Magnetizado, de Carlos Busqued: La semana eléctrica
Por Juan Rapacioli
Juan Rapacioli leyó Magnetizado, de Carlos Busqued, y, como le había sucedido con la primera novela del escritor chaqueño (la tremenda Bajo este sol tremendo) quedó imantado a sus páginas y hoy la comenta para Sonámbula. «Si bien hay una curiosidad por entender el funcionamiento de esa mente extraña que no encaja con lo criminal pero sí reconoce sus crímenes, la operación que Busqued realiza con maestría es la de volverse invisible: no hay juicios de valor, no hay consideraciones, no hay ningún tipo de hipótesis».
Recuerdo la escena: sentado en el sillón de mi casa, mirando por la ventana y buscando motivos para salir del bajón que me generaba estar con la pierna quebrada un enero en Buenos Aires. Lecturas, series, redes sociales, música, algo para fumar y, sobre todo, calor insoportable. El aburrimiento inevitable, la irritación de la inmovilidad, la transpiración constante. La pesadumbre de las horas que no pasan y la sensación de estar así para siempre. Hasta que abrí el libro. Fue un golpe preciso: el famoso cross a la mandíbula. También fue una revelación de sentido, electricidad en el cuerpo, como esas drogas de rápido efecto. Fue correr por las páginas hasta terminar en una noche “Bajo este sol tremendo” y darme cuenta que me había olvidado de todo lo demás: estaba magnetizado. Esa novela, publicada en 2009, obtuvo un éxito tan inesperado como rotundo: finalista del premio Herralde, traducida a varios idiomas, llevada al cine por Adrián Caetano. Su autor, Carlos Busqued -hasta ese momento un desconocido ingeniero chaqueño sin demasiada vida social- había dado en el blanco de la narrativa contemporánea con un oscuro relato que cifra la brutalidad, la depresión y la sordidez de nuestra época, escrito desde un opresivo trabajo con el adormecimiento emocional. Una historia violenta que, sin levantar la voz, corta la respiración con ritmo contenido y preciso.
Ahora, nueve años después de aquel acontecimiento editorial que puso al escritor en el centro de la escena pero no lo sacó de su lugar de outsider -y con el peso de haber escrito un primer buen libro-, Busqued vuelve a la carga con un giro que descoloca desde el comienzo: “Magnetizado”, que condensa más de noventa horas de conversación con Ricardo Melogno, el hombre que en los años 80 tuvo un breve salto a la fama por haber asesinado, con 19 años, a cuatro taxistas de forma idéntica en el lapso de una semana en Mataderos. Encerrado hace más de 30 años y habiendo pasado por casi todas las formas de aislamiento, tortura y medicación, Melogno es entrevistado por Busqued en el complejo penitenciario de Ezeiza y, gracias a un riguroso trabajo de edición, logra contar su propia historia en un libro que no es una novela ni una crónica ni un perfil ni un testimonio sino una obra escrita desde la incomodidad de los géneros. Una suerte de collage de materiales -recortes periodísticos, voces de psiquiatras, informes policiales- que se corren de la fascinación típica por la imagen del serial killer tan explotada en la cultura popular. Porque si bien hay una curiosidad por entender el funcionamiento de esa mente extraña que no encaja con lo criminal pero sí reconoce sus crímenes, la operación que Busqued realiza con maestría es la de volverse invisible: no hay juicios de valor, no hay consideraciones, no hay ningún tipo de hipótesis.
Con preguntas cortas y puntuales, Busqued deja que Melogno cuente su vida: una infancia marcada por la violencia religiosa encarnada en la figura de su madre (“Mi madre usaba la religión como arma: me recagaba a palos pero me decía que no me pegaba ella, era que Dios me castigaba a través de ella”); la falta de contacto con la realidad (“Había una total falta de atención a lo que pasaba alrededor. No vivía en el mundo”); el paso por el servicio militar (“Un mundo armado que mal o bien es un sistema que te encajona y te mantiene”); la vida en la calle (“Dormía en el parque Alberdi, que está en Mataderos, frente a la comisaría que después más me estuvo buscando”); la reflexión sobre sus asesinatos (“La muerte es cruzar una puerta. Una puerta de enseñanza social”) y la cadena perpetua: penal de Devoto por dos años; Unidad 20 del Hospital Borda por 24 años; complejo penitenciario de Ezeiza hasta la actualidad por decisión de un juzgado civil que lo considera potencialmente peligroso habiendo ya cumplido su condena. Sobre esa decisión, Melogno reflexiona: “Bueno, entonces soy el predador más pelotudo del mundo, porque qué pasó que no maté a nadie en treinta años de cárcel”.
El libro publicado por Anagrama, que me duró un viaje en colectivo a Mar del Plata, va mucho más allá de la indagación de un cerebro criminal disociado del mundo. Si bien se trata de una historia marcada por la violencia, la soledad y las presencias sobrenaturales que habitan una psiquis indescifrable, lo que sorprende, en el relato de Melogno, es la conciencia, la memoria y la reflexión sobre su propia existencia. Reflexión que llega por momentos al humor: “En Capital soy inimputable, no comprendo mi actos. En Provincia comprendo y, en consecuencia, soy responsable de mis actos. Premio Nobel de psiquiatría para la justicia de Provincia, que tiene el remedio para la locura: la avenida General Paz”. Borderline, psicópata, psicótico, esquizofrénico, autista, parafrénico son algunos de los diagnósticos que han recaído sobre Melogno y, en ese sentido, su relato pone en jaque la trivialidad de la psiquiatría moderna, la brutalidad de las instituciones y las contradicciones de la Justicia. Es la voz del loco que, desde adentro, desenmascara la locura de la sociedad: el loco de Foucault. Lejos de la semana eléctrica de los asesinatos, Melogno es hoy un hombre grande, sorprendentemente conservado para tantos años de encierro, que parece estar buscando su dimensión humana: ser una persona. Desde distintos lugares, los libros que conforman la obra de Busqued están imantados a un mismo universo, como los cubiertos a las manos de Melogno después de matar: el universo insondable del ser antisocial que no se adapta a las reglas de este mundo tremendo.