Los nuevos apócrifos, de John Sladek (parte 7.1)

Traducción: Carlos Gardini. Dibujos: Alfredo Grondona White. Transcripción: Pedro Perucca

En esta entrega de Los Nuevos Apócrifos. Guía de ciencias extrañas y creencias ocultistas, John Sladek carga contra presuntos científicos que defienden la invención de máquinas de movimiento perpetuo, dispositivos antigravitatorios u otros ingenios que violan las leyes de la física, así como contra quienes siguen reproduciendo la estafa de los motores impulsados por aguaHace algunos meses comenzamos a reeditar esta joya originalmente aparecida en español en la revista argentina de ciencia ficción El Péndulo y esperamos completar el libro en 24 entregas.

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¡Eureka! Delirio perpetuo

Para empezar, un catálogo de físicos extravagantes. 1

Valentino Hertz ha de mostrado que la Tierra rota de este a oeste. Osborne Reynolds descubrió que el “espacio vacío” en realidad está atestado de esferas sólidas y diminutas, estrechamente apiñadas, y que la llamada materia es “simplemente burbujas de nada. moviéndose en este medio denso, elástico, granuloso”.2 Alguien que firmaba su opúsculo “La Longitud” demostró que la Luna no es un cuerpo sólido sino simplemente la imagen nítida de la Tierra. Otro desconocido explicó que los cometas no son más que volcanes que surcan el cielo impulsados por su propia energía; otro demostró que los planetas, como la circulación de la sangre, son impulsados por la luz.

La Tierra no se mueve, escribió el capitán Woodley, de la Marina Real, en 1834:

Nada puede ser más seguro que el hecho de que las estrellas no han cambiado su declinación ni latitud en un grado en los últimos 71 3/4 años.3

Thomas H. Graydon, de California, está igualmente seguro de que la gravedad no es un tirón sino un envión irradiado por el Sol. Alexander Wilfred Hall, escribiendo en versos sin rima, arguye que el sonido es una sustancia compuesta por átomos sólidos. Charles Palmer demuestra que el Sol es de hielo: específicamente, es una lente de hielo que no emite luz, sino que aumenta el esplendor de Dios a la manera de una lupa.

Luego está la singular teoría biofísica de Peter D. Ouspensky de que los animales son simétricos porque los plegaron por la mitad en la cuarta dimensión, de modo que salieron como las manchas de tinta de Rorshach. Y si alguien se pregunta por qué Einstein estaba equivocado, que consulte a George Francis Gillette, quien dice: “Cada ultímoto es simultáneamente una parte integral de un sinfín de unidades de otro plano”.4 Si eso no les resulta claro, es porque ustedes no entienden que un ultímoto es el enésimo plano subuniversal, mientras que la “gravitación es la tuerca en retroceso del tornillo de la radiación”.5

De acuerdo con un libro de John Fenn Smith editado por el autor, la gravedad es la “respiración” de las partículas de energía normalmente ocultas dentro de los átomos. De estos átomos respiratorios deduce que los laser son artefactos antigravitatorios y que “el tiempo no existe”.6 Pero, de acuerdo con Alfred William Lawson, no hay tediosas fuerzas ni trozos de materia; el cosmos está, en cambio, repleto de cosas de mayor o menor densidad y todos los fenómenos se explican por la Succión y la Presión. El ojo succiona la luz, la Tierra nos succiona a nosotros. los imanes succionan el hierro y las hembras succionan a los machos, hasta que todos alcanzamos el “Ecuaeternequilibrio”.

“No soy científico…”, dijo una vez Roger Babson. y pasó a demostrarlo creando la Fundación para la Investigación de la Gravedad, cuya meta original era crear un “escudo gravitatorio”. Esta vieja pieza de utilería de la ciencia ficción es una plataforma fabricada con una aleación especial; cuando nos paramos en ella, perdemos peso. Si Einstein está en lo cierto, la gravedad no es una especie de radiación que pueda anularse de esa manera, pero eso no impidió a Babson buscar la “aleación apropiada”. Como hay que poner a prueba millones y millones, la búsqueda se parece a la de la Piedra Filosofal y ha tenido un éxito parecido.

Babson tiene la gravedad entre ceja y ceja. La Fundación estudia los efectos que ejerce sobre la personalidad (cambie su estado de ánimo poniéndose de cuclillas), sobre las elecciones y demás. En 1951 lanzó a la venta una píldora “antigravitatoria”, presuntamente buena para la circulación, y Babson piensa que es mucho más fácil subir escaleras durante la marea alta, con la ayuda de la gravedad lunar. (En realidad, habría que tener más de cien lunas allá arriba para que en el momento de subir la escalera uno pesara treinta gramos menos.)

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MAQUINAS DE MOVIMIENTO PERPETUO

Es sabido que no se puede construir una máquina que funcione continuamente sin ser alimentada con una energía externa. No obstante, en el último siglo se han presentado tantas solicitudes de patentes para máquinas de movimiento perpetuo en la Oficina de Patentes de los Estados Unidos que sus funcionarios tuvieron que contener la inundación exigiendo que cada solicitud fuera acompañada por un modelo funcional.

Todas las máquinas de movimiento perpetuo hasta la fecha parecen encajar en las categorías de Absurdos, Falacias y Fraudes de John Phin.7 Los Absurdos no son posibles siquiera por principio; las Falacias parecen posibles pero contienen violaciones ocultas de las leyes físicas; y los Fraudes son desde luego el único tipo donde pueden incluirse los modelos funcionales que se construyen.

La Figura 1 muestra dos versiones de un absurdo temprano (siglo XIII) que ha dominado los intentos escolares durante muchos siglos.

Bolas, pesas o gotas de mercurio giran llevadas por el movimiento de la rueda y oscilando o rodando se lanzan hacia afuera para mantenerla en desequilibrio. y por lo tanto en movimiento. El error es visible si trazamos una línea vertical a lo largo de cada rueda, y si contamos las pesas en los lados ascendiente y descendiente. En la primera rueda. se supone que 4 1/2 pesas descendientes levantarán 7 1/2 pesas ascendientes. Que “oscilen más hacia afuera” no cambiará las cosas, pues se supone que deben impartir energía suficiente para lograr que las 7 1/2 pesas se extiendan a la misma distancia .

En la Figura 2 se muestra un recipiente de movimiento perpetuo. Aquí la idea es que el peso del agua de la parte grande impulsará el agua hacia arriba por el tubo pequeño hasta que vuelva a verterse en la parte grande. Cabe deducir que si enderezamos el tubo se formarán charcos en el cielo raso.

Los molinos de agua son un viejo favorito de los inventores m.p.; están acoplados a diversos artefactos para empujar el agua corriente arriba (Figura 3). Pero a menos que empujen más agua corriente arriba, obviamente no pueden vencer su propia fricción.

La acción capilar parece elevar el agua en tubos delgados desafiando la gravedad, de modo que el m.p. parece natural. Dos aparatos que lo utilizan se muestran en la Figura 4. El tipo (a) presume que el agua ascenderá por el tubo, desbordará por el orificio del costado y reiniciará el ciclo. Pero como la acción capilar es sólo la atracción de la superficie del agua hacia los costados del tubo, es obvio que no puede elevarse por encima del borde inferior del orificio. El tipo (b) muestra una cinta sinfín de esponja, con pesas añadidas, que corre sobre tres poleas (y en agua poco profunda). La acción capilar sube el agua a la esponja del lado AB, arrastrándola hacia abajo. La polea C exprime la esponja y Ja seca. Desde luego también ejerce una tremenda fuerza de fricción en el sistema, que no puede ser vencida jamás por el minúsculo peso del agua que sube.

Un absurdo final es el m.p. impulsado por imán que se muestra en la Figura 5. El imán atrae la bola de acero haciéndola subir hasta B por el plano inclinado, donde cae por un agujero y rueda por el plano curvo hasta A, donde aparece para ser subida nuevamente.

Tal vez la falacia de m.p. más ingeniosa jamás propuesta fue la del físico James Clark Maxwell, un aparato conocido durante un siglo como el Demonio de Maxwell. Tal como él lo proponía en su Teoría del calor, 1871, parecía perfectamente atinado en teoría, y sin embargo violaba la Segunda Ley de la Termodinámica, la ley de entropía incrementada*.

Maxwell imaginó una caja dividida en dos compartimientos, ambos llenos de aire. En el tabique que los sepa a hay una puerta diminuta, con el tamaño suficiente para dejar pasar una sola molécula de aire cuando se abre. En esta puerta está apostada una criatura diminuta que puede abrir la puerta, cuando guste, para permitir que pase una molécula.

Ahora supongamos que este demonio abre la puerta cada vez que una molécula se acerca por el compartimiento A, permitiéndole pasar al compartimiento B, pero nunca permite que una molécula de B vuelva a A. (El ejemplo de Maxwell era ligeramente más complicado, pero partía del mismo principio). Eventualmente el compartimiento B quedará lleno de aire comprimido a alta presión. mientras que A quedará parcialmente evacuado. El aire de B luego podría usarse para impulsar un motor de aire comprimido y el desecho regresaría a A, para empezar de nuevo. El demonio y la puerta son tan diminutos que la energía que pudieran necesitar quedaría más que provista por el motor.

Entre 1871 y 1951 los físicos discutieron sobre el Demonio de Maxwell. Por un tiempo se pensó que la inteligencia animada del demonio (al decidir cuándo abrir y cerrar la puerta) era de por sí una violación de la entropía y lord Kelvin sugirió que la inteligencia humana también violaba la entropía. Pero actualmente pocos biólogos (aparte de Teilhard) creen que los humanos estén de algún modo exentos del creciente desorden que afecta, por lo que sabemos, al resto del universo.

Por último, el Demonio de Maxwell fue derrotado en 1951 por los sofisticados argumentos de Leon Brillouin, que se relacionaban con la teoría de la información. Una explicación de esos argumentos puede encontrarse en una separata del Scientific American.8

Si los alquimistas alguna vez encuentran la Piedra Filosofal, su habilidad para transformar el plomo en oro con un toque podría usarse en una máquina de movimiento perpetuo. La piedra podría estar situada en la parte inferior de una gran rueda tachonada de perillas de plomo, diseñada de tal modo que cada perilla la rozara, transformándose en oro. Como el oro es más liviano que et plomo, las perillas de plomo descendientes impulsarían hacia arriba las perillas de oro. Allí podría apostarse un escéptico que diría a las perillas de oro que están violando la Ley de Conservación de la Materia, con lo cual volverían a convertirse en plomo para descender.

Chaucer advirtió que los alquimistas sacaban más oro de sus patrocinadores que de sus experimentos. Este tipo de alquimia parece ser practicada por nuestro tercer tipo de inventor, el embaucador de m.p.

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¡PONGA AGUA EN EL MOTOR!

Phin menciona a un inventor decimonónico llamado Adams, que exhibió su máquina de m.p. en Inglaterra cobrando altas tarifas. Un día dos curiosos trataron de levantar la máquina del pedestal. Inmediatamente se oyó en el pedestal el sonido de un resorte de reloj. Cuando cesó el sonido, pusieron la máquina en su lugar y ofrecieron al dueño 50 libras si era capaz de ponerla nuevamente en marcha. No fue capaz. Un mecanismo de relojería oculto parece explicar la rueda diseñada por “Orffyreus” (Jean Ernest Elie-Bessler), que presuntamente giró cuarenta días en un cuarto cerrado.

Los posteriores inventores de fraudes nunca denominaron a sus aparatos “máquinas de movimiento perpetuo”. John E. W. Keely llamó al suyo “generador vibratorio con motor pulsátil hidroneumático”, pero fue más conocido como “motor de Keely”.

Hizo la primera demostración en Filadelfia en 1874, en su laboratorio casero. La máquina por cierto funcionaba, aunque aparentemente no tenía ninguna fuente de alimentación. Un keelyita explicó que obedecía a las “leyes de la fuerza etérea” y extraía energía de la fuente de todo conocimiento, y la asimiló con “el calórico y la electricidad”.

Keeley dijo que con sólo aire, agua y su motor podía producir una sustancia vaporosa […] con una energía elástica de 10.000 libras por pulgada cuadrada. […] Es más ligera que el hidrógeno y más poderosa que el vapor o cualquier explosivo conocido. […] Una vez di a una máquina 800 revoluciones por minuto de cuarenta caballos de fuerza con menos de un dedal de agua y la mantuve andando quince días con la misma agua.9

De vez en cuando los inversores de la Keely Motor Company preguntaban si no estaban tirando el dinero. Keely siempre los persuadía de tirar un poco más. Las demostraciones siempre se realizaban en casa de Keely, donde el motor partía sogas y torcía barras de hierro, mientras los instrumentos indicaban presiones enormes. Y todo con un poco de agua. Los comités de científicos e ingenieros eran invitados a ver las demostraciones, pero no a inspeccionar el motor. Lo hicieron, sin embargo, después de la muerte de Keely en 1898 y encontraron en el sótano el equipo de aire comprimido que en verdad lo hacía funcionar. Mucho, mucho después, uno de los administradores de la Fundación para la Investigación de la Gravedad de Babson, que obviamente acababa de oír sobre el motor de Keely, pensó que quizá había algo en el asunto. Frank Edwards, en 1959, fue mucho más lejos, afirmando que “El secreto del misterioso motor de Keely murió con él. Los científicos nunca pudieron ponerse de acuerdo sobre su modo de funcionamiento”.10

La fábula de un motor impulsado por agua tuvo un breve auge en la década de 1930, cuando el Daily Telegraph, de Londres, impulsaba su auto “descomponiendo agua y usando hidrógeno en el cilindro en vez de nafta”.11 Esta estafa se ha practicado durante años en Estados Unidos. El “inventor” llega a una estación de servicio, ostensiblemente llena el tanque de gasolina con agua, echa una píldora adentro y pone el motor en marcha. Naturalmente, luego cuenta a los ingenuos cómo funciona. Huelga ac1arar que el motor se alimenta con combustible común de un segundo tanque que está oculto.

Las viejas trampas siempre sirven para nuevas tentativas. Esta columna se publicó en el Sunday Times de Londres del 7 de febrero de 1971: El domingo pasado hablé del motor español de 10 libras esterlinas que capacitaba a un auto para recorrer hasta 540 millas con un galón de agua, y la gente empezó a menear la cabeza tristemente. […] No así Los sudafricanos. La semana pasada dos ingenieros, Tumo Sterrnin y Giovanni Zabbia, dieron una demostración en Ciudad del Cabo con un motor de gasolina de 250 centímetros cúbicos que recorría cinco millas con gas de hidrógeno liberado por un simple proceso químico, de vulgar agua de la canilla. Oyeron sobre el invento español casi idéntico y se apresuraron a tomar opciones provisionales sobre los derechos mundiales de patentación.

El motor es fácil de adaptar a un auto, afirman los inventores […] El auto podría estar equipado con un depósito de agua, un tanque de presión y un cargador que automáticamente arroja tabletas -que contienen un metal común y una sustancia química de uso doméstico- al tanque de presión cuando baja el nivel de gasolina. Como Zabbia señaló tímidamente, el agua es más barata que la nafta. Si estos inventos son genuinos podemos levantar apuestas sobre cuál compañía petrolera vendrá primera al galope para comprarlo.12

Nótese en la última línea un cliché típico de los mitos sobre inventos milagrosos. Si el milagro prometido nunca se realiza, siempre es culpa de los “intereses industriales” que compran la patente y la anulan. En este caso, los magnates del petróleo no sólo tendrían que comprar la patente, sino burlar los intereses considerables de muchos gobiernos. Por ejemplo, a Estados Unidos y la U.R.S.S. deberla entusiasmarles la idea de impulsar sus grandes flotas submarinas con combustible gratis, mientras que a los franceses podría interesarles ir a la Luna con una medida de Perrier.

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Fuente: “Los Nuevos Apócrifos” (R) John Sladek. En El Péndulo Nro 9, Segunda Época, de marzo de 1982. Se puede acceder a la versión original en PDF en este link.

*La entropía se define sin mayor precisión como desorden. Por «incremento de entropía» los científicos aluden a lo que sucede cuando uno pone un cubo de hielo en un vaso de agua o tira un huevo a un piso duro. Si viviéramos en un universo donde la entropía decreciera, cabía a esperar que el agua se separara en cubos de hielo y agua tibia o que el huevo roto reuniera sus fragmentos y goterones formando un huevo entero que subiría del suelo a nuestra mano, como en una película proyectada al revés.

Notas

1 Estos ejemplos están tomados de Gardner, Fads and Fallacies; John Phin, The Seven Follies of Science (Londres, Archibald Constable, 1906); y Augustus de Margan, A Budget of Paradoxes (Londres, Longmans Green, 1872).

2 Gardner, Fads and Fallacies, p. 186.

3 de Margan, Paradoxes, p. 186.

4 Gillette, citado por Gardner, Fads and Fallacies, p. 87.

5 Ibid., p. 87.

6 John Fenn Smith, The Laser (Londres, edición del autor, 1971).

7 Phin, Seven Follies, p. 41.

8 W. Ehrenberg, “Maxwell’s Demon”, Scientific American, noviembre de 1967; también Sci. Amer., separata Nº 317.

9 John E. W. Keely, citado en Curtis D. MacDougall, Hoaxes, p.71.

10 Frank Edwards, Stranger Than Science (Londres, Pan, 1959).

11 A.S. Acke.rmann, Popular Fallacies (Londres, Old Westminster Press, 1950), p. 708.

12 Peter Lennon en Sunday Times (Londres), 7/2/1971.

13 Ackerman, p. 586.

14 Ibid., p. 586.

15 Ibid., p. 586.

16 Ibid., pp. 586-7.

17 Kenneth Roberts, Henry Gross and His Dowsing Rod (1951) es reseñado extensamente en Gardner, Fads and Fallacies, pp. 106- 13.

18 Joseph Jastrow, Error and Eccentricity in Human Belief (Nueva York, Dover Publications, 1935).