Pulp y la historia de ese héroe de la clase obrera llamado Jarvis Cocker
Por Marcelo Simonetti
Marcelo Simonetti propone un apasionante recorrido por la historia de la banda que Jarvis Cocker creó en 1978, más de una década antes de la moda del britpop, hasta lograr un éxito arrasador en los noventa para luego repudiar el mundillo porno de la industria musical. Y ahora que se confirmó que nuestros auténticos héroes de la clase obrera se juntan en 2023, todo es alegría. O depresión y melancolía. Con Pulp nunca se sabe.
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Es muy interesante el análisis materialista que hace Mark Fisher para explicar el surgimiento del punk y el post punk y la contracultura juvenil en general. Según su hipótesis, son consecuencia de las posibilidades de la clase trabajadora de destinar una pequeña porción de tiempo y dinero a tocar un instrumento en el Estado de bienestar inglés. No hace falta revolver mucho para encontrar fotos de Johnny Lydon con pelo largo y yendo a ver bandas hippies, sinfónicas y progresivas. Cuando el ataque liberal a las condiciones de vida le arrebataron el sueño a las mayorías populares británicas, vino la explosión de rabia del punk. Si no van a dejarnos ser parte por las buenas, vamos a ganarnos el derecho por las malas. El post punk es la toma de conciencia luego de la explosión, la decepción luego de las altas expectativas. Y es dichas ansias y la búsqueda de otros canales de expresión, pero con mayor diversidad y elaboración. Siempre tratando de incluir en el movimiento a la mayor cantidad de excluidos raciales, de género, políticos, culturales y sociales.
Jarvis Cocker arma Pulp en 1978, aunque su primer éxito radial llega 15 años después. Es decir que la banda no es un engendro populista o cool del realismo capitalista de los 90 como el resto del brit pop, donde se lo engloba fácilmente, expresión de un momento en que la contracultura y las posibilidades de expresión de la clase trabajadora ya eran un edificio en ruinas. El camino de Pulp fue sinuoso y complejo durante todos los ochenta. Jarvis armó y rearmó la banda montones de veces con una lista interminable de integrantes que iban y venían. Arrancaron con unos sintetizadores baratos y alguna presentación en el show de John Peel. Cuando llegaron al primer álbum, It, en 1983, ya había cambiado la formación por completo. El intento más folk (siempre dentro de la marea del New Wave) de la banda pasó sin pena ni gloria y el grupo volvió a desintegrarse.
La nueva formación grabó algunos singles en 1985 y en 1986 probó con Freaks, mucho más recargado y oscuro que el anterior. A pesar de la insistencia, seguían siendo unos absolutos desconocidos. En 1988 Jarvis se muda a Londres y empieza a estudiar cine. Les ofrecen grabar otro álbum, lo cual hacen en 1989. Esta vez el giro es mayor. Hay canciones pop, pero también asoma la obsesión de Cocker por la electrónica en general y el acid house en particular. El disco salió recién tres años después de haber sido grabado y uno de los single extraídos fue su primer módico reconocimiento. Se trata de “My Legendary Girlfirend”, que fue nombrado Single Of The Week por la NME, lo que le valió un sorpresivo contrato con una multinacional para grabar otra placa.
Las expectativas eran modestas, más allá de la novedad. Y sí, es el mismo año en que debutaron Oasis y Blur. Pero las coordenadas no son las mismas. His’N’Hers es un disco atemporal. Pudo llegar del pasado o también del futuro. Los sintetizadores analógicos y el tono glacial del guitarrista/violinista Russell Senior hacen pensar en un disco grabado en pleno auge post punk de fines de los setenta y principios de los ochenta. Encima de ellos, Jarvis sermonea sobre adolescentes que se divierten robando autos, gente rota que se rompe aún más, y donde todos intentan encontrar un rayo de luz en la oscuridad. Y principalmente, Jarvis habla de sexo. No es que los machos todo terreno de Oasis o los super cool de Blur no lo hicieran. Es que acá parecen canciones escritas treinta años después, por un tipo al que le encanta coger con mujeres, al que casi siempre le va mal, pero además de eso las quiere y las concibe como pares. Pongamos “Pink Glove” como ejemplo. ¿A quién se le ocurriría escribir una canción para discutir con la mujer que piense en su propio placer antes que en la satisfacción del hombre con el que se relaciona? Impensado para su época. El disco tuvo buen recibimiento, cosechando reseñas positivas y llegando hasta el Top Ten en UK. Sí, 16 años después de haber nacido, Pulp enderezaba la nave. El camino inverso del 99% de las bandas de todo el mundo, que la rompen en sus primeros dos o tres álbumes y después desaparecen o viven de las viejas glorias.
En 1995, como adelanto de su siguiente disco, Pulp lanzó como single la canción que aún hoy sigue siendo un himno de clase generacional: “Common People”. Quizás el truco sea el recurso que usaron los Smiths tan bien antes: música divertida, casi eufórica, de comienzo caprichoso y coros como puñetazos, que encierra una letra llena de conflictos de clase y tensión. A medida que la historia avanza, se convierte en una diatriba acusatoria que es parecida a una declaración de guerra de clase. Una cheta universitaria usa a un compañero de clase de barrio pobre (Jarvis) para que le muestre como vive la mayoría de la población. La chica se siente fascinada e intenta adoptar las costumbres y el modo de subsistencia de los sectores populares y se muda con Jarvis. Pero nuestro working class hero le dice que no sólo nunca lo hará bien, sino que nunca conocerá realmente la desesperación de vivir al día de la clase trabajadora, ya que siempre podrá solucionar todo con una llamada telefónica a su padre para volver a la cuna. (“Nunca entenderás como se siente vivir la vida sin sentido ni control y sin ningún otro lugar adonde ir. Estás asombrada de que ellos existan. Y arden tan intensamente mientras vos sólo podés preguntarte por qué”.)
El suceso fue enorme. Llegó al número 2 del chart británico de singles. En 2006, la BBC transmitió un documental de una hora sobre la composición del tema y su impacto cultural. En 2007, NME la consideró como la tercera mejor canción Indie de todos los tiempos. En 2014 los oyentes de la BBC la eligieron como la canción de britpop favorita de todos los tiempos. En 2015, en una encuesta de la Rolling Stone también fue elegida la canción de britpop más importante de todas.
“Common People” no vino sola. Era parte de un disco magnífico. Ocho de las doce canciones que lo componían, fueron escritas por Cocker en un estallido de inspiración de 48 horas, incluida la que fue su primer single. Tan confiado estaba Jarvis de que era su momento, que una de sus frases más atendibles en los medios solía ser “Por favor no lean las letras al mismo tiempo en que escuchan los discos”
Different Class planta bandera en el conflicto de clases inglés (y de cualquier parte del mundo) desde la obvia perspectiva de Sheffield, ciudad obrera tradicionalmente de izquierda, pero también tercia en la disputa del momento entre Blur y Oasis. No alcanza con tener orígenes de clase proletaria: somos socialistas (Russell Senior, el guitarrista, fue parte de los piquetes mineros de 1982 contra Thatcher), y contamos con la contradicción de haber ido a la escuela de arte, ser autodidactas, y llevar a remolque información que nos deja incómodos en todos lados. El disco de conjunto es la fórmula de “Common People” pero apuntando a una porción más pequeña de la población. Cocker es el portavoz de aquellos que “aprendieron demasiado en la escuela” y “ahora no pueden evitar ver” con demasiada claridad, a través de las mentiras que cada segmento de la sociedad se dice a sí mismo.
Por supuesto que los conflictos de clase y la intelligentsia no son la única temática del disco. También el amor, las relaciones humanas, el sexo y la falta de sexo, y todas las obsesiones a las que Jarvis acostumbra a escribir desde la óptica más inclusiva posible. “I Spy” quizás sea la canción que resuma mejor el disco. Ahí Jarvis imagina ser alguien que se infiltra y sabotea a la gran burguesía y dice cosas como “Porque me he estado acostando con tu esposa las últimas 16 semanas, bebiendo tu brandy, desordenando la cama que eligieron juntos”, y luego “La grieta no es entre mujeres y hombres, el caso es entre los ricos y los desposeídos” para terminar cantando “Espío a un chico, y espío a una chica, busco la posibilidad, de cambiar el mundo. De cambiar el mundo”.
Ahora, ¿sobre qué sonido construye su discurso Jarvis? La verdad es que Pulp no es algo esencialmente novedoso musicalmente. Sin embargo, emerge como algo de mucha mayor personalidad que los robos a los Kinks de Blur y la insoportable edundancia beatlesca (aunque de bajo vuelo) de Oasis. Quizás en “Live Bed Show” y en “I Spy” podamos olfatear algo de la admiración del flacucho de Sheffield por Scott Walker, pero en general es un álbum que suena muy a los noventa porque más allá de que se parezca a algo que uno escuchó alguna vez, en realidad se parece a Pulp. Es su marca registrada, un sonido al tiempo liviano y grandilocuente que nos recuerda a algo que no podemos identificar y que no sabemos si nos llena de alegría o de melancolía. En “Common People”, por ejemplo, usaron las 48 pistas de estudio disponibles, trabajando con los clásicos sintetizadores baratos analógicos y una guitarra acústica que parece ser parte de la maraña. El disco es una obra pop que consolida y explota todas las cualidades que la banda había tenido hasta ahí: se ajustan al new wave que antes era apenas un perfume y los estribillos que parecía que iban a estallar y nunca lo hacían (como en “Different Class”), pasan a ser un derroche de ganchos permanente.
El disco fue cuatro veces platino en el Reino Unido vendiendo solo ahí más de un millón de copias. En 1996 ganó el Mercury Prize, y ha envejecido mejor que el resto de los álbumes de aquella ola. Differente Class terminó siendo a todos los efectos, el disco definitivo y el canto del cisne perfecto del britpop, más allá de la batalla artificial entre las dos bandas del género con más rotación, a fuerza de ser un disco apasionado, ingenioso y erudito. Roy Wilkinson lo resumió maravillosamente: “Si el britpop está lleno de diversión extravagante y trascendentales travesuras, pero carece de mucha sustancia más allá de su pequeña síntesis de la historia del pop, tal vez Pulp sea el ancla que amarre las cosas a tierra y le dé un sustento”.
En 1997 Pulp estaba en la cima. Jarvis Cocker era un personaje público de una popularidad arrolladora. Y algo pasó en Gran Bretaña: después de 20 años de hegemonía conservadora neoliberal, Tony Blair tenía la chance de ganar como primer ministro consiguiendo el gobierno para el Partido Laborista. Para lograrlo, más allá de toda la perorata acostumbrada, apeló a los jóvenes. Y la mejor manera de llegar a ellos, fue con las bandas en la cresta de la ola haciéndoles campaña. Oasis, la banda de Manchester “de la clase trabajadora”, fue la primera en subirse al tren. Los hermanos Gallagher parecían ser tres en esa época, porque iban constantemente anexados al candidato “reformista”. Blur primero hizo sus críticas y luego se sumó a la campaña de un modo más discreto. Por supuesto que Jarvis también fue convocado en una reunión con el líder hasta ese momento opositor. Cocker fue seguido por todo New York durante la gira en Estados Unidos para que se suba a la plataforma de Blair, pero los mandó amablemente al carajo. Y se guarda la anécdota del encuentro como un as en la manga hasta la salida del siguiente disco.
Un año después, Blair era el primer ministro y los trabajadores británicos contemplaban a “su gobierno” tomando las mismas decisiones que los conservadores habían tomado durante los veinte años anteriores. Pulp preparó entonces un disco que apuntaba en dos direcciones: la primera, la descripción de las condiciones de vida de los sectores populares que seguía siendo la misma y el rol de los partidos socialdemócratas de todo el mundo. Por otro lado, así como habían grabado el disco definitivo del Britpop, se propusieron salir drásticamente del género y darlo por terminado.
This Is Hardcore provoca desde la tapa: Una modelo desnuda, de espaldas en lo que parece ser una cama. ¿Quién es la mujer? Kenia Sobchak, hija de un ex alcalde de San Petersburgo, Rusia. Aún más que eso, el tipo fue un histórico dirigente comunista, parte de La Perestroika, y mentor de Vladimir Putin. No podemos pensar en otra cosa que en una escena porno, si vemos la imagen y leemos el título del disco. No es tan difícil imaginar el discurso: la histórica dirección de la clase trabajadora, teniendo sexo televisado de espaldas al capital. Que no tiene cara, ni forma. Eso sí que era Hardcore.
En principio el disco parece el típico de una banda históricamente Indie que es empujada a la gran industria y reacciona con hostilidad. Letras oscuras, a veces ensimismadas, que atacan la maquinaria musical y canciones mucho menos bailables que en su antecesor. La placa fue inevitablemente difícil de tragar y vendió mucho menos que Different Class, aunque igual llegó a la cima de los charts. Con este movimiento, la banda comenzó su despedida de las grandes ligas, y llegó a la ruptura unos años después. Por supuesto que las críticas fueron dispares, como suele suceder en estos casos. Lo que también pasa es que con movimientos así las bandas terminan desapareciendo del mapa. Contra todo pronóstico, This Is Hardcore hoy luce como un disco sin par y es revalorado como una obra maestra.
Abre con “The Fear”. Y Jarvis avisa que se trata de “la banda de sonido de terror de una cama de agua estancada” y que es para “cuando ya no busques la belleza o el amor, sólo una especie de vida con los relieves arrancados”. Los gemidos de la guitarra de Webber (antiguo presidente del fans club de la banda y desde el anterior disco miembro estable) maridan de maravillas con los ataques de pánico que tiene el protagonista de la historia en su departamento de soltero “con el sonido de la soledad subido hasta diez”. La música suena más densa que en todas las grabaciones anteriores, oscura, como esa pastilla que cuesta que pase por la garganta.
La atmósfera general del disco oscila entre lo opresivo y lo aterrador y todas las canciones son dignas de mención. Pero la pieza principal es la que le da nombre a la placa. Un crescendo de teclados, cuerdas y trompetas construye un ambiente siniestro para que Cocker cante una de sus letras más contundentes que traza paralelismos entre la industria de la música y la pornografía con un ingenio y precisión inigualables. “Oh, esto es Hardcore”, grita mientras la guitarra de Webber y la batería de Nick Bank parecieran estar sometiéndolo. Uno duda de si su voz expresa placer o desesperación cada vez que el repite el estribillo. “No hay vuelta atrás para vos”, asegura, aceptando que él también jugó el juego en las manos de la industria.
La revista NME aseguraba que This Is Hardcore es el disco que le dio muerte al britpop, pero no me parece exacto. El disco suena como un holocausto. Como si fuera el fin de todo. Por ejemplo, en “I’m a Man”, donde se ríe de la imagen de masculinidad que se espera de un hombre en general y de una estrella de rock en particular, lo escuchamos rogar: “Si eso es todo, entonces no tiene sentido para mí. Entonces, ¿puedo preguntar por qué estamos vivos?”. En “Help the Aged”, un reconocimiento brutal del implacable paso del tiempo, también es la guitarra la que domina la canción, sumergiéndola en una sombría desesperación mientras Cocker nos dice que “es gracioso como todo se derrumba”.
En This Is Hardcore hay tanta grandilocuencia bowieana como en el resto de los discos de Pulp. Lo que cambia es la anterior melancolía prefabricada poblada de sintetizadores baratos que ahora se volvió desesperación y desencanto comandada por todo tipo de cuerdas. “Dishes” contiene líneas hilarantes como “No soy Jesús, aunque tengo las mismas iniciales”, o “Un hombre me advirtió que tenga cuidado cuando llegue a los treinta y tres. Dijo que no fue fácil para él. Pero yo los voy a superar, aunque no tengo milagros para mostrarte” y “Me gustaría convertir éste agua en vino. Pero es imposible. Tengo que dejar los platos limpios”. Más allá del humor que siempre está presente en sus letras, es la sensación de colapso la que se cuela por todos lados: “No tienes adónde ir, pero volverás a ir”.
Otro momento asfixiante del disco es “TV Movie”, donde compara la soledad de una relación que se termina con una película hecha para la televisión, “con malos diálogos, malas actuaciones, sin interés, demasiado larga y sin sustancia ni sexo”. Una perla oculta que quedó como lado b de un single es “Cocaine Socialism”. Ahí Jarvis esparce el chisme de su encuentro con Blair donde éste lo invita a participar de la campaña en su favor, riéndose cínicamente de su frivolidad y su doble discurso. Consultado luego respecto a la canción y al gobierno laborista, Cocker diría: “El socialismo cocaína me parece que es el paso lógico posterior socialismo champagne”. A pesar de que el disco no fue el éxito arrollador de Different Class, Pulp siguió girando como cabeza de cartel algunos años, con su frontman sufriendo la popularidad que tenía en la sociedad británica, y también en el resto del planeta, con en una incipiente crisis interna.
Para el 2002 el mundo de la música había cambiado con la cultura digital. This Is Hardcore había sido la renuncia de la banda a las grandes ligas del mainstream, y para muchos es aún hoy su último álbum. Sin embargo, en ese comienzo de siglo hubo un disco final, que pasó casi desapercibido. Se llamó We Love Life. Después de un primer intento fallido en la grabación se decidieron por uno de los ídolos de Jarvis para la producción del disco: Scott Walker. No sé si deliberadamente o no, pero existe en la escucha del álbum un aroma a lo que el productor solía hacer en los sesenta, mucho más que lo que luego siguió produciendo en el siglo XXI. De algún modo, el disco es todo lo que Pulp siempre fue. Pero también es un disco que sonó extraño a los oídos de las masas. El cinismo crooner de Jarvis está ahí como siempre, las frondosas cuerdas de Webber suenan más frondosas que nunca dejando los teclados de Candida Doyle en un segundo plano. El humor y la provocación siguen estando, pero el gusto que nos queda en la boca es el del repliegue de la adultez y la amargura de la derrota tanto en las relaciones humanas como en los conflictos de clase, reflejando la situación social de un país devastado por las políticas liberales y guerreristas del Primer ministro laborista que dejaron sin perspectivas a los trabajadores británicos. Las letras son más sutiles. El repentino discurso de cara a la naturaleza para una banda que siempre puso el acento en las miserias urbanas es sólo una fachada, un vehículo para tratar las mismas obsesiones de siempre, camufladas, a las que se le agrega el paso del tiempo y la llegada de la vejez. Aún peor, ese supuesto amor al verde y los pajaritos parece ser también un sarcasmo pesimista si prestamos atención a líneas como las de “Trees”.
“I Love Life” arranca así: “Aquí viene tu cuento para dormir: mamá y papá te han sentenciado a cadena perpetua” y termina “Tenés que luchar hasta la muerte por el derecho a vivir tu vida”. No hay manifiesto de “realismo capitalista” fisheriano más cruel que ese. “Bad Cover Version” es una ingeniosa humorada donde nombra todas las cosas que se vuelven malas copias. “Escuché que una novia que tuve se volcó a la Iglesia. Está tratando de reemplazarme pero nunca funcionará”, dice en un momento. Y más adelante enumera a la última época de Tom y Jerry (cuando los personajes comenzaron a hablar) y a los Rolling Stones desde los años ochenta.
La canción más incómoda quizás sea “The Night That Minnie Timperley Died”. Un relato estremecedor que mira al abismo de un tema que dos décadas después saldría a la superficie con fuerza debido a la acción de las mujeres de todo el mundo: la violencia de género y hacia las niñas en particular. Como muchas canciones de Pulp, habla del encierro en pequeños cuartos y de la encerrona económica, pero específicamente hacia quienes las mujeres que sufren la opresión de manera más descarnada. Las opciones son malas sin importar hacia donde se dirija el personaje principal, y siempre hay cosas peores al acecho.
Musicalmente, quizás sea el más difícil de digerir de todos los discos de la banda, pero si desnudamos las canciones siguen siendo Pulp. Fue un buen cierre, como la última parte de una película dividida en cinco actos: It, Freaks y Separations la pubertad, His’n’Hers la adolescencia, Different Class el ímpetu juvenil, This Is Hardcore la dura realidad de la adultez y, por último, We Love Life, la amarga sabiduría de la vejez.
Con los años, Jarvis probó varios proyectos solistas, pequeños y lúcidos, quizás dirigidos a una pequeña parte de la población que quiera escucharlo atentamente, sin ambiciones de masas. El más “exitoso” es probable que sea el último: Beyond The Pale.
En 2011 la banda se reunió para unos pocos shows que salieron tan bien que se convirtieron en una gira mundial que duró un par de años y que pude presenciar en el Luna Park en 2012 y fue uno de los mejores shows que vi en mi vida.
Ahora el flacucho de Sheffield anunció que en 2023 harán algunos shows para el 25 aniversario de This Is Hardcore. Claro, hoy el disco tiene un peso mucho mayor que el que tuvo en su salida y para el grupo quizás sea una revancha gigantesca, una que todos los que amamos a la banda y a este disco en particular estaremos festejando.