Mujeres de la tierra por el buen vivir

Por Nadia Mayorquín

Entrevista a Moira Millán, weychafe mapuche, que entre otros temas plantea la necesidad por parte de las mujeres «de recuperar la memoria de los territorios, la verdadera identidad de este continente y con ello también las narrativas femeninas». Memoria ancestral, lucha antipatiarcal anticolonialismo y denuncia del «extractivismo cultural».

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Y la mujer que sabe el devenir porque ve
mirando con el ojo del sur,
el ojo que mira al magma (…)

Luis Alberto Spinetta, “La bengala perdida”

Moira Millán  es una weychafe (guerrera) mapuche. Nació en 1970 en El Maitén, Chubut, Argentina. En 1992, junto con su hermano Mauro, fundó la Organización Mapuche-Tehuelche  “11 de Octubre”, con la que lograron evitar desalojos y recuperaron territorios de algunas comunidades. En 2002 formó parte de las luchas contra la megaminería en la Patagonia. En 2011 fundó el Movimiento Lucha por Trabajo (MLT) en Esquel. En 2013-2014, inició una caminata por la Argentina para convocar a las mujeres originarias a movilizarse, iniciativa que en 2015 dio origen a la primera Marcha de Mujeres Originarias por el Buen Vivir. En 2018 organizó el Primer Parlamento de Mujeres Indígenas, donde se acordó llevar adelante la campaña por la plurinacionalidad del encuentro de mujeres. Durante los cuatro años de gobierno macrista su activismo tuvo mayor visibilidad a raíz de la fuerte represión que sufrieron los territorios mapuches en la Patagonia. En el 2012 ganó el Concurso DOCTV Latinoamérica como guionista de “Pupila de mujer, mirada de la tierra”. Participó con su texto “Ausencia de la voz” en el libro colectivo Ni una menos. Vivxs nos queremos. En el 2018 ganó el Certamen Periodístico de Intercontinental Cry sobre temáticas indígenas con su artículo “La maternidad mapuche en tiempos de Benetton”.

En 2019 publicó El Tren del olvido, por Editorial Planeta, donde escribe: «Mi nombre es Llankaray. Soy una mujer mapuche. ¿Qué es ser mapuche? Les diré: mapu es tierra, y che, gente; gente de la tierra, así se llama nuestra lengua milenaria. Soy una guerrera de mi nación, una weychafe. Vengo de una estirpe de mujeres sufridas pero valientes. Una de ellas, quizás la más valiente de todas, es la que marcó mi camino y nos dejó un legado, su medicina, su enseñanza: nunca rendirse. Y una promesa: jamás olvidar. Se llamaba Pirenrayen, era mi abuela. De ella sé todo lo que sucedió a partir de la llegada del wingka invasor (…)«.

Terricidio

-El año pasado, junto con un grupo mujeres, ocuparon simbólicamente el Ministerio del Interior de la Nación para plantear y visibilizar una denuncia por “terricidio”. ¿En qué consiste este concepto?

-En la ocupación del Ministerio del Interior, que fue en el fin de semana largo de octubre del 2019, extendiéndose por 11 días, denunciábamos el terricidio que es un concepto que refleja la visión tridimensional de la vida de los pueblos indígenas, lo que en general se conoce como el medio ambiente, nosotros lo llamamos ecosistemas tangibles, que están siendo devastados y contaminados, pero también incluimos la aniquilación de los pueblos originarios, el asesinato selectivo contra líderes indígenas, las persecuciones, amenazas, criminalización y encarcelaiento. Implica también la eliminación de un modo de entender el arte de habitar, contribuyendo a la creación de una nueva matriz civilizatoria. El tercer aspecto de la visión tridimensional de la vida es el de los ecosistemas perceptibles, es decir el ecosistema espiritual entendido como fuerzas de la naturaleza que anidan en determinadas zonas y que contribuyen a reordenar la vida armónica y a que la vida brote justamente donde hubo contaminación y devastación. Pero si ese ecosistema espiritual es debilitado, entonces no hay posibilidad de que el tejido complejo y el entramado vital que van generando la naturaleza y las fuerzas cósmicas se puedan concretar. Entonces vemos que estos tres aspectos y modos de ver la vida que tienen los pueblos indígenas están siendo atacados, asesinados. A eso le llamamos terricidio.

El feminismo del buen vivir

-¿Uno, dos, tres, muchos feminismos? Pero, ¿qué es el feminismo para las mujeres indígenas que buscan el buen vivir?

-El feminismo es una expresión de lucha anti-patriarcal que emerge de Europa, que tiene una mirada antropocéntrica y occidental, que es una herramienta válida y necesaria para poder interpelar al patriarcado pero sin embargo el feminismo no tiene el monopolio de la lucha anti-patriarcal. Las mujeres indígenas nos consideramos luchadoras anti-patriarcales sin embargo no feministas, porque no nos identifican las definiciones y las formas en que se lee y entiende el patriarcado desde la lógica occidental, blanca, eurocéntrica, etc. Si bien se habla de que hay muchos feminismos, lo que nosotros vemos es que se comete el error de ir colonizando prácticas milenarias y a todo lo que tiene que ver con una resistencia anti-patriarcal se le pone la etiqueta de feminista cuando son resistencias que han sido anti-coloniales, entonces la lucha anti-patriarcal es una lucha anti-colonial. Y a veces los rótulos y etiquetas, por más revolucionarias que sean, pueden llegar también a perpetuar modos colonizadores para interpretar las resistencias de los pueblos, que muchas veces tienen otras lógicas, historias y concepción de la territorialidad.

-El movimiento de mujeres indígenas declara, en 2018, una campaña por la plurinacionalidad del encuentro de mujeres en Argentina.

-Lo que se busca es la participación plena y real de las mujeres indígenas de las treinta y seis naciones a través del reconocimiento de los derechos lingüísticos, que en cada taller se pueda dar lugar a las traducciones de idiomas originarios y que las hermanas puedan tomar la palabra en sus propios idiomas indígenas. También que se contemplen los modos, tiempos y formas de expresión para que las mujeres indígenas no quedemos fuera de los debates y fundamentalmente que la mirada transversal de los pueblos originarios respecto del buen vivir como derecho esté reflejada en todos y cada uno de los talleres. Antes estábamos recluidas en un solo taller que era el de mujeres originarias, no teníamos voz ni participación en otros talleres que eran fundamentales para nosotras, como mujer y trabajo, mujer y aborto y muchos otros a los que no lográbamos llegar para dejar allí reflejado nuestro pensamiento y opinión. Ahora la plurinacionalidad del encuentro de mujeres va permitir que esto empiece a concretarse y a amplificar nuestros derechos.

-El movimiento de mujeres en América Latina ha puesto en agenda la cuestión plurinacional, la recuperación de la identidad indoamericana.

-Creo que tiene que ver con que la lucha anti-patriarcal es una lucha anti-colonial; las patrias y Estados nación han emergido al fragor de esas improntas patriarcales, patrioteras y machistas, por lo que desmonumentar a los patriarcas de los Estados naciones es una forma de tirar abajo modelos civilizatorios opresores, colonizadores.  Hay una necesidad por parte de las mujeres de recuperar la memoria de los territorios, la verdadera identidad de este continente y de recuperar con ello también las narrativas de mujeres, propias de nosotras, respecto del protagonismo verdadero que tuvieron muchas de nuestras ancestras tanto en procesos emancipatorios como de resistencia. A mí no me gusta utilizar la palabra Latinoamérica porque nosotras las indígenas no somos latinas, tenemos nuestros idiomas originarios y cuando decimos Latinoamérica dejamos también por fuera a los pueblos indígenas que están bajo la dominación anglosajona en Estados Unidos, Canadá, el Caribe… Por eso usamos la palabra indoamericana.

Capitalismo go home

-Partiendo de allí, ¿cuál te parece que sería uno de los principales aportes que pueden hacer las mujeres indígenas en la actualidad?

-La lucha anticapitalista la estamos aprendiendo, creo, todas las mujeres.  Es un movimiento telúrico que emerge de la propia tierra, como deseando quitarse de encima este sistema contaminante, opresor y devastador. Esto ha inoculado  en cada una de las mujeres el deseo de liberarnos, por eso hablamos de la libre determinación de nuestras cuerpos, territorios y pueblos. Pienso que las mujeres indígenas tenemos mucho para aportar hacía la construcción de una nueva matriz civilizatoria, buscando incluso recuperar la economía desde la perspectiva de las mujeres. Somos las principales estructuradoras de modelos económicos horizontales, recíprocos, donde no queda nadie fuera. Las mujeres indígenas tenemos una capacidad enorme de trasmutar todas esas carencias y empobrecimientos en que nos han subsumido el sistema de producción y la cultura dominante, en prosperidad, contención y alimentación a nuestras familias. Creo que la lucha contra el capitalismo encuentra en las mujeres indígenas una praxis bien concreta en la recuperación de territorios, la sanación de esos territorios, el resguardo de las semillas, la floración de economías horizontales reciprocas, participativas y familiares. Tenemos mucho para aportar en la lucha contra las empresas transnacionales y en el ir recuperando nuestra espiritualidad, porque economía y espiritualidad, que parecen conceptos desencontrados, tienen en común una relación intrínseca con la vida y  con el desarrollo económico de la tierra.

Coreografía de la mentira

-El 5 de mayo de 2017 se realizó la presentación de un trabajo creado por la coreógrafa Eszter Salamon en el festival Kunsten Festival des Arts, en el centro de arte Wiels en Bruselas, Bélgica. Esta obra fue presentada como el rescate de una danza ancestral Mapuche extinta. En el video se puede apreciar a un grupo de jóvenes bailarines con sus rostros pintados de diversos colores, usando a modo de poncho una manta metalizada. ¿En qué consiste la denuncia contra Eszter Salamon, donde planteaste el concepto de «extractivismo cultural»? 

-La denuncia contra Salamon es un ejemplo de lo que pasa cotidianamente en los territorios de los pueblos indígenas y también en los pueblos afrodescendientes, que tiene que ver con la intromisión de hacedores o referentes culturales, empresas, iglesias, academias y una serie de agentes externos que llegan a las comunidades en busca de información y conocimientos que luego cosifican  y venden al mercado. Lo que denuncio como extractivismo no es solamente la cosificación sino la eliminación de un saber; es decir, no solo se tiende a “folclorizar” sino a eliminar esa práctica. En el caso de Eszter Salamon lo que ella hace es tomar una danza ancestral mapuche, que se da en el contexto de una celebración espiritual en la que nosotros renovamos la relación con la tierra y un canto mapuche que va en el contexto de otra celebración llamada kamarikuno-kamaruko que se hace anualmente. Y desde esa perspectiva europea sobre el pueblo mapuche se ridiculiza, minimiza y distorsiona la visión del pueblo mapuche sobre la relación circular y armónica con la vida representada a través de las danzas circulares. Además está coreógrafa anuncia que es una danza extinta y que pertenece a un pueblo que está por desaparecer. Esto es muy indignante. Y cobra sus buenos euros para llevar adelante esta fantochada. Entonces había que denunciarla y poner en discusión qué medidas vamos a tomar nosotres y qué medidas que va tomar el Estado para resguardar  nuestro derecho comunitario y colectivo a los saberes ancestrales, los saberes que pertenecen a nuestros pueblos. Ni siquiera quiero utilizar el concepto de propiedad porque es un concepto ajeno y capitalista, pero si es necesario que se entienda que estás prácticas no son folclóricas. Tienen su razón de ser y generan, para la nación mapuche, la apertura de un portal de comunicaciones entre la naturaleza, los seres que la habitan y nosotres .

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Nota: Partes de esta entrevista fueron publicadas con otra edición el pasado 8 de marzo en el dossier de géneros en la Agencia Paco Urondo (APU)