristas interesantes para analizar.

El título promete revelarnos la «verdadera historia» del tal Anil Baran, un hombre de 27 años que fue detenido en las inmediaciones del Congreso mientras la Cámara de Diputados sesionaba sobre el Presupuesto 2019.

Una vez que entrás a la nota, esa «verdadera historia» se reduce a una sola frase pronunciaba por Baran: “Ni sabía que había una marcha”. El resto es simplemente un recorte muy masticado, hecho por Clarín, del perfil de Facebook de Baran. Nada más.

En la portada figura Baran con una estatua del Che Guevara. En la nota se dice que, según sus reacciones en Facebook, era admirador de Chávez y de Castro, y que es de ideología marxista-guevarista (acá Clarín no dice cómo obtiene o produce la información). Aunque fuera verdad, en ningún momento se explica explícitamente cuál sería el problema de esa adhesión. Para estos medios, la ideología está siempre en «lo otro» que constituye, a su vez, «lo malo». Lo que piensan «los buenos», en cambio, no parece tener ideologías. Es lo que “está bien”. El presupuesto presentado en el Congreso, según esta lectura, no responde a ninguna ideología. Pertenece al campo de «los hechos», de la realidad que contrasta con la mentira que implica la ideología. La de Baran o la de cualquiera. ¡Un pensamiento peligrosísimo! Justamente, de Baran se dice que «tiene un perfil ideológico muy cercano a los sectores que encabezaron las protestas» (como si fuera delito la protesta, que es un derecho constitucional) y enseguida se agrega «que dejaron un saldo de 27 detenidos y daños por más de 10 millones de pesos».

A nadie le sorprende, a esta altura, el mecanismo de criminalización de la protesta. Lo llamativo es que en ningún momento se refieren al Presupuesto Nacional y las cifras de los daños que podría causar su aprobación: daños no solamente económicos, sino que impactarían directamente en la vida de cualquiera que viva en el país, recortando las dotaciones para salud, educación, ciencia y un largo etcétera. Lo que importa acá, no es lo que se muestra (los daños por 10 millones de pesos) sino lo que se omite.

En la nota dice que Baran le dio ‘like’ a figuras públicas como Evo Morales, Cristina Fernández de Kirchner, Miriam Bregman y Kicillof, el PRT y el Partido de los Trabajadores de Turquía. Lo que acá importa es construir la figura del Otro, meter a todas las figuras de izquierda (o percibidas como de izquierda) en la misma bolsa de gatos del «anarcotroskokirchnerismo», y mostrarlas, encima, en la figura de un extranjero, de un inmigrante.

En ningún momento se prueba que Baran haya efectivamente cometido algún hecho delictivo. Sea o no verdad, él mismo dice que no tenía nada que ver con la protesta. Clarín agrega que el Gobierno espera que la Justicia lo deporte junto con otros tres extranjeros. Lo que no se entiende es bajo qué carátula sería deportado, ya que en ningún momento se menciona el delito. ¿Puede la Justicia deportar extranjeros porque sí?

¿Qué es, entonces, lo que Clarín intenta hacernos desear o apoyar? ¿La criminalización de la protesta? ¿La criminalización de todo pensamiento opositor, metiéndolo en la misma bolsa, tildándolo de ideológico, como si el pensamiento oficial no respondiera igualmente a una ideología? ¿La criminalización del extranjero «de ideas de izquierda» y su necesaria deportación? ¿La invisibilización del tema gravísimo que se estaba discutiendo en el Congreso, concentrándonos solamente en que hubo daños edilicios durante la protesta? ¿La normalización de que se expongan todos los datos de una persona (incluyendo el DNI, que se exhibió en otro artículo del mismo medio) en un artículo periodístico? ¿La normalización de que puedan recurrir a tus redes sociales y armar un relato con lo que encuentren ahí para convertir ese material en un perfil criminal, digno de ser castigado no solamente por la Justicia sino también por la opinión? ¿Todo esto a la vez?

En este artículo podrían leerse muchísimas cosas más, pero ya me extendí demasiado. Nomás pienso por un minuto qué podrían decir si, en vez de detenerlo a este Baran, me hubieran detenido a mí. Rápidamente me habrían convertido en una presunta delincuente, una anarcotroskokirchnerista, abortera, libertina y contraria a toda moral. Rápidamente organizarían una lapidación simbólica. Pero también podrían hacerlo con vos, tu primo, tu hermana, tu pareja y tus hijxs. Quien esté libre de peligro, que arroje la primera piedra.

Cuidado con lo que leemos. Hay que tener cuidado de saber leer lo mejor posible, con la mayor de las atenciones. Y lo poco que sabemos leer, hay que enseñarlo también. Esa es quizás nuestra tarea más difícil, ya que, mientras nos dedicamos a necesidades urgentes de supervivencia, en comparación, parece una habilidad menor. Pero no lo es, hoy en día quien no sepa leer está en peligro de transformarse en un robot manejado por quienes manipulan los mensajes. Por quienes controlan los medios. Por las caras visibles de la tele. Por quienes tienen más llegada, más dinero, más poder. Y por sus minions.

 

 

Crédito de Foto: Daniel Vides