Por Dolores Reyes
Dolores Reyes fue a ver a Erasure al Luna Park y lo cuenta para Sonámbula en una crónica emocionada y feliz que abraza los años en que sus canciones fueron himnos, los primeros asaltos, la búsqueda de un poco de respeto. Una oda de amor y agradecimiento a Andy Bell.
Sábado a la noche en un Luna Park lleno. Todos quieren ver salir a Erasure y, muy puntuales, Vince Clarke y Andy Bell están por salir a lo grande.
-Es una loca- dice un macho cuando mi amiga Yani se cruza por adelante y me parece increíble tener que bancar un ataque testosterónico justo acá, pero confirmo que eso es lo que plantea la noche cuando quince minutos después el macho me agarra del brazo y me dice «Flaca, qué es lo que querés?»
-Ver, quiero ver. Como todo el mundo. ¿Tenés algún problema?
-Sos una maleducada, andate- me contesta don Macho delante de sus amigos, pero también de sus amigas, mientras todxs se quedan callados también cuando Macho termina de desbarrancar diciendo: -Sos una negra de mierda.
Me le cago de risa en la cara. -Y vos sos un nazi, pero un nazi berreta, un nazi de cuarta. Te querés poner una gorra que ni tenés.
Macho queda hablando con amigues, expone con toda la potencia que le da la voz ideas tan trascendentales como que siempre había pensado que Vince era puto pero que hace poco leyó que era padre de dos hijos, y que no, que entonces el puto es Andy. Me doy vuelta y lo fulmino con una mirada de desprecio. Pienso en por qué la fortuna se empeña hoy en castigarme así, mientras lo escucho continuar monologando a sus amigues: -La tendrían que cagar a palos.
Me doy vuelta por última vez. -Dejalo- dice Yani y yo lo miro a los ojos. -¡Qué fachito tan berreta!
Se apaga la luz. Son tres segundos en los que siento el corazón golpearme y ya sale Erasure sale al escenario. Pienso en todas las veces que quise venir a verlos y no pude. Y ahora estamos acá y también ellos. Empiezan con una que saben todos. Pero no una que saben todos acá, en el público de Erasure. Una que sabemos todxs todxs. ¿Quién no bailó «Oh l´amour» alguna vez?
Arranque superlativo que nos salva a nosotrxs y también a ellos de la presión de esperar todo el recital por ese tema que largan ahora para trasportarnos al universo de lentejuelas, brillos y música bailable que es Erasure para todos nosotros. Todo el Luna canta, salta y se contonea al ritmo de los sonidos de Vince, pero, sobre todo, de la voz y el derroche corporal que es Andy Bell arriba de un escenario.
No me acuerdo dónde estaba cuando escuché «Oh l´amour» por primera vez, pero sí dónde fue la primera vez que lo bailé: Salta 60X y México. Así como no puedo leer el cartel de la calle Estados Unidos sin pensar en Cemento, Salta será siempre Salta 60X y México, la casa de nuestros asaltos, de jugar al semáforo, de los primeros chapes y de Erasure.
¿Estará alguno de mis compañeros de escuela en el recital esta noche?
Mi palabra, mi firma, yo
El segundo tema de la noche es «Ship of Fools», uno de los más hermosos de The Innocents. Todos los brazos en alto como caricias al aire. Pienso cuando escribíamos nuestro nombre en los bancos de la escuela, en las paredes o en el baño. Mi nombre, la firma que cambié decenas de veces, que va variando lo mínimo cada vez, hasta mutar en otra cosa. Algo que es constante, siempre: el signo de exclamación al final de la última letra.
A veces cuando voy al banco y firmo el empleado me gira la pantallita y me pregunta «¿Podés firmar así?» Y me veo obligada a imitar mi firma como una mutación de mí.
Oooh, do we not sail on the ship of fools
Oooh, why is life so precious and so cruel
Cantan miles y miles de voces y yo vuelvo todavía más atrás… finales del año 1989, tomar día tras día el subte B en Dorrego para bajar en Florida cerca de las 8. Caminar a toda velocidad los 50 metros siguientes para entrar en la escuela 13, San Martin y Corrientes. De ahí iba a salir recién un poco antes de las 16:30.
Para el final de mi quinto grado todo el andén del subte iba a estar inundado con los afiches de Wild! Veía el fondo multicolor, las letras en una cursiva ondera y el signo de exclamación al final, sin apertura como es en inglés pero también como se usaría mucho después en cualquier chat. Moría por tener ese álbum.
No puedo decir que a las cuatro y media saliese de la escuela cansada. En esa época no había gimnasia , flauta, coro o francés además de las materias comunes, que pudieran cansarme. Flotaba las tres cuadras desde la salida de la escuela hasta el banco donde trabajaba mi vieja entre una marea de gente que gritaba cambio cambio dólares y números y alaridos de un nerviosismo y una avidez tan enorme como indescifrable. Esos lugares en los que la gente se agolpaba a gritar, a veces tenían pizarras o pantallas electrónicas que también decían yenes, oro, pesetas.
Ese mundo de nerviosismo extremo y gritos se parecía al mundo del banco por adentro. Trabajo, números, plata, ropa de color negro o blanca y caras largas. Quería mantenerme lo más lejos posible de todo eso. Y ahí estaba la música. Empecé a demorarme, a la salida de la escuela pasaba por Casa Piscitelli, que todavía hoy sobrevive pegada a la escuela 13 del distrito 1. Las horas que me pasaba pululando en Casa Piscitelli, escuchando música y sobre todo, mirando, leyendo, espiando las tapas de los discos y los casettes, eran para mí el cielo.
Iban a pasar varios años antes de que pudiera entender lo que la palabra hiperinflación significaba, pero la escuché por primera vez ahí, en el camino del microcentro. La hiperinflación era eso que no me permitía tener el cassette de Wild! ni las Nike que quería, pero la música estaba ahí, acompañando siempre.
Hace unos meses firmé los dos primeros contratos por algo que vine escribiendo durante años. Vi mi firma al pie de cada página con el signo de exclamación al final. Un signo que ha estado ahí desde el 90, desde que a los 12 años la maestra nos dijo que nosotros también teníamos que firmar nuestros boletines y yo busqué hacer mi nombre en una cursiva ondera y con el signo de los afiches de Wild!
You surround me
Nunca supe inglés, entonces las letras de Erasure significaban algo distinto para mí en cada escucha. Siempre ir y venir del conurbano. Soy la que no es tan de acá ni tan de allá, incómoda, fuera de lugar, sí, “Sos una negra de mierda”. Y yo sé que aprendí a la fuerza a quedarme con algo valioso de los dos lados y con todos los significados mutantes de las canciones que me explotan contra el cuerpo esta noche.
¿Se puede explicar con palabras lo que la música te genera? There´s magic in the air, dice «You surrond me» y eso sí lo entiendo. Cierro los ojos, todo el Luna canta You’ve gotta shake me down / Bring me ‘round to my senses / ‘Til I’m lost and found / And you surround me with your senses / y yo, de la boca de Andy y de las dos coristas surrealistamente hermosas que lo acompañan, escucho lo más parecido a la magia en el aire que existe.
Tener unos primeros discos tan llenos de hitazos debe ser terrible, algo así como para un escritor salir con una primera novela descomunal. ¿Y después qué hacés? Pero el cantante juega muy inteligentemente sus cartas. Introduce con un español lo suficientemente entendible y simpático los temas que vinieron después de la fiebre de Erasure. Los que no necesitan presentación, vienen de una y convierten al Luna en una pista gigante.
Habría que reservar un lugar especial en el infierno, y en particular en alguna sección llamada monstruos y tormentos, para el que inventó eso del campo vip, el meet and greet y la venta de agua mineral a 150 pesos. En mis tiempos llegabas al vallado contra el escenario y te mantenías ahí a puja corporal pura. Nada de pagar una fortuna y hacer que el campo ya casi no exista. Casi todo es campo vip y nos arrinconan detrás de una vaya secundada por patovas porque todo lo ha copado esa mentira funesta del campo vip, que ocupa muchas veces medio estadio o las dos terceras partes del campo de un teatro…Cualquiera!
Tan tan topu
La ropa de Andy Bell merece un apartado propio.
La primera vez que vinieron yo era muy chica. Me desesperé viendo a escondidas un Vélez repleto de almas porque ni loca vas a ir a ver a esas putarracas que se cantan entre ellos. Alguien, no sé quién, me dijo a los 11 o 12 que ser puto implicaba “romperse el culo”. Y para mi absoluta idea de amor etéreo de esos comienzos pensaba en cuanto debían amarse estos dos para soportar algo tan doloroso y horrendo.
Pero cuando los vi en Vélez, por la tele, Andy metido en un catsuit de lycra naranja, con lentejuelas bordadas en la chota y también en los costados, simulando una cinturita que los pasos de baile constantes volvían movediza, libre y feliz, supe que había mucho más en eso de ser puto. ¡No sólo eran putos sino que eso los hacía muy felices y venían a compartirlo con nosotrxs!
Después de tocar los primeros temas con una remera íntegra de lentejuelas negras con letras rojas, Andy Bell se saca la ropa y queda con una segunda piel que asemeja su cuerpo al de los maoríes. Parece vestido sólo con tatuajes. Brindarse en bolas en un escenario es brindarse todo, exponerse a la mirada los gritos y los flashes de miles y miles es darse entero. El mensaje es uno: Esto soy. Eso volvió a hacer Andy Bell esta noche y entre risas, cantos y baile, todos se lo agradecemos.
A little respect
Después de más de una hora de show, los teclados y todos los chiches electrónicos de Vince fallan y obligan al dúo a seguir a capella y guitarrita. También de esto salen bastante airosos.
Mientras la catástrofe sucede pienso en todos los recitales electrónicos a los que fui este año, en sus entradas por las nubes y las tremendas fallas técnicas y de producción (Primal scream, Depeche Mode y ahora Erasure). También pienso también en lo respetuoso del público en estos trances. Si fuese un recital heavy, rompen todo. Y no sin cierta justificación, hay que decirlo.
Cierran, guitarrita, pista básica, voz y toda la onda con «A Little respect», verdadero himno de la comunidad LGTB. Pienso en mi novio de esa época, en el momento en que cruzaba los dedos en la casa de su madre en ese ritual que significaba las pibas traen la comida y los pibes la bebida, para que el semáforo fuese rojo y fuese mi nombre. Alguien me dijo hace unos años: -Pero ese flaco nos es puto, es putísimo, Y yo me enteré así, con palabras que jamás hubiera usado, que ahora MB es cineasta y también transita otra orientación sexual. Así que busqué y vi todas sus películas. Pude leer muchas clasificaciones de «cine gay» en las críticas de distintos medios, mucha señora ofendida en la función de la tarde del cine Gaumont que se levanta y se va. De esa época, y de esta noche de Erasure, me queda la avidez de adrenalina que implica el vértigo de arrojarse sobre otro cuerpo.
Hace unos días se condenó una banda de fachos de Mar del Plata que entre sus hazañas cuenta el hostigamiento y agresiones físicas a gays. También hace unos días la justicia condenó a Joe, un joven trans entrerriano, que se defendió ante tres tipos que se metieron a su casa a maltratarlx, sólo por su condición sexual. Defenderse es ilegal cuando tu cuerpo es disidente. ¡Cuántxs vienen luchando, pero cuánto nos falta todavía!
-Vamos antes de que se nos venga el macho encima- dice mi amiga Yani. Y de esa forma tan actual tenemos que salir del Luna.
“No queremos que nos persigan, ni que nos prendan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen”, supo decir Néstor Perlonguer. En las antípodas, también recordé que en su visita anterior a Córdoba un titular de diario local se sorprendiera de las chicas que le gritaran «Te amo» al cantante homosexual. ¿Resulta que ahora no se puede amar a un puto? Ahí están Camilo y Ricky para recordarnos que siempre le hemos gritado «Te amo» a los cantantes putos. Y lo seguiremos haciendo.