Qatar 2022 y el debate de siempre: ¿Amos o esclavos de nuestras pasiones?
Por David Radosta
David Radosta aprovecha el fervor mundialista para proponer una reflexión spinoziana sobre las pasiones, no sólo enfatizando que no demos considerarlas como algo contrapuesto sino además proponiendo un camino de entendimiento profundo de las mismas, para elegirlas plenamente. Las pasiones no son lo que nos humaniza sino el hecho de poder decir algo acerca de ellas.
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Cada cuatro años, cada vez que un nuevo Campeonato Mundial de Fútbol se hace presente, resurgen viejos debates que en general interpelan a todas y todos. Uno en particular, que se viene dando desde los comienzos del pensamiento filosófico en la antigüedad clásica -al menos en occidente-, es el que tiene que ver con las pasiones. En ese contexto suele aparecer la discusión acerca de la pasión (futbolística) por el seleccionado que representa a cada país o incluso por figuras particulares como Messi o Maradona.
También las posiciones del debate suelen repetirse. De un lado están quienes piensan la pasión en términos materiales o utilitarios y entienden que no es provechoso para sus vidas un derroche poco productivo de energía en algo que no genera más que ganancias económicas para ciertos privilegiados. Del otro lado en general se encuentra la irracionalidad de la pasión, el “no lo entenderías” o el “no tiene explicación”. Este es el argumento de la pasión como una manifestación irrenunciable de algo que no es posible comprender, pero que nos afecta de formas que no podemos ni evadir, ni explicar. El debate en general se presenta de forma similar al que se puede dar entre un ateo y un creyente, en donde uno afirma la existencia de Dios y el otro la niega, pero nadie se pregunta por la naturaleza de Dios, por sus causas y principios. Es en ese campo de batalla que se despliega una conversación por momentos sorda, ya que se pierde el punto principal: ¿qué son entonces las pasiones para los seres humanos? Y algo aún más importante: ¿somos sus esclavos o sus amos?
¿De qué hablamos, entonces, cuando pensamos a los seres humanos como “esclavos de las pasiones”? Existen -como ya la humanidad bien lo sabe- distintos tipos de esclavitud, pero todas tienen algo en común: es propio de ese régimen el que la voluntad personal esté subyugada, reducida e incluso aniquilada. Esto podemos verlo sin dudas en el ámbito laboral, donde a través de la historia las relaciones de poder entre los trabajadores y los dueños de los medios de producción dan como resultado la explotación de la fuerza de trabajo ajena. La esclavitud implica siempre un déficit en la voluntad propia ante la imposición de factores externos. La cuestión no es muy distinta en el caso de nuestras pasiones personales. Si bien está más difundida la idea de que las pasiones son algo interno, inmanente a nuestro ser, podemos observar que estas siempre se nos imponen de manera externa. Las pasiones no son internas, la racionalidad lo es. Es la racionalidad la que construye las cadenas causales y los hilos lógicos entre estas pasiones que son trascendentes -es decir, externas- y nuestro ser. Ser esclavo de las pasiones es no entender o ignorar estas cadenas e hilos conductores. El resultado no es distinto a la esclavitud en un sentido amplio, donde la voluntad queda subsumida a esas pasiones externas.
Volviendo al fútbol, podemos sentir una alegría inmensa al ver a nuestro equipo ganar, la más extrema furia ante una falta cometida o una derrota, la peor de las tristezas, el llanto, la angustia, los nervios. Todos efectos que no son voluntad propia, sino que se imponen de forma externa junto a lo que llamamos de forma general “la pasión”. Si no soy capaz de generar un dique que me permita imponer mi voluntad por sobre las pasiones, no soy amo de estas sino, más bien, su esclavo. La decisión ya no es mía y mi voluntad se encuentra reducida. En el caso del fútbol, difícilmente esto represente un peligro para nuestro ser. Es cuando esto se extiende a otros ámbitos que puede resultar mucho más problemático. Pero la idea es aprovechar el Mundial para reflexionar al respecto, un punto de partida mejor que los fundamentalismos religiosos, los dogmatismos políticos o la esclavitud en sentido amplio y antropológico.
Este debate no suele ser fácil de dar y siempre aparece una serie de obstáculos discursivos que impiden el avance lógico. El primero que solemos encontrarnos es el de la supuesta irracionalidad de las pasiones. Esta dicotomía se ha ido construyendo a través de la historia y de alguna manera allana el camino hacia una esclavitud más asequible. Para Spinoza, no existe nada que no pueda ser alcanzado por el entendimiento del ser humano y este entendimiento constituye la base fundamental de toda virtud y felicidad. Mientras mayor sea nuestro entendimiento de las cadenas causales que unen todos los elementos de la naturaleza y los hilos lógicos que las conectan a determinados efectos, mayor será nuestro bienestar y nuestra felicidad. Elijo al igual que Einstein, creer en el Dios de Spinoza, que bien podríamos denominar “Naturaleza”. La naturaleza humana es entonces también accesible al entendimiento, y las pasiones no son ajenas a esto.
Existe un prejuicio a la hora de pensar las pasiones de forma racional: que la racionalización de estas las destruiría en tanto pasiones. Es decir, que si la pasión es pensada racionalmente deja de serlo. Podemos proponer al menos dos respuestas para este problema: 1) Esta suposición parte del prejuicio o axioma de que la razón y la pasión son opuestos y contradictorios, en vez de subsidiarios entre sí. Toda pasión está bien fundada en preceptos lógicos y racionales, que construyen relaciones de causa y efecto, que en general nos negamos a entender (lo que no implica que no podamos hacerlo). 2) Que puedo afirmar que siempre he disfrutado mucho más de aquello que me apasiona cuanto más lo he comprendido desde la razón. Podemos poner por ejemplo la música, en donde mientras uno va comprendiendo aún mejor la búsqueda artística de ciertas y ciertos autores, o las conexiones tonales, melódicas, en fin, musicales que se generan, puede disfrutar de manera aún mayor de esa experiencia que en ningún momento sale del campo de las pasiones. Es una pasión producto de la voluntad interna y no de factores externos que no comprendemos. En mi caso, el cine y la literatura han sido producto de este trabajo. Siempre he disfrutado más intensamente de estas pasiones cuanto más me haya esforzado por entenderlas desde la voluntad.
Esta comprensión no solo solo plantea la experiencia de las pasiones propias como algo superador sino que además puede ser la vía para limpiar de intolerancia y prejuicios el camino al entendimiento de las pasiones de otras y otros. Si las pasiones no pueden entenderse, solo se las puede prejuzgar. Es tarea de cada uno no solo entender aún más las pasiones propias, sino abrir un camino de dialogo con las pasiones ajenas. Por otro lado, para que alguien pueda entender nuestra pasión por algo sin juzgarla, es importante que primero podamos entenderla nosotros mismos, para poder explicarla y brindar a ese otro parte de las relaciones de causa y efecto internas que unen esos estímulos externos con nuestro ser.
No soy un gran apasionado por el futbol, justamente porque he intentado entender para que mi voluntad pueda decidir. El objetivo es elegir plenamente nuestras pasiones y como vivirlas, entregándonos así a la virtud de aquello que nos hace humanos: la razón (y no las pasiones). Las pasiones no nos humanizan sino el hecho de poder decir algo acerca de ellas, ponerlas en diálogo, con uno mismo y con otros. Liberarse de prejuicios es tarea de cada uno, de quien siente esa pasión y de quien no la comprende. Pero es un trabajo que debe darse de forma hermanada. Fomentar una vida pasional es, de alguna manera, fomentar una vida poblada de esclavitud personal y hacia otros. Quizás un buen punto de partida sea dejar de discutir acerca de sí la pasión sirve de algo o no. También dejar de considerar a quien aún no ha logrado comprender sus pasiones como un ser irracional, necio o estúpido. Todos tenemos pasiones que ameritan reflexión y caso nadie puede presumir de una plena comprensión de ellas. Por esto es importante dejar de hacer las afirmaciones equivocadas, abandonar el camino del «Sí» y el «No» y emprender el camino virtuoso del «¿Por qué?» Nadie pretende una vida sin pasiones (lo que refuerza la idea de que pueden no ser contrarias a la razón) sino todo lo contrario: la propuesta es la de una vida llena de pasiones en su sentido más pleno, desde la voluntad, pudiendo decidir y entender a cada paso por qué me producen el placer o la angustia que me producen y eligiendo cada día que es lo que alimentará de pasión mi vida.
Es un trabajo difícil, seguramente. Pero los beneficios son también muy grandes. Nadie va a dejar de sentir lo que siente por Maradona, Messi o la Selección Argentina por el hecho de comprender mejor esa pasión. Por el contrario, esto solo la pondrá en un lugar privilegiado en la constitución del ser: la voluntad, el entendimiento. Es desde ese lugar que las pasiones pueden desenvolverse de manera aún más plena, sin prejuicios con respecto de las pasiones ajenas y en verdadera hermandad con otros. Empecemos por la pasión por el futbol y tal vez desde allí podamos ir hacia otros lugares en los que la necesidad de pensar por fuera de lo pasional aparece como una necesidad más urgente para toda la humanidad. Son pequeños pasos. Pero nadie nos corre, apenas han transcurrido unos pocos millones de años de historia.