Melancolía marciana: Una colonización del planeta rojo que será para muy pocos

Por Por Marcelo Simonetti

En la estela del entusiasmo mundial que generó la transmisión en vivo de la llegada de una nueva misión de la NASA a Marte, Marcelo Simonetti aprovechó para volver a ver la serie de NatGeo Mars, que mezcla documental con ficción para presentar un proyecto de colonización humana del planeta rojo en la próxima década. Más allá de los impresionantes logros técnicos que implica este proyecto épico de expansión humana en el sistema solar, el sentimiento que marca la serie es la melancolía. ¿Por qué?

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Al calor del entusiasmo mundial por el exitoso amartizaje de la misión Perseverance, que buscará señales de vida en el planeta rojo, volví a ver la serie Mars, de National Geografic, recordando los primeros libros que leí en mi infancia con desatadas fantasías sobre los mundos posibles. Más allá de las virtudes técnicas mostradas en sus dos temporadas (de 2016 y 2018), la serie encierra una gran pregunta sobre la que vale la pena detenerse. La apuesta formal es un híbrido entre el documental y la ficción futurista. Como producto terminado para ser visto para las masas no sé si es un éxito o un fracaso, pero eso es lo que menos importa.

La sensación general de la serie, de principio a fin, es la melancolía. ¿Pero cómo puede ser que un documental sobre cosas que no fueron parte de mi vida o sobre el futurismo pueda generar eso? El optimismo futurista suele generar euforia y adrenalina (quizás también al final, si no responde estrictamente al modelo yanqui, frustración). ¿Entonces de dónde sale la melancolía?

El destierro que sufren los protagonistas que viajan hacia el planeta rojo es, lógicamente, la primera respuesta. Los recuerdos personales y la propia historia están en lucha permanente con el objetivo de quienes emprenden esa epopeya que constituye una posible salida para todos los seres humanos. Otro elemento clave es, por supuesto, la belleza de la banda de sonido de Nick Cave y Warren Ellis, en quizás el más hermoso de sus soundtracks, que viene a confirmar ese sentimiento de fondo de la apuesta.

Pero rascando la superficie hay otras cosas. Lo más interesante que tiene Mars son los conflictos que plantea y no tanto las resoluciones que insinúa. No suelen ser problemas que queden expuestos. El documental se mueve entre imágenes de archivo de las primeras expediciones al espacio y entrevistas a empresarios, científicos, activistas ecologistas y astronautas. Y van desde las hipótesis de porqué se congeló la carrera espacial en la década del 70 hasta lo que va a suceder con nuestro planeta debido a la depredación capitalista y las potencialidades de una posible colonización marciana en un futuro cercano. Porque la porción futurista de la tira, es la incipiente instalación humana en el planeta rojo en la década del 30 del siglo en curso.

Aunque no había nacido, sé muy bien que en su momento la llegada a la luna y la conquista del espacio eran un tema por demás atractivo para grandes porciones de la población mundial. Irse, escapar, empezar de nuevo en el espacio exterior. Hoy, a pesar de los avances constantes de la ciencia, esa perspectiva ya no despierta la misma pasión. Tal vez porque, más allá del descubrimiento de nuevas formas de vida no humanas, la colonización de otros planetas es una posibilidad que no están al alcance de la enorme mayoría de la humanidad. Hoy es apenas una ilusión privada. Para escapar, va a haber que pagar.

Otro conflicto permanente expuesto en la serie es la relación entre el capital y los organismos institucionales y la forma en que los segundos se subordinan al primero, con independencia de lo progresistas que puedan ser los funcionarios. Más allá de las intenciones, en la serie el Estado termina siendo como dijo ese señor pelado de chiva y bigotes: una junta de administradores de los negocios de la burguesía.

En la serie no aparece ninguno de nosotros, simples mortales que quedamos abandonados a nuestra suerte particular y a los derroteros colectivos de la lucha por la supervivencia. Nosotros, esa enorme masa que tenía que resolver el futuro acá en la Tierra, una perspectiva que en la serie no se contempla, vemos repetir el problema en todos los mundos posibles. Podemos emocionarnos un poco cuando el plan de algún angurriento fracasa o si avanzan los planes de algún científico copado, pero está claro que el futuro no es nuestro.

Es con los científicos con quienes empatizamos en Mars. Son los que quedan en el medio de esas pujas entre instituciones estatales y capital, con su enorme pasión por nuevos descubrimientos y su angustia por la finitud del planeta terrestre. Gracias a ellos, la humanidad tendrá otra oportunidad. Pero, como queda claro en la propia serie, no se tratará de un escape para el conjunto de los habitantes del planeta.