La poesía de Patricio Foglia, una narrativa traslúcida
Leo a Patricio Foglia e ingreso a una historia. Poema tras poema se va instalando un mundo, una cadena de situaciones, una narrativa traslúcida. Más adentro, los tonos, el sonido de un entorno, la temperatura que me lleva hacia el gesto final: el misterio de un estado que se estrena en la palabra. El poema se abre y entonces necesito volver allá, recorrerlo otra vez.
En esta línea de cuatro sucede otra vez así, el anillo de su poética da otro giro. Con otros sujetos, en otros territorios pero con la sorpresa de sumergirme y encontrar un tesoro en el fondo de este mar: el Zahir. Ese objeto mágico que es su propia poesía. Me remite sin pausa al comienzo y así el disco vuelve a sonar cada vez más intenso y más mío. La memoria del poema queda cifrada allí mismo, el mundo se cierra en ese hallazgo porque ya quedó abierto para siempre, para cualquiera que ingrese y deje que su cuerpo también sea atravesado por la luz y el aire, por el amor que mueve y paraliza los cuerpos, por el estado de ánimo que propician el vacío y la profusión, por la incógnita del vínculo puesta en palabras.
Patricio afila la percepción hasta volverla sutil. Un cuerpo se enciende como se ilumina la noche. Lucha contra la partida hasta volverse estático. Se deja atravesar por la indiferencia y por el goce. Domina el tiempo memoria mediante y lo hace brillar en un objeto de luz. Cuatro historias proyectadas que laten en un cuerpo. Cuatro poemas de Patricio Foglia.
Notas y curaduría: Lali Destéfanis
También la electricidad es una forma de conocernos
Fue como ese momento de la tarde
cuando las luces se encienden en sincronía
en un abrir y cerrar de ojos
se iluminan las avenidas y calles
aunque casi nadie lo perciba
porque simplemente sucede
bajo el imperio absoluto de lo natural
como cae el agua cristalina
desde lo alto de una cascada
o como las fichas cuando caen
una sobre la otra
sobre la otra
por efecto dominó
cuando te conocí
casi sin darme cuenta
sentí el pulso de las luces
que avanzan en la noche.
Cada vez que te vas de casa
trato de demorar al máximo nuestra despedida
Preparo un té que no pediste
te recuerdo que todavía
queda un poco de helado
finjo que pierdo las llaves
o que conozco un colectivo
que viene mucho más rápido
aunque solamente lo digo
porque su parada queda
un par de cuadras más adelante
Finalmente me resigno
Abro la puerta y te acompaño
Yo sé que el tiempo todo lo disuelve
y que formar una familia
no es una buena idea
pero no descarto ninguna excusa
Cada vez que te vas de casa
me tiro en la cama
y no siento ni frío ni calor
y como una lámpara
o una simple jarra de vidrio
habito en silencio y sin movimiento
un enorme cuarto vacío.
Brilla tu luz para mí
Pudiste atravesar la noche
con la tranquilidad de quien recorre
el viejo patio de su infancia
aunque afuera la ciudad
hirviera como arena del desierto
y solamente tuviéramos
un ventilador de pie hecho en Taiwán
que apenas mueve el aire
como una cuchara de madera
la sopa de una olla enorme
el caldo para todo un batallón
No pude dormir es cierto
con todos mis sentidos alerta
escuchando sintiendo
el agua que gotea en la pileta
un estruendo tardío
sobrante de Navidad
una discusión entre famosos
en la tele del vecino pero
aunque no haya podido dormir
fue hermoso ver tu espalda
mientras pasaban y pasaban
las luces de los autos
como una caricia incesante
y tu cara mientras soñabas
dibujó una sonrisa perfecta
No sé qué habrás pensado
en ese momento exacto
pero de todas formas me sentí
parte del tesoro de tu felicidad.
La anécdota
Fue en la presentación
de un libro de Osvaldo.
Estábamos con Natalia, sentados
en aquellas sillas de plástico, rojísimas
rodeados de poetas y de luces.
Un par de filas más adelante,
Fernando Noy movía su abánico
y no paraba de mirarnos
hasta que, en un momento, se levantó
y se sentó, justo al lado nuestro,
y nos dijo: Los estaba mirando…
los miraba
al moro moreno y a la sirena
de pelo dorado…
Osvaldo empezó a leer
y cuando terminó
hubo un silencio y después
Espacio Enjambre vibró
con los aplausos.
Hubo un brindis
y nos fuimos.
Guardo este recuerdo
como si fuese de mi infancia.
Ayer
volví a buscar
mi talismán. Abrí
mi cofre de madera:
Todo el cuarto se iluminó
cursi, mersa, obvio, sí
pero igual
mi corazón se iluminó,
con el resplandor de jade
de la anécdota.
Patricio Foglia nació en Buenos Aires, en 1985. Publicó Temperley (En el aura del sauce, Subpoesía, 2011), Lugano 1 y 2 (Viajero Insomne, 2014), La escafandra (Mágicas Naranjas, 2015), Tokio (Caleta Olivia, 2016) y Todo lo que sabemos del cielo (Caleta Olivia, 2018). Compiló y prologó la antología de poesía y ciencia ficción Los fuegos de Orc (Mágicas Naranjas, 2016). Coordina el sitio www.malonmalon.com.ar. Colabora en el ciclo de lecturas El Rayo Verde, que organiza Osvaldo Bossi. Tradujo, junto con Natalia Leiderman, El pájaro rojo (Caleta Olivia, 2017), versiones de Mary Oliver.