Horacio Tarcus: «El interés por El Capital ha renacido en la última década»

Por Alejandro Katz y Mariano Schuster

En el mes del bicentenario de nacimiento del Moro de Treveris, compartimos una imperdible entrevista al docente e investigador Horacio Tarcus sobre la vigencia de El Capital, su recepción en América latina, la diversidad de lecturas políticas a la que ha sido sometida la obra principal de Karl Marx y sus posibles interpretaciones en el Siglo XXI.

 

Se cumplen 150 años de la publicación de El Capital de Karl Marx. Para repensar el capitalismo, para imaginar alternativas, para rememorar la historia de la obra y de su recepción, conversamos con Horacio Tarcus, director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina (CEDINCI). Uno de los analistas más lúcidos de nuestro país, experto en la obra de Marx -sobre la cual ha publicado diversos libros- apunta las posibilidades de relectura de El Capital, una obra destinada a perdurar.

Alejandro Katz (AK): Horacio, se cumplen 150 años de El Capital de Marx. No vamos a pedirte un balance pero sí nos gustaría saber cómo se ha leído entre nosotros El Capital. ¿Qué lecturas tuvo, qué efectos provocó y qué lugares y qué desplazamientos ocupó y ocupa?.

Horacio Tarcus (HT): Uno podría decir, en primer lugar, que fue un libro más venerado que leído, es un libro de difícil lectura a contraste con el Manifiesto Comunista u otras obras de Marx. Ha sido, de hecho, una obra leída por los estudiosos. Juan B. Justo, justamente un argentino, fue el primer traductor directamente del alemán del volumen I en 1898. Pero antes de esa época ya había un gran lector de El Capital, en la remotísima San Luis. Era un ingeniero especialista en minas, un hombre muy culto llamado Germán Avé Lallemant. Él leyó El Capital en alemán y escribió una serie de artículos para periódicos del exilio o migración germánica en Argentina, para el diario La Vanguardia -fundado por Juan B. Justo- y para un periódico llamado El Obrero en el que desarrolló la primera interpretación de la estructura de clases y del capitalismo agrario argentino según el modelo de El Capital. Por lo tanto tenemos lecturas muy tempranas.

AK: ¿En qué año fue esto?

HT: El primer escrito en que yo encuentro una traza de Marx es en 1888. O sea 10 años antes que lo tradujera Juan B. Justo.

AK: ¡Apenas 20 años después de su publicación!

HT: Esto a uno le resulta insólito pero si una ve la difusión en chino o en japonés, también se encuentra con recepciones muy tempranas.

Sucede que El Capital es una obra que se abre camino antes en el mundo político que en el académico. El mundo académico lo resiste bastante. Yo te diría que recién a fines del siglo XIX y principios del siglo XX nos encontramos con economistas, cientistas sociales, con la emergente sociología que se deslumbra con un doble fenómeno. Por un lado, con la emergencia del mundo socialista. Por otro lado, es una gran novedad. El socialismo se expande en siglo XIX con una fuerza equivalente a la del cristianismo veinte siglos atrás. Es un fenómeno que los sociólogos se esfuerzan en interpretar. Hay un nuevo movimiento social que es el movimiento obrero, y una nueva teoría que es el socialismo. Y atrás del socialismo viene una concepción que los cientistas sociales se esfuerzan en descifrar. Se trata de aquello que se llama la teoría materialista de la historia, aunque algunos la denominan como la concepción económica de la historia porque lo leen en una clave muy economicista. Por lo tanto, hay un contexto fines del siglo XIX en el que El Capital llega a algunos intelectuales radicales, y por otra vía llega al mundo académico. Asimismo, impacta en el mundo obrero mediado por resúmenes populares. Es muy curioso que ya en vida de Marx aparezca un resumen en alemán que tiene muy pocas traducciones al español. Es la síntesis que hace el socialista francés Gabriel Deville y que supervisa el propio Marx. Esto se traduce muy tempranamente en España y en Argentina. Es más, en España se traduce el resumen antes que El Capital mismo.

AK: ¿Eso fue supervisado por el mismo Marx?

HT: Sí, de algún modo sí. Era tal el afán de Marx que lo leyera el proletariado que acepta una versión popular francesa, que los especialistas y los teóricos en general rechazan, prefieren la versión alemana original. Pero Marx hace concesiones con tal de que la obra sea leída.

Él escribe un original complejo, que va incluso complejizando cada vez más. Lo quiere simplificar. Pero Marx para completar la obra necesita un esfuerzo mayor. Marx, de algún modo, se muere trabajando en la revisión de nuevas ediciones.

AK: El Capital es una obra de interpretación y análisis. No es una obra política. No es una obra productora de discurso político de ideología como lo es el Manifiesto Comunista o como lo son otros trabajos de Marx, Sin embargo, El Capital es sometido a lecturas muy productoras de política. ¿Por qué y cómo ocurren estas?

HT: Esto tiene que ver con la voluntad del propio Marx, y más allá de su voluntad con la inscripción de El Capital dentro del conjunto de sus obras, así como por la asunción además de El Capital por parte del movimiento obrero de la época. Ya en la Primera Internacional hay un delegado que propone que la obra sea recomendada. La obra impresiona a muchos militantes intelectualizados antes que a los intelectuales-académicos. El caso emblemático son los populistas rusos. Los mismos que están organizando la revolución contra el zarismo –es decir, que eran revolucionarios de armas tomar- están leyendo El Capital. En el siglo XIX nos encontramos con revolucionarios sumamente cultos y sofisticados –esto siguió sucediendo en la primera mitad del siglo XX nos encontrábamos. Hoy, en cambio, los dirigentes políticos que conocemos son personajes de escasas lecturas, son lectores de doctrina. Pero los lectores del siglo XIX y comienzos del XX eran muy sofisticados y refinados. Si pensamos en un Lenin, en un Trotsky en una Rosa Luxemburg, un Gramsci, nos percatamos de ello. Eso está también en un hombre como Palmiro Togliatti, que además de ser dirigente de un partido de masas (el Partido Comunista Italiano) era un hombre sofisticado más allá de lo que uno opine del comunismo italiano. Inclusive había franjas del proletariado sumamente intelectualizadas. Era un proletariado muy distinto. Uno se pregunta: ¿cómo puede ser que sucediera esto cuando la jornada de trabajo tenía diez o doce horas? ¿Cómo hacían estos tipos para salir del trabajo e ir a una biblioteca popular y además esforzarse y leer una obra tal compleja como El Capital u otros trabajos de los socialistas de la época?

Mariano Schuster (MS): Horacio, cuando vos marcas este corte que establece Marx a partir de El Capital pero también de otras obras y lo inscribís en el momento de la Primera Internacional, uno supone que hay otros trabajos de otros socialistas a los cuales Marx les dedica párrafos no muy halagadores sobre todo en el Manifiesto Comunista donde describe los socialistas cristianos, los socialistas utópicos, los socialistas ´pequeños burgueses. Me interesa saber si con El Capital pero también otras obras de Marx, empieza a construirse un pensamiento sistemático del socialismo que lo trasforma en una concepción del mundo más allá de una serie de valoraciones morales y de críticas políticas que podríamos encontrar ya en personajes como Proudhon o en algunos exponentes del anarquismo. ¿Ese es el corte que transforma al socialismo en una concepción y en una suerte de “sistema”?

HT: Yo considero que el que adopta el rol de armar esta concepción es Engels, el gran amigo y compañero de ideas de Marx y su gran sostén económico. Marx es un autor reacio a armar sistemas. Engels, en cambio, es quien lo hace. Eso es visible en obras como El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado o el Anti-Dühring. La obra que permite desarrollar el socialismo como una teoría de la economía, una teoría de la política, una teoría ética, una visión de la historia es el Anti-Dühring. Es la obra de Engels que tiene realmente un afán de sistematización. Marx escribe obras, y con cada una empieza de nuevo. Vos ves El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte y es una obra rarísima en la producción de Marx. Él acababa de escribir justamente la historia de Las luchas de clases en Francia y viene el golpe de estado de Luis Napoleón en 1851 y te diría que casi empieza de nuevo. En lugar de decir “voy a retomar lo que ya escribí”, arranca otra vez. Sí, se cita a sí mismo, pero se cita poco. Y es difícil hacer un armado de sistemas. Lógicamente, el lector que busca una cosmovisión la arma. Pero Engels sí desarrolla la creación de un sistema. Y después de él también lo hace Kautsky. Y así siguen otros. Cuanto más nos aproximamos a la base obrera lectora en Alemania o Francia más nos encontramos con esfuerzos de síntesis. Más nos encontramos con aquello que Marx se rehusó a hacer. Por ejemplo, Marx es tan anti-utopista que se niega tajantemente a pensar cómo será la sociedad del futuro. Él dice “nuestra misión es la crítica del orden capitalista”. Para Marx, El Capital nos permite entender la dinámica y la crisis interna de este orden pero las generaciones de las sociedades futuras verán cómo lo vuelven a organizar. Marx deja indicaciones muy someras, y en general negativas, criticando aquello que anticipa.

Cuanto más nos acercamos a las experiencias socialistas y a la militancia, más abundan los textos que dicen cómo será la sociedad del mañana. ¿Por qué? Porque la base militante no sostiene un modelo con la idea de abstracción de El Capital. El militante necesita de una fe socialista, es una base que proviene en su mayoría del cristianismo, del catolicismo, del protestantismo en Alemania, cuya fe religiosa entró en crisis y el socialismo viene a reemplazar ese universo de creencias. Esto no lo digo peyorativamente, el socialismo es un universo de creencias que por supuesto busca su fundamento científico. Pero todas las religiones buscan un fundamento científico.

AK: De hecho, Michael Walzer en lo que fue su tesis de doctorado muestra como la figura del revolucionario no viene de la Europa del siglo XIX sino de la Revolución Protestante, con el líder de tipo carismático que es retomado por los dirigentes socialistas.

HT: A tal punto que el colega de y compañero de militancia de Marx que propone que la Internacional asuma y recomiende El Capital, lo nombra ya en 1867 como la biblia del proletariado. Y efectivamente si uno ve la historia de las ediciones y las traducciones, uno se encuentra con querellas muy duras que tienen que ver con quién está autorizado a traducir, editar, prologar, anotar.

AK: Y posteriormente interpretar, traducir pero no a otros idiomas sino al idioma del pueblo y el proletariado. Hay toda una disputa por la legitimidad de las intervenciones.

HT: Además, en el plano de las grandes obras, El Capital funciona como biblia del proletariado y el Manifiesto Comunista es un heredero tardío de Lutero, autor de uno de los primeros manifiestos que van a tener amplísima circulación. La interpretación de Walzer, a mi modo de ver, es muy acertada y puede ser aceptada por quienes mantenemos una concepción atea del mundo, de la sociedad. Aceptar que el socialismo es una creencia no implica menoscabar al socialismo ni a Marx.

AK: Ni al socialismo ni la capacidad explicativa de El Capital respecto del capitalismo.

HT: Absolutamente, por su capacidad. Yo te diría toda la obra de Marx, incluso El Capital, articula de un modo muy sutil y al mismo tiempo muy profundo una clave interpretativa con la dimensión de una promesa.

AK: Mencionabas en algún momento de la conversación a gente como Rosa Luxemburgo, a Gramsci, a Lenin, a Trotsky. Todos ellos, eran a la vez dirigentes políticos e intelectuales y teóricos el socialismo pero poco después aparece, aparentemente, una bifurcación: quienes están en la política dejan un poco de lado la vida intelectual y quienes están en la vida intelectual sólo se acercan marginalmente a la política y entonces hay una lectura muy académica de El Capital y hay unas prácticas políticas que lo invocan pero que lo frecuentan poco.

HT: Sí. Siguiendo a Weber, uno podría decir que hay lógicas distintas, figuras distintas, y modalidades distintas entre el político y el científico, pero que el socialismo justamente traía la promesa de emancipación junto a una promesa de reinterpretación radical del mundo. Pero, evidentemente, esa ambición de síntesis se da en determinados momentos históricos. O sea, en la propia vida de Marx y Engels el momento en el que la ebullición política coincide con el trabajo teórico, se produce en momentos acotados. O sea, es el momento de la “Liga de los comunista” y de las Revoluciones de 1848 y, luego, se produce un segundo momento que es el de la Primera Internacional.

Por fuera de estos momentos que son muy intensos y que, por supuesto, son constitutivos, tanto Marx como Engels son dos figuras intelectuales y, además, son exiliados. O sea, ni siquiera forman parte de un partido, porque éste se funda en Alemania y ellos son consejeros a la distancia desde Inglaterra. Si leemos las biografías serias sobre Marx y Engels –y no cierta mitología soviética en torno a la vida de ellos– nos encontramos con que son personalidades bastante marginales respecto de las praxis políticas concretas.

Al velorio de Marx van una docena de personas. O sea, era una figura reconocida a través de una serie de mediaciones. Los dirigentes políticos eran otras personas. Marx no era el dirigente del partido, era un exiliado. Muchas veces los dirigentes fueron grandes teóricos, como el caso de los italianos o los rusos, pero otras veces no. En la Argentina, por ejemplo, Juan B. Justo es un caso extraordinario, es un hombre de una gran capacidad interpretativa, traductor de una obra tan compleja como El Capital y, al mismo tiempo, es un dirigente reconocido. Pero, por ejemplo, Repetto –el número dos del Partido Socialista— confiesa no haber avanzado más allá de las primeras páginas de El Capital. Él dice haber leído el resumen de Deville del que hablábamos anteriormente. Por lo tanto, son dos hombres de la misma generación, del mismo partido, pero con dos perfiles distintos.

MS: También hay momentos de lecturas distintos en la historia.

HT: Claro. Hay unos de crisis política y de búsqueda, como el 2001 en Argentina donde muchísima gente se puso a releer, a poner en cuestión los viejos paradigmas. Yo recién había fundado el CEDINCI y venían los militantes y preguntaban qué podían leer para entender esto. El militante quería una respuesta para intervenir en el movimiento piquetero y en la asamblea del barrio. Pero la distancia entre estos textos y la urgencia del presente argentino era muy grande.

AK: No iban a encontrar un manual de instrucciones.

HT: No, no yo no lo tenía ni se me ocurría escribir algo de ese estilo. Mi propia tendencia es más bien a problematizar, a complejizar, más que hacer manuales de instrucciones. Pero, bueno, me parece que hay momentos en que predomina la búsqueda, hay incertidumbre y búsqueda. Y momentos en que una teoría aparece como establecida y pareciera que se trata de aplicarla, hay momentos en que las teorías se adormecen, se vuelven más conservadoras.

MS: Horacio, ¿qué pasa con aquellos que buscaron en Marx un análisis del capitalismo pero que no coincidía con las estructuras de sus propios países? Quiero decir: aquellos que necesitaban la fe y tenían la voluntad de construir una sociedad alternativa, pero que se encontraban con un capitalismo que no era el central y, por lo tanto, necesitaban otras explicaciones.

T: Yo te diría que, salvando las distancias, el mundo periférico -desde Rusia a Argentina- trató de ver en los capítulos finales del Tomo I de El Capital cómo era la dinámica del capitalismo para las sociedades periféricas. “¿Nuestras sociedades iban a seguir un curso de desarrollo como siguió en Europa Occidental?” Lo que le preguntan los populistas rusos a Marx es eso: si podían saltearse la etapa del capitalismo. Yo creo que no solamente la clase obrera del capitalismo central sino también la clase obrera y los intelectuales de los países periféricos trataron de armarse una imagen de la dinámica del capitalismo, de la crisis del capitalismo, de los procesos de desarrollo y de lo que después se llamaría subdesarrollo.

En realidad, en Marx es imposible encontrar una teoría de la transición. No la hay, pero, de algún modo, los revolucionarios tienen que inventarla. Por ejemplo, los soviéticos en 1917 tenían que inventar una teoría de transición sobre la base del capitalismo. El anti-utopista Marx no iba a dejar trazas de esto.

Las teorías de los soviéticos de los años veinte son extraordinarias. Realmente, autores hoy olvidados o que conocemos los especialistas, como Preobrazhenski, como Isaak Rubin o los intelectuales de la teoría del valor, son importantísimos. Tienen obras que están a la altura de Historia y conciencia de clase de Georg Lukács.

Ahora bien, siguiendo con esta cuestión, creo que El Capital ha sido fundamental también en la Argentina y en América Latina para pensar los módulos de producción ¿Qué era América Latina en el siglo XIX? ¿Qué era Argentina en la época de la conquista? ¿Cuál era el modo de producción previo a la conquista española o a la conquista americana? ¿Por qué un destino tan desigual en el norte y en el sur? ¿Qué tipo de modos de producción se articulan en nuestras sociedades?

El debate de fines de los ’60 y los primeros años de la década del ’70 es ese: el debate sobre los modos de producción en América Latina. Todas estas son derivas de El Capital. Autores como Laclau, por citar a un teórico reconocido que participa de estas discusiones, serían impensables sin El Capital. Incluso más: críticos culturales como Jameson o geógrafos sociales como Harvey serían impensables sin El Capital de Marx.

AK: Mencionas autores de los ’60-‘70 latinoamericanos, mencionas a Jameson y Harvey que siguen produciendo hoy se han formado en los años ’50 y ’60 del siglo pasado. Pero qué es hoy El Capital, para algún lector que terminó su doctorado en una ciencia social o en economía y se acerca a ese libro. Quiero decir ya ha pasado el ciclo de los socialismos reales, ya ha pasado la historia más parecido a lo que Marx describió como modo de producción capitalista. Qué hay hoy en El Capital.

HT: Yo diría que el interés actual por El Capital ha renacido en la última década.

AK: Por la crisis de 2008. La crisis del 2008 llevó a una relectura muy amplia. Incluso entre economistas mainstream.

HT: Así es. El hecho de que el gran best seller, el de Piketty, se llame El Capital en el Siglo XXI es sintomático. Yo te diría que El Capital sigue ofreciendo herramientas sin las cuales no se entendería el capitalismo contemporáneo. Uno podría decir que hay fenómenos que Marx no podía prever de ningún modo y que son necesarias otras herramientas teóricas que lo complementen, que lo discutan. Pero, al mismo tiempo, me parece que todos los conceptos que aparecen establecidos en El Capital siguen contribuyendo hoy al pensamiento crítico de la economía política contemporánea. Seguimos pensando en términos de formación social, de clases sociales, de lucha de clases, de acumulación del capital, de crisis.

AK: Sin dudas. Yo estaba releyendo en estos días el Postcapitalismo de Paul Mason que permanentemente recurre a la teoría de Marx acerca de las crisis.

HT: Así es. Más aún: el propio concepto de capitalismo no lo inventa Marx, pero establece el modo en el que pensamos el sistema hoy. Por supuesto, lo concebimos con otras dimensiones y quizás la lucha de clases no aparezca hoy ante nosotros con la centralidad que aparecía en Marx, pero sigue siendo una dimensión de la interpretación central.

Seguimos pensando en términos de formación social, de clases sociales, de lucha de clases, de acumulación del capital, de crisis.

MS: Una lectura hibrida es la que realiza Mark Fisher en Realismo capitalista haciendo un juego de palabras con el “Realismo socialista” que utilizaban los soviéticos. Él afirma, tomando la idea de Jameson, que es más fácil y sencillo imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. En ese sentido, se pone en juego la otra dimensión del marxismo: si bien es útil para entender las características del sistema, el movimiento que tenía que llevar adelante la promesa socialista digamos que flaqueó un poco… Hace unos quince años, vos escribiste un texto en la revista El Rodaballo sobre la secta política y esas ideas de la religiosidad, la creencia y la fe, estaban muy presentes. ¿No crees que cierta laicización, por así decirlo, de la política llevó a que se perdiera la idea de promesa? ¿No será que esa idea de Fisher según la cual es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo tiene que ver con que ya no hay promesa? Digo…por ahí es actual El Capital para entender el sistema pero no hay una promesa de otro orden. No terminamos de creer eso. ¿Qué pasó con la idea alternativa al capitalismo?

HT: Bueno el problema cuando la promesa se nos hace visible como promesa y la creencia se nos hace visible como creencia es que hay que renovar la promesa.

AK: Es que uno se vuelve escéptico cuando la promesa es visible como promesa.

HT: Exacto. Este es el problema. O sea, estos hombres en el siglo XIX o principios del siglo XX se hubieran ofendido si nos hubiesen escuchado hablar del socialismo como creencia.

AK: El escepticismo es la conciencia de lo prometedor de la promesa.

HT: Claro, claro. uno de mis lemas de referencia es una frase que aparece en la novela La broma de Milan Kundera. Alguien manda un telegrama y genera un escándalo con una humorada que dice: “El optimismo es el opio del proletariado. Viva Trotsky”. Todo el mundo me dice que soy escéptico. Pero el problema no está en mi escepticismo, está en su optimismo. O sea, en seguir creyendo a pesar de ciertas evidencias. Yo creo que hay que hacerse cargo de la crisis y, en todo caso, refundar la esperanza y la creencia sobre nuevas bases que quizás no sabemos cuáles son. Digamos, yo tengo realmente un afán crítico al capitalismo y un deseo anticapitalista, pero me parece que esto ya no puede pasar por los modelos chinos, soviéticos, cubanos.

MS: Vos atribuís más la falta de esa promesa a la crisis y a la corrupción histórica de esa misma promesa. Como decía Víctor Serge “La corrupción de lo mejor es lo peor que hay”. Es decir, se corrompió lo bueno y ahora tenemos un escepticismo letal.

HT: Así es, así es. Hay que hacerse cargo de eso. Yo creo que hay que pensar esta cuestión. Yo me puedo definir identitariamente como anticapitalista, pero: ¿qué sería un orden socialista no capitalista? ¿cómo exceder el orden del valor sin caer en un orden regresivo donde el capitalismo vuelve de la peor manera, como en Europa del Este, como volvió en Rusia, un capitalismo mafioso, nacionalista?

AK: Me recuerda mucho tu reflexión a una frase que me llamó mucho la atención, me marcó muy fuerte de José Aricó, en Controversia, la revista que se hacía en México, Aricó decía, no lo cito literalmente pero espero no alterar el sentido de lo que quería decir: La fenomenología concreta de los socialismos reales debería hacernos poner en dudas las bases mismas del marxismo. No son deformaciones de una idea que era buena, ni fue desvirtuada, hay algo que el mismo pensamiento revolucionario marxista tiene que ver con esto también.

HT: Me parece que es una pregunta legítima, una pregunta muy de los años ’80, una pregunta de una voluntad postmarxista. Pero yo diría que algunos miembros de la generación de Pancho Aricó, como Portantiero, les resultó más fácil decir eso y tratar de exceder el marxismo en horizontes intelectuales que quizás no tuvieron la fuerza y el vigor que tuvo el marxismo. Me parece que el Portantiero marxista dejó una obra muy lúcida que todavía podemos seguir leyendo con provecho. El Portantiero postmarxista de los ’90–2000 tiene un pensamiento más débil, no digo que no es interesante, pero sí más débil.

Aricó es más complejo, porque él afirma que hay en Marx elementos que permiten esta deriva pero también hay otros. Por lo tanto cree que es posible hacer una lectura laica, como decía Mariano recién, una lectura desacrilizadora, una lectura a contrapelo, por usar la metáfora benjaminiana. Sería un Marx ya no leído en compañía de los autores del siglo XIX, con los que se armó un sistema y un canon, sino con otras claves podría ofrecer salidas al capitalismo por caminos distintos. Me parece que hoy hay un Marx liberado del peso de los socialismos reales en estos últimos años.

Vos me preguntabas cómo lo lee un joven hoy. No lo lee con la hipoteca de Pancho Aricó o incluso con la mía. Yo acabo de cumplir 62 y para mí la historia tuvo mucho que ver con los socialismos reales, si bien agarré las últimas décadas. Yo me siento en la obligación de decir algo al respecto. Quizás un joven lo ve con más distancia y más frescura. Creo que no podemos seguir sosteniendo la idea “marx-engelsiana” de que vamos a ser anticapitalistas y antiutopistas y no nos vamos a pronunciar por el futuro. Yo creo que tenemos la obligación de concebir, de imaginar, de postular formas de un socialismo democrático -como hemos hablado con Mariano más de una vez, con el viejo Mario Bunge mediante. Cómo serían esas formas, cómo decidiría esa sociedad más allá de la ley del valor, cómo accedería al mercado, cómo serían formas de decisión colectiva frente a cuestiones tan complejas como la producción en las sociedades modernas. Hoy es imprescindible responder estas cuestiones. No podemos dejar esos interrogantes para que los respondan las generaciones futuras: a mí me interpelan en el presente.

 

 

Horacio Tarcus es Doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata, docente de la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET. Ha publicado El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña (1996), Mariátegui en la Argentina (2002), Diccionario biográfico de la izquierda argentina (2007), Cartas de una hermandad (2009), Marx en la Argentina (2013) y El socialismo romántico en el Río de la Plata (2016). En 1998 fue uno de los fundadores del CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina), institución hoy integrada a la Universidad Nacional de San Martín y de la cual es director. Tiene en preparación la antología Presencia de Marx en el pensamiento argentino (1890-1983).

Esta entrevista fue realizada en el programa radial “El zorro y el erizo” que se emite por Radio Nacional AM 870 y publicada originalmente en la página web de La Vanguardia (www.lavanguardiadigital.com.ar).