No mires arriba: Mucho ruido y pocas nueces
Por Silvio Schachter
Silvio Schachter comparte una crítica del muy discutido último estreno de la N roja, No mires arriba, una película con un reparto de lujo, un presupuesto millonario, un director con trayectoria y algunas buenas ideas que, sin embargo, no logra despegar. La sátira política no es para cualquiera.
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El estreno de No mires arriba (Don´t look up) en Netflix, se ha convertido en uno de los acontecimientos cinematográfico más comentados del año y, como pocas realizaciones recientes, ha desatado una controversia entre quienes la aplauden y quienes la critican, una división que atraviesa no solo al público sino también a la crítica especializada.
Como señalan los chef, no alcanza con buenos ingredientes para hacer una gran comida. Una temática interesante y actual, excelentes actores, un director con trayectoria probada y recursos técnicos sin límites no fueron suficientes para hacer una buena película. Menos aun si lo que falla es el guion (en este caso del propio director). Mc Kay, guionista y director de Vice (2021) y The Big Short (2018), se propuso hacer una sátira sobre el negacionismo, ya sea el relacionado con el cambio climático o con el COVID, y las formas de manipular a la sociedad desde el poder político, mediático, las redes sociales o los supermillonarios de la High Tech, devenidos en gurus que manejan nuestros deseos a través del control de los algoritmos. Todos ellos confabulados para ignorar o banalizar un peligro que viene del espacio exterior.
Pero tener un punto de vista claro, por más loable que sea, no alcanza. El film, que quiere ser divertido mientras se esfuerza en decirnos que el tema es muy serio, navega entre la parodia, la sátira y el drama apocalíptico, sin lograr atrapar en ninguno de esos géneros. En No mires arriba todo está presentado con un trazo grueso, como si fuera el borrador de un guion sin pulir, muy adaptado al paladar de un amplio sector del público de Estados Unidos, dispuesto a digerir con pocas exigencias lo que le propone el universo streaming. Lamentablemente, también sus modos de ver se adoptan rápidamente en otras latitudes por quienes solo miran lo que se produce en el norte
Un elenco estelar y multipremiado encabezado por Leonardo Di Caprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep y Kate Blanchet, aparece desaprovechado en su potencialidad, conforme a sus pergaminos. Hasta la extraordinaria Meryl Streep queda enfrascada en la machietta sin matices de un Trump con polleras.
Incluso los guiños críticos para con el cine de Hollywood y sus interminables películas de cine catástrofe en las que los insufribles héroes americanos salvan al mundo (en este caso parodiando especialmente al personaje de Bruce Willys en Armagedon), se pierde por lo caricaturesco y ramplón de la secuencia.
A pesar de que le sobran varios minutos que desvían de la supuesta tensión que debería sostener el relato con reiteraciones que no aportan, es muy vista y elogiada por un amplio espectro progresista que se identifica con las consignas que propone Mc Kay. Más allá de sus valores cinematográficos, hay quienes la valoran sosteniendo que es preferible decir algo antes que el silencio, una lógica reiterada cuyo debate escapa a esta nota. Está en cada uno decidir cómo usa las dos horas y pico que demanda su visión.
Muchos títulos han abordado de distinta manera las distopías apocalípticas, algunos calificados como clase B se limitaron a cumplir con las limitadas expectativas con las que fueron realizados mientras que otros más ambiciosos naufragaron en paparruchadas disimuladas por deslumbrantes efectos espaciales, pero muy pocos se animaron a presentar el tema como una sátira. Tim Burton, autor de El joven manos de tijera, y Bettlejuice entre otras películas, lo intento en Mars Attacks!, con resultado desparejo.
La sátira política no es un género simple. No abundan los buenos ejemplos ya que es muy fácil caer en la simpleza de la ridiculización o, como en este film, quedar enredado entre la denuncia y la farsa. Muy lejos está No mirar arriba de películas como Dr Strangelove de Stanley Kubrick, de Brazil de Terry Gilliam o de la más cercana Idocracia de Mike Judge. Si pensamos en realizaciones que a través de la sátira nos advierten de los peligros para la humanidad también es insoslayable El gran dictador del genial Charles Chaplin. Aunque con otra temática, No habrá penas ni olvido de Hector Olivera es un buen ejemplo de cómo el humor de la novela de Osvaldo Soriano no distorsiona sino que se entrelaza con el drama central.
Hay muchas películas que confirman que los recursos técnicos más avanzados no reemplazan al arte de narrar en la pantalla sino que muchas veces solo sirven para ocultar su carencia. Los youtuber, los influencer e instragramer, los tiktoker, los twiteros y el streaming están matando al cine y nosotros somos los que alimentamos al meteorito destructor.
En cuanto al contenido, vale el llamado a desconfiar de los poderes hegemónicos, pero no logra hincar el diente y no logra escapar al enfoque que coloca a EEUU como único responsable de salvar al mundo (aunque en esta ocasión no lo consiga).
Además de mirar hacia arriba para creer en lo que aún no vemos, aunque sea una verdad científica, hay que saber que el cambio climático, la pandemia del COVID y la destrucción sistemática de la vida en el planeta fruto de la voracidad del capital son fenómenos presentes aquí y ahora, bien visibles, que avanzan inexorablemente sin freno y que no vienen de afuera, ni son responsabilidad exclusiva de los negacionistas o de la estupidez de la sociedad. Tienen, como bien lo sabemos, su origen en patrones civilizatorios complejos pero reconocibles y en quienes se benefician de ellos. La ciencia ha tenido y tiene mucho que decir aun, pero más todavía lo tienen quienes los viven, padecen y enfrentan día a día estas catástrofes.
En el marco de un sistema que no te da opciones, Mc Kay parece considerar que nada vale la pena salvar ni menos cambiar en este mundo, que el pueblo llano es tonto y que merecemos que nos caiga un cometa, una mirada muy acorde con el solipsismo que impregna a toda la sociedad. Tal vez por eso su película es un éxito