Leer a Pizarnik es animarse a que la muerte te respire en la nuca

Por Ivana Zacharski

A pocos días de cumplirse cinco décadas de la muerte de Alejandra Pizarnik, Ivana Zacharski recupera para Sonámbula no sólo su inmensa obra poética sino también su trabajo, menos conocido y valorado, como prosista, dramaturga, traductora y ensayista. Todavía nos quedan muchas Alejandras por descubrir. 

 

 “Heredé de mis antepasados las ansias de huir. Dicen que mi sangre es europea. Yo siento que cada glóbulo procede de un punto distinto. De cada nación, de cada provincia, de cada isla, accidente, archipiélago, oasis. De cada trozo de tierra o de mar han usurpado algo y así me formaron, condenándome a la eterna búsqueda de un lugar de origen.” (Diarios).

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Ella
El canto del ánimo
Sin velos.

Alejandra Pizarnik fue poeta, ensayista, traductora (de Artaud y Michaux entre otrxs), dramaturga y amiga traficante de literatura, estudió Literatura y Letras en la UBA y también Historia de la religión y literatura francesa en La Sorbona. En los 70 ya se pronunciaba sin vacilación por el derecho al aborto. En

«Cada uno es dueño de su propio cuerpo, cada uno lo controla como quiere y como puede. Es el demonio de las bajas prohibiciones quien, amparándose en mentiras morales, ha puesto en manos gubernamentales o eclesiásticas las leyes que rigen el aborto. Esas leyes son inmorales, dueñas de una crueldad inaudita». (Revista Sur, 1970)

Leer a Pizarnik es animarse a que la muerte te respire en la nuca. Es experimentar lo espectral como propiedad del cuerpo, lo cual parece un oxímoron porque presencia implica cuerpo físico y lo espectral tiene la propiedad de aparecer y desaparecer sin dejar rastros, sin avisar, el fantasma no pide permiso, he ahí su condición de fantasma. Pizarnik juega en esa frontera entre hiperpresencia y abandono en todos los géneros con los que se mete, fundamentalmente en el teatro, terreno en que dejó dos preciosas obras: Sala de psicopatología, un monólogo con tintes porno donde construye un personaje lúcido y herido en lucha con el sistema de salud de un hospital psiquiátrico:

(…) hablo de la concha y hablo de la muerte, todo es concha, yo he lamido conchas en varios países y sólo sentí orgullo por mi virtuosismo –la mahtma gandhi del lengüeteo, la Einstein de la mineta, la Reich del lengüetazo, la Reik del abrirse camino entre pelos como de rabinos desaseados– ¡oh el goce de la roña!

Su otro trabajo como dramaturga es Los poseídos entre Lilas, donde se lanza a la tarea de saturar el sentido de las palabras. La desintegración del Yo es de carácter ontológico, y es jugar en el caos entre lenguaje y realidad lo que ostentan los personajes como objeto de sus voluntades. La posibilidad de Ser queda en suspenso en un marco de dolor existencial. Dentro de este claustro los elementos diferenciadores son el humor, la agresividad, la ironía y lo erótico.

Su fuerza como escritora es la de una Hamlet que no duerme hace décadas, un perpetuo insomnio la mantiene interrogándose acerca de: la muerte, la infancia, el amor, el terror, la ausencia.  De ese interrogarse hace un juego a fondo con las palabras.

En su prosa creó personajes adorables como La bucanera de Pernambuco y con ella entra a una zona de puro juego musical, musicalidad obscena, se corre de cualquier borde que pudiera dejar al juego en la superficie y va a fondo, otra vez su escritura yendo hasta el fondo. Y en el fondo siempre, un jardín.

(…) A pesar de todo la divina comedia continúa representándose en los bajos fondos de la vidurria. Por tanto les digo, lectores hinchas, que si me siguen leyendo tan atentamente dejo de escribir. En fin, al menos disimulen. Prosigo. La Coja cojeó de cujus hasta no dejar títere con cabeza. 28 veces por día corríase al camierdote del cogyman quien acto seguido le daba tarros de alpiste para que la cojotorra le acariciase el canario percherón al susobicho. Los amantes parecían, abrazados, una urna electoral. Por desgracia hicieron un batuque de la maroshka y tuvieron que sacarlos a patadas con cotorra y todo. Pero la coja no se amedrentó por unas pinceladas superculíferas y otras nietzchedades. ¿Debo agradecer o maldecir esta circunstancia de poder sentir todavía amor a pesar de tanta desdicha? Sacha, no jodás.” (Fragmento de La Bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa).

La poesía de Pizarnik produce decantaciones por insistencia, es una poesía violenta, rabiosamente cuidada. He aquí un poema compartido por escrito en un intercambio de cartas con su amigo Rubén Vela y publicado en Point of contact editado por Ivonne Bordelois y Pedro Cuperman. En el último párrafo de la carta dice:

“Pero lo esencial es escribir. Te envío unos esbozos de poemas para que notes mi poca estabilidad en una forma poética determinada.”

Y luego sigue el poema:

POEMA
Alas en las furias,
Alas en los trenes,
Alas en mis ojos
Que quieren irse
Detrás del mundo.
Es ser del viento es un ala.
Y la sonrisa del mar es un ala.
Y mi deseo
que agita horribles barrotes
es un ala rota.

No son pájaros,
No reconozco gaviotas delirantes
Que escriban sermones
En la mano del médano feroz,
No son ángeles
Renunciando a la resurrección,
Sino una muchacha caída
Con alas para saludar a la noche,
Sino una muchacha
Con alas maniatadas por la nada.

Alas en furias,
Alas en los trenes,
Alas en mis ojos
Que quieren irse
Detrás del mundo.

Carente de sol
He emigrado la infancia.
Lloran las palabras no violadas
Y como grandes flores
Se encabritan ante la dolorosa estrella.

Baila, alma,
Desprende de tu cabellera asustada
Los dientes del viento
Y baila.
De espaldas al mundo,
Baila, alma,
Y brama, alma,
Hasta que te estalle la pies,
Hasta que te encadenen la voz,
Hasta que te escupan la esperanza.
Baila, alma.
Has nacido.

Por último, como ensayista se nos revela como amante de las palabras, ávida lectora y a la vez crítica inflexible. Compartimos un fragmento de Silencios en movimientos, ensayo que escribió sobre la obra El demonio de la armonía, de H. A. Murena:

“Ahora bien: si la psiquis es el aposento de lo obsceno, si la memoria traiciona y el corazón es un obstáculo, si los mismos ángeles han perdido lozanía y lucidez, ¿entonces qué? Entonces queda, no obstante y a pesar de todo, una fuerza que no cesa, / inexorable ternura, la única que sabrá abolir ese nadie enlutado que separa las partes del diálogo (pero en el medio / viene enlutado / a sentarse nadie). Es la posibilidad siempre abierta del amor, esto es: de perderse −de encontrarse− en lo otro. En esta comunión está cifrado, para Murena, el destino de nuestra soledad, la cual será desolada o dichosa de acuerdo con nuestro poder para el amor, ya que ella significa / lo que quieras / entrañablemente. Y más aún, esa comunión no sólo decide acerca de nuestra soledad sino que asegura la más bella permanencia: Pero aquellos / a quienes / una vez / de verdad amamos / para siempre / están en nosotros.” (El ensayo completo aquí)

“Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones»
(«Los trabajos y las noches»)