Jean Gebser y la evolución de la conciencia humana. Origen, presente y futuro

David Zadu compartió con Proyecto Synco un breve ensayo sobre las mutaciones y la evolución de la conciencia humana desde su nacimiento como especie hasta el presente, basándose en algunas formulaciones del filósofo Jean Gebser e intentando incluso esbozar elementos de una posible «conciencia del futuro».

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A comienzos del siglo pasado comienza a vislumbrarse un cambio de paradigma en la historia evolutiva de la conciencia. El arte, ese pionero que es siempre la avanzada de lo que vendrá, y la ciencia que no se queda a la zaga, abren perspectivas desconocidas y crean nuevos interrogantes. Y promediando el siglo, los avances tecnológicos no invasivos de la medicina permiten ver y estudiar cada vez mejor la estructura del cerebro. Los neurólogos, que se ocupan de cada sector de esa parte casi ignorada de nuestro cuerpo, van abriendo nuevos cauces de una investigación que, además, no podía ignorar las discusiones, argumentos y nuevas definiciones sobre lo que es y significa la conciencia. 

En este breve ensayo analizaremos cuándo nació, cómo evolucionó a lo largo de los siglos hasta hoy e intentaremos explorar cómo sería la conciencia del futuro. Una conciencia nueva para un hombre nuevo. Para ello recurriremos a Jean Gebser, un filósofo nacido en Polonia en 1906 y fallecido en Suiza en 1973. Su obra más importante, “Origen y presente”, nos servirá de andamio sobre el cual armaremos la estructura de nuestro ensayo.

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Las mutaciones de la conciencia

Quien niega o renuncia a su pasado renuncia a su futuro

Jean Gebser

Para comprender la propuesta de Gebser haremos un recorrido de las distintas estructuras de conciencia, que él llamaba “mutaciones”, tanto en el espacio como en el tiempo, que fueron recorriendo los seres humanos desde su nacimiento como especie hasta el presente y que sólo así, opina el autor, podremos reconocer y asimilar el advenimiento de una nueva conciencia.

Estructura Arcaica

Abarca desde la aparición del australopitecus, luego homo-hábilis, erectus, neandertal y sapiens-sapiens. Estas manadas de homínidos viven en un presente permanente, un perpetuo devenir intemporal cercano al paraíso bíblico. De la misma manera que no se diferencia el azul del verde, no hay intervalos visuales entre el cielo y la tierra. Sus dibujos son planos, no conocen la perspectiva. Sin emociones, sus únicas pulsiones son el hambre, la sed y el deseo sexual. Su vida consiste en comer, beber, excretar, copular. El olfato es el sentido más desarrollado. Sus relaciones vinculares son utilitarias, no empáticas. El cerebro conserva su origen reptiliano, no existe la conciencia individual,  ésta permanece aletargada; prevalece la comunitaria.

Al decir de Chuang-Tzu: “Los hombres verdaderos de los tiempos antiguos dormían sin soñar”. Y esta es una de las evidencias más salientes de la estructura arcaica: sin conciencia del yo, no existen las ensoñaciones.

Estructura mágica

La magia ancestral conlleva siempre la intención de transformar una situación desfavorable en positiva para la comunidad. Se trata de generar influencias en la naturaleza o en determinados hechos por medio de ritos. Lluvias esperadas, buenas cosechas, triunfos militares, protección de las inclemencias y desastres. Implica una conciencia imaginativa que no existía en la estructura arcaica, aunque ésta, según Gebser, sigue latente dentro de la nueva situación. A través del arte se observa una exteriorización de las imágenes. Éstas salen de las paredes de las cavernas y se trasladan a vasijas, estatuillas, vasos cerámicos, frescos en tumbas. El ego aún no se manifiesta pero se advierte que está naciendo a través de impulsos y sensaciones inesperadas. Se generan hechos sin conocer todavía plenamente sus implicancias. Los tambores suenan en la selva replicando el latido de la  tierra. Surgen las primeras emociones y simpatías.

Animales diversos son tomados como sagrados como el buey Apis en el Egipto antiguo, los bovinos en la India o la serpiente uróbora que se come a sí misma, remedando el círculo perfecto de la eternidad, el mito del eterno retorno; Quetzalcoátl, la serpiente emplumada, entre los aztecas, toltecas, olmecas y mayas.

Estructura mítica

Según Mircea Elíade, los mitos recogen las hazañas de personas excepcionales que protagonizaron historias, muchas veces reales y otras imaginadas, en donde su fuerza y valentía quedaron grabadas en la comunidad. Con el correr de los años estos hechos son tomados como modelos, la imaginación popular los embellece y hasta los exagera, se fijan fechas para recordarlos, en solemnes ceremonias se les rinde culto y, muchas veces, se ejecutan sacrificios en su nombre. Estos héroes se han convertido en seres sobrenaturales, su historia se ha vuelto sagrada y han devenido en mito. Se han transformado en paradigmas de distintos actos humanos significativos. El ritual revive  la historia primigenia y su objeto es reencontrar a la comunidad con sus ancestros e infundirles el vigor que tuvieron aquellos considerados como padres fundadores. Son las primeras experiencias que podemos llamar protoreligiosas de la humanidad, que subsisten aún en muchas tribus aisladas de los grandes centros urbanos. Comienza así una lenta separación de la estructura mágica en tanto aparece la presencia del tiempo pasado y con él, florecen también nuevas emociones espirituales, esbozos del alma, que implican una cierta conciencia temporal. Dice Gebser: “…si la concienciación de la naturaleza fue lo característico de la estructura mágica, lo característico de la estructura mítica será la concienciación del alma.” Y esto supone el nacimiento del yo; la separación del individuo como ente único del resto del grupo.

Aparecen en el arte las figuras dibujadas o talladas que tienen boca lo que da idea del avance del lenguaje y la comunicación. La cultura griega da cuenta del apogeo de estas situaciones en donde dioses, héroes y seres mitológicos se relacionan, interactúan, luchan entre sí o se enamoran. Y los griegos sienten como algo vivo tanto la influencia como la participación de éstos en la vida civil y militar de su pueblo.

Estructura mental-racional

Cuando en 1336 Petrarca decide, por fin, ascender al Mont Verdoux en la Provenza y luego describir su paseo en su famosa Epístola, sin querer abre una nueva visión: la del paisaje natural, de la distancia y, en forma más amplia, del espacio como dimensión. Es una premonición de lo que vendrá. Recordemos que estamos todavía en la Edad Media donde en la pintura no existe aún el concepto de profundidad. Y será un arquitecto florentino, Filippo Bruneleschi, quien en 1417, “inventa” la perspectiva lineal mediante un método matemático y la percepción ya no volverá a ser la misma. Este hallazgo, que ya en pleno Renacimiento perfeccionan primero Masaccio en Santa María Novella y luego Leonardo, en la Última Cena y en todas sus obras posteriores, cambia la forma de ver los objetos: los acerca a la realidad de su verdadera medida. Entramos en la era perspectívica del pensamiento y de la razón, que va degradándose con el correr de los siglos, pero que aún así, perdura hasta nuestros días. Hobbes, con su “Pensar es calcular con palabras”, que asimila el pensamiento al cálculo especulativo y Descartes, con su “Cogito, ergo sum”, terminan por introducir la fase racional de la conciencia mental que valoriza el pensar aislado e individual por sobre el comunitario. Fueron patriotas como Diderot y Voltaire, que lucharon contra la tiranía y la brutalidad de las cortes, los que apreciaron la razón como el sistema que vendría a fundar los cimientos de una nueva sociedad. Los principios de Voltaire fueron después los de la Revolución Francesa: libertad de la persona, de expresión y de prensa, de conciencia, derecho al trabajo, preservación de la propiedad privada. Por primera vez se producen cambios importantes en la vida política, social y económica pero a la par, la razón comienza a crear nuevas situaciones conflictivas. Ante la ausencia de una ética moderadora, la pretendida racionalidad del dualismo avanzó hasta sus propios límites en el manejo de la palabra y en el control de las masas por medio de sofisticadas estructuras. Ante cada descubrimiento científico, éstos han ido perdiendo su jerarquía por el uso indiscriminado que se hace de ellos. Nuevos despotismos aparecieron; nuevas guerras de dominio territorial ocurrieron, tan sangrientas como novedosos en su letalidad fueron los instrumentos militares inventados por científicos y especialistas dedicados a perfeccionarlos  El trabajo individual creó nuevas formas de esclavitud y la propiedad privada, llevada en alto por las elites, se ha convertido en la panacea de unos miles de ricos versus millones de pobres. Es evidente que las actuales sociedades resuman racionalidad en la misma medida en que carecen de justicia, equidad y no siempre brindan igualdad de oportunidades para todos como pregonan.

Estructura integral

Si seguimos a Noam Chomsky en su planteo de que “…la clase de material en que se basa la distinción entre las dos substancias cartesianas no existe (…) el problema mente-cuerpo desapareció”, parecería que el dualismo ha perdido la batalla. Pero la racionalidad perdura en el tiempo y sigue haciendo estragos. No obstante, pensadores, científicos y miles de ciudadanos de a pie, intuyen que una nueva estructura de conciencia  está en gestación y, tarde o temprano, de forma paulatina y pacífica, con la implosión o la violencia, partera de la historia, alumbrará un nuevo paradigma. Gebser ha estudiado esa nueva estructura como algo que tiene como novedad y condición necesaria el hecho de ser continente de todas las estructuras anteriores. Porque es así como la humanidad avanza, aprendiendo e incorporando el pasado al presente. Reconociendo que somos el producto de todos nuestros predecesores. Parte de nuestra nueva conciencia requiere de nuestra aceptación de que habitan en nosotros partes arcaicas, mágicas y míticas y un deseo innato de organizar el caos de donde provenimos. La aracionalidad nos va a permitir acercarnos a la sensibilidad y a los sentidos como nunca antes y nos va a enseñar a defenderlos de los ataques de la razón extrema. Nietzche nos dice que la conciencia “en ningún sentido decisivo, es antitética de lo instintivo”. Y agrega: “La mayor parte del pensar conciente de un filósofo está guiado de modo secreto por sus instintos y es forzada por éstos a discurrir por determinados carriles”. Nos habla también de una “inefable inocencia del devenir”, en su texto más profético: Mas allá del bien y del mal. En él apuesta a que podamos decir lo que nos resulta inexpresable. Un lenguaje y un tipo de conciencia que logrará trascender las categorías con las que solemos entender nuestras experiencias. Si lo racional conceptualiza, lo mítico poetiza, lo mágico vitaliza, lo integral lo percibe como verdad. Si el tiempo racional es lineal, el integral irrumpe,  va de un pasado a un futuro a través de un presente. Un presente que nunca más será aislado, descontextualizado.

Otro aspecto de lo integral supone una realidad aperspectívica y simultánea que nos permite ver siempre el conjunto. Si nos acercamos a menos de veinte centímetros para ver un cuadro, serán sólo manchas lo que veremos, a lo sumo detalles; nos tendremos que alejar a un par de metros para poder tener una visión total y, sólo así, podremos comprender su significado. El Guernica de Pablo Picasso es un ejemplo claro de visión aperspectívica e integradora, contiene el origen, el presente y el futuro, la famosa “vista a vuelo de pájaro” de la que nos habla Colin Wilson. El cubismo abrió la era de las visiones simultáneas. En literatura, James Joyce, Thomas Mann o Herman Broch nos han brindado visiones no lineales. Arthur Schönberg deconstruye el formato tradicional de una sinfonía. El cine rompe definitivamente con la linealidad y pone en movimiento una simultaneidad de tiempos, de un futuro a un pasado que explica el presente o viceversa y así, una infinita gama de percepciones de tiempos no lineales. Vivimos, además, una pavorosa aceleración de los tiempos. Ya no podemos (ni queremos) ocuparnos de un solo tema. Nos volvimos exageradamente curiosos. La diversidad con la que somos bombardeados por los medios de comunicación, multiplicados al infinito por la aparición del fenómeno Internet; los celulares que nos acercan a la máxima inmediatez nos obligan a un cambio de paradigma. Será la conciencia integral la que nos devuelva el poder de saber dosificar sabiamente nuestro tiempo y permitirnos volver a ganar la profundidad de sentido que hemos ido perdiendo en función de la cantidad de temas en los que sobrevolamos de manera cada vez más superficial.

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El nudo del mundo

Hacia una definición de la conciencia

Schopenhauer llamó de esa forma a la relación que establecemos los seres humanos entre el mundo de las cosas y nuestra subjetividad; entre lo real y nuestra imaginación. La conciencia es el tema principal, el nudo del mundo.

Indígenas australianos le explicaron a un misionero que ellos no eran uno, sino dos. Que el cuerpo grande albergaba uno más pequeño: un hombrecito que los guiaba y les decía que debían hacer en cada momento de su vida. Y que al morir, ellos tapaban todos los orificios del muerto para  que el ánima no se escapara del cuerpo y siguiera conviviendo eternamente con el fallecido. Vestigios primarios de conciencia. Muchos pueblos primitivos estaban convencidos que el alma de sus muertos, después de complicados ritos, iba a encontrarse con sus dioses en sus inefables paraísos.

Luego sobrevino la era de los profetas y la adoración de dioses únicos. Y la conciencia continuaba aletargada, adormecida. Luego vinieron las sospechas de que algo propio hacía distintos a cada uno de los seres humanos, que ni los poderes políticos, reyes ni emperadores, junto con el poder eclesiástico, iban a poder acallar. Spinoza, exiliado y castigado por el resto de su vida por haber desobedecido a Dios, llamó Panteísmo a la nueva fe en la naturaleza, la circundante y la humana, donde él creía haber encontrado a Dios. La lucha seguía. Copérnico y Galileo derribaban barreras y prejuicios para poder ver la Tierra como realmente es. Y muchos pagaron con  su vida la osadía de descubrir las verdades ocultas.

Los descubrimientos de la conciencia y la ubicación de ésta dentro del cerebro trajeron consigo nuevas disputas entre los científicos que decían: la conciencia no existe, es en el cerebro donde ocurren todos los fenómenos psíquicos y los filósofos, que insistían que algo inmanente, insustancial, no necesariamente físico, daba forma a la imaginación y a los hechos mentales. Hasta que David Chalmers se preguntó: “¿Como será que el agua del cerebro se convierte en el vino de la conciencia?” Y resumió con esta breve pregunta los dos ámbitos por donde transita la conciencia.   

Una orquesta sinfónica está compuesta por ochenta miembros (a veces muchos más) que combinan los más variados instrumentos. Cada uno de esos instrumentos tiene un valor propio dentro de la orquesta, pero sólo tocando todos de acuerdo a una partitura logran un sonido sinfónico único, maravilloso. De la mano del director avanzan los acordes que inundan la sala. Esa música no existe por sí misma, sino que es creada por cada uno de los instrumentos actuando al unísono. Es algo inmaterial que está en el éter, ondas sonoras que penetran nuestros sentidos. Ahora vamos al cerebro: miles de elementos constitutivos que cumplen cada uno una función, tocan su propia melodía, pero que sólo actuando juntos crean esa inmanencia, esa zona no visible que llamamos conciencia. La sinfonía de la conciencia.