Luchito Hernández, bendita sea tu soledad
Por Francisco León
El escritor limeño Francisco León recuerda a un poeta peruano de culto, como lo pudo haber sido Andrés Caicedo en Colombia o el propio Ioshua en Argentina. Sus últimos días, que hoy son un enigma, transcurrieron en 1977, en la ciudad de Buenos Aires.
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Escribo de ti
escribir de ti es pensar
de las cosas puras,
de las carreteras silenciosas,
del tiempo adormecido
a orillas de los caminos
escribo de ti:
aunque sepas que te amo.
Luis Hernández
Aún recuerdo, con marcada nostalgia, mi último año de colegio. Culminé mis estudios en uno no escolarizado (nadie me aguantaba creo). Allí empezó mi atracción por el distrito limeño de Jesús María pues era y continúa siendo baluarte y bastión de la middle class, con todo lo que implica, aciertos, errores y una rebeldía tan apegada al consumo y a la paz de la yerba, como cantó su principal poeta. Crecí al pie de las historias sobre fiestas, chicas hermosas y la calma inmutable de sus árboles añosos, gracias a mi hermano mayor, un habitué de aquel lugar. Además, el parecido con Salamanca de Monterrico, mi barrio natal, era mucho. Así los intercambios, de toda especie fluían de manera natural. Al terminar el colegio, y gracias a la televisión, que desde hace años no veo, conocí el mito, la leyenda urbana del poeta Luis Hernández. Leyenda que a él le hubiera dado igual y que en definitiva nunca buscó; a diferencia de tanto dizque poeta de hoy. Lucho solo quería vivir.
Hace poco me enteré, e incluso busqué fotos que lo acrediten, que en su labor de médico visitaba la casa de una amiga periodista que vive en Salamanca: Charo Arroyo. Ella fue la llamada “Musa de los Setenta” por su cercanía y la inspiración que brindó a los poetas de esa generación. Charo me lo contó, recordando con ternura a Lucho, hasta su manera particular de caminar, afectada por el mal de San Vito. Hernández nació un 18 de diciembre de 1941 y realizó estudios en el colegio La Salle. De allí pasó a la Facultad de Medicina de San Fernando y a la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Pontifica Universidad Católica del Perú. Tuvo una buena formación en idiomas y música clásica. Incluso tocaba el piano. Todo ese bagaje cultural se manifiestó en su obra. Además del mar, el sol y las musas.
Sonata en ҉
Pero en cuanto, a Mí
Yo sé que él vive
Y reinará en la tierra
Y aunque los gusanos
Han de devorar mi carne
Y mis huesos
He de ver a dios
Y he de verlo
No como un extraño
Poemas del Ropero (Fragmento)
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Es interesante el dibujo del disco solar y un Luis autorepresentándose a través de ese Mí, Sol-Mi; Mí inciso en la clave de Sol, que a su vez es la imagen de la divinidad, quizás con alguna reminiscencia Inca subconsciente. Este pequeño poema encierra la profundidad del estado místico, donde el uso de la Y le otorga un carácter bíblico, el estilo profético, en el que Hernández dice: He de ver a dios. Lo asegura: Y he de verlo/No como un extraño. Pues en él encontrará un espejo, el de su propia divinidad que vibra cósmica, infinita, entre veranos repletos de marihuana, hachís, ácido, coca, alcohol y las 25 ampolletas de Sologón que se inyectaba al día para tratar de crucificar ese imaginario cáncer que le carcomía la espalda, y que sólo pudo atenuar el encuentro con la Valkiria divorciada de 32 años Bety Adler. La historia de su amor inundó rápidamente las calles de la aún pequeña ciudad de Lima y sus balnearios, donde se los vio plenos frente al mar. Lucho corría las olas a pecho, disfrutaba de la marihuana, de los extintos helados Glacial. Era un gran nadador, según los amigos, e igual psiconauta. Betty rememoró aquella relación, hace unos años, en una entrevista brindad a la revista Somos. Entre recuerdos y gatos, aún lo espera.
Música – Mar – Sol/edad
Luchito fue, ya lo mencionamos, un gran amante de la música clásica:
Pasaran el cielo y tierra
Pero los músicos
Aber Die, Musici
No morirán
Poema Roberto Kreutzer (extracto)
Y la disfrutaba hasta la saciedad. Así lo demuestran los poemas, teñidos con el exquisito gusto del conocedor:
…el viento
Que anima las sinfonías
De Mendelssohn
Finaliza el texto con este verso:
La música de primavera
Romance (Fragmentos)
La primavera, antecesora del estíom y nuevamente el mar, sol, arena, yerba y los predilectos compositores rusos: Balakirev, Rimsky Kórsakov, además de Mozart, etc., dosis perfectas en poemas como:
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Mandolina
Je me souviens encoure
When the sun
Was in your eyes
And trough
Your eyes
To your Hear
Cuaderno Aristóteles, Metafísica (Fragmento)
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En el texto anterior, el poeta logra fusionar pasiones musicales e idiomáticas, dándole al constructo ese shine tan personal y único que lo caracterizó siempre.
Hoy das al mar
Antiguo de Agua Dulce
El último relato
Solamente que es ahora
Tu cuerpo vencido
Un Tempo
Un tiempo de amor
Poemas del Ropero (Fragmento)
En este poema, donde menciona a la hoy popular y muy distinta playa de Agua Dulce, hallamos la reiteración de los elementos que le otorgan una vida plácida, en apariencia, o solo instantes reales de existencia. El Tempo, que es la columna vertebral de todas las músicas, y el mar-simbólico implican un renacer, una vuelta al origen, al útero materno del que salimos y al que quisiéramos regresar. El verano es la estación donde Lucho vive a pleno una adolescencia perfectamente imperfecta y perpetua. Adolescencia tomada en su acepción de adolecer, sufrir, carecer. En el Cuaderno Aristóteles, Metafísica, encontramos un pentagrama en clave de Sol, de 3 corcheas, en notación de Fa-La-Do, unidas a otro pentagrama inexistente, pero este en clave de Fa, con la misma posición de las corcheas. La pasión musical lo desborda, en una época de psicodelia y rock progresivo, en despedida uno y entrada el otro:
Barranco
Barranquito
La pampilla
Woodstockcito
Cuaderno Aristóteles, Metafísica (Fragmento)
Así se desarrolló Luis Hernández: con soledad interna, drogadicto para los conservadores, medio paranoico, bebedor, eterno buscador de eso que sabía nunca hallaremos y así se describe él en uno de sus alter egos John Keats Álvarez, en el poema a Aleksandr Scriabin: Concierto en fa, Op.20.
Poema en prosa:
…decide beber unas cervezas y escuchar el concierto de Scriabin…
…el concierto Op.20 Bla Bla Bla Scriabin bla Bla Schumann…
Leyó Percy B, Shelley Álvarez y siguió a traviesa del campo de estrellas,
bares alcohólicos y Jirón Azángaro
Cuaderno Aristóteles, Metafísica (Fragmento)
Uno de los más bellos poemas relativos al tema de la música es el que dedicó a quien fuera criticado en su época por ser acusado de no tener una sólida formación musical:
Erik Satie
Erik
Bendita sea tu soledad
Esa vaca
Tan difícil de ordeñar
Tú, que jugaste en las playas
Y que el yodo
Te hizo daño en la piel,
Esa piel tan solitaria
Erik Satie
Que pena nos da tu vida
Que la oímos una tarde
Oh muchacho que partiste
Para siempre regresar.
Y no estás pese a todo
Y a tus pobres gimnastas:
Como pez en el agua
Dónde ahora andarás:
Si no te vemos: Chau, Eric,
No Lloremos:
Dios ponga cabe
A nuestras lágrimas.
Voces Íntimas (1970)
Las claves están dispuestas en una clara melodía, el poeta ya no usa más artilugios, ni se camufla tras múltiples alter egos; Erik es él, que jugaba en las playas con Esa piel tan solitaria. La angustia autocompasiva (caracterizada por ese “no hallarse”, presente en el poeta verdadero): Que pena nos da tu vida. Es la actitud ante “su” vida. El eterno retorno del muchacho interior. Lucho encarnó la juventud eterna que habita en las canciones de Sui Generis. Vemos la simbología del pez, que representa la libertad en el mar donde él nadaba hasta quedar exhausto, y al final una declaración, cuasi testamental, sobre su partida: Si no te vemos: Chau, Eric, / No Lloremos: / Dios ponga cabe / A nuestras lágrimas.
Un Lord Byron peruano
Alberto Escobar dice respeto de la obra de Hernández: “Aparece hoy como un hito en el proceso de aperturas, que a partir de 1960 más o menos experimenta la poesía peruana… en la asunción de cierta línea que llega de época precedente y la estudiada disonancia léxica y sintáctica que reta al lector convencional y adopta innovaciones de la lengua inglesa […]”. Dicha influencia es visible por las constantes referencias a los románticos ingleses: Byron, Keats, Shelley, etc. La de Byron es tangible en su vida, por autoidentificación, y en su obra. Así lo demuestran los poemas en prosa:
Ninguna cosa he venido a pedirte. Ya pasó, hace mucho
tiempo, el año en que pude ser feliz. Piensa. Y nada de lágrimas.
porque no soy ya como entonces. A pesar del mismo rostro y los
mismos complejos, e igual con toda la basura de amigos. Sólo que
la pena es diferente: más negra, si quieres, o, mejor, más llena de
fatita y belleza.
No te diré quién soy; ni siquiera a preguntarte: adivina con
quién hablas. Y tú: qué milagro. Y yo, con la voz eterna en estos
casos: así son los milagros. Ni nada nuevo, tampoco.
Sólo quien esperó frente a tu casa que salieras: pero ni baile de
Promoción, ni acompañarte con pinta de ficho al cine. Nada de
eso. Piensa.
Sólo que he oído tu voz, con el labro ajado y el cadáver de
la mano adormecido junto al vaso. Por eso te conozco. Y sé del
jardín que regabas por la tarde, con los hombros diminutos y el color
del cielo y todo. Cuando poniente podía quedar sobre levante. Pero
levante no siempre sobre la mañana de tu casa, en la plazuela de los
tres árboles.
Tú no viste jamás al niño en bicicleta sorteando las carcochas
o soñando en tu rareza inalcanzable. Solamente un juego eras, muchacha,
con la piel lastimada por Estío.
Cuaderno Aristóteles, Metafísica
Dice Edgar O´Hara, que estudió en profundidad a Hernández: “Yo pondría su obra en el plano de la lengua castellana. Esto se debe a que es un poeta tremendamente lírico. El lirismo de Hernández es realmente inconfundible; logra un tipo de expresión exigente y personalísima, en segundo lugar, es un poeta que trabaja -y empezó a hacer eso en Las Constelaciones– en distintos registros del habla”. Refiriéndose a esta conjunción de distintos elementos del habla, sostiene que encontramos desde el “decir” culto a la jerga, interjecciones, oralidad, modismos de la época, así como textos por entero en inglés, otros donde maneja la intertextualidad y combina frases en italiano, francés, inglés, castellano, además de las famosas Lied (canción en alemán).
The last travel
A Lucho todos querían curarlo; la pregunta es: ¿de qué? Debieron dejarlo con la yerba, las musas y los veranos; pero no, le recomendaron una clínica en Argentina, donde se experimentaba con el psicoanálisis para curar la adicción. El escritor Nicolás Yerovi rememora: “La última vez que lo vi fue antes de su viaje a Buenos Aires. Quedamos en encontrarnos en el restaurante Marcantonio, del centro comercial Risso. Él llegó con Betty y nos tomamos un jugo de papaya, esa vez nos despedimos como si nos fuéramos a ver al día siguiente. Fue en febrero, si no me equivoco”. Lucho viajó el 9 de marzo de 1977. El psicoanálisis no funcionó con su genio y lo mudaron a la clínica García Badaracco en Buenos Aires. Desecha por la nostalgia, Betty no aguantó más. Organizó un remate de objetos personales, con parrillada bailable incluida, dicen, y tres meses después se reencontraron en Argentina. La pasaron bien… hasta que a fines de agosto, por falta de recursos, Betty decidió retornar a Lima.
La madrugada del 3 de octubre de 1977 Lucho se arrojó a los rieles del tren. Siguió los pasos de Neal Cassady o del poeta húngaro Attila József o de “Tanguito”, aquel mítico personaje urbano porteño. El diario Crónica de Argentina estuvo allí para reportar el caso: “El médico peruano Luis Guillermo Hernández Camarero, de 35 años de edad, murió ayer arrollado por un tren a 200 metros de la estación de Santos Lugares”. Entre sus pertenencias, la policía halló una carta que a la letra dice:
Adiós Betty. Me hubiera
Adiós Betty. Me hubiera
gustado tanto que fueras
feliz. Pero mi felicidad
está fuera de toda esperanza.
Hoy me voy a matar.
Perdóname. Luis.
Tal lo cantó en uno de los Lied:
Tan terrible
Es el amor
Es irreparable
Poemas del Ropero
Pero recordemos a Luchito sin pena: él ya cargaba demasiada.
Algas, cuarzo, enredaderas
Tan silencioso soy
Que tu recuerdo
Me permite la dicha
Lima Marzo
De mil
Novecientos
Setenta y
Siete
Hoy doy al mar
De Agua dulce
El último relato.
Poemas del Ropero
Self portrait
Creemos que ya se ha escrito y dicho suficiente sobre el mito Hernández, que escribía poemas en papelitos que luego dejaba en la pista para que el viento se los llevara, que fue boxeador, que atendía a pacientes pobres y amigos por una cajetilla de cigarros, que era adicto a la marihuana, que regalaba los famosos cuadernos escritos con plumón de colores a cualquiera que le cayera en gracia. Ahora incluso se maneja la posibilidad de un crimen ejecutado por la dictadura Argentina. Preferimos que sea el propio Lucho quien nos brinde una visión de sí mismo:
Autobiografía
al estilo de Pérez Galdós
A solicitud de la señorita psicóloga que admira, quizás tanto como yo, al Doctor Rorschach, escribo sobre mi vida:
Nací en los Barrios Altos, Lima, el 18 de Diciembre de 1941. Mi niñez transcurrió en Jesús María, con interludios en Barranco, en una casa que quedaba (perdón por la cacofonía) muy cerca del Puente que los huachafos llaman de los Suspiros. Diariamente íbamos a la playa, a aquel soberbio monumento del Art noveau que erigió Leguía y destruyó no sé qué general. Ahí transcurrían las horas no sin sentirse, como se acostumbra decir, sino viviéndolas, nadándolas, und so weiter.
Estudié íntegramente en el Colegio de la Salle, donde ocupé indistintamente el primer lugar o el segundo de mi clase. Yo era muy callado y tenía un solo amigo, aquél con el que nos repartíamos el primer puesto. Concluí el colegio e ingresé a Letras en la Universidad católica.
Cuaderno Aristóteles, Metafísica