Por David Radosta
David Radosta vio Matrix Resurrecciones y comparte la experiencia con Synco, tratando de proporcionar algunas claves de lectura de esta vuelta al mundo creado por las hermanas Wachowsky 23 años después de que la Matrix original generara un impacto global y preguntándose porqué, a pesar de los inmensos avances tecnológicos que se instalaron en nuestras vidas, «no tenemos la sensación de que la verdad está más cerca ahora que en otro momento».
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Cuando The Matrix (1999) vio la luz, el impacto fue profundo. Muchas y muchos vimos en su contenido algo muy potente, no siempre presente en las producciones cinematográficas. Pocos films indagaban de manera tan intensa y universal acerca de una de las cuestiones más pertinentes de la condición humana: la realidad. ¿Qué es la realidad? ¿Qué es esto que percibimos como realidad? ¿Es la misma para todos? ¿Es, en efecto, real? La astucia que tuvieron Lilly y Lana Wachowski para representar de manera artística y simbólica la subjetividad propia del sujeto posmoderno de finales del siglo XX hizo de The Matrix una saga digna de controversias, lecturas críticas, análisis e interpretaciones.
Probablemente, uno de los parámetros para medir la efectividad de cualquier producción cultural pueda ser este: determinar y verificar en qué medida nos dice algo o indaga acerca de la condición humana. La proliferación actual de producciones que reflexionan sobre temas tan diversos como el uso de las redes sociales y la circulación de información, o que son críticas respecto de las construcciones propias de este momento histórico -construcciones de género, familiares, mandatos, etc.-, no nos dice mucho acerca de un ethos o modo de existencia concreto más universal y no anclado a un contexto histórico. En el caso de Matrix, se abarcan ciertas especificidades que no son nuevas para la humanidad y que encuentran su transtextualidad tanto en la modernidad como en la antigüedad clásica.
Para la Matrix se han planteado ya muchos símiles o alegorías con la caverna platónica o con el cogito cartesiano. La realidad es que incluso pueden verificarse miradas interesantes como la del filósofo William Irwin, por citar algún ejemplo, quien plantea un paralelismo entre la Matrix y la primera meditación de Descartes (la idea del genio maligno) donde, con el objetivo de hacer de la duda un método, se plantea que el mundo que percibimos podría ser una ilusión comprensible creada para engañarnos. Es difícil rastrear las influencias de una obra tan universal y atemporal como Matrix, pero se sabe que uno de los varios requisitos que debían cumplir los actores y actrices para formar parte del film era leer Simulacres et simulation, del filósofo francés Jean Baudrillard. En esta obra de 1981 se teoriza la relación entre la realidad, los símbolos y la sociedad, y la construcción y comprensión de una existencia compartida por todas y todos. El reparto debía leer la obra para luego, con el guión, entender la filosofía detrás de la idea de las hermanas Wachowski.
¿Qué es entonces la Matrix? Es una realidad simulada y compartida por todos -esto es clave, ya que no existe una simulación para cada individuo sino que es una experiencia compartida, como si soñáramos todas y todos lo mismo- a partir de cómo era el mundo en 1999. Esto es importante, dado que no hay sociedad más posmoderna que la de Matrix, una sociedad con serias dificultades de renovación y sin alternativas concretas de renovación, condenada a vivir el mismo momento histórico por siempre, como si la historia misma hubiese terminado. En el caso de Matrix Resurrecciones esto se actualiza, fue necesario actualizar y modernizar esa simulación para seguir controlando a sus usuarios, ya que, en el modelo anterior la rebelión y salida del sistema era creciente. Por eso las maquinas tuvieron que encontrar una nueva forma de subjetividad que permitiera seguir explotando a los seres humanos, pero de forma más efectiva. La solución fue un sistema posmoderno cargado de interpasividad (un concepto acuñado por Robert Pfaller) y auto explotación -una forma de explotación más positiva si pensamos en términos foucaultianos.
Es importante pensar en los contextos de producción concretos, ya que Matrix: Resurrecciones surge en el 2022, es decir, 23 años después de la original. The Matrix, esa película que revolucionó el final del siglo XX, está hoy temporalmente más cerca de la caída del muro de Berlín que de Matrix Resurrecciones, y ni que hablar de nosotros como sujetos de consumo cultural. Incluso quienes vimos el estreno de la primera, cuando todavía no teníamos siquiera banda ancha -los viajes en Matrix eran por la línea de teléfono, en la época del ADSL-, el primer smartphone apenas se asomaba a la escena tecnológica, no habían caído las torres gemelas y en Argentina De la Rúa asumía una presidencia que duraría solo hasta el 2001 y terminaría como ya todas y todos sabemos.
Pero hoy estamos en el 2022. En el “fin de la historia y el último hombre” que planteó Fukuyama. Inmersos en el realismo capitalista planteado por Mark Fisher o en plena posmodernidad de Fredrik Jameson ¿Qué lugar queda en este contexto para Neo? Ese personaje cuyo nombre es por definición un elemento prefijal que significa “nuevo” pero que si pudo serlo en 1999 hoy ya no lo es. En el contexto posmoderno actual ya nada puede surgir de nuevo, y ese es uno de los peores males de nuestra época según críticos contemporáneos como Slavoj Žižek, Fisher o Byung Chul-Han. Es por eso que estamos en la más nostálgica de las épocas, donde todas las producciones culturales se traducen en pastiches culturales como práctica universal (para trar de nuevo a Jameson) ¿Qué destino le espera a Neo en esta época de posverdad? Una época donde predomina aún más la idea de que todo es relativo, incluso la verdad y el conocimiento, a diferencia del contexto de 1999. Lo que Neo venía a revelarnos, para lo que fue elegido, hoy ya está sumamente difundido entre nosotras y nosotros. Entonces, ¿por qué los humanos siguen dentro de la Matrix? Probablemente por el mismo motivo por el que muchas y muchos de nosotros seguimos inmersos en un capitalismo tardío que multiplica la autoexplotación mientras dice fomentar la libertad como ideal. Las maquinas ya no tienen que obligar a nadie a permanecer en la Matrix y su función coercitiva a derivado a una meramente administrativa -tanto del goce como de las libertades relativas de los sujetos inmersos en ese sistema.
En ese contexto está inmerso Neo en esta nueva entrega de la saga, donde es un exitoso desarrollador de videojuegos que se hizo famoso por crear la célebre saga The Matrix, la cual es básicamente su historia y todo el contexto de los films anteriores. Incluso Neo vive su propia historia como una simulación. Es un hombre libre, exitoso, que sin embargo padece una depresión severa, ha tenido intentos de suicidio, consume medicación psiquiátrica y se disocia de la realidad por momentos. Es víctima de la libertad posmoderna que conduce al burnout. Y resulta que las máquinas descubrieron algo elemental para desarrollar un sistema de dominación aún más potente: mientras menos resistencia opongan los sujetos manipulados y dominados, más energía generan para mantener el sistema que los usa para alimentarse. La cuestión de la servidumbre voluntaria, el asunto de la auto imposición que deriva en auto explotación, aunque no es nuevo -Étienne de la Boétie lo señaló en el siglo XVI- persiste hoy con una fuerza sin precedentes, y Resurrecciones es consciente de esto.
Para 1999 era posible “despertar” a las personas de la Matrix. Llevarlos a tomar consciencia del sueño colectivo que percibían como realidad, dando por descontadas las intenciones de liberarse de esa opresión. Hoy, la mayor parte de los sujetos de consumo del capitalismo tardío (como podría plantear Ernst Mandel) nos parecemos más a Cypher que a Neo (en el film original, el personaje de Cypher traiciona a todos para que los agentes lo devuelvan a la Matrix y así volver a vivir en la simulación). No necesitamos que nadie nos despierte, ya que somos libres, dueños de nuestro tiempo y emprendedores de nosotras y nosotros mismos. No es casual que la versión de 1999 cierre sus créditos con Wake Up (despierta, en inglés) de la banda Rage Against the Machine y que en Resurreciones lo haga con una versión más funky y soft del mismo tema, pero de Brass Against, retomando la lógica del pastiche jamesoniano y de la falta de renovación en la cultura posmoderna. ¿Qué tan bien recibido sería hoy ese mesías de la posmodernidad o el capitalismo tardío que es Neo? Los nuevos operadores burocráticos encarnados antes en unos pocos agentes específicos, encuentran en Matrix Resurrecciones la forma de enjambres enteros de sujetos despersonalizados que se activan ante cualquier atisbo de individualidad. Por qué algo es claro, ya sea Neo, Jesús o Sócrates, el final nunca es muy distinto. Todos terminan enjuiciados y asesinados por sus contemporáneos. De hecho Neo resucita, al igual que Jesús, luego de morir por nosotras y nosotros -Sócrates no tuvo esa suerte y los atenienses tal vez no pretendían que la tuviera.
Cualquiera pensaría que hoy en día, en una Matrix más avanzada a nivel tecnológico y comunicacional, sería más difícil mentirle a un universo entero de personas haciéndoles creer que eso que sienten que es su vida no es más que una simulación. Pero, ¿por qué no tenemos la sensación de que esto es así? ¿Por qué no la verdad no nos parece más cerca ahora que en otro momento? ¿Por qué se nos hace verosímil la idea de que podríamos estar dormidos haciendo de fuente de energía para un inmenso conglomerado de máquinas inteligentes que se apoderó del mundo? La distancia con esa idea es solo metafórica. Y si en algo se destacan cinematográficamente las hermanas Wachowski es en su capacidad de generar imágenes concretas para representar la subjetividad de su tiempo. Resurrecciones lo logra de manera interesante, con recursos como el de reflotar a personajes como el Merovingio para quejarse de lo mucho que Neo arruino todo, denunciando que antes la gente conversaba y que por su culpa ahora tenemos redes sociales y Wikipedia.
Por otra parte, la película no deja de lado los elementos subjetivos de nuestro tiempo. La lucha entre el libre albedrio o el determinismo está a flor de piel. Somos libres, perfecto. Somos emprendedores de nosotros mismos, pero ¿cómo saber si en realidad queremos o deseamos algo o el entorno se programó y nos programó para que sea así? La publicidad, las redes sociales, la lógica neoliberal del mercado que se condensa en la subjetivación de nuestras practicas sociales y culturales constituyen elementos clave, dado que la mayor parte del poder del realismo capitalista deriva parcialmente de la forma en la que el capitalismo subsume y consume todas las historias previas (como plantea Fishe) a partir de su sistema de equivalencias general en donde todos los objetos culturales pueden ser asignados con un valor, indiferentemente de la categoría de esos objetos. Esa “libertad espeluznante” a la que hacían referencia Karl Marx y Frederic Engels para referirse a la libertad de comercio, es lo que bien podría sentar las bases de la lógica cultural del capitalismo tardío. Desde 1999 a la actualidad, el gran problema sigue siendo similar y Bugs -uno de los nuevos personajes cuyo nombre es una clara alusión al conejo Bugs y al conejo de Alicia detrás del Espejo– lo percibe mejor que nadie. Esta le dice a Neo que “si no sabemos lo que es la realidad, ¿cómo podemos oponernos?”.