En las calles quiero estar: El #21F desde abajo

Por Dolores Reyes

Dolores Reyes fue a la masiva movilización de este miércoles y lo cuenta para Sonámbula. Una mirada crítica y desde abajo de una concentración que conmovió al país pese al ninguneo político del oficialismo y las toneladas de basura mediática que la precedieron.

 

Llegar

La movilización sin paro es un oxímoron.

Si estás trabajando y no hay paro, es casi imposible -aunque quieras-  que puedas participar.

Pensé que no iba a la marcha del 21F porque la dirección Celeste del Suteba no llamó a parar  y  el horario de la movilización es en medio de la jornada laboral. Pero un día antes un compañero me dijo que salían micros de Suteba, y yendo con ellos daban un papelucho (certificado) para justificar el día.

Y fui.

La plaza de Caseros queda a unas cuadras de casa, así que llego temprano. Hay 4 micros del sindicato estacionados entre la plaza y el túnel, muchos docentes trajeron sus guardapolvos blancos. Busco a los compañeros que me invitaron, los que conozco, los veo enseguida. Conversamos sobre nuestra situación actual, sobre las propuestas salariales irrisorias frente al impacto de los tarifazos, el ataque que se viene sobre nuestras jubilaciones. -¿Va a pasar? -me pregunta uno y tiendo a creer que sí, que la reforma previsional va a llegar a nuestra caja. Pero después pienso en lxs compañerxs de la escuela 41 cuando me dicen -¿Te imaginás yo con 65 años dando clases en primero? ¿Y el profe Pancho dando clases de educación física hasta los 80? Después de todo lo que aportamos, habiendo empezado a trabajar tan chicos y yo, que durante 12 años seguidos trabajé “doble cargo”, la única forma de recibir un salario que te saque de debajo de la línea de pobreza. Muchos viernes llegaba, me sentaba en mi cama y me iba cayendo de costado hasta quedar en un estado previo al desmayo. Pienso en nosotrxs, los docentes a los que se nos quiere robar el derecho a una jubilación que nos deje unos años de vida para nosotrxs y los nuestrxs.

No puede pasar. Que no pase dependerá de nuestra lucha.

-¿Viste los bancarios? -me corta el compañero. Casi en todas las asambleas y plenarias  docentes que presencié esta semana aparece esa referencia. Unos trabajadores se reflejan en los reclamos de otros, se reconocen, legitiman juntos sus ganas de luchar.

Subimos a los micros. Vamos hacia la concentración. Pese a las falencias boicoteadoras de la convocatoria, sabemos que no estamos solos.

 

Avanzar

 

«Quien no se mueve, no siente las cadenas»

La columna de la izquierda, partidos, agrupaciones más independientes, concentró desde las 11 en Independencia y  9 de julio.  Hacia ahí van Tribuna Docente, La Marrón y demás agrupaciones que no marchan junto a la Celeste por diferencias políticas. Ya en el micro se habló del tema. Tampoco vamos a volver con ellos.

Llegamos y yo me adelanto.

Busco a un bancario amigo, que suele estar rodeado de un grupo de compañeros de trabajo. Más tarde, cuando le pregunte hace cuánto trabaja en el banco me va a decir que 25 años. Casi la vida. Le llevo dos libros y no quiero traerlos de vuelta.  Me cuesta encontrarlo porque esta vez no está con los otros bancarios. Cuando lo encuentro le pregunto por C., uno que no falta nunca, que veo siempre en las marchas pegado a él. Me dice que no está, que vino solo porque no hubo paro, que él pudo mandarse porque es delegado pero que los otros, que querían marchar, no. Estarán todavía trabajando en la sucursal del Banco Provincia de Ramos.

Pienso: ¿A qué le temen las dirigencias sindicales que no convocaron al paro?

Caminamos por la 9 de julio. La columna de la izquierda es enorme y está animada. Chicas tocan redoblantes, cantan consignas. Parece que la dirigencia sindical teme lo mismo que los patrones, la irrupción de los trabajadores, su fuerza incontenible cuando logran, pese a todo, juntarse, reclamar, exigir, golpear juntos. Son la fuerza productiva de una sociedad.

 

Leer/Escuchar

Hace tres horas que estamos en el mismo lugar, hay tanta gente que ahora avanzamos muy poco.

Casi como quien arma palabras cruzadas sin proponérselo, mis ojos buscan las consignas de los carteles. Leo: “Reincorporación de los despedidos. Basta de ajuste. Paro general y plan de lucha”, “Paro Nacional de Mujeres”, “Basta de despidos en el Hospital Posadas y el INTI”, “No a los despidos en Ferrobaires”.

Veo  en la calle a una flaca con una cámara de fotos profesional. Busca, como yo, trabajadorxs y consignas. Es muy hermosa. Se agacha para capturar rostros, carteles, movimientos. Hace el movimiento inverso al mío que trato de levantar mi cuerpo en busca de carteles, ella se agacha adelante, quiere capturar el avance de la columna.

Escuchamos a las minas del micrófono. Agitan sin descanso, cada tanto nos hacen reír. Las voz de lxs laburantes es representada por ellas al costado, cerca nuestro. En la voz de dos mujeres, todxs. A mí me gusta. Después, en el escenario, arriba y lejos, habrá cinco oradores, todos varones.

Los camioneros avanzan al lado nuestro. Es una columna enorme que podría haber sido mayor si se convocaba al  paro. Igual vinieron muchísimos, todos de verde. Hay bengalas y humo de ese color.  Algunos, pocos, entran con un vino en alto. No veo una sola mujer… Los redoblantes y los bailes también recaen en ellos. Me imagino las cámaras de la prensa oficialista  de cacería de imágenes de camioneros alcoholizados, como si tomar un poco de vino fuera igual que estar borracho, como si los laburantes no pudieran estar felices al juntarse, aunque sea a reclamar. Ni violencia ni incidentes, un brindis entre compañeros y punto. La columna sigue al lado nuestro tiene la forma que toman  miles de cuerpos aunados por la bronca contra el ajuste. Tiene la forma de la clase.

Me divierte el contraste: camioneros toma vino o fernet; la izquierda, agua mineral estricta.

15:20 empieza el acto principal y ya no son voces femeninas las que escuchamos. Pero habrá que esperar a los noticieros de la noche para hacer coincidir esas voces con las caras  de los sindicalistas.

En sus discursos, la diferencia con los reclamos reales de los trabajadores con los que conversé y con los carteles que leí, se me hace abismo.

Uno habla de la alegría del alma al reunirse los trabajadores. Juntémonos  pronto, che… ¡Cómo si dependiera de nosotrxs! Cuando ni Camioneros, ni Ctera, ni Bancarios paró hoy, mientras atravesamos enormes conflictos laborales.

Yaski también habló, se solidarizó con Moyano. No hablaron dos compañeras docentes que hoy son diputadas nacionales -Romina del Plá y Nathalia Gonzalez- y marchan delante de la columna. A ellas hubiese querido escuchar, porque si ellas fuesen mi dirección, otras serían nuestras condiciones de lucha para enfrentar a este gobierno.

A la noche voy a volver a escucharlos mejor en la tele, pese a Benja -mi hijo de seis- que me va a interrumpir todo el tiempo preguntando qué hizo Macri ahora y exigiendo que le explique todo. Los veo ahora pronunciar sus discursos. Tantos pesados del sindicalismo argentino juntos me hacen pensar en el derrumbe del restaurant de Margarita Barrientos.

Moyano, la cereza del palco,  mete alto furcio: “Estoy dispuesto a dar la vida sin los trab…, por los trabajadores”, se corrige.  Pero el 18 de diciembre, a la hora de defendernos frente a la reforma previsional, no estuvo. Tampoco los camioneros y sé que muchos hubieran querido. Sus cuerpos son la fuerza que necesitamos para llevar la lucha a la victoria. ¿O alguien quiere la vida que Moyano dice ofrendar? Yo no. Con un paro nacional y un plan de lucha sostenido me alcanza.

“¡Si tuviera un problema tengo las pelotas para defenderme!”, dice cagándose en la corrección política de otros oradores que hicieron referencia al paro del 8M. En la Argentina del Ni Una Menos, a horas de que se haya encontrado el cuerpito de Celeste Caballero en el fondo de un aljibe, a días del Paro Internacional de Mujeres, Moyano nos habla de sus pelotas, esas que parecen aguarse ante la inminente amenaza judicial.

 

Irse

Tengo que irme, tengo un trabajo que hacer y como siempre, voy a llegar tarde, para después, volver todavía más tarde a mi vida conur, pero con la alegría enorme de haber estado en el lugar que quería estar.