Laura Ponce comparte el prólogo a la edición de los libros antológicos de Revista Próxima
Quizás ustedes no lo recuerden porque eran muy chicos, pero en el 2020 pareció que había llegado el fin de los tiempos. Más o menos para esta época, hace dos años, la OMS declaró que el Covid-19 se había convertido en pandemia; vendrían la cuarentena, las noticias sobre morgues colapsadas, las imágenes de ciudades vacías, cadáveres abandonados en las calles o entierros masivos en playas que supieron ser destinos soñados; vendrían los millones de muertos, las economías quebradas, las marchas de antivacunas, la gente perdiendo trabajos, hogares, seres queridos; vendría la indignación por las medidas insuficientes, la impotencia por las pérdidas, pero también la solidaridad, las ollas populares vecinales, las redes crecientes, las vacunas desarrolladas en tiempo récord, tantas personas trabajando el triple, dando lo mejor de sí.
Y en medio de todo, la necesidad de seguir haciendo cosas, de luchar contra la desesperanza. El confinamiento estalló las posibilidades de la telepresencia, lo que era habitual para el teletrabajo se extendió en festejar cumpleaños por zoom y desde juntarse a charlar con amigos a hacer convenciones y encuentros internacionales. Frente al no salir de nuestras casas (para quiénes tuviéramos los medios y pudiéramos darnos esos lujos), se multiplicaron las posibilidades de encontrarse en la virtualidad con otros, otras, otres de cualquier parte del planeta, conocerse, intercambiar, construir y afianzar lazos, iniciar colaboraciones y proyectos compartidos.
En ese escenario, en esos enrarecidos días de incertidumbre, no solo parecía haber espacio para “pensar fuera de la caja”, eso que tan bien hacen la ciencia ficción, el género fantástico y las narrativas de lo extraño, sino que esas herramientas para pensar una realidad más amplia se reconocieron más necesarias que nunca. Escuchamos hasta el cansancio en medios masivos “vivimos en una distopía”, “es un escenario de ciencia ficción”, gente que no había usado esa etiqueta más que de forma despectiva o condescendiente parecía descubrir su potencialidad y reclamarle respuestas.
Mientras, quienes desde siempre producen y hacen circular estas narrativas en Latinoamérica, quienes las escriben y quienes las publican en pequeños sellos, las librerías especializadas y los mediadores de la lectura, todos aceitaron sus dinámicas y trascendieron las limitaciones territoriales. Se produjo muchísimo, libros y diálogos de gran calidad, y compartimos más que nunca.
El propósito de esta antología (y de las que la seguirán) es dar cuenta de eso, tanto de la ciencia ficción producida en la región como de los eventos, editoriales y espacios que la hacen circular.
Con eso en mente, retomamos el rumbo de Revista Próxima y le damos continuidad en estos anuarios al modo de esas antologías Lo mejor del año que siempre me gustaron tanto.
El estallido de la pandemia nos puso de alguna manera frente a lo desconocido y, sobre todo al inicio, hubo muchas personas en todo el mundo que creyeron sinceramente en la posibilidad de un reseteo, una descancelación del futuro. La matrix glicheaba. Se especuló con la caída del capitalismo, con la construcción de una nueva sociedad menos desigual, menos materialista y con lazos más solidarios. Escribo esto desde el futuro, dos años después, contemplando con amargura la ingenuidad de esa esperanza y, sobre todo, con la sensación de gran oportunidad desperdiciada; convencida sin embargo, más que nunca, sobre la necesidad de construir alternativas, líneas de fuga, otros futuros posibles, y la clara consciencia de que la salida será colectiva o no será.
Estos cuentos hablan de eso.
Marzo 2022
* Revista Próxima salió en papel cada tres meses desde marzo de 2009 a diciembre de 2019, publicando cuentos, ilustraciones, entrevistas, artículos e historietas. Sus 44 números, la colección completa, están disponibles para descarga gratuita en revistaproxima.com