Once películas en las que se hace presente la lucha de clases

El cine ha retratado a la sociedad de clases desde su mismo nacimiento, hace algo más de un siglo. La primera producción de la historia del cine, La salida de la fábrica Lumiere en Lyon, de 1895, muestra, como su nombre lo indica, la salida de los obreros de la planta de los hermanos Lumiere, precursores del séptimo arte. Pero, desde aquél primer registro, la mirada sobre la vida de la clase obrera y sus conflictos suele ser externa, interesada, con el patrón empuñando la cámara.

Conscientes de este problema esencial, desde Sonámbula recordamos once películas que abordan distintos momentos y protagonistas de la lucha de clases, con una mirada más o menos interesada o empática. Son once simplemente por aquella famosa última tesis marxiana sobre Feuerbach que, ya algo más de 150 años atrás, invitaba a lanzarse a la lucha por cambiar el mundo: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

 

La huelga, de Sergei Eisenstein (1925)

La película muda muestra una famosa huelga fabril del año 1903 en la Rusia prerrevolucionaria. Se trata del primer largo de Eisenstein, un año antes de El acorazado Potemkin, donde ya muestra su idea de un héroe colectivo, opuesto al héroe individualista del cine occidental. En la secuencia final muestra todos sus recursos más innovadores en el arte del montaje, alternando la masacre de la que son víctimas los huelguistas con imágenes de una matanza de vacas en un frigorífico.

 

Tiempos modernos, de Charles Chaplin (1936)

La perfecta transición entre el cine mudo y el sonoro, aborda la tremenda crisis social de la llamada Gran depresión de los años 30 a través del personaje genial de Charlot, que comienza como obrero alienado en una fábrica con visos futuristas (probablemente influenciados por la Metrópolis de Fritz Lang, cinco años anterior) y, luego de una serie de confusiones, es encarcelado como agitador revolucionario. Escrita y dirigida por Charles Chaplin, es la primera película en la que a su icónico personaje se le escucha la voz, aunque en una lengua inventada conocida como “Charabia”.

 

Los compañeros, de Mario Monicelli (1963)

Crónica de una lucha de fines del siglo XIX en la ciudad italiana de Turín, cuando trabajadores y trabajadoras de una fábrica textil inician una huelga contra las terribles condiciones de trabajo, reclamando una reducción de media hora en la jornada laboral. La huelga dura un mes y en ella jugará un rol central el maravilloso personaje de Marcello Mastroianni, el Profesor Sinigaglia, un agitador comunista venido de otra ciudad para ayudar a organizar el combate proletario. Por supuesto, las cosas terminan fatal en esta película que olvida rápidamente sus iniciales toques de comedia para transformarse en un trago tan amargo como necesario.

 

Tute Cabrero, de Juan José Jusid (1968)

El cine nacional también tiene grandes filmes sobre luchas del mundo del trabajo. Porque la lucha de clases no pasa sólo por las fábricas y muchas veces antes que enfrentarse a los patrones, los trabajadores luchan a muerte entre ellos apenas por conservar un puesto. Tute Cabrero es una tremenda película basada en la obra de teatro homónima de Tito Cossa, que también participa en el guión. En el juego del Tute se puede ganar yendo a más o yendo a menos, y pierden los que quedan en el medio. En esta oficina de dibujo técnico una patronal falsamente comprensiva, después de explicar que debe despedir a alguien, le pide a los empleados que elijan quién se tiene que ir. El triángulo de traiciones y bajezas que arman los personajes de Pepe Soriano, Juan Carlos Gené y el hoy malogrado Luis Brandoni es imperdible.

 

La clase obrera va al paraíso, de Elio Petri (1971)

“Una pieza, un culo, una pieza, un culo”, dice Lulú Massa (el obrero sublimemente interpretado por Gian María Volonté), mientras trata de humanizar el ritmo repetitivo e inhumano de la máquina. Con música de Ennio Morricone, el filme presenta un ambiente fabril casi pesadillesco en el que la clase obrera aparece caricaturizada esperpénticamente para mostrar sus límites, sus divisiones internas, sus contradicciones. Lejos de cualquier idealización leninista del mundo fabril, aquí el trabajo sólo parece producir estupidez, alienación y muerte.

 

Todo va bien, de Jean-Luc Godard (1973)

A cinco años del fin del Mayo Francés, del que en pocos meses estaremos cumpliendo medio siglo, Godard busca dinamitar esa idea de que todo está bien a pesar de que los motivos que llevaron al estallido obrero estudiantil continuaban intactos. Los ideales sesentayochistas se disolvieron y parece quedar tan sólo el mundo de lo posible dentro del capitalismo moderno. Con un distanciamiento brechtiano, Godard critica todos los discursos políticos que normalizan el estado de cosas, incluido el del Partido Comunista. ¿Tiene sentido seguir hablando de revolución en una época de progreso económico y de aparente colaboración de clases?

 

Norma Rae, de Martin Ritt (1979)

La película cuenta la historia de una obrera de una fábrica en una pequeña ciudad de Estados Unidos que casi sin querer se va involucrando en la lucha por crear el sindicato en la textil donde trabaja. La llegada de un sindicalista de Nueva York abre nuevos horizontes para esta mujer, madre y trabajadora que encontrará en la lucha sindical un nuevo sentido para su vida. La poderosa interpretación de Sally Field del personaje basado en la historia real de Crystal Lee Sutton le valió un Oscar.

 

Germinal, de Claude Berri (1993)

La película se basa en la novela homónima de Émile Zola de 1895, y narra la lucha de los trabajadores mineros de la Voreux, al norte de Francia, a fines del siglo XIX. Un gran elenco encabezado por Gerard Depardieu, Miou-Miou y Renaud Séchan pinta este drama de época en el que los mineros se rebelan contra las condiciones inhumanas de trabajo en una revuelta condenada desde el inicio. Los jóvenes discursos del marxismo y el anarquismo se cruzan en la lucha que terminará en muerte y derrota. Bajo la tierra, junto a las tumbas, “también crecían los hombres, un ejército oscuro y vengador, que germinaba lentamente para quien sabe qué futuras cosechas, y cuyos gérmenes no tardarían en hacer estallar la tierra”.

 

Pan y rosas, de Ken Loach (2000)

A pesar de que Pan y Rosas no sea el punto más alto de su filmografía, sabemos que Ken Loach está siempre del lado correcto. Esta vez se pone a contar una historia de lucha de una mujer trabajadora en una empresa de limpieza en Los Ángeles y de su lucha por mejorar las condiciones laborales al tiempo que reivindica su derecho a sindicarse. La historia se basa en la campaña real “Justice for Janitors”. Migrantes, mujeres latinas, trabajadoras hiperexplotadas, antiimperialismo y Ken Loach. No puede fallar demasiado tampoco.

 

Billy Eliott, de Stephen Daldry (2000)

No siempre los hijos de los mineros van a elegir como deportes el box o la lucha libre. Billy Elliot quiere ser bailarín y su decisión es en principio incomprensible para su padre y hermano, trabajadores mineros inmersos en la histórica huelga minera del Reino Unido de 1984-1985 contra las políticas de Margaret Thatcher. Tal vez la mejor interpretación de un jovencísimo Jamie Bell, que con 11 años la rompe bailando todos los estilos. Además con una de las mejores bandas de sonido de la historia que sabe administrar en los momentos precisos la potencia musical e ideológica de T-Rex y The Clash. El enfrentamiento del hermano de Billy con la policía antidisturbios inglesa al ritmo de London Calling es para volver a ver siempre.

 

Pago justo, de Nigel Cole (2010)

Otro film basado en un hecho real. En 1968 las 187 mujeres empleadas en la fábrica de la planta Ford de la localidad inglesa de Dagenham organizan una histórica huelga contra la discriminación de género, reclamando igual pago por igual trabajo y la posibilidad de ocupar algunos cargos hasta el momento reservados a los hombres. Luego de una lucha larga y pionera finalmente las mujeres lograron muchos de sus reclamos, aunque no la igualdad total de pago. Pero la huelga de Dagenham fue decisiva para la aprobación, dos años más tarde, de la Ley de Igualdad Salarial de 1970. En muchas instancias de la huelga, la lucha no fue sólo contra la patronal automotriz sino contra sus mismos compañeros, incapaces de replantearse sus privilegios de género. Por suerte, desde entonces las cosas han cambiado radicalmente. Ah, no, pará…