Rajneeshpuram siempre estuvo cerca
Por Iván Soler
Iván Soler comparte con Sonámbula el impacto del nuevo documental de Netflix Wild Wild Country, que reconstruye el proyecto de la secta de seguidores Bhagwan Shree Rajneesh, hoy conocido como Osho, de instalarse y prácticamente tomar el pueblo de Antelope, en Oregon, en plena guerra fría. El miedo al otro y los enfrentamientos entre fundamentalismos religiosos en los Estados Unidos antes de la Guerra del Golfo, del 11 de septiembre y de la lucrativa mundialización de El arte de vivir.
Hacía pocos meses que Ronald Reagan, el candidato Republicano de las elecciones de 1980, reemplazaba a Jimmy Carter al frente del Gobierno estadounidense. El ex-actor anticomunista tomaría las riendas del mundo libre en el último tramo de la Guerra Fría. Ese mismo año se lanzaba al mundo el canal de música popular MTV y la crisis del petróleo quedaba atrás, en lo que terminó siendo titulado por algunos periódicos el “exceso de combustible”. El mundo se perfilaba, aún con la Unión Soviética todavía en pie, a un estilo de vida marcado por los excesos y la hostilidad a todo lo que no fuera rentable. O percibido como un “nosotros”.
Es imposible tomar la historia que cuenta Wild Wild Country sin entender que cada pieza del relato que narran los hermanos Maclain y Chapman Way tiene su concordancia con un mundo que la documentalista Penelope Spheeris tituló, dos años antes del 1981 en el que ocurren los hechos, como “El declive de la civilización occidental”. Sólo teniendo esto a mano podemos entregarnos a una historia tan frenética como adictiva. Wild Wild Country, el gran documental producido por Netflix, cuenta la historia de un pequeño pueblo perdido en el medio de Oregon, tomado por asalto por un grupo de seguidores del Bhagwan Shree Rajneesh, un gurú hindú que debe escapar de su India natal y elige un rancho en la planicie estadounidense para establecer su comunidad de rajneeshees, tal como se llaman sus agrupados.
A lo largo de seis episodios de una hora, Wild Wild Country nos aplasta con su material de archivo. La comunidad de rajneeshees registraba en cámara cada una de las etapas que tuvieron que pasar para transformarse de unas docenas de seguidores a una verdadera comunidad organizada de miles de personas (conocidas como “orange people”, por el color de sus atuendos) por lo que todo está ahí, a la vista. ¿Cómo sostener el relato sin caer en la banalización del culto? Los hermanos Chapman y Maclain Way tienden un inteligente diálogo con el público de una manera eficaz. No debemos olvidarnos que, de una forma u otra, la sociedad occidental tendió lazos profundos con el Bagwan, conocido en los noventa como Osho. Luego de los sucesos que registra el documental, este gurú de la espiritualidad se convirtió en consejero de una sociedad que, embates del neoliberalismo mediante, buscaba equilibrar su adicción al hedonismo y al consumo con su vida espiritual, intentando dejar atrás una cultura judeocristiana que -entendían- no hacía más que cargarlos de culpa.
La llegada de los rajneeshes no pasa desapercibida en Antelope. Los pocos habitantes del lugar se ven amenazados por estos invasores de ropajes rojizos y costumbres distintas. Desde la mirada occidental del profundo centro estadounidense, no hay lugar para practicas sexuales disidentes, cuestionamientos a (un) tipo de consumo y una planificación social distinta de la que dicta el destino manifiesto nortamericano. Es así como comienzan a oponerse de manera organizada a la instalación de la comunidad religiosa, primero mediante métodos legislativos y luego de manera violenta. Por supuesto que los seguidores del Bhagwan harán lo imposible por defender su derecho a habitar tierra norteamericana.
Los hermanos Way son hábiles en la forma que colocan a ambos bandos frente a la pantalla. El documental nos recibe con las declaraciones de algunos de los rajneeshes en la actualidad. Un abogado, una ama de casa, una mujer que no parece ser capaz de herir a una mosca. Y, por supuesto, la mirada de Ma Anand Sheela, la secretaria personal del Bhagwan y la líder política de los rajneeshees. Ella es la protagonista indiscutida del documental y quien nos abre las puertas a una historia oculta de los Estados Unidos. Faltaba mucho para que la sociedad blanca del interior del país eligiera a Trump como presidente. Todavía no se vislumbraba la Guerra del Golfo y menos aún el 11 de septiembre. Aún así, el Otro estaba identificado en la cultura oriental, potenciada por el odio al comunismo, elemental en esa Guerra Fría que ya se entibiaba. Sheela comprendía esto y por ello organizó a su comunidad. La formó en leyes, reclutó a profesionales (abogados, ingenieros, incluso políticos) y los armó. Con ello fueron a tomar el pueblo cueste lo que cueste. Tanto fue así que el rancho en el que se instalaron los primeros seguidores del Bhagwan pasó a llamarse Rajneeshpuram y fue declarado oficialmente como ciudad por un tiempo.
El material de archivo (crudo, de videocasette, en 4:3) se mezcla con la poderosa fotografía a la que nos tienen acostumbrados las producciones de Netflix para las entrevistas de la actualidad. De esta manera vamos en un ida y vuelta tan frenético como las historias que van conformando el cuadro, donde cada palabra tiene un sentido narrativo que nos lleva de un punto de giro a otro. Desde la razón por la cual el culto debe abandonar su país natal hasta el reclutamiento de indigentes para que nutran en número la comunidad. Desde las razones por las que Sheela abocó su vida a la militancia del Bagwan hasta el proyecto de ley del propio pueblo de Antelope para desaparecer como ciudad antes de ser co-gobernados por los rajneeshes.
Durante la década de los 90, no era difícil encontrar un libro de Osho en nuestras bibliotecas familiares. Docentes de la provincia de Buenos Aires, profesionales de la salud de Capital Federal, una ama de casa de Villa Crespo. Todos, en mayor o menor medida, buscaban un consuelo espiritual que calmara la ansiedad. Ninguno sabía que este gurú que intentaba poner una solución oriental a los problemas occidentales tenía conexión con los sucesos de Antelope, en el condado de Wasco, Oregon, por los que acabó siendo deportado de los Estados Unidos en 1995. Estos acontecimientos, ocurridos cinco años antes de la muerte del referente espiritual mundial que luego terminó de amasar una fortuna de vuelta en su país natal, hubieran sido considerados inverosímiles si se le hubieran presentado como guión de ficción a cualquier productor productor cinematográfico. Pero fueron reales y fueron políticos. Y hoy, gracias a Wild Wild Country, podemos acercanos a la forma en que los seguidores del maestro, por así decirlo, entendían entonces el arte de vivir.