Un alucinógeno llamado Finnegans Wake

El libro más temido de Joyce es revisitado por las Pastillas Rojas pero esta vez en clave de alucinógeno y quiebre sensorial. ¿Puede una lectura modificar nuestro estado de conciencia? ¿Puede compararse el Finnegans Wake al LSD? ¿Fue escrito bajo la influencia de una computadora alienígena como creía Philip. K. Dick?

Marcelo Acevedo y Juanma Dinosaur crearon Pastillas Rojas en una dinámica que quiere poner en relación texto e ilustraciones. Se trata de pequeñas historias sobre los mundos extraños pero hermosos de escritores, filósofos, músicos, psiconautas, magos, alquimistas y ocultistas.

// Por Marcelo Acevedo – Ilustración de Juanma Dinosaur

James Joyce comenzó a gestar el libro que más adelante llamaría “el monstruo” algunos meses después de la publicación del Ulises (1922), una novela realmente difícil pero que, según algunos críticos, comparada con Finnegans Wake era un simple silabario para niños. En 1939, al borde de la ceguera, con su hija internada en un manicomio a causa de la esquizofrenia y luego de 17 años de ardua escritura, Joyce le puso punto final a una de las obras más complejas y extrañas de toda la historia de la literatura. 

Obra maestra para algunos, experimento inentendible -e insufrible- para otros, la última novela del escritor irlandés es un desafío a los sentidos antes que al intelecto, un texto hermético que escapa por completo a los bordes de la literatura y asedia el acto mágico-psicodélico. Para ciertos lectores la experiencia de leer Finnegans Wake es comparable a estar bajo los efectos de un alucinógeno que te coloca en un estado alterado de consciencia.

«Aprender a leer Finnegans Wake con soltura y placer es aprender a pensar con todo el cerebro, incluyendo los circuitos inconscientes, en sistema holísticos coex», supo decir alguna vez el escritor, ocultista y estudioso de las teorías de conspiración Robert Anton Wilson, autor de la trilogía de culto Illuminatus! (1975) y propagador involuntario de la religión satírica conocida como discordianismo.

Para el filósofo, etnobotánico y psiconauta Terrence McKenna, el libro de Joyce era mucho más que una novela experimental: «Finnegans Wakes es como si tomaras la totalidad de los últimos miles de años de la historia humana y diluyeras todas las fronteras (…) Es lo más cerca al LSD en el papel que puede existir, ya que estás en muchos lugares y eres muchas personas a la vez, todo con resonancia, en un nivel un hombre hace una tarea humana y en otro nivel es un dios haciendo una tarea divina.”

Decir que la lectura de FW es un acto mágico-psicodélico puede sonar a delirio, pero ¿Quién puede asegurar que estas palabras no son un conjuro que Joyce le lanza al lector?: “El tiempo de yacer juntos vendrá y el errar de la nicht hasta que el cocoricó aubene Aurora. Panther monster. Líbranos pasto en carretillas amañana. Mientras que loevdom shdorme. Elefante ha siangado su triumpa, Grande es Eliphas Magistrodontos y después de hincada piadosa plegaria por behemuth y mahamoth lo descansará de las fatigas colmillas. ¡Salamsalaim! Rinocorno no estrompa grantipo pero a él ist gonz wurst. Kikikuki. Hopopodorme. ¡Sobestia!”

“Es imposible que James Joyce pudiera mencionar las cintas habladas en sus escritos, pensó Asher. Algún día conseguiré que publiquen mi artículo. Demostraré que el Finnegans Wake es todo un conjunto de información basado en la memoria de unos sistemas de computadoras que no existieron hasta un siglo después de la época de Joyce; que Joyce estaba conectado a una conciencia cósmica de la que sacó la inspiración para escribir toda su obra. Seré famoso para siempre.”

Philp K. Dick, La invasión divina (1981)

Entre las más de 600 páginas del Finnegans Wake asoman varias palabas de más de 100 letras (“El nombre de las cien letras otra vez, la última palabra de la lengua perfecta”) como Ullhodturdenweirmudgaardringnirurdrmolnirfenrirlukkilokkibaugimandodrrerinsurtkrinmgernrackinarockar

Para Philip Dick estas palabras representan “el sonido que se oyó cuando el cosmos sufrió su cataclismo primordial, cuando parte del cosmos dañado cayó en el mal y la oscuridad”.

William Blake decía que si el loco persiste en su locura, se volverá sabio. Quizá guiado por esta máxima y gracias a una persistencia sobrehumana, Joyce pudo terminar su magnum opus, dejando como legado El día más largo de la literatura (Ulises) y La noche más profunda (Finnegans Wake), y esta confesión: “Desde 1922 mi libro ha sido para mí una realidad más grande que la realidad. Todo cede ante él. Todo fuera del libro ha sido una dificultad insuperable, las mínimas realidades, tales como afeitarme por la mañana, por ejemplo.”

Un consejo: abordar el Finnegans Wake sin miedo, con furia. Tomar cualquier página al azar y leer sin pausa, hasta que falte el aire. Recitarlo como un mantra, para que penetre los sentidos y se aloje en el subconsciente. Leerlo en estado hipnagógico, bajo estados alterados de consciencia. Disfrutarlo con el cuerpo, aceptar las alucinaciones. Una vez que la magia se haga presente a través de una frase o un párrafo, vas a entender todo. O no vas a entender nada, pero eso ya no va a tener importancia.