Los nuevos apócrifos, de John Sladek (parte 6.1)

Traducción: Carlos Gardini. Dibujos: Alfredo Grondona White. Transcripción: Pedro Perucca

En esta nueva entrega de Los Nuevos Apócrifos. Guía de ciencias extrañas y creencias ocultistas, John Sladek nos recuerda que también lxs científicxs pueden cultivar los más variados delirios e incluso abocarse a proyectos de investigación propios de las pseudociencias. Además, cuestiona la subordinación de la ciencia a cualquier premisa ideológica, recordando los desastres que esta lógica generó al servicio de totalitarismos nazis, stalinistas o religiosos. Hace algunas semanas comenzamos a reeditar esta joya originalmente aparecida en español en la revista argentina de ciencia ficción El Péndulo y esperamos completar el libro en 24 entregas.

Pies de barro

El traje nuevo del investigador

Los que se quejan de la inhumanidad de los científicos sin duda no han conocido científicos delirantes. El delirio, de cualquier clase, es una característica tan humana que estoy seguro de que siempre podremos detectar a los robots humanoides por su falta de interés en la cuadratura del círculo y las tablas ouija. Creo que no habrá marxistas robot, ni nazis robot, ni fanáticos cristianos robot. Si sorprendemos a alguna máquina entablando discusiones políticas, creyendo en anuncios publicitarios, construyendo superbombas o calculando cuántos ángeles pueden bailar en la cabeza de un alfiler, deberíamos saber que no es humanoide sino humana.

Los científicos, me entristece y me alegra decirlo, cultivan todos los delirios humanos, del plativolismo a la invención de un idioma universal que pondrá término a las guerras. Conozco a un médico que piensa que los brazaletes de cobre curan la artritis, a un psicólogo que cree en el espiritismo y a un físico que aprobó fervientemente la bomba de Hiroshima, aunque reprueba fervientemente, por motivos religiosos, los desnudos de Playboy. A continuación, más ejemplos extremos:

Isaac Newton desperdició años estudiando alquimia, Einstein sentía suficiente interés por la telepatía como para presenciar algunos improvisados ejemplos en la casa de Upton Sinclair, Thomas Edison estaba trabajando en un invento para comunicarse con los espíritus hasta el momento en que él mismo se convirtió en uno.*

Luego está Michel Chasles, el eminente astrónomo y matemático del siglo diecinueve, miembro de la Academia Francesa, que pagó 140.000 francos por una vasta colección de autógrafos importantes. Estos incluían una carta de Pascal a Newton explicando la gravitación, que evidentemente establecía la prioridad francesa sobre los descubrimientos de Newton (Pascal murió cuando Newton tenía diecinueve años). Pero había cartas aún más notables:

“Notre fils Cesarían va bien…”, le escribió Cleopatra a Julio César. Había una carta de Alejandro Magno a Aristóteles (“Mon ami…”); de Lázaro a San Pedro (acerca de los druidas); de Poncio Pilato a Tiberio; la confesión de Judas (a María Magdalena).1

y una carta de Cástor, un doctor galo, a Jesucristo. Había en total más de veintisiete mil especímenes, todos escritos en francés y en un papel con la marca de agua de la flor de lis. Chasles ni siquiera entró en sospechas hasta que otros le llamaron la atención sobre algunas incongruencias.

Ya hemos visto cómo sir William Crookes se dejaba engatusar por médiums. Otro científico famoso y crédulo de la época fue Alfred Russel Wallace, cofundador con Darwin de la teoría de la selección natural. Wallace creía implícitamente en el médium William Eglington, un embaucador que usaba barbas postizas y ectoplasma de muselina para lograr sus mejores efectos. Cuando el mago S. J. Davey imitó esos efectos, Wallace empezó a sospechar que Davey también tenía poderes paranormales. Los efectos de Davey, decía,

son presuntamente todos trucos y a menos que todos puedan ser explicados en esos términos muchos de nosotros confirmaremos nuestra creencia de que Davey era en realidad un médium, además de un mago. 2

Wallace también practicaba la frenología.

Desde luego los científicos pueden engañarse en sus propias especialidades. A menudo esto le sucede a un hombre con una teoría favorita, una visión que lo encandila impidiéndole ver los hechos. Hacia 1720 Johannes Beringer de Wurzburgo empezó a encontrar pruebas de su teoría de que los fósiles no eran más que “caprichosas invenciones de Dios”, puestas en la Tierra para demostrar Su poder e imaginación. (La idea no parecía tan alocada en una época en que otros hombres cultos discutían si las piedras podían o no copular y reproducirse).

Dos jóvenes asistentes de Beringer, luego de “plantar” fósiles caseros, lo ayudaron a encontrarlos. Estos fósiles eran

figuras extremadamente realistas: pájaros, lagartos, ranas, peces, caracoles, cangrejos, gusanos y flores. Algunas ranas estaban copulando, una araña estaba dentro de su tela, otra cazando una mosca. Gradualmente aparecieron más “piedras con figuras”: lunas llenas y medialunas, estrellas y cometas, incluso la palabra Jehová en caracteres hebreos.3

Beringer, creyéndolo todo, escribió un libro sobre las curiosas “piedras de Wurzburgo”. Otros vieron la tontería entre líneas: Beringer mismo no sospechó nada hasta que encontró una piedra que tenía inscripto su propio apellido.

La historia de que murió de vergüenza es más poética que real, pues sobrevivió varios años al principal embaucador. Además, opinaba de esas falsificaciones lo mismo que Wallace de los trucos de Davey: algunas podían ser falsas. pero el resto eran incuestionablemente obra del Todopoderoso.

En la década de 1920 el biólogo austríaco Paul Kammerer fue víctima de un engaño similar que lo llevó a la humillación y al suicidio. Kammerer adhería a la teoría lamarckiana de que la evolución procede por herencia de características adquiridas y no por selección natural. Las dos teorías pueden simplificarse de esta manera:

Teoría lamarckiana: Un conejo corre a la mayor velocidad posible para que no lo atrapen y lo coman. Parte de esa habilidad para correr es heredada por sus descendientes, que luego pueden correr aún a mayor velocidad. A lo largo de las generaciones el conejo desarrolla así patas traseras largas y fuertes y velocidad natural.

Selección natural: Si un conejo no corre ligero, hay más probabilidades de que lo atrapen y coman antes que pueda dejar descendencia. Mutaciones azarosas a lo largo de las generaciones producen conejos con patas traseras ligeramente más cortas o más largas, pero pocos de los primeros sobreviven para reproducirse.

En verdad ambas teorías son más complicadas y ambas pueden superponerse en ciertos sentidos, pero actualmente se piensa que el lamarckismo ha contribuido poco o nada a la evolución. Kammerer experimentó con dos razas de sapos. Una vivía en el agua y en consecuencia tenía (según ambas teorías) membranas pequeñas, negras y córneas en los pulgares. La otra vivía en tierra y no las tenía. Kammerer trató de criar generaciones de la segunda en el agua, para producir esas membranas. Aparecieron y Kammerer se hizo famoso. Luego alguien descubrió que las «membranas» eran realmente manchas de tinta china inyectadas bajo la piel de los sapos. Fuera esto obra de Kammerer. de un asistente envidioso o de un rival científico. Kammerer prefirió pegarse un tiro a enfrentar la humillación pública.

Arthur Koestler ha escrito una historia del caso Kammerer: El caso del sapo. Sospecho que ve al infortunado biólogo como un hereje solitario, perseguido mortalmente por los perros rabiosos de una inquisición científica. La imagen parece fascinar a Koestler, pues vuelve a ella en sus alusiones a los platos voladores y la percepción extrasensorial.

En Los sonámbulos su breve defensa de los platos voladores no pasa de ser una comparación entre los científicos escépticos de hoy y los que no creían en Galileo.4 Su muletilla es que los “expertos” ortodoxos normalmente se equivocan, mientras que el hereje solitario casi siempre tiene razón.

Curiosamente, la ortodoxia más cerrada predomina en los círculos esotéricos. Con respecto a la ESP, encontramos al profesor C. D. Broad (Conferencias sobre investigación psíquica) atacando a C. E. M. Hansel por atreverse a sugerir siquiera la posibilidad de errores en el trabajo de Soal. En cuanto a los OVNls, ya hemos visto el desdén con que tratan los ufólogos a quienes insinúan que, en fin, quizá, tal vez los platillos no sean naves de otros planetas. En cuanto al espiritismo, hemos visto a Houdini juzgado póstumamente.

Lo cierto es que cualquier herético parece bueno retrospectivamente; cualquier institución establecida trata mal a sus rivales. Pero las poses morales no sirven para determinar la verdad. El tiempo revelará la realidad de los OVNIs y la ESP, si son reales, pero Koestler se resiste a confiar en el tiempo. Algunos de sus amigos, dice, lo acusan

de una afición poco científica por remas absurdos como la percepción extrasensorial, que ellos incluyen en el dominio de lo sobrenatural. Sin embargo, es confortante saber que las mismas acusaciones se esgrimen contra una élite de científicos que son una excelente compañía en el banquillo de los acusados .5

Una vez más Koestler se ve a sí mismo como un Galileo moderno enjuiciado. Pero las alusiones paranoides a las acusaciones y el banquillo resultan extrañas en un hombre tan claramente identificado con el establishment; la mayor parte de los Galileos modernos son “enjuiciados” por haber triseccionado el ángulo o demostrar la concavidad de Ja Tierra.

CIENCIA DE IZQUIERDA, CIENCIA DE DERECHA

Galieo entregó uno de sus nuevos telescopios al Senado Veneciano para que lo usara en la detección de naves invasoras. La práctica de comprar científicos había empezado mucho antes, y desde luego los gobiernos aún siguen otorgando becas de investigación a hombres dispuestos a tragarse la conciencia y trabajar en armas de control climático y bombas orbitales.

Del otro lado hay hombres como el doctor Jerry Ravetz, que parecen igualmente dispuestos a permitir que otra clase de idealismo prevalezca sobre la verdad. Cuando uno de sus alumnos le preguntó qué haría si realizara un descubrimiento potencialmente peligroso, Ravetz

escandalizó a la clase diciendo que él demoraría el descubrimiento con mentiras deliberadas. Publicaría una monografía que contribuyera a disuadir a otros científicos de seguir la misma línea de investigación. Una demora de cinco años podía ser el margen necesario para la supervivencia de la humanidad. Desde luego dijo a los estudiantes que esta es una situación rara y extrema; pero es un ejemplo de que la vieja ética de la ciencia, que suponía la honestidad intelectual, ya no es adecuada para los nuevos problemas morales de la ciencia. 6 (El subrayado es mío).

De hecho la situación es tan extrema que cuesta imaginar un ejemplo, salvo una bomba supernova o un virus que mate todo lo viviente. Toda verdad implica riesgos, por supuesto (los rayos X y la penicilina han matado gente), y podría argüirse que toda investigación médica contribuye a la superpoblación y, por lo tanto, a la hambruna mundial.

Pero el aspecto realmente perturbador de la actitud de Ravetz es la declaración que he subrayado. Hay muchos modos en que un científico puede influir en el curso de una investigación sin mentir sobre los hechos. Puede, por ejemplo, negarse a investigar armamentos para el gobierno. Puede tratar de persuadir a los colegas de hacer lo mismo. Puede presionarlos profesionalmente, socialmente y a través de los medios masivos. Si su conciencia se lo impone, puede recurrir a la calumnia, la coerción, el sabotaje, el secuestro e incluso el homicidio. Y puede mentir sobre cualquier cosa menos la evidencia científica.

Pero en cuanto un científico miente sobre las evidencias, deja de ser un científico. La “vieja ética de la ciencia, que supone la honestidad intelectual” es lo que define a la ciencia. Cualquier manipulación de ello en nombre de cualquier causa, por noble que sea, permite que la ciencia se desmorone en una maraña de charlatanería y mito.

Para ver hasta qué punto puede politizarse la ciencia, sólo tenemos que fijarnos en las ciencias sociales, donde los hechos son pocos y controvertidos y las teorías pueden adecuarse a cualquier causa. Hoy tenemos la teoría de Arthur Jensen de que la inteligencia es principalmente hereditaria y por lo tanto racial, basada en frágiles deducciones de teorías genéticas (ni sus adeptos ni sus detractores han reunido hasta ahora evidencias muy convincentes).7 Tenemos el polémico argumento de Robert Ardrey de que la propiedad privada, la injusticia social y la guerra están fundamentalmente ligadas a nuestros instintos y no pueden eliminarse, basada en frágiles deducciones de la conducta de una raza de avispas. Tenemos la sugerencia de Arthur Koestler de que la autoridad se conserve drogando a la población, y la sugerencia de B. F. Skinner de que se logre el mismo fin mediante el condicionamiento conductual. Y es probable que estos hombres se consideren a sí mismos idealistas liberales y democráticos.

CIENCIA ARIA

Durante el nazismo la ciencia degeneró prontamente en un medio para propagandizar opiniones antisemitas y “arias”.

Desde luego el antisemitismo tiene una vieja historia. Los ingleses celebraron la coronación de Ricardo Corazón de León con un gran exterminio de judíos en varias ciudades. El primer antisemita alemán influyente fue Martín Lutero, quien aparentemente pensaba que era buena idea incendiar hogares judíos.

La idea de una nórdica raza de los amos fue promovida en 1855 por el conde francés Joseph de Gobineau. Wagner adoptó la idea con entusiasmo, y su yerno, el inglés Houston Stewart Chamberlain, escribió el próximo libro influyente sobre la superioridad nórdica, Cimientos del siglo diecinueve, 1899. Chamberlain se estableció en Alemania, fue amigo íntimo del káiser Guillermo y uno de los primeros admiradores de Hitler.

Hitler derivaba sus nociones raciales de Chamberlain y de Lanz von Leibenfals, ex monje y sociobiólogo de ideas extravagantes. La principal obra de von Lei benfals se titula Teozoología, o los relatos de los simios de Sodoma y la divina elección: Introducción a la más antigua y más moderna filosofía del mundo y justificación de las órdenes de los príncipes y la aristocracia.

Luego estaba Hans F. K. Günther, antropólogo de la Universidad de Jena, que explicaba la superioridad de Alemania en términos de su elevada proporción de “nórdicos puros”. Explicaba que las características nórdicas incluían la higiene personal, la destreza atlética, el valor, el pudor y la castidad: todas las virtudes de Galahad. Tuvo especial cuidado en destacar que las mujeres nórdicas se sentaban en el tranvía juntando recatadamente las piernas. Presuntamente la raza nórdica era práctica y creativa, amante del trabajo duro y honesto, la belleza natural, los niños y los animales.

En cambio, los judíos presuntamente eran perversos y calculadores, sucios, cobardes, tercos, viciosos y, según Hitler, sifilíticos. Otra autoridad aria dijo, en 1907, que los antiguos judíos despreciaban a los perros.

La actitud del judío hacía el perro sigue siendo la misma en la actualidad. […] Jamás puede tener el perro ningún valor emocional para él. jamás puede él entregarse generosamente […] Eso sólo puede hacerlo un alemán […] 8

Mein Kampf expone las ideas de Hitler sobre los judíos. No podían crear, sólo imitar. Su inteligencia aparente no era más que la acumulación de préstamos tomados de otros pueblos. etcétera.

Hasta qué punto la vida entera de este pueblo se basa en una mentira continua está incomparablemente demostrado por los Protocolos de los sabios de Sión, tan infinitamente odiado por Jos judíos. Es un escrito fraudulento, gime y grita una vez por semana el Frankfurter Zeitung: la mejor prueba de que es auténtico. 9

Protocolos de los sabios de Sión es desde luego una fuente clave del antisemitismo. Aunque se ha demostrado repetidamente que es un texto fraudulento, fue bienvenido constantemente por los antisemitas de Rusia, Europa occidental y Estados Unidos (donde su mayor propulsor fue Henry Ford). Se supone que los Protocolos son las actas de una reunión secreta del Congreso Sionista de 1897, que revelan una conspiración internacional de judíos, francmasones. socialistas, anarquistas y comunistas para derrocar a todos los gobiernos del mundo. Las órdenes son

corromper a toda la generación joven mediante la educación subversiva, dominar al pueblo a través de sus vicios, destruir la vida familiar, minar el respeto por la religión, alentar la lujuria, distraer al pueblo para impedir que piense, emponzoñar el espíritu con teorías destructivas, debilitar el cuerpo humano con la inoculación de microbios. 10

y demás. No es accidental que esto tenga una resonancia satírica: los Protocolos fueron totalmente plagiados de un panfleto satírico de 1865 donde se atacaba a Napoleón lll, titulado Diálogos en el submundo entre Maquiavelo y Montesquieu.

Cuando las ideas arias llegaron al poder en Alemania, todas las ciencias tuvieron que ser purgadas de “influencias judías”. La antropología ya era un desastre. En física, la teoría relativista de Einstein tenía que desecharse, pues los judíos no pueden pensar. El ataque contra la “física judía” fue liderado por dos premios Nóbel: Phillip Lenard y Johanes Stark.

Naturalidad, claridad y sensatez: así es como el ario veía la “hondura genuina” de la Naturaleza en este cuadro inquietante e ingenuo. Abstracción, pomposidad, formalismo: ininteligibilidad; así, por el contrario, es como los “judíos” y “bolcheviques” ven sólo la superficie de la Naturaleza. 11

Lenard declaró: “La ciencia, como todo otro producto humano, es racial y está condicionada por la sangre”. El profesor Rudolphe Tomaschek, director del Instituto de física de Dresde, fue más lejos. “La física moderna -escribió- es un instrumento del judaísmo (internacional) para la destrucción de la ciencia nórdica […] La física verdadera es creación del espíritu alemán”. 12

Las matemáticas sufrieron una distorsión similar, y de pronto se descubrió que los conceptos acuñados por judíos eran abstractos, engorrosos y “ajenos a la experiencia humana”. Desde luego unos pocos científicos auténticos siguieron trabajando, fingiendo que no utilizaban ninguna teoría con tintes no arios. Pero la mayoría escapó de Alemania.

El vacío que dejaron se llenó de pseudocientíficos. Un veterinario nazi se hizo cargo de la Universidad de Berlín e instituyó 111 cursos nuevos: 25 sobre “ciencia racial” y 86 sobre medicina veterinaria. En el capítulo 1 vimos cómo el almirantazgo alemán intentaba fotografiar la flota británica apuntando cámaras al cielo.** Otros oficiales de la marina alemana estaban localizando al enemigo con otros medios:

Usaban un mapa del Atlántico donde ponían un barco de metal en miniatura. Un péndulo suspendido de un hilo delgado era colgado sobre el barco y cuando el péndulo se movía presuntamente indicaba el paradero de un convoy aliado. 13

Las armas secretas de la época incluían un ítem con el nombre en código “Bomba de alta presión”, que debía utilizarse contra Londres. Era una pieza de 100 metros de longitud que se cargaba con pólvora en varios puntos a lo largo del cañón. A Hitler le gustaba tanto el proyecto que nadie tuvo el coraje de decirle que no funcionaría.

El plan favorito de un mariscal de la aviación alemana, propuesto por un científico (?) llamado Schieboldt, era usar una máquina de rayos X de alto voltaje como rayo antiaéreo de la muerte. Esperaban freír a los pilotos aliados en sus cabinas. Un proyecto similar, denominado “Hadubrand”, utilizaría dos haces de luz infrarroja que se entrecruzarían para freír a los pilotos aliados, etc.

El número de abril de 1933 de una revista popular de astrología nos informa que la “conciencia del propio legado nacional y los lazos de sangre con la raza aria están indivisiblemente vinculados con la ciencia astrológica”. 14 Uno de los primeros cabecillas del ocultismo nazi fue nuestro viejo amigo Lanz von Liebenfals, que confeccionó el “horóscopo cabalístico” de Hitler y fundó el Movimiento Ariosófico.

El horóscopo de Hitler se confeccionó muchas veces desde que surgió como líder político. Elsberth Ebertin lo definió en 1923:

Un hombre de acción nacido el 20 de abril de 1889, con el Sol en 29 grados de Aries […] puede exponerse al peligro personal por actos excesivamente imprudentes y muy probablemente podría desatar una crisis incontrolable. Sus constelaciones muestran que este hombre debe ser tomado muy en serio; está destinado a desempeñar un “papel de Fürer” en batallas futuras […] 15

Esto es astrología en serio, pues se supone que Aries es una influencia combativa. El único problema es que Hitler nació en verdad a las 18.30, cuando el Sol ya había salido de Aries y había entrado en Tauro. Se supone que Tauro nos vuelve terrenales, domésticos y dóciles.

Es fácil ponerle a la ciencia el arnés de cualquier ideal político, pero a menudo el arnés parece degenerarla en pseudociencia. Bien pude haber elegido la carrera de Trofim Lysenko en la Rusia soviética. Lysenko, un criador de plantas de formación deficiente, se valió de sus conexiones políticas para dominar la biología soviética. Sus oponentes fueron purgados y la palabra de Lysenko se transformó en ley biológica, aunque no sabía nada de genética vegetal y prácticamente nada de mera jardinería.

O bien pude haber elegido a esos fundamentalistas cuya única fuente de verdad es la Biblia, y en consecuencia consideran inofensivo mutilar la geología para que encaje en la teoría de la creación en seis días. El principio es el mismo, ya se obligue a la ciencia a mentir por Hitler, Marx o Jehová. Si la ciencia se remodela al servicio de la mentira, no podemos pedir que responda a nuestras preguntas con la verdad.

Además, la belleza de un ideal no puede brindar una suerte de justificación estética para deformar la verdad, pues todos los ideales son bellos. El capitalista quiere ser rico y feliz. El nazi quiere un mundo lleno de bellos arios. El comunista quiere un mundo lleno de labriegos risueños, simpáticos y apacibles. El fundamentalista quiere el paraíso. El brillo en la lejanía puede encandilarnos e impedirnos ver lo inmediato. Fue un nazi caricaturesco y brutal llamado Julius Streicher, un hombre que escribió fantasías pornográficas sádicas sobre violadores judíos y vírgenes arias, quien dijo: “Sed bellos, sed naturales y sed como Dios”. 16

Parte 1.1 Parte 1.2 Parte 1.3 Parte 2.1 Parte 2.2 Parte 2.3 Parte 3.1 Parte 3.2 Parte 3.3 Parte 4.1 Parte 4.2 Parte 4.3 Parte 4.4 Parte 5.1 Parte 5.2 Parte 5.3

Fuente: “Los Nuevos Apócrifos” (R) John Sladek. En El Péndulo Nro 8. Segunda Época, de marzo de 1982, Se puede acceder a la versión original en PDF en este link.

*Aquí he sido víctima de un camelo: Edison pergeñó esa historia para engañar a un grupo de reporteros.

**Véase el primer artículo de esta serie. https://proyectosynco.com/los-nuevos-apocrifos-de-john-sladek-parte-1-1/

.

Notas

1 William Gaddis, The Recognitions (Londres, MacGibbon & Kee, 1955), p. 64.

2 Alfred Russel Wallace, citado por Edmunds.

3 Herbert Wendt, After the Deluge (Londres, Paladín, 1970), p. 53.

4 Arthur Koestler, The Sleepwalkers (Harmondswortll, Penguin. 1968), pp. 374-5.

5 Arthur Koestler, The Roots of Coincidence (Londres, Hutchinson, 1972), p.  11.

6 Gerald Wick, “In Search of a More Viable Science”, New Scientist, 30/7/1971.

7  Arthur Jensen, “Environment, Heredity and lntellegence”, Harvard  Educational  Review, vol. 39, 1969.

8 Samuel Goudsmit, ALSOS (Londres, Sigma Books, 1947), p. 212; Goudsmit está citando al capitán von Stepanitz, The German Shepherd Dog in Wordsand Pictures, publicado inicialmente en 1901.

9 Adolf  Hitler, Mein Kampf, traducción de Ralph Manheim (Londres, Hutchinson, 1969), p. 279.

10 Protocols of the Elders of Zion, según lo cita Curtis D. MacDougall, Hoaxes (Nueva York, Dover  Publications, 1958), p. 201.

11 Walter R . Fuchs. Computers, Infonnation Theory and Cybemetics, traducción de K. Kellner  (Londres, Rupert Hart-Davis, 1971). p. 53; forma parte de una breve pero abarcadora descripción de la “ciencia alemana”. Véase también la referencia siguiente.

12 William L. Shirer, The Rise and Fall of the Third Reich (Nueva York, Fawcett Publications, 1962), p.   345.

13 Goudsmit, p. 150.

14 Ellic Howe, Urania’s Children, p. 111.

15 Ibid., pp. 90-1.

16  Citado en Gardner, Fads and Fallacies, p. 163.